Viaje de Moscú a Petersburgo

Alexandr Serguéievich Pushkin[1]

Traducción: Fulvio Franchi

La carretera

Al enterarme de que el nuevo camino de Moscú estaba completamente terminado, se me ocurrió emprender viaje a Petersburgo, donde no había estado por más de quince años. Me inscribí en la oficina de diligencias rápidas (las que me resultaron más lentas que los viejos carruajes de posta) y el 15 de octubre a las diez de la mañana salí de Moscú por la puerta de Tvier.

Mientras me deslizaba por la carretera lisa en un coche ligero, sin preocuparme ni de su estabilidad, ni de los gastos del viaje ni de los caballos, recordé mi último viaje a Petersburgo, por el viejo camino. Decidido a no ir a los saltos sobre la diligencia, había comprado una carretela[2] barata y, acompañado por un criado, salí al camino. No sé cuál de nosotros, si Iván o yo, cometió algún pecado antes de la partida, pero nuestro viaje no fue afortunado. La maldita carretela necesitaba ser reparada a cada momento. Me perseguían los herreros; los baches y, de a trechos, el pavimento de madera nos agotaron por completo. Seis días enteros me arrastré por un camino insoportable y llegué a Petersburgo medio muerto. Mis amigos se reían de mi delicadeza, pero yo no tengo ninguna pretensión de heroísmo postal y, después que regresé a Moscú por el camino de invierno, ya no volví a emprender un viaje hacia ninguna parte.

En general, en Rusia los caminos (gracias a la extensión) son buenos y serían aun mejores si los gobernadores se ocupasen menos de ellos. Por ejemplo: la hierba es todavía un pavimento natural. ¿Para qué quitarla y reemplazarla por una tierra asquerosa que con la primera lluviecita se convierte en fango? La mejora de los caminos, una de las obligaciones más onerosas, no trae prácticamente ningún provecho y es, en la mayoría de los casos, un pretexto para el ajuste y las coimas. Tomen al primer campesino que tenga, aunque sea, una pizca de inteligencia, y pónganlo a que trace un nuevo camino: comenzará, probablemente, por cavar dos zanjas paralelas para que corra el agua de lluvia. Hace cuarenta años un voievoda[3], en lugar de zanjas, construyó parapetos, de modo que los caminos se convirtieron en cajones para el barro. En verano los caminos son hermosos, pero en primavera y en otoño los viajeros se ven en la necesidad de viajar a través de los campos y las parcelas labradas porque los coches se hunden y se atascan en la carretera, en tanto que los viandantes, mientras caminan sobre los parapetos, bendicen la memoria del sabio voievoda. En la Rus[4] hubo demasiados de estos voievodas.

La magnífica carretera de Moscú fue comenzada por mandato del emperador Alejandro; las diligencias fueron instituidas por una sociedad de personas particulares. Así debió ocurrir con todas las cosas: el gobierno abre un camino y las personas particulares encuentran los modos más convenientes para aprovecharlo.

No puedo dejar de advertir que, desde la época en que asumió el trono la familia de los Románov, nuestro gobierno siempre marchó adelante en el campo de la educación y la ilustración. El pueblo siempre va detrás de ellos perezosamente, y a veces contra su voluntad.

Cuando me preparaba para el viaje, en lugar de empanadas y carne fría quise proveerme de un libro, contando a la ligera con que hallaría un restaurante y temiendo las conversaciones con los compañeros de viaje. En la cárcel y en los viajes, cualquier libro es un regalo de Dios, y aquel que uno no se decidiría a abrir después de regresar del club Inglés o mientras se apresta para un baile, les resultará entretenido como una fábula árabe si les cae en las manos estando en un calabozo o en una diligencia rápida. Les diré más: en estos casos, cuanto más aburrido sea el libro, mejor. Un libro interesante se lo devorarían rápidamente, se grabaría demasiado en su memoria e imaginación y ya sería imposible releerlo. Un libro aburrido, por el contrario, se lee con disposición, con reposo, les queda la capacidad de adormecerse, de soñar; una vez que se despiertan, la emprenden de nuevo con él, releen pasajes que habían salteado sin prestarles atención, etc. Un libro aburrido representa un mayor entretenimiento. El concepto del aburrimiento es sumamente relativo. Un libro aburrido puede ser muy bueno; no hablo de los libros eruditos, sino de libros escritos con un objeto puramente literario. Muchos lectores estarán de acuerdo conmigo en que Clarissa [5]es muy fatigosa y aburrida pero, así y todo, Richardson tiene un mérito extraordinario.

Es para eso que son buenos los viajes.

Así, ya listo para el viaje, pasé por lo de mi viejo amigo **, cuya biblioteca acostumbraba utilizar. Le pedí un libro aburrido, pero interesante en algún sentido. Mi amigo quería darme una novela satírica moralizante, afirmando que no podía haber nada más aburrido, pero que el libro era interesante en cuanto a la recepción del público; pero yo le agradecí, ya sabiendo por experiencia lo insufribles que son las novelas satíricas moralizantes. “Espera —me dijo **—, tengo un librito para ti”. Con esas palabras sacó de detrás de la colección completa de las obras de Alexandr Sumarókov y de Mijaíl Jeraskov un libro, editado al parecer a fines del siglo pasado. “Te pido que lo lleves —me dijo con voz misteriosa—. Espero que valores y justifiques por completo lo que te confío”. Lo abrí y leí el título: “Viaje de Petersburgo a Moscú. S. P. B. Año 1790”.

Tenía el siguiente epígrafe:

“Monstruo obeso, infame, enorme,
que ladra por mil fauces”.
      Telemaquia, Libro XVIII, p. 514.

El libro, que en tiempos pasados había cobrado fama por su encanto y le había provocado al autor la ira de Catalina, la condena a muerte y el destierro a Siberia, era ahora una rareza tipográfica que había perdido su atractivo y se encontraba por casualidad en el estante cubierto de polvo de un bibliómano o en la bolsa de un barbudo mercachifle.

Le agradecí francamente a ** y me llevé el Viaje. Su contenido todos lo conocen. Radíshev escribió varios fragmentos, dándole a cada uno, como título, el nombre de una de las paradas que se encuentran a lo largo del camino de Petersburgo a Moscú. En ellos vertió sus pensamientos sin ninguna ligazón ni orden. En Chórnaia Griaz[6], mientras reemplazábamos los caballos, comencé el libro por el último capítulo y de ese modo lo puse a Radíshev a viajar conmigo desde Moscú a Petersburgo.

Fulvio1
Edición rusa de «Viaje de Petersburgo a Moscú», de Aleksandr Radíshev

Moscú

¡Moscú! ¡Moscú!… — exclama Radíshev en la última página de su libro y arroja su pluma empapada de hiel, como si los oscuros cuadros de su imaginación se disiparan con la contemplación de las doradas cúpulas de Moscú, la ciudad de piedras blancas. Ya está en Vsesviátskoie… Se despide del extenuado lector; le pide a su compañero de viaje que lo espere en los alrededores. En el camino de regreso volverá a sus amargas verdades a medias, con sus descaradas ensoñaciones… Ahora no tiene tiempo: para tranquilizarse cabalgará con sus familiares, para adormecerse en el torbellino de los entretenimientos moscovitas. ¡Hasta la vista, lector! ¡Al galope, cochero! ¡Moscú! ¡Moscú!…

Muchas cosas han cambiado desde los tiempos de Radíschev: ahora, mientras abandono la humilde Moscú y me preparo para ver la resplandeciente Petersburgo, me inquieta por anticipado la idea de cambiar mi forma de vida tranquila por el torbellino y el ruido que me esperan; mi cabeza empieza a girar anticipadamente…

Fuit Troja, fuimus Trojani[7]. Nunca existió en realidad la rivalidad entre Moscú y Petersburgo. En otros tiempos residía en Moscú una rica clase de boyardos que no eran funcionarios, una clase de cortesanos que habían abandonado la corte, gente independiente, despreocupada, apasionada por la maledicencia inofensiva y por la hospitalidad barata; en otros tiempos Moscú era un lugar de reunión para toda la nobleza rusa, que confluía desde las provincias para pasar el invierno. Desde Petersburgo irrumpía también allí la brillante juventud de la guardia. Y en todos los extremos de la antigua capital resonaba la música y había multitud de gente en todas partes. En el salón de la Asamblea de la Nobleza se reunían, dos veces por semana, hasta cinco mil personas. Allí los jóvenes se conocían; se concertaban las bodas. Moscú era célebre por sus novias, del mismo modo que Viazma lo era por sus priániki[8]; los banquetes moscovitas (tan originalmente descriptos por el príncipe Dolgoruki) se volvieron proverbiales. Las castas rarezas de los moscovitas eran señal de su independencia. Vivían a su manera, se divertían como lo deseaban, preocupándose poco por la opinión del prójimo. En esos tiempos un rico extravagante se construyó, en una de las calles principales, una casa china con dragones verdes y mandarinas de madera debajo de quitasoles dorados. Otro viajó hacia Marina Rosha en un carruaje de plata forjada de 84 quilates. Un tercero ataba a la parte trasera de su trineo de cuatro plazas una reata con cinco criados negros, cazadores y corredores[9], y los arrastraba a la carrera por el pavimento en verano. Las mujeres elegantes, adoptando las modas de Petersburgo, impusieron también en la vestimenta un sello imborrable. La arrogante Petersburgo se reía desde lejos y no se mezclaba en los pasatiempos de la anciana Moscú. Pero, ¿qué se hizo de esa vida ruidosa, festiva y despreocupada? ¿Qué se hizo de los bailes, los banquetes, los excéntricos y los calaveras? Todo desapareció: quedaron solo las novias, a las que por lo menos no se les debe aplicar el grosero proverbio “vielles comme les rues”[10]: las calles de Moscú, gracias a 1812, son más jóvenes que las bellas damas moscovitas, aun hoy florecidas como rosas. Actualmente, en la apaciguada Moscú las enormes casas de los boyardos se yerguen tristes en medio de un amplio patio, lleno de pasto crecido,  y un jardín abandonado y silvestre. Bajo un escudo dorado resalta la placa de un sastre que le paga al dueño 30 rublos al mes por el departamento; un entrepiso magnífico es alquilado por una madame para casa de huéspedes… ¡y eso gracias a Dios! En todas las puertas hay clavado un aviso de que la casa está en venta o se ofrece en alquiler, pero nadie la compra ni la alquila. Las calles están muertas; rara vez se escucha el ruido de un carruaje sobre el pavimento; las señoritas acuden corriendo a las ventanas cuando pasa el comisario de policía con sus cosacos. Las aldeas de los alrededores de Moscú también están desiertas y tristes. La música del cuerno no suena en los bosques de Svirlov y Ostankino; las luminarias y los faroles de colores no iluminan los senderos ingleses, ahora invadidos por la hierba pero antiguamente llenos de arbustos de mirto y naranjo amargo. Los polvorientos bastidores de un teatro casero se pudren en un salón abandonado después de la última representación de una comedia francesa. La casa señorial está desvencijada. En un pabellón vive un intendente alemán y hace gestiones para una fábrica de alambres. Ya no hay almuerzos ofrecidos por personas hospitalarias vestidas a la antigua el día del onomástico de los dueños de casa para complacer a alegres glotones, en honor de un dignatario retirado de la corte, pero en compañía de jugadores que idearon cómo desplumar, seguramente, a un joven que acaba de abandonar a su tutor o a un rentista de Sarátov. Los bailes de Moscú… ¡Ay!… Observen esos peinados caseros, esos zapatitos blancos, hábilmente blanqueados con tiza. Galanes reclutados quién sabe dónde, ¡y qué caballeros! La desgracia de tener ingenio[11] es ya un cuadro obsoleto, un triste anacronismo. En Moscú no encontrarán ustedes ya a Famúsov, a quien todos agradan —ya saben, hasta le agradan el príncipe Piotr Ilich, el francés de Burdeos, Zagoretski, Skalozub y Chatski—, ni a Tatiana Iúrievna, quien

