Siguiendo los pasos de la Escuela Semiótica de Moscú-Tartu/Tartu-Moscú. Evaluaciones y perspectivas

Por Laura Gherlone – (CONICET / CIFAL[1])

1. La Tártusko-moskóvskaia (Moscovsko-tartuskaia) semiotícheskaia shkola: una historia científica y humana de la época soviética

La colección de ensayos propuesta por Ekaterina Velmézova para la revista “Slavica Occitania” (40/2015) se presenta con un título que deja entrever desde el principio el corpus de los asuntos planteados: La escuela semiótica de Moscú-Tartu/Tartu-Moscú: historia, epistemología, actualidad. Se trata, de hecho, del intento de ofrecer una evaluación transversal de aquel fenómeno que, dependiendo de la perspectiva histórica, geográfica-espacial y epistemológica adoptada por el observador, toma el nombre de Escuela semiótica de Moscú-Tartu o Tartu-Moscú. Una nomenclatura, en otras palabras, que está íntimamente ligada a la posición adoptada por el iniciador-testigo, el discípulo, el adherente o simplemente por el investigador interesado en estudiar el fenómeno de la “semiótica” soviética.

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Toulouse, Slavica Occitania Nº 40, 2015, 384 p.

Esta doble, y al mismo tiempo alternativa, mirada es abordada aquí como una oportunidad para hacer un balance de la multiplicidad de puntos de vista y reflexiones acerca de esta historia científica y humana de la época soviética: porque, como señala Velmézova (2015, p. 11), si mucho se ha escrito, aún no todo se ha dicho sobre la Escuela.

A partir de una perspectiva diacrónica, que se refiere precisamente a la cuestión del nacimiento (Moscú o Tartu?), el liderazgo y el final de la Escuela, el libro ofrece una visión general sobre el presente: la participación de autores de diferentes países ―algunos de los cuales jóvenes investigadores― acompaña a las contribuciones escritas por los testigos directos, Borís Uspenski y Tatiana Nikoláieva (fallecida en el otoño de 2015), y brinda una reflexión sin precedentes que completa, interpreta y profundiza las anteriores publicaciones de carácter fundamental, en su mayoría relacionadas con el recuerdo (la experiencia de primera mano de los participantes de Moscú y Tartu), como la recopilación de 1998 La escuela semiótica de Moscú-Tartu: historia, recuerdos, reflexiones (Moscovsko-tartuskaia semioticheskaia shkola: istoriia, vospominaniia, razmyshleniia). El resultado es sin duda la actualización de un pensamiento científico que, si bien floreció después del Deshielo (jrushchovskaia ottepel) ―y de esos años lejos fue una expresión―, puede todavía dar frutos.

Quisiera aprovechar la oportunidad de esta reseña, en primera instancia, para enfocar la atención del lector sobre algunos temas que el libro de Velmézova finalmente ayuda a aclarar o enmarcar de forma completa y polifónica; en segunda instancia, me gustaría explorar algunos aspectos que surgen en el texto sobre la figura de Iuri Lotman.

Esta reseña es, finalmente, el espacio para rendir homenaje a Viacheslav Ivanov, uno de los miembros fundadores de la Escuela, fallecido el 7 de octubre de 2017, y a Desiderio Navarro, el  intelectual cubano (ensayista, traductor, crítico literario y de arte, semiótico) que tradujo la obra de Lotman al castellano[2], fallecido el 7 de diciembre de 2017.   

2. El cuándo y el dónde de la Escuela y la cuestión de su representatividad y liderazgo

La primera cuestión es: ¿Moscú o Tartu? La formación del grupo de estudiosos bajo el nombre de Escuela de Moscú-Tartu o Tartu-Moscú tiene sus raíces en dos momentos históricos paralelos.

Entre 1958 y 1963, Iuri Lotman da un curso de poética estructural en la Universidad de Tartu, comenzando a elaborar los postulados y la metodología de la corriente estructuralista presente en la Unión Soviética desde 1947, pero fuertemente resistida por el Partido Comunista; este ciclo de lecciones, como es notorio, da lugar en 1964 a la primera monografía de Lotman, Lecciones de poética estructural (Léktsii po strukturalnoi poétike). En la recopilación de Velmézova, Ígor Pílshikov ha propuesto un ensayo de Lotman de 1967-1968 (inédito hasta 2012) en el que el autor expone el marco histórico dentro del cual nacen los estudios de poética estructural realizados en Tartu (Lotman en Pílshchikov, 2015, p. 145) [3]:  