no podría ofrecer más ricos bailes
entre Navidad y las Pascuas,
y en verano fiestas en su dacha [12]

Jlestov, en la tumba; Repetílov, en el campo[13]. ¡Pobre Moscú!

Pedro I no quería a Moscú, donde a cada paso encontraba recuerdos de revueltas y ejecuciones, una antigüedad inveterada y la empecinada oposición de la superstición y los prejuicios. Abandonó el Kremlin, donde, si bien podía respirar, se sentía oprimido; y en la lejana orilla del mar Báltico buscó la holganza, el espacio abierto y la libertad para su actividad potente e inquieta. Después de él, cuando nuestra vieja aristocracia obtuvo su vieja fuerza e influencia, poco faltó para que los Dolgoruki devolvieran a Moscú sus señores; pero la muerte del joven Pedro II le ratificó a Petersburgo los recientes derechos.

La caída de Moscú fue la consecuencia inevitable del surgimiento de Petersburgo. Dos capitales no pueden florecer a un mismo nivel en un solo estado, del mismo modo que dos corazones no existen en el cuerpo de un ser humano. Pero el empobrecimiento de Moscú muestra también otra cosa: el empobrecimiento de la nobleza rusa procedente en parte del fraccionamiento de las propiedades, desaparecidas con una terrible rapidez, y en parte por otras razones de las que ya tendremos tiempo de hablar.

Pero Moscú, al perder su brillo aristocrático, florece en otros sentidos: la industria, fuertemente protegida, revivió en ella y se desarrolló con una fuerza extraordinaria. El gremio de los comerciantes se enriquece y comienza a establecerse en los palacios abandonados por los nobles. Por otra parte, la ilustración ama a la ciudad donde Shuválov fundó la universidad por iniciativa de Lomonósov.

Los literatos peterburgueses, en su mayor parte, no son literatos sino rentistas literarios emprendedores y avispados. La sabiduría, el amor al arte y los talentos están indiscutiblemente del lado de Moscú. El periodismo de Moscú dará muerte al periodismo de Petersburgo. La crítica de Moscú se diferencia con honor de la peterburguesa. Sheviriov, Kiréievski, Pogodin y otros escribieron muchos ensayos dignos de compararse con los mejores artículos de las Reviews inglesas, mientras que las revistas de Petersburgo juzgan a la literatura como a la música y a la música como a la economía política, es decir al tuntún y de cualquier manera, a veces a propósito y con agudeza, pero la mayoría de la veces sin fundamento y superficialmente.

La filosofía alemana, que encontró en Moscú, quizás, demasiados seguidores jóvenes, al parecer comienza a dejar lugar a un espíritu más práctico. Así y todo, su influencia fue favorable: salvó a nuestra juventud del frío escepticismo de la filosofía francesa y la alejó de las ensoñaciones encantadoras y nocivas que tuvieron tan terrible influencia en la mejor flor de la generación precedente.

De paso: estuve buscando entre mis papeles una curiosa comparación entre las dos capitales. Fue escrita por un amigo mío, un gran melancólico que a veces tiene luminosos minutos de alegría: Moscú y Petersburgo[14]

Lomonósov

Al final de su libro, Radíschev incluyó un panegírico a Lomonósov. Está escrito en un estilo pomposo y pesado. Radíschev tenía la secreta intención de asestar un golpe a la gloria intangible del Píndaro ruso. Es digno de mención también el hecho de que Radíschev cubriera esa intención con argucias de veneración y tratara a la gloria de Lomonósov con mucha más precaución que al poder supremo, al que atacó con una demente animosidad. Rellenó más de treinta páginas con elogios vulgares al versificador, al retórico y al gramático, para incluir al final de su cantar las siguientes líneas sediciosas:

Queremos mostrar que, en cuanto a la literatura rusa, quien abrió un camino hacia el templo de la gloria es el primer responsable de adquirir la fama, aunque él mismo no haya podido ingresar al templo. ¿Acaso Francis Bacon no es digno de memoria, aunque sea solo por decir cómo se puede multiplicar las ciencias? ¿Acaso no son dignos de gratitud los valientes escritores que se alzaron contra el asesinato y el autoritarismo por el hecho de que no hayan podido liberar a la humanidad de las cadenas y el cautiverio? ¿Y no hemos de honrar a Lomonósov porque no haya entendido las normas de la vergonzosa versificación y haya languidecido en la epopeya[15], porque haya sido un extraño en la poesía sentimental, porque no siempre haya sido perspicaz en los juicios y porque en sus propias odas haya mezclado a veces más palabras que ideas?

Lomonósov fue un gran hombre. Entre Pedro I y Catalina II fue el único compañero de lucha autóctono de la ilustración. Fundó la primera universidad. Mejor dicho, él fue nuestro primer universitario. Pero en esa universidad el profesor de poesía y elocuencia no era otra cosa que un funcionario eficiente, y no un poeta inspirado desde lo alto ni un orador poderosamente apasionado. Las formas monótonas y restringidas en las que él moldeaba sus pensamientos le daban a su prosa un curso tedioso y pesado. Esta magnificencia escolástica, semieslava, semilatina, debía efectuarse por fuerza: afortunadamente, Karamzín liberó a la lengua del yugo extranjero y le devolvió su libertad, después de orientarla hacia la fuente viva de la palabra popular. En Lomonósov no hay ni sentimiento ni imaginación. Sus odas, escritas sobre los modelos de los versificadores alemanes de entonces, ya hacía tiempo olvidados en la propia Alemania, son aburridas y presuntuosas. Su influencia en la literatura fue nociva y hasta el día de hoy se la revoca. La grandilocuencia y la afectación, la aversión a la sencillez y a la precisión, la falta de todo tipo de carácter popular y de originalidad, son huellas dejadas por Lomonósov. El propio Lomonósov no valoraba su poesía y se ocupaba más de sus experimentos químicos que de las odas oficiales para las altas celebraciones de los natalicios reales y demás. ¡Con qué desprecio habla de Sumarókov, apasionado por su propio arte, de ese hombre que no piensa en otra cosa que en su pobre arte de componer rimas! Sin embargo, ¡con qué acaloramiento habla de las ciencias, de la ilustración! Observen sus cartas a Shuválov, a Vorontsov, etc.

Nada puede ofrecer una mejor comprensión de Lomonósov que el siguiente informe, entregado por él mismo a Shuválov, sobre sus prácticas entre 1751 y 1757[16]:

En respuesta a la orden dirigida por su excelencia a todos los profesores y ayudantes académicos de que estos le informen sobre sus trabajos y prácticas científicas desde el año 1751 hasta la fecha. De acuerdo con ello, informo sobre lo que en relación con mi profesión y otras ciencias vengo realizando anualmente.                                                       

En el año 1751

En química. 1) Realicé muchos experimentos químicos, en su mayor parte con fuego, para investigar la naturaleza de los colores, lo que consta en el boletín del laboratorio de ese mismo año en 12 folios y en otras anotaciones. 2) Expuse sobre el Tratado que escribí sobre la utilidad de la química en ruso. 3) Inventé nuevos instrumentos para la química física.

En física. 1) Realicé experimentos en fríos extremos para investigar en qué proporción el aire se contrae y se dilata en todos los grados del termómetro. 2) En verano experimenté, con espejos ustorios y termómetros, si el mercurio fluye a distintas distancias a partir del punto de calentamiento. 3) Realicé experimentos para separar el estaño del plomo por medio de una fusión, sin materias extrañas y con una mecánica sencilla, lo que tuvo un considerable éxito y resultó sumamente económico.

En historia. Leí libros para reunir material para la redacción de una historia de Rusia: el de Néstor, las leyes de Iaroslavl, el Gran cronista, el primer tomo de Tatíshev, los de Kromer, Veisel, Helmold, Arnold y otros, de los que extraje los pasajes necesarios oy tomé notas, en total de unos 653 ítems en 15 folios.