[en aquellos años en] Occidente, el Estructuralismo en los estudios literarios se desarrolla principalmente en Francia, donde sus principios son compartidos tanto por investigadores que tienden hacia el marxismo como por aquellos que se alejan de él. Los trabajos de C. Levi-Strauss sobre la teoría de la mitología, el folclore y la cultura constituyen un éxito indiscutible con valor científico general. A. Greimas analiza en sus obras los problemas de la estructura de la significación del texto poético y la estructura del texto artístico. T. Todorov lleva a cabo una investigación sobre la estructura de la narrativa literaria y la teoría de la novela, C. Metz, sobre la del cine.

Mientras que Lotman trabaja sobre la poesía estructural, desde 1956 en Moscú Viacheslav Ivanov, en colaboración con los colegas lingüistas y matemáticos, comienza una serie de cooperaciones disciplinarias y acciones académicas e institucionales para dar al estructuralismo un estatus y una legitimidad científica; el objetivo final es desarrollar, a través de un método exacto, interdisciplinario y objetivo ―como ya había propuesto Claude Levi-Strauss en esa época en campo antropológico― una ciencia integral del lenguaje (humano y no): la semiótica. No es coincidencia que las referencias de Ivanov al y etnólogo francés sean continuas en sus ensayos sobre la mitología indoeuropea, escritos en los años sesenta y setenta junto con Vladímir Toporov (la llamada Teóriia “osnovnogo mifa”). Además, desde 1961 se pueden encontrar en la Unión Soviética los trabajos de lingüística general de Román O. Jakobsón, presente desde 1955 en distintas conferencias que se celebran en los países del Bloque del Este. No hay que olvidar, de hecho, que el lingüista moscovita fue uno de los primeros en apoyar la idea de un enfoque transversal para el estudio del lenguaje.

TartuEsta tensión al holismo, que es una prerrogativa de la ciencia de la complejidad del siglo XX, ya estaba presente en la perspectiva lingüística promovida por el Marrismo: una corriente científica soviética caída en desgracia en 1950 después de la denuncia de Stalin de ser antimarxista y considerada por los lingüistas moscovitas “sin sentido”  (bessmýslennyi) (Uspensky, 1981, p. 267) en muchos de sus postulados pero que, sin embargo, apoyó la idea de un enfoque global para el estudio de los fenómenos humanos desde distintas miradas: la del etnólogo, el culturólogo, el especialista en mitología o el crítico literario, como Boris Uspenski (1981: 267) señala en su ensayo de 1981 Sobre el problema de la génesis de la Escuela Semiótica de Tartu-Moscú (K probleme guénezisa tártusko-moskovskoi semiotícheskoi shkoly). Velmézova (2015: 21) escribe al respecto:

En la ciencia filológica rusa del siglo XX, tal interpretación se remonta, entre otras, a las teorías holísticas de los representantes de la corriente marrista, algunas de las cuales habían intentado reunir en sus teorías los datos de un gran número de disciplinas (incluida la lingüística, el análisis literario, la geografía y la biología, la etnolingüística y la arqueología, etc.). En 1950, estas teorías fueron severamente criticadas por Stalin, lo que resultó en el final de la dominación oficial del marrismo en la lingüística soviética. Sin embargo, el marrismo no parece haber desaparecido por completo, especialmente en lo que se refiere a su componente holístico.

Para volver a la formación de la Escuela creo que se pueda afirmar una cierta precedencia cronológica y “proyectiva” (de visión y estrategia institucional) del ala moscovita con respecto al nacimiento de la semiótica soviética y, en segundo lugar, de la Escuela de Moscú-Tartu . Es siempre Ivanov, de hecho, junto con Toporov, que promueve en 1960 la Sección de Tipología Estructural de la Lengua Eslava dentro de la Academia de las Ciencias (una promoción no sólo conceptual, sino también organizacional) y que inaugura en diciembre de 1962 el simposio sobre el estudio estructural de los sistemas sígnicos: ventana institucional que luego cuesta al término semiótica la censura ―el “aplastamiento” como lo define Nikoláieva (2015, p. 35)― de la autoridad cultural-ideológica oficial.

Es siempre Ivanov, finalmente, a escribir de forma anónima el prefacio (las Tesis) a las actas de la conferencia del Simposio de 1962, es decir, a poner negro sobre blanco la visión, el manifiesto de la nueva corriente científica: lo que Peter Grzybek (1998b: 424) define «un plan para la semiótica soviética para las próximas décadas».