En ciencias de la literatura. 1) Compuse una tragedia titulada Demofonte. 2) Compuse versos para eventos de iluminación[17]. 3) Resolví poner en orden el material reunido previamente para una obra sobre gramática. Di lecciones particulares sobre versificación en ruso a estudiantes, en especial a Popovski, quien actualmente es profesor. 4) Expuse para los estudiantes el comienzo del tercer libro de Retórica, escrito por mí, sobre versificación en general.

En el año 1752

En química. 1) Realicé muchos experimentos químicos sobre la teoría de los colores, lo que consta en el boletín de este año en 25 folios. 2) Mostré a los estudiantes los mismos experimentos químicos que había aprendido de Heckel. 3) Para una clara comprensión y una breve noción de química general, expuse y expliqué a los estudiantes los prolegómenos a la química física que escribí en latín y que constan de 13 folios en 150 parágrafos, con muchas ilustraciones en 6 medios folios. 4) Investigué métodos sobre cómo componer mosaico y lo mostré con la práctica. 5) Por mandato oficial enseñé la composición de los cristales de diversos colores del alumno Druzhinin, enviado del departamento de construcciones, para las fábricas de cristales locales.

En física. 1) Realicé observaciones eléctricas en el aire con un riesgo no menor. 2) En invierno repetí experimentos sobre diversas amplitudes de aire en la graduación del termómetro.

En historia. Para la reunión de materiales de la historia de Rusia leí a Krantz, Pretori, Muratori, Iornand, Prokopi, el diácono Pável, Zonar, Teofán el Confesor, León Gramático y otros expertos imprescindibles en 5 folios en 161 ítems.

En ciencias de la literatura. 1) Compuse una oda para la asunción al trono de su alteza imperial. 2) Una carta sobre la utilidad del cristal. 3) Proyecté iluminaciones y compuse versos para ellas: para el 25 de abril, el 5 de septiembre y el 25 de noviembre. 4) Escribí Oratoria, segunda parte de Retórica, en 10 folios.

En el año 1753

En química. 1) Continué los experimentos para la investigación sobre la naturaleza de los colores, lo que consta en el boletín de ese año en 56 folios. 2) Después de terminar las lecciones realicé nuevos experimentos físico-químicos para aproximar la química lo más posible al conocimiento filosófico y volverla parte de una física fundamental: de los numerosos experimentos donde se verificaron la medida, el peso y sus proporciones, completé muchas tablas con cifras en 24 páginas de medios folios donde cada renglón contiene un experimento completo.

En física. 1) Con el difunto profesor Richmann realicé experimentos químico-físicos en el laboratorio para investigar la temperatura que transmiten al agua los materiales incandescentes que se apagan en ella. 2) Realicé observaciones de las fuerzas eléctricas en el aire, con gran riesgo. 3) Expuse en una reunión pública mi Tratado sobre los fenómenos del aire producidos por las fuerzas eléctricas, con la interpretación de muchas otras propiedades de la naturaleza. 4) Realicé experimentos, de los que resultó que los colores, en especial el rojo, son más claros al frío que al calor.

En historia. 1) Cité las anotaciones de los autores precedentemente mencionados en ítems numerados. 2) Leí los anales de la Academia Rusa sin anotaciones para tener una comprensión general amplia sobre las actividades de los rusos.

En ciencias de la literatura. 1) Ordené los verbos para la gramática rusa. 2) Realicé cinco proyectos de poesías para iluminaciones y fuegos de artificio: para el 1 de enero, el 25 de abril, el 5 de septiembre, el 25 de noviembre y el 18 de diciembre.

En el año 1754

En química. 1) Realicé varios experimentos químicos que se conservan en el boletín de ese año en 46 folios. 2) Verifiqué con su repetición las tablas físico-químicas confeccionadas el año anterior.

En física. 1) Ideé algunos métodos para la medición de largo y ancho en el mar cuando el cielo está oscuro. En la práctica es imposible investigarlo sin el Almirantazgo. 2) Realicé experimentos meteorológicos sobre agua trasladada desde el océano Ártico, para determinar a cuántos grados de frío puede congelarse. Además, se congelaron diversas soluciones para comparar. 3) Realicé experimentos con un molino de sierra[18] en el campo, observando cómo la corriente de agua, al fluir por una pendiente, se acelera, y con qué fuerza impacta. 4) Hice el experimento de una máquina que, al elevarse por sí misma, podía subir consigo un pequeño termómetro para conocer la temperatura en la altura; a pesar de que la máquina se aligeró en más de dos zolótniki[19], no llegó al punto deseado.

En historia. Escribí un Ensayo sobre la historia del pueblo eslavo antes de Rúrik: Dedicatoria, Introducción; Capítulo 1, sobre las viejas costumbres de los habitantes de Rusia; capítulo 2, sobre la grandeza y las generaciones del pueblo eslavo; capítulo 3, sobre la antigüedad del pueblo eslavo, en total 8 folios.

En ciencias de la literatura. 1) Compuse una oda sobre el nacimiento del soberano, el gran príncipe Pável Petróvich. 2) Ideé unos fuegos artificiales presentados para recibir el Año Nuevo de 1754, y escribí unas poesías. También realicé proyectos de iluminación y fuegos artificiales para el 25 de abril, el 5 de septiembre y el 25 de noviembre.

En el año 1755

En química. Realicé varios experimentos físico-químicos, lo que consta en el boletín de ese año en 14 folios.

En física. 1) Escribí una disertación sobre la función de los periodistas, en la cual se refutan todas las críticas producidas en Alemania contra mis disertaciones, en comentarios impresos, en especial contra las nuevas teorías sobre el calor y el frío, sobre las soluciones químicas y la elasticidad del aire. Una disertación fue traducida al francés por el señor Formey y publicada en ese idioma en la revista llamada “Biblioteca Alemana” (Bibliothèque Germanique). 2) Escribí una carta sobre el camino del norte a las Indias Orientales por el océano Siberiano[20].

En historia. Escribí sobre el dominio de los primeros grandes príncipes rusos Rúrik, Oleg e Ígor.

En las ciencias de la literatura. 1) Escribí y leí en una reunión pública mi Panegírico a la sagrada memoria del soberano, el emperador Pedro el Grande. 2) Después de escribir la mayor parte de la gramática, que se terminará de publicar durante el año actual, la completé. 3) Escribí una carta sobre la semejanza y las variaciones de las lenguas.

En el año 1756

En química. 1) Entre distintos experimentos químicos, de los cuales hay un informe en 13 folios, se realizaron experimentos en recipientes de cristal firmemente soldados, para investigar si aumenta el peso de los metales por el puro calor. Con estos experimentos se halló que la opinión del célebre Robert Boyle es falsa, pues sin el ingreso de aire del exterior el peso del metal candente permanece en el mismo valor. 2) Realicé experimentos químicos con ayuda de una bomba de aire donde, en recipientes químicos de los que había sido extraído el aire, los minerales mostraron al fuego ciertos fenómenos aún desconocidos por los químicos. 3) Actualmente el ayudante de laboratorio Kleméntiev, bajo mi supervisión, se encuentra investigando, siguiendo mis directivas, cómo se podría fabricar estrellitas verdes de orden superior para los fuegos artificiales.

En física. 1) Inventé un nuevo instrumento óptico que he llamado tubo nictóptico (tubus nyctopticus); este debe servir para poder ver de noche. El primer experimento muestra claramente en la oscuridad cosas que no son visibles para el ojo simple, y es muy posible tener el deseo de que con el esfuerzo de maestros ingeniosos pueda alcanzar una perfección semejante a la que hoy alcanzaron los telescopios y los microscopios después de un comienzo humilde. 2) Fabriqué cuatro nuevos péndulos, uno de los cuales es de bronce, de un sazhen[21] de longitud, que funciona por medio de unas agujas mecánicas, en oposición a otro que tendría una altura de entre un chétviert y una versta[22]. Se utiliza para saber si desde el centro de la tierra, que atrae hacia sí los cuerpos pesados, un lugar permanece siempre inmóvil o cambia. 3) Leí en una reunión pública el Tratado que escribí sobre los colores.

En historia. El presente año reuní manuscritos históricos rusos para mi biblioteca, quince libros, que cotejé para observar semejanzas en los episodios rusos.

En las ciencias de la literatura. 1) Estoy escribiendo un poema heroico, titulado “Pedro el Grande”. 2) Realicé un proyecto con poesía para los fuegos artificiales del 18 de febrero de ese año.

Además de todo esto, en varios años concebí realizar las siguientes disertaciones: 1) Sobre una mejor y científica navegación marítima. 2) Sobre un termómetro rígido. 3) Sobre los temblores de la tierra. 4) Sobre las partículas elementales que componen un cuerpo. 4) Sobre la medición de la temperatura, cómo determinarla bien, con una tesis sobre la moderación de la solución del aire en los planetas. Para cumplir parcialmente su realización, obstan otros asuntos, la voluntad se ve reducida en parte por el prolongado registro.

Sumarókov era el bufón de todos los cortesanos de la época: de Shuválov, de Panin; lo incomodaban, lo provocaban y se divertían a costa de sus groserías. Fonvizin, cuyo carácter tenía necesidad de justificación, divertía a sus conocidos imitando a Alexandr Petróvich[23] a la perfección. A escondidas, Derzhavin escribía sátiras sobre Sumarókov y llegaba a disfrutar con su enojo como si tal cosa. Lomonósov era de otra hechura. Bromear con él no tenía gracia. Él era el mismo en todas partes: en su casa, donde todos lo agitaban; en el palacio, donde les tiraba de las orejas a los pajes; en la Academia, donde, según testimonio de Schlözer, nadie se animaba a chistar en su presencia. No muchos conocen su discusión poética con Dmitri Séchenov por el episodio del “Himno a la barba”, que no fue publicado en ninguna selección de sus obras. Esa discusión puede dar una idea de la arrogancia del poeta tanto como de su intolerancia de predicador. Lomonósov era benevolente hacia todo eso. ¡Qué buena es su carta sobre la familia del desdichado Richmann! Con respecto a sí mismo, este era muy despreocupado y, al parecer, su esposa, aunque era alemana, entendía muy poco de economía doméstica. La viuda del viejo profesor, al escuchar que estaban hablando de Lomonósov, preguntó: “¿De qué Lomonósov están hablando ustedes? ¿Acaso de Mijaíl Vasílievich? ¡Pero si es un hombre vacío! Antes venían de su casa corriendo a pedirnos la cafetera. Ahí lo tiene a Trediakovski, Vasili Kirílovich, ese sí que es un hombre decente y respetable”. Trediakovski era, por supuesto, un hombre decente y respetable. Sus investigaciones filológicas y gramaticales son muy importantes. Sobre la composición poética rusa tiene una concepción más amplia que Lomonósov y Sumarókov. Su amor por el epos de Fénelon lo honra, pero la idea de traducirlo en verso y la misma elección del verso muestran un extraordinario sentido de la exquisitez. En la Telemaquia[24] se encuentran muchos versos buenos y giros felices. Radíschev escribió sobre ellos un artículo completo (véanse sus Obras Selectas). Delvig citó frecuentemente el siguiente verso como modelo de hexámetro perfecto:

… la nave de Odiseo
hiende las olas en su navegar, a los ojos se oculta.

En general el estudio de Trediakovski resulta de mayor utilidad que el estudio de nuestros demás viejos escritores. Sumarókov y Jeraskov, acertadamente, no tienen el mérito de Trediakovski, habent sua fata libelli![25]

Fulvio2
Mijaíl V. Lomonósov

Radíschev le reprocha a Lomonósov su zalamería y en seguida lo disculpa. Lomonósov llenó sus odas celebratorias de elogios grandilocuentes; sin rodeos, llama a su benefactor, el conde Shuválov, su benefactor; en cierto idilio cortesano le canta al conde Razumovski, con el nombre de Polidoro; felicita en versos al conde Orlov por su regreso de Finlandia; escribe: “Su Excelencia, conde M. L. Vorontsov, le suplico a su elevada merced que se permita tomar de mí las pruebas de estructuras de mosaicos para mostrárselos a Su Alteza”. Ahora todo eso ha caído en desuso. Ocurre que en esa época todavía existía la distancia entre un estamento y otro. Lomonósov, nacido en un estamento bajo, no pensaba elevarse con desfachatez y familiaridad hacia las personas del estamento más alto (aunque, por otra parte, por su cargo él podía ser igual a ellos). Sin embargo, él sabía valerse por sí mismo y no valoraba ni la protección de sus mecenas ni su propia prosperidad cuando se trataba de su honor o de la celebración de sus amadas ideas. Escuchen cómo se lo escribe al propio Shuválov, el protector de las musas, su elevado patrón, al que se le había ocurrido bromear sobre él: “Su Elevadísima Excelencia, yo no quiero ser un tonto, no sólo ante los altos dignatarios sino tampoco ante nadie por debajo de Dios mi Señor”[26].

Otra vez, comenzando a discutir con el mismo cortesano, Lomonósov se irritó tanto que Shuválov empezó a gritar: “¡Te destituiré de la Academia!” “No —expresó con orgullo Lomonósov—, acaso a la Academia la destituyan de mí”. Así era este humillado escritor de odas laudatorias e idilios cortesanos.

El patronage (patronazgo) hasta el día de hoy se conserva en las costumbres de la literatura inglesa. El venerado Crabb, quien murió el año pasado, le llevaba todos sus hermosos poemas to his Grace the Duke etc.[27] En sus humildes dedicatorias recuerda respetuosamente a las mercedes y a los altos protectores de los cuales él era digno, etc. En Rusia ustedes no encontrarán nada parecido. Entre nosotros, como lo advirtió Mme. de Staël, se dedican a la literatura la mayoría de los nobles. (“En Russie quelques gentilshommes se sont occupés de littérature”)[28]. Esto le dio una fisonomía especial a nuestra literatura; nuestros escritores no pueden buscar favores y patronazgo entre personas a las que consideran sus iguales y someter sus obras a cortesanos o a ricos con la esperanza de conseguir de ellos 500 rublos o un anillo decorado con una piedra preciosa. ¿Qué se concluye de eso? ¿Que los escritores actuales piensan y sienten más noblemente que como pensaban y sentían Lomonósov y Kostrov? Permítanme ponerlo en duda.

Actualmente un escritor que se sonroja ante la sola idea de dedicar su libro a una persona dos o tres rangos más elevados que él no se avergüenza de estrechar su mano en público a un periodista difamado por la opinión pública pero que pueda perjudicar la venta del libro o influenciar en los compradores con una publicidad elogiosa. Ahora el último de los escribas, dispuesto a cualquier bajeza privada, predica a toda voz su independencia y escribe pasquines anónimos sobre gente frente a la cual se tiende en sus despachos.[29]

Además, desde hace un tiempo la literatura se ha convertido entre nosotros en un oficio provechoso y el público está en condiciones de dar más dinero que su excelencia tal o su eminencia cual. Sea como fuere, repito que las formas no significan nada. Lomonósov y Crabb son dignos del elogio de todas las personas honorables, a pesar de sus dedicatorias sumisas, pero los señores NN son de todos modos despectivos, a pesar de que en sus libritos prediquen la independencia y dediquen sus obras no a un cortesano bueno e inteligente, sino a cualquier granuja y embustero parecido a ellos mismos.

Los casamientos

Radíschev, en su capítulo “Chórnaia Griaz”, habla sobre los casamientos involuntarios y reprueba amargamente el autoritarismo del señor y la complacencia de las autoridades ciudadanas (¿de los alcaldes?). En general la infelicidad de la vida familiar es un rasgo destacado de las costumbres del pueblo ruso. Me remito a las canciones rusas: su contenido habitual es el lamento de una bella joven dada en matrimonio por la fuerza o los reproches del joven marido hacia su esposa odiosa. Nuestras canciones de bodas son tristes como un lamento fúnebre. Una vez le preguntaron a una anciana campesina si ella se casó por amor. “Por amor —respondió la anciana—, yo me había encaprichado y el starosta[30] me amenazó con cortarme el cuello”. Amores semejantes son comunes. Los casamientos involuntarios son un antiguo mal. No hace mucho tiempo el gobierno prestó atención a la edad de los que contraían matrimonio: esto ya fue un paso hacia una mejoría. Me atreveré a remarcar una cosa: la edad estipulada para contraer casamiento legal podría ser reducida para el género femenino. Una joven de quince años y con nuestro clima ya es casadera, y las familias campesinas necesitan trabajadoras.

La isbá rusa

En Peshki (en la estación, ahora demolida) Radíschev comió un pedazo de carne de ternera y bebió una taza de café. Aprovechó este hecho para mencionar a los desdichados esclavos africanos, y se aflige por el destino del campesino ruso, que no utiliza azúcar. Todo esto era elocuencia propia de la época. Pero es interesante la descripción de la cabaña rusa:

Cuatro paredes, cubiertas de hollín hasta la mitad, como todo el techo. El piso, con grietas, estaba tapado como mínimo por un vershok[31] de basura; una estufa sin tubo, pero la mejor defensa contra el frío, y un humo que llena la cabaña todas las mañanas de invierno y de verano; unos ventanucos, sobre los que se extendían vejigas de buey que oscurecían hasta al mediodía, dejaban pasar algo de luz; dos o tres ollas (¡es feliz la cabaña donde todos los días se toma sopa!)[32]. Tazas y jarros de madera que llaman platos: la mesa, tallada con un hacha, que para los días festivos raen con un raspador. Una batea para alimentar a los cerdos o a los terneros, si los hay, que duermen junto con ellos, tragando el mismo aire en que la vela ardiente parece destellar en la niebla o detrás de una cortina. Con suerte, un barril con kvas[33] que parece vinagre, y en el patio la bania[34], donde, si no se usa, duerme el ganado. Una camisa de cáñamo, el calzado que da la naturaleza y unos peales con lapti[35] para salir.

El aspecto exterior de la isbá rusa ha cambiado poco desde los tiempos de Meyerberg[36]. Observen los dibujos que ilustran su Viaje. Nada más parecido a la aldea rusa de 1622 que la aldea rusa de 1833. La isbá, el molino, el cerco, hasta el abeto, esa triste marca de la naturaleza norteña; nada parece haber cambiado. Sin embargo hubo mejoras, por lo menos en las carreteras: un tubo en cada cabaña, los vidrios reemplazaron a la vejiga de buey extendida; en general, más limpieza, más comodidades, eso que los ingleses llaman comfort. Es evidente que Radíschev bosquejó una caricatura; pero se refiere a la bania y al kvas como necesidades de la vida rusa. Es ya una señal de abundancia. Es interesante también que Radíschev, después de poner a su anfitriona a lamentarse del hambre y las malas cosechas, termine el cuadro de carencia y pobreza con este detalle: ella comienza a meter el pan en el horno.

Fonvizin, quien quince años antes había viajado por Francia, dice que, hablando con sinceridad, el destino del campesino ruso le pareció más feliz que el destino del agricultor francés. Le creo. Recordemos la descripción de La Bruyère[37] y las palabras de la señora de Sévigné, más fuertes aún por cuanto ella habla sin indignación ni amargura, sino que cuenta simplemente lo que ve y a lo que está acostumbrada. El destino del campesino francés no mejoró durante el reinado de Luis XV y sus sucesores.