En este marco, se inserta la fuerza de voluntad y la determinación de Lotman, quien, habiendo aprendido de la Tesis del simposio y la crítica que estaba sufriendo la recién nacida ciencia semiótica, ofrece Tartu (Estonia) como un lugar más protegido para el desarrollo de las ideas en nuce tanto en las Tesis y en las actas del simposio como también en sus Lecciones de poética estructural. Entre 1963 y 1964 surge la idea de otro simposio, que luego viene nombrado “escuela de verano” ―diez días de vida común en el pueblito estonio de Kääriku, estrictamente por invitación, para discutir temas relacionados con los sistemas semióticos―, y del proyecto editorial Trabajos sobre los sistemas de signos (Trudý po znákovym sistémam) que, como Lotman (1997, p. 648) sugiere a Ivanov en una carta fechada el 3 de mayo de 1964, presentará en la primera edición su libro, Lecciones de poética estructural, y en la segunda las actas del simposio de verano (19-29 de agosto de 1964); y, continua Lotman, «La composición del comité editorial de los Trudy es la siguiente: usted [Ivanov], Borís Fiódorovich Egórov (Leningrado), yo [Lotman], el dr. Riatsep (Tartu, un lingüista), Valt (Tartu, un filósofo, un tipo brillante) y Kull (Tartu, un matemático)».

Como ha escrito Jens Herlth (2015, p. 296) en el ensayo propuesto para el trabajo colectivo de Velmézova, «“Tartu”, o más bien “Kääriku”, el centro deportivo de la Universidad, donde se celebraban las famosas escuelas de verano organizadas por Iuri Mijáilovich Lotman y sus colegas, se convirtió en el topos ideal de esta utopía académica»: es decir, un espacio «que habla de la posibilidad de una ciencia “pura” y libre de la injerencia de las autoridades soviéticas» (2015, p. 295).

Y aquí llegamos a la segunda cuestión: la representatividad y el liderazgo en la y de la Escuela. En particular a través de la relación epistolar de Lotman con los colegas de Moscú, emerge explícitamente cuánto él tenía las ideas claras y estuviera firmemente decidido en promover y salvaguardar (si no conducir) este grupo de académicos y la instancia científica que juntos estaban desarrollando. No sorprende, dado el impacto de su liderazgo y el peso de su prolífico trabajo en la formación de la Escuela, que varios investigadores hayan hecho hincapié en el papel único, carismático de Lotman, cuya actividad organizativa, relacional e intelectual ha permitido de facto la existencia de este “puente” entre Tartu y la capital de la Unión Soviética. Especialmente las reuniones de verano, escribe Grzybek (1998a, p. 376), «dieron forma al perfil intelectual de la escuela de Moscú-Tartu. De hecho, la escuela en su conjunto debió su existencia principalmente a la actividad organizativa de Lotman a principios del decenio de 1960» ―aunque, como señala Velmézova recordando las palabras de Tatiana Tsivian (una de las primeras participantes de la Escuela), en términos de tiempo absoluto los días reales de los encuentros de verano ascendieron a menos de un mes de contactos directos (zhivoie obshéniie)―.  

Otro factor clave que formó la fisionomía del grupo y lo hizo conocer fuera de las fronteras de la Unión Soviética fueron los Trudý po znákovym sistémam publicados en Tartu que, como escribe Grzybek (1998b, p. 424), con «Sus veinticinco números (1964-1992) contribuyeron al establecimiento de la reputación internacional de la Escuela de Moscú-Tartu, tanto es así que muchos de sus artículos han sido traducidos a muchos idiomas». No solo. La revista fue también una expresión de la vocación pedagógica de Lotman para formar una escuela (de pensamiento, vida, cultura científica alternativa) o, como la llama Peeter Torop (1992, p. 233), una “academia de diálogo”.

En esta perspectiva se podría hablar de Escuela de Tartu-Moscú, si con escuela nos referimos a una realidad unitaria que trasciende los participantes individuales, pero donde, sin embargo, cada participante contribuye de manera de todo personal a la escuela, según el modelo socrático: un espacio donde el acto ético y el acto educativo son un todo. Y esto puede realizarse precisamente a través del método dialógico, la unión solidaria de vida y pensamiento y la vocación pedagógico-educativa del “hacer ciencia”. Con esta mirada, Lotman, sin duda, trató de crear una escuela en la cual