Lean las quejas de los trabajadores fabriles ingleses: el horror nos pone los pelos de punta. ¡Cuántos martirios abominables, tormentos incomprensibles! ¡Qué fría barbarie por un lado, y por otro qué terrible pobreza! Creerán ustedes que se está hablando de la construcción de las pirámides de los faraones, de los judíos que trabajaban bajo los látigos de los egipcios. En absoluto: se está hablando de los paños del señor Smith o de las agujas del señor Jackson. Y fíjense que todo esto no es explotación, no es un delito, sino que ocurre dentro de los rigurosos límites de la ley. Parece que no hay en el mundo nadie más infeliz que un trabajador inglés, pero observen que esto ocurre mientras se inventan nuevas máquinas que de un saque liberan de los trabajos forzados a cinco o seis mil personas y la privan de su último medio de subsistencia… Nosotros no tenemos nada parecido. En general los tributos no son gravosos. El impuesto de capitación lo paga la comunidad; la servidumbre está delimitada por la ley; el canon[38] no es devastador (salvo en las cercanías de Moscú y Petersburgo, donde la variedad de las actividades industriales refuerza y exacerba la codicia de los propietarios). El terrateniente que impone un canon libra a su campesino a su propia suerte, a que se arregle solo, cómo y dónde quiera. El campesino se las rebusca como puede, y a veces se aleja más de 2000 kilómetros para ganar dinero para sí. En todas partes hay mucha explotación; en todas partes los casos criminales son horrorosos.

Observen al campesino ruso: ¿tiene acaso alguna sombra de humillación en sus actos y en sus palabras? De su valentía y de su ingenio no hay nada que decir. Su capacidad de asimilación es conocida. Su diligencia y habilidad son sorprendentes. Un viajero recorre Rusia de extremo a extremo sin saber una palabra de ruso y en todas partes lo entienden, cumplen con sus exigencias, conciertan con él las condiciones. Nunca encontrarán ustedes en nuestro pueblo lo que los franceses llaman un badaud[39]; nunca advertirán en él ni una admiración grosera ni un desprecio descortés hacia el extranjero. En Rusia no hay persona que no tenga su propia vivienda. El pobre que sale a peregrinar por el mundo abandona su isbá. Esto no ocurre en otros países. En Europa, tener una vaca es señal de lujo; entre nosotros no tener una vaca es señal de una pobreza espantosa. Nuestro campesino es aseado por costumbre y por regla: todos los sábados concurre a la bania; se lava varias veces al día… El destino del campesino mejora día a día en la medida en que se va extendiendo la educación… El bienestar de los campesinos está estrechamente relacionado con el bienestar de los terratenientes; esto es evidente para todos. Por supuesto: todavía debe haber grandes cambios; pero no se debe apurar al tiempo, ya sin eso es bastante activo. Son mejores y más sólidos aquellos cambios que ocurren solo a partir del mejoramiento de las costumbres, sin forzados sobresaltos políticos, terribles para la humanidad…[40]

El ciego

Un viejo ciego recita un “Cantar” sobre Alexéi, un hombre de Dios. Los campesinos lloran; Radíschev solloza junto con los cocheros reunidos… ¡Oh, naturaleza! ¡Qué poderosa eres! Los campesinos le dan limosnas al viejo. Radíschev, con mano temblorosa, le da un rublo. El viejo lo rechaza porque Radíschev es un noble. Le cuenta que en la juventud perdió la vista en la guerra como castigo por su crueldad. Mientras, una mujer le alcanza una empanada. El viejo la recibe con entusiasmo. Esta es una limosna verdadera, exclama él. Radíschev, finalmente, le da su pañuelo para el cuello y nos informa que el viejo murió algunos días después y fue enterrado con ese pañuelo en el cuello. El nombre de Werther que se encuentra al principio del capítulo aclara el misterio.

En lugar de toda esa palabrería hueca habría sido mejor si Radíschev, a propósito del viejo “Cantar”, bien conocido por todos, nos hubiese hablado de nuestras leyendas populares, que hasta ahora no han sido publicadas y que contienen tanta poesía verdadera. N. M. Iázykov y P. V. Kiréievski han reunido bastantes, etc., etc.

El reclutamiento

Gorodnia[41]. Escribe Radíschev:

Al llegar a esta aldea mi oído no fue sorprendido por cantos poéticos sino por el llanto de mujeres, niños y ancianos que penetraba el corazón. Bajé de mi calesa y la envié a la estación de postas, interesándome por saber el motivo de la confusión que se apreciaba en la calle.

Me acerqué a un grupo de gente y me enteré de que el motivo de los lamentos y las lágrimas de los muchos que se amontonaban era el reclutamiento. De muchas poblaciones y propiedades de terratenientes confluían los reclutas que eran entregados.

En un grupo una mujer de unos cincuenta años que sostenía la cabeza de un muchacho de unos veinte años se lamentaba: “Mi hijito querido, ¿por qué me abandonas? ¿A quién le dejas la casa de tus padres? En nuestros campos crecerá la maleza, el musgo en nuestra casa. Y yo, tu anciana madre, deberé salir a vagabundear por el mundo. ¿Quién protegerá a mi vejez del frío, quién le tapará el sol? ¿Quién me dará de beber y de comer? Y lo que es más duro para el corazón, ¿quién cerrará mis ojos después que dé mi último suspiro? ¿Quién recibirá mi bendición maternal? ¿Quién entregará mi cuerpo a nuestra madre común, la tierra húmeda? ¿Quién irá a recordarme a la tumba? No caerá sobre ella tu lágrima ardiente, no tendré esa dicha”.

Junto a la mujer mayor había una muchacha, ya adulta. Ella también se lamentaba: “Perdóname, mi amado amigo, mi bello solcito. Para mí, tu prometida, no habrá más consuelos ni placeres. No me envidiarán mis amigas. No saldrá el sol para darme alegría. Me abandonas para que me lamente, ni viuda ni esposa. Si por lo menos nuestros viejos nos hubiesen casado, si por lo menos tú, mi querido amigo, te hubieses dormido una sola nochecita sobre mi blanco pecho… quizás Dios se habría compadecido de mí y me habría dado un muchachito para mi consuelo”.

El muchacho le decía: “Deja de llorar, deja de desgarrar mi corazón. Nos llama el soberano para que lo sirvamos. Me tocó a mí. Es la voluntad de Dios. Vivirá el que no le toque morir. Quizás vuelva a casa con el regimiento. Quizás consiga hacer carrera. No te atormentes, madrecita. Cuida a Praskóviushka para mí”. Aquel recluta era entregado por la población económica[42].

En un grupo que estaba cerca, llegaron a mis oídos palabras de un género totalmente distinto. En medio del grupo vi a un hombre de unos treinta años, de estatura media, que estaba de buen ánimo y miraba a los que lo rodeaban alegremente.

—El Señor escuchó mis oraciones —decía—. Las lágrimas de este infeliz han llegado al que consuela a todos. Ahora por lo menos sé que mi suerte dependerá sólo de lo bueno o lo malo de mi comportamiento. Hasta hoy dependía del capricho de mi mujer. ¡La sola idea de que no seré azotado con un bastón sin juicio previo me consuela!”

Me enteré por sus palabras de que era propiedad de un señor y tuve curiosidad por saber por él mismo el motivo de su extraordinaria satisfacción. A mi pregunta, me respondió: “Si a usted, mi señor, le pusieran de un lado una horca y del otro un río profundo y, parado entre las dos muertes, debería ir indefectiblemente hacia la derecha o hacia la izquierda, a la soga o al agua, ¿qué elegiría usted? ¿Qué desearían la razón y el sentimiento? Yo creo que cualquiera elegiría arrojarse al río, con la esperanza de poder nadar hasta la otra orilla dejando atrás el peligro. Nadie estaría de acuerdo en experimentar si la soga es lo suficientemente fuerte para el propio cuello. Ese era mi caso. Es dura la vida del soldado, pero es mejor que la soga. Esta sería buena si con ella se acabase todo, pero sufrir una muerte dolorosa, bajo el palo, el látigo, los grilletes, en el sótano, desnudo, descalzo, con hambre y sed, siempre recibiendo insultos; señor mío, aunque usted considere a los siervos una posesión, a veces inferior que el ganado, por desgracia más infelices, ellos no están privados de sentimientos. Veo que a ustedes les sorprende escuchar estas palabras de boca de un campesino; pero después de escucharlas, ¿por qué no se sorprenden de la dureza de corazón de sus hermanos, los nobles?

La más forzosa y pesada obligación del pueblo es el reclutamiento. La forma del reclutamiento difiere en los distintos lugares y siempre conlleva grandes perjuicios. La prensa inglesa expone anualmente con amargas palabrerías de oposición, y a pesar de eso existe con toda su fuerza. El Landwehr prusiano, un sistema fuerte y hábilmente adecuado al estado, aún no corroborado por la experiencia, ya despierta un rumor en los pacientes prusianos. La conscripción napoleónica se desarrolló entre fuertes lamentos y maldiciones en toda Francia.

Un monstruo que, inclinado sobre la cuna de los hijos,
contaba los años con sus dedos ensangrentados.
Los hijos visitaban las casas de los padres
como huéspedes efímeros, etc.[43]

Fulvio3
«Despedida del recluta de sus padres», I. M. Lvov,

Nuestro reclutamiento es duro: no hay por qué mentir. Alcanza con recordar las leyes contra los campesinos que se mutilan para evitar el servicio militar. ¡Cuánto trabajo le costó a Pedro el Grande que el pueblo se acostumbrase al reclutamiento! Pero, ¿puede el estado prescindir de un ejército regular? Los paliativos no conducen a nada bueno. La conscripción por un período breve de servicio, de una extensión de 15 años, hace de todo el pueblo sólo soldados. En el caso de un alzamiento, los miembros de la clase media luchan como soldados; los soldados lloran y piensan como miembros de la clase media. Los dos sectores están estrechamente ligados uno a otro. El soldado ruso, arrebatado por 24 años del medio de sus conciudadanos, se vuelve un extraño para todos excepto para su regimiento. Regresa a la patria siendo ya anciano. El mismo regreso es una garantía de su buen comportamiento; pues la baja se da únicamente por un servicio irreprochable. En la patria sólo encuentra algunos conocidos ya viejos. La nueva generación no lo conoce y no se hermana con él.

La lista de espera, a la que se aferran muchos propietarios filántropos, no debe existir mientras existan nuestros derechos nobiliarios. Es mejor utilizar esos derechos en provecho de nuestros campesinos y, al alejarlos del medio de sus nocivos rufianes, gente que cumple un duro castigo, etc., hacer de ellos miembros útiles para la sociedad.

Es irreflexivo sacrificar a los campesinos útiles, trabajadores, buenos padres de familia, e indultar al ladrón y al borracho indigente por respeto a alguna regla admitida por nosotros arbitrariamente. ¡Y qué significa esa lamentable parodia de legalidad!

Radíschev critica duramente la venta de reclutas y otras prácticas corruptas. En esa época la venta de reclutas ya estaba prohibida pero todavía se llevaba a cabo en secreto. En la comedia de Kniazhnín, Prostodum dice que

En su casa ahorró tres mil en diez años
ni por el pan, ni el ganado, ni la venta de terneros,
sino comerciando reclutas con la gente.[44]

Pero esa prohibición tenía su lado desfavorable: el campesino rico se privaba de la posibilidad de liberarse del reclutamiento, pero el destino de los pobres, con los que comerciaba el terrateniente sin escrúpulos, es poco probable que con eso mejorase.

Versificación rusa

Tvier[45]. Entre nosotros la composición poética, decía un amigo mío mientras almorzaba en un restaurante, en distintos sentidos que se la considere, está todavía muy lejos de la grandeza. La poesía se ha despertado, pero ahora de nuevo duerme, y la composición poética ha dado otro paso y cayó en un callejón sin salida.

Lomonósov, que comprendió lo ridículo de las vestiduras polacas de nuestra poesía, le quitó el caftán corto[46], que no le quedaba bien. Después de ofrecer buenos ejemplos de nueva poesía, les puso a sus seguidores la rienda de su gran ejemplo y nadie hasta el día de hoy se atrevió a distanciarse de él. Por desgracia ocurrió que en la misma época existía Sumarókov: y era un excelente poeta. Él utilizaba versos según los modelos de Lomónosov, y ahora los que lo han seguido no se imaginan que puedan existir otros versos que no sean los yambos, con los que escribían estos dos célebres hombres.

Aunque ambos poetas enseñaron reglas a otros versificadores, Sumarókov también dejó ejemplos en todos los estilos, pero son tan poco importantes que ninguno de ellos fue imitado. Si Lomonósov hubiese traducido a Job o los salmos en dáctilos, o si Sumarókov hubiese escrito Semira o Dimitri en coreos en lugar de yambos, Jeraskov habría pensado que era posible escribir otros versos además de yambos y su trabajo de ocho años habría cobrado más fama, de haber descripto la toma de Kazán con versos propios de la epopeya[47]. No me sorprende que el antiguo gorro de Virgilio cubra a Lomonósov. Pero yo desearía que Homero no apareciese entre nosotros en yambos, sino en versos más parecidos a los suyos, en hexámetros; y Kostrov, aunque no sea un poeta, sino un traductor, habría hecho época en nuestra versificación, después de apurar la marcha de toda la poesía en toda una generación.

Pero no solo Lomonósov y Sumarókov fijaron la versificación rusa. El infatigable percherón Trediakovski la favoreció bastante con su Telemaquia. Ahora es muy difícil dar ejemplo de una nueva versificación, pues los modelos de una buena y una mala versificación echaron raíces profundas. El Parnaso está rodeado de yambos, y las rimas están siempre de guardia. A cualquiera que se haya propuesto escribir en dáctilos, en seguida le pondrían a Trediakovski como su mentor, y el más hermoso de sus hijos parecería un monstruo durante mucho tiempo, hasta que nazca un Milton, un Shakespeare o un Voltaire. Recién entonces sacarían a Trediakovski de la tumba recubierta del musgo del olvido y encontrarían en la Telemaquia buenos versos que serían puestos de ejemplo.

Durante un largo tiempo un cambio favorable en la versificación incomodará al oído, acostumbrado a la rima. Después de escuchar durante largo tiempo una consonancia en la terminación de los versos, la falta de rima parece burda, áspera y disonante. Y así será hasta que en Rusia el francés sea más utilizado que las demás lenguas. Nuestros sentimientos, como un árbol joven y flexible, pueden crecer rectos o curvos, según su voluntad. Además de eso en la poesía, como en todas las cosas, puede dominar la moda, y con que tenga un poco de natural será aceptada sin objeciones. Pero todo lo que está de moda es momentáneo, especialmente en poesía. El brillo exterior puede aherrumbrarse, pero la belleza verdadera no se descolorará nunca. Homero, Virgilio, Milton, Racine, Voltaire, Shakespeare, Tasso y muchos otros serán leídos hasta que se extermine la raza humana.

Considero superfluo conversar con ustedes sobre los diferentes versos propios de la lengua rusa. Todos los que comprenden las reglas de la composición poética saben qué son el yambo, el coreo, el dáctilo o el anapesto. No estaría de más que yo diese ejemplos aceptables de los diferentes tipos. Pero mis fuerzas y mi razón son escasas. Si mi consejo pudiese servir de algo, diría que la versificación rusa y la propia lengua rusa se enriquecerían muchísimo si las traducciones de las obras poéticas no se hicieran siempre en yambos. Un poema épico sería mucho más auténtico si la traducción de la Henriada[48] no estuviese hecha en yambos, pues los yambos sin rima son peores que la prosa.

Radíschev, quien tenía espíritu de innovador, se esforzó por cambiar también la versificación rusa. Sus estudios de la Telemaquia son interesantes. Es el primero de nosotros en escribir con los viejos metros líricos. Su poesía es mejor que su prosa. Lean su “Siglo dieciocho”, sus “Estrofas sáficas”, su fábula o, mejor dicho, elegía “Las grullas”: todo tiene un gran mérito. En el capítulo del cual cité un fragmento está incluida su conocida oda. En ella hay muchos versos poderosos.[49]

Regreso a la versificación rusa. Pienso que con el tiempo nos dirigiremos hacia el verso blanco. En la lengua rusa hay muy pocas rimas. Una trae a la otra. Hiedra inevitablemente atrae a piedra. De amor surge, indefectiblemente, dolor. A quién no han aburrido hambre y sangre, trabajoso y maravilloso, miel y hiel, etc.

Mucho se ha hablado sobre la poesía rusa actual. A. J. Vostókov la definió con gran erudición e inteligencia[50]. Probablemente, nuestro futuro poeta épico la adopte y se vuelva popular.

Médnoie (La esclavitud)

Médnoie[51]. En un campo de abedules ella estaba, en el campo con su cabello rizado, ay, ay, ay, ay…” En corro, mujeres jóvenes y chicas bailaban. “Acerquémonos”, me dije, desplegando los papeles de mi amigo que había encontrado. Pero leí lo siguiente y no pude acercarme al corro. Mis oídos se ensordecieron por la pena y la voz alegre de alegría ingenua no atravesó mi corazón. ¡Oh, amigo mío! Donde estés, escucha y emite tu juicio.     

Dos veces por semana a todo el imperio Ruso le llega la noticia de que N. N. o B. B. está en bancarrota o no quiere pagar lo que tomó prestado o lo que le reclaman. Lo que tomó prestado lo perdió en el juego, se lo gastó en viajes, en comida, en bebida o… lo repartió, lo perdió en el fuego o en el agua, o N. N. o B. B. por alguna razón se endeudó con otro o fue embargado. Este y otros acontecimientos similares son noticia. Se publica: “El día tal a las diez de la mañana, por orden del juez distrital o el magistrado de la ciudad, se venderá en subasta pública la propiedad inmueble del capitán retirado G… , una casa consistente de tantos ambientes, número tanto, y junto con ella seis almas de sexo masculino y femenino; la venta será en la misma casa. Los interesados pueden observarla previamente”.

Sigue un cuadro que es más terrible por cuanto es verdadero. No perderé la huella de Radíschev en sus pomposas pero sinceras ensoñaciones… con las cuales por esta vez estoy de acuerdo contra mi voluntad…

Sobre la censura

Mientras me disponía a almorzar en el famoso restaurante de Pozharski, leí el siguiente capítulo, titulado “Torzhok”[52]. En él se habla de la libertad de imprenta: es curioso ver las opiniones sobre este asunto de una persona que se permite a sí mismo, por completo, esa libertad, habiendo publicado en su propia tipografía un libro en el cual la insolencia de las ideas y las expresiones exceden todos los límites.

Un ensayista francés, con un sofisma ingenioso, quiso demostrar la irracionalidad de la censura[53]. Dice él que si la posibilidad de hablar fuese una nueva adquisición, no habría duda de que los gobiernos no demorarían en imponer la censura a la lengua; publicarían determinadas normas y dos personas, para hablar entre sí sobre el clima, deberían aceptar lo preliminar a la autorización.

Por supuesto: si la palabra no fuese una pertenencia común de toda la raza humana sino solo una millonésima parte de ella, los gobiernos deberían necesariamente definir por medio de leyes los derechos del estamento de los hablantes. Pero el alfabetismo no es una capacidad natural dada por Dios a toda la humanidad, como el lenguaje o la visión. La persona analfabeta no es un monstruo y no se halla fuera de las leyes eternas de la naturaleza. Y entre los alfabetizados no todos poseen de la misma manera la posibilidad o la capacidad de escribir libros o artículos periodísticos. Un folio impreso cuesta cerca de 35 rublos; el papel también cuesta. En consecuencia, imprimir no es accesible para todos. (No estoy hablando ya del talento, etc.) Los escritores son, en todos los países del mundo, la clase menos numerosa de la población. Es evidente que la aristocracia es la más poderosa, la más peligrosa; hay aristócratas que a generaciones enteras, a siglos enteros, imponen su forma de pensar, sus pasiones, sus prejuicios. ¿Qué significa la aristocracia del linaje y la riqueza en comparación con la aristocracia de los talentos que escriben? Ninguna riqueza puede acaparar la influencia del pensamiento publicado. Ningún poder, ningún gobierno, puede mantenerse de pie contra la acción omnidestructora de un proyectil tipográfico. Respeten a la clase de los escritores, pero no le permitan que se adueñe de ustedes por completo.

¡Pensamiento! ¡Gran palabra! ¿Qué constituye la grandeza del hombre, si no el pensamiento? Y este debe ser libre, como debe ser libre el hombre: dentro de los límites de la ley, respetando por completo las condiciones impuestas por la sociedad.

“Eso no lo discutiremos —dicen los adversarios de la censura—. Pero los libros, como los ciudadanos, son responsables de sí mismos. Hay una ley para ellos y para los otros. ¿Para qué, entonces, la censura previa? Dejen que un libro salga primero de la imprenta y luego, si encuentran en él algo pernicioso, ustedes pueden prenderlo y condenarlo, y meter en la cárcel y hacerle pagar una multa al autor o al editor”.

Pero el pensamiento ya se volvió un ciudadano, ya responde por sí mismo, tan pronto como surgió y se expresó. ¿Acaso la palabra y la escritura no están sujetas a la ley? Todos los gobiernos tienen el derecho de no permitir que se predique en las plazas lo que a cualquiera le viene en mente, y puede detener la circulación de manuscritos, aunque sus líneas hayan sido escritas por una pluma y no impresas por una máquina tipográfica. La ley no solo castiga sino que también previene. Este es, incluso, su lado benevolente.

La acción de una persona es espontánea y solitaria (isolé); la acción de un libro es plural y universal. Las leyes contra la mala utilización de la imprenta no logran el objetivo de la ley: no previenen el mal, raramente lo interceptan. Solo la censura puede realizar eso y más.

Etiqueta

 El poder y la libertad deben asociarse por el provecho mutuo.

Una verdad indiscutible con la cual Radíschev concluye su bosquejo sobre la anulación de los cargos palaciegos consumada por ideas en su mayor parte falsas, aunque también vulgares.

Presuponer humillación en las prácticas determinadas por la etiqueta es simplemente una estupidez. Un lord inglés, al presentarse ante su rey, se pone de rodillas y le besa la mano. Esto no le impide estar en la oposición si es lo que quiere. Nosotros todos los días nos comportamos como criados sumisos y, al parecer, nadie saca de eso la conclusión de que estamos solicitando un cargo de ayuda de cámara.

Las costumbres palaciegas observadas antaño en la corte de nuestros zares fueron abolidas entre nosotros en el marco de la reforma general de Pedro el Grande. Catalina II se ocupó y con un código estableció una nueva etiqueta. Esta tenía, en comparación con las etiquetas observadas en otros soberanos, la supremacía de haber sido fundada sobre reglas del sentido común y una cortesía comprendida por todos, y no sobre olvidadas tradiciones y usos que habían cambiado hacía tiempo. El finado soberano amaba la sencillez y la desenvoltura. Volvió a debilitar la etiqueta que, en todo caso, no era peor renovar. Por supuesto, los soberanos no tienen necesidad de ceremoniales, frecuentemente les resultan agotadores; pero la etiqueta es también una ley, además necesaria en la corte, porque todos los que tienen el honor de acercarse a la persona imperial deben conocer sus obligaciones y los límites de su servicio. Donde no hay etiqueta, los cortesanos corren el riesgo, en todo momento, de hacer algo indebido. No es bueno tener fama de grosero; es desagradable parecer un advenedizo prestando servicio.

Las esclusas

En Vyshni Volochok, Radíschev admira unas esclusas, bendice la memoria de quien, emulando a la naturaleza en sus beneficios, hizo un río artificial y puso en comunicación a todos los puntos de una región. Observa con placer el canal, lleno de barcazas; mira allí la verdadera abundancia de la tierra, la prodigalidad del agricultor y, en todo su esplendor, el poderoso estímulo de la actividad humana, la avaricia. Pero en seguida sus pensamientos toman su curso habitual. Con colores oscuros dibuja la situación del agricultor ruso y cuenta lo siguiente:

Alguien que no encontró en el servicio, como lo llaman en el lenguaje simple, la felicidad o bien no quiso buscarla en ella, se alejó de la capital, adquirió una pequeña aldea, por ejemplo de cien o doscientas almas, y se decidió a buscar ganancias en la agricultura. Pero no se puso él mismo con el arado, sino que tuvo la intención de hacer uso de la manera más eficaz de las fuerzas naturales de sus campesinos, poniéndolos a todos a trabajar la tierra. El medio que encontró para ello fue considerar a los campesinos como a sus herramientas, que no tienen voluntad ni estímulos. Y en verdad los consideró en un sentido muy parecido al de los soldados de nuestro siglo, que son conducidos en tropel al combate, pero que separadamente no significan nada. Para alcanzar su objetivo él les quitó a los campesinos un pequeño lote de campo arable y de campos de siega, que normalmente les dan los nobles para su necesario sustento, en retribución por todos los trabajos forzados que les exigen. En una palabra, este noble puso a todos los campesinos, a sus mujeres y a sus hijos a trabajar para él todos los días del año. Y para que no murieran de hambre les daba una determinada cantidad de pan que llamaba mensualidad fija. Los que no tenían familia no recibían la mensualidad, sino que, siguiendo la costumbre de los lacedemonios, comían juntos en el patio del señor, utilizando para satisfacción del estómago, los días en que se podía comer carne[54], una sopa sin carne y, en pascuas, pan con kvas. Los días de ayuno parecían continuar incluso después de semana santa.

Con semejante uriadnik[55] se producía también una vestimenta decente y adecuada a su condición. El calzado para el invierno, es decir los lapti, los fabricaban ellos mismos; los paños lo recibían de su señor; y en verano iban descalzos. De la misma manera, estos presos no tenían vacas, caballos, ovejas ni corderos. El señor no les quitó el permiso de tenerlos, sino la posibilidad. El que era más próspero, el que era más medido en la comida, ese conservaba algunas aves que el señor a veces se llevaba, pagando por ellas el precio que quería.

Con esta usanza no sorprende que la agricultura, en la aldea de este señor, se encontrase en una situación floreciente. Cuando todos tenían una mala cosecha, a él el trigo le crecía por cuatro; cuando los demás tenían una buena cosecha, a él el trigo le crecía por diez y más aún. En poco tiempo a sus doscientas almas les sumó doscientas víctimas más de su avaricia, que compró. Y, comportándose con ellos igual que con los primeros, año a año aumentaba su propiedad, aumentando la cantidad de oprimidos en sus campos. Ahora él los cuenta de a miles y tiene fama de conocido agricultor.

El propietario descripto por Radíschev me trajo a la memoria otro, un viejo conocido mío, de hace quince años. La juventud de mis ideas y el ímpetu de mis sentimientos de entonces me alejaron de él y me impidieron estudiar a uno de los caracteres más interesantes que tuve la suerte de encontrar. Este propietario era del tipo del joven Luis XI. Era un tirano, pero un tirano por método y convicción, con un objetivo hacia el cual se dirigía con una extraordinaria fuerza de espíritu y con un desprecio hacia la humanidad que ni se molestaba en ocultar. Cuando el propietario se hizo de dos mil almas, encontró a sus campesinos, como se dice, malacostumbrados por su débil y despreocupado predecesor. Su primer intento resultó una devastación general y completa. De inmediato puso en práctica su hipótesis, y en tres años llevó a los campesinos a una situación cruel. El campesino no tenía ninguna propiedad, labraba la tierra con el arado del señor, uncida a los caballejos del señor, todo su ganado fue vendido por el señor y participaba de un banquete espartano en el patio del señor; en casa no tenía ni una sopa, ni pan. La ropa y el calzado le eran dados por el señor; en una palabra, el texto de Radíschev parece un cuadro de la economía doméstica de mi propietario. ¿Qué creerían ustedes? El torturador tenía visos filantrópicos. ¡Después de enseñarles a sus campesinos a vivir en la pobreza y la resistencia al trabajo, se le ocurrió enriquecerlos de a poco, devolverles sus propiedades, concederles derechos! El destino no le permitió realizar sus disposiciones. Fue asesinado por sus campesinos durante un incendio.

 

Notas

 [1] El artículo, que en el manuscrito no estaba titulado, en la edición de las obras de Pushkin bajo la redacción de Pável Vasílieich Ánnenkov de 1855 recibió el título convencional de “Pensamientos en el camino”; con este título integró todas las ediciones de las obras de Pushkin hasta 1933, cuando recibió el nuevo título, no menos convencional pero más acorde a su concepción y contenido, de “Viaje de Moscú a Petersburgo”. Escrito entre 1833 y 1835. Como lo testimonian las anotaciones del propio Pushkin en sus manuscritos, comenzó a redactar el texto el 2 de diciembre de 1833 en Bóldino y trabajó en su escritura hasta abril de 1834. En enero de 1835 Pushkin regresó al trabajo interrumpido, después de reelaborarlo y de terminar la escritura del capítulo “Moscú”, pero el artículo completo quedó inconcluso. Publicado por primera vez en la edición póstuma de sus obras en 1841, tomo XI, páginas 5-54, incompleto, con lagunas a causa de la censura; los agregados fueron publicados por E. I. Iakushkin en “Notas bibliográficas”, 1859, N° 6, pp. 165-176; en forma completa en las Obras completas de 1880, bajo redacción de P. A. Efremov, tomo V, pp. 202-235. (Nota de la edición rusa). Fuente para esta traducción: Pushkin A. S. Obras Completas en diez tomos. Moscú, Gosudárstvennoie Izdátelstvo Judózhestvennoi Literatury [Editorial Estatal de Bellas Letras], Tomo 6: Crítica y notas de opinión.

[2] Koliaska: coche ligero de cuatro ruedas, tirado por dos caballos. (Nota del Traductor, en adelante N. del T.).

[3] Jefe militar en la antigua Rusia; en los siglos XVI y XVIII, gobernador de una provincia. (N. del T.)

[4] Nombre antiguo de Rusia.

[5] Clarissa o la historia de una joven dama, novela epistolar escrita por Samuel Richardson y publicada por primera vez en 1748. (N. del T.)

[6] Literalmente, Barro Negro o Suciedad Negra. Era el primer pueblo en el camino de Moscú a San Petersburgo en los siglos XVIII y XIX y el último capítulo del Viaje de Radíschev. Como Pushkin emprende su viaje en el sentido inverso, en su texto es la primera parada.  (N. del T.)

[7] En latín: Desapareció Troya, desaparecimos los troyanos. (N. del T.)

[8] Tradicionales biscochos de miel que pueden tener además distintos ingredientes, frecuentemente decorados con glaseado. (N. del T.)

[8] Cazadores, corredores: distintos rangos del escalafón de la servidumbre en el Imperio ruso. (N. del T.)

[8] En francés: “viejas como las calles”. (N. del T.)

[8] Comedia de Alexandr Griboiédov, escrita en 1823 y publicada en forma completa recién en 1861 a causa de la censura. (N. del T.)

[8] Casa de descanso. (N. del T.)

[8] Personajes de La desgracia de tener ingenio. (N. del T.)

[9] Cazadores, corredores: distintos rangos del escalafón de la servidumbre en el Imperio ruso. (N. del T.)

[10] En francés: “viejas como las calles”. (N. del T.)

[11] Referencia a la comedia de Alexandr Griboiédov, escrita en 1823 y publicada en forma completa recién en 1861 a causa de la censura. (N. del T.)

[12] Casa de descanso. (N. del T.)

[13] Personajes de La desgracia de tener ingenio. (N. del T.)

[14] Pushkin tiene en mente el artículo de Nikolái Gógol “Moscú y Petersburgo (de unas notas de viaje)”, publicado en 1837 con el título de “Notas de Petersburgo”. Este artículo estuvo a disposición de Pushkin y estaba destinado a ser incluido en 1835 en su “Viaje de Moscú a Petersburgo”. Fue presentado a la censura para ser publicado en El Contemporáneo en 1836. (Nota de la edición rusa). El lector puede leerlo en el presente número de Eslavia: Notas petersburguesas del año 1836

[15] Radíschev se refiere a las tragedias Tamira y Selim y Demofonte, de Lomonósov, y a su poema inconcluso sobre Pedro I. Sostenía que en las primeras el elemento lírico predominaba sobre el dramático. (N. del T.)

[16] El informe mencionado por Pushkin, publicado en el N° 2 de 1827 de El telégrafo de Moscú, no está incluido en el manuscrito de la presente obra, sino que se conserva en copia manuscrita del poeta, entre sus documentos. (Nota de la edición rusa).

[17] La iluminación de calles, edificios, plazas y demás elementos del paisaje eran un espectáculo característico del siglo XVIII, sobre todo cuando se conmemoraban ciertas fechas; en especial era acompañada de fuegos artificiales y composiciones poéticas alusivas, a esto refiere Lomonósov varias veces en el presente informe. (N. del T.)

[18] Molino utilizado en los siglos XVII – XIX para labrar la madera, utilizando la energía del agua o del viento. Su desarrollo cobró gran impulso durante el reinado de Pedro I, quien había observado la poca producción que generaba el corte manual de las tablas de madera. (N. del T.)

[19] Zolótnik: antigua medida rusa de peso, equivalente a 4,25 gramos. (N. del T.)

[20] Lomonósov se refiere al océano que actualmente se conoce como Glacial Ártico. (N. del T.)

[21] Antigua medida rusa de longitud, que en el siglo XVIII equivalía a 2,16 metros. (N. del T.)

[22] Antiguas medidas de longitud, equivalentes a 17,78 cm. y a 1.066,8 metros respectivamente. (N. del T.)

[23] Sumarókov. (N. del T.)

[24] Trediakovski escribió el poema épico Telemaquia, publicado en 1766, basado en su traducción de la obra de Fénelon Las aventuras de Telémaco. (N. del T.)

[25] En latín en el original: “los libros tienen su destino”. (N. del T.)

[26] De su carta al conde Shuválov. (Nota de Pushkin.)

[27] En inglés: A su Gracia el Duque, etc. (N. del T.)

[28] Cita imprecisa de Diez años de exilio (1820). (Nota de la edición rusa).

[29] Pushkin se refiere al escritor Faddéi Bulgarin. (Nota de la edición rusa.)

[30] Autoridad rural con distintas atribuciones según la época y la región. (N. del T.)

[31] Antigua medida rusa equivalente a 4,4 cm. (N. del T.)

[32] Radíschev se refiere a putie shti, un tipo de sopa de verdura, principalmente de repollo, sin carne. (N. del T.)

[33] Bebida tradicional rusa alcohólica muy suave. (N. del T.)

[34] O sea, el baño ruso, una casilla de madera separada de la cabaña, donde los rusos suelen tomar baños de vapor. Es una parte característica de la vivienda rural rusa. (N. del T.)

[35] Especie de alpargatas fabricadas con corteza de abedul. (N. del T.)

[36] Augustin Meyerberg (1612-1688), barón austriaco, diplomático y viajero. (N. del T.)

[37] “L’on voit certains animaux farouches, des mâles et des femelles, répandus par la campagne, noirs livides et tout brûlés du soleil, attachés à la terre qu’ils fouillent et qu’ils remuent avec une opiniâtreté invincible; ils ont comme une voix articulée, et quand ils se lèvent sur leurs pieds, ils montrent une face humaine, et en effet ils sont des hommes. Ils se retirent la nuit dans des tannières où ils vivent de pain noir, d’eau et de racines; ils épargnent aux autres hommes la peine de semer, de labourer et de recueillir pour vivre, et méritent ainsi de ne pas manquer de ce pain qu’ils ont semé”. Les Caractères.

“Se ven, dispersos por el campo, animales feroces, machos y hembras, negros pálidos y todos quemados por el sol, pegados a la tierra en la que hurgan y que remueven con una obstinación invencible; ellos tienen como una voz articulada, y cuando se yerguen sobre sus piernas muestran un rostro humano; y son, en efecto, personas. Por la noche se retiran a sus guaridas, donde viven de pan negro, agua y raíces. Ellos liberan a otros hombres del peso de sembrar, arar y recolectar para vivir, y por lo tanto hacen mérito para que no les falte el pan que ellos mismos han sembrado”. Los Caracteres. (La traducción al ruso aparece en la edición rusa como “Nota de Pushkin”).

[38] En tributo o especie, pagado por el campesino al señor. (N. del T.)

[39] Papanatas. (Nota de Pushkin).

[40] Esta formulación está íntimamente relacionada con la Cartas de un viajero ruso de Karamzín: “La utopia (o el reino de la felicidad) será siempre el sueño de la gente de buen corazón, o podrá realizarse con la imperceptible acción del tiempo, a través de lentos pero seguros e inofensivos logros de la razón, la ilustración y la educación en las buenas costumbres… Todas las convulsiones violentas son funestas, y todos los sediciosos se preparan el patíbulo”. (Parte III, Carta desde París de 1790). (Nota de la edición rusa).

[41] Capítulo de Viaje de San Petersburgo a Moscú, de Radíschev. (N. del T.)

[42] Nombre dado a las aldeas que antes de 1764 pertenecían a los monasterios y a partir de esa fecha pasaron a poder del Estado. El reclutamiento se realizaba mediante un sistema que obligaba a los campesinos a entregar un recluta por cada cierto número de habitantes. En las comunidades que dependían de un terrateniente, este decidía quiénes serían reclutados. En las comunidades estatales solía sortearse. (N. del T.)

[43] Fragmento del mensaje de Zhukovski “Al Emperador Alejandro” (1814). (Nota de la edición rusa).

[44] Pushkin cita la comedia de Iákov Borísovich Kniazhnín (1740-1791) El fanfarrón. (Nota de la edición rusa).

[45] Capítulo de Viaje de San Petersburgo a Moscú, de Radíschev. (N. del T.)

[46] La versificación silábica,predominante en ruso, provenía principalmente de la influencia polaca. Lomonósov y Trediakovski introdujeron la versificación tónica. Con “el caftán corto” se refiere al yambo, que era difícil de adaptar al ruso, cuyo verso tenía diversa extensión. (N. del T.)

[47] Pushkin se refiere al poema Rusíada, de Mijaíl Matvéievich Jeraskov (1733-1807).

[48] Poema épico de Voltaire, publicado en 1723, compuesto en honor a Enrique IV de Francia. Fue traducido al ruso, en verso, por Kniazhnin en 1777 y por Golytsin en 1791. (N. del T.)

[49] Pushkin se refiere a la oda “La libertad”, incluida en el capítulo “Tvier” del Viaje de San Petersburgo a Moscú, de Radíschev. La oda constituye el fragmento de la obra más apuntado por la censura. (N. del T.)

[50] En “Ensayo sobre versificación rusa” (1817).

[51] Capítulo de Viaje de San Petersburgo a Moscú, de Radíschev. (N. del T.)

[52] Capítulo de Viaje de San Petersburgo a Moscú, de Radíschev. Es el capítulo anterior a “Mednoie” (no olvidar que Pushkin está leyendo el libro de Radíschev de atrás hacia adelante), que incluye un largo tratado titulado “Sobre la censura”. (N. del T.)

[53] Benjamin Constant, en Réflexions sur les Constitutions, la distribution des pouvoirs et les garanties dans une monarchie constitutionnelle, 1814. (Nota de la edición rusa).

[54] Por reglas de la religión. (N. del T.)

[55] Suboficial de cosacos, grado inferior de la policía rural. (N. del T.)

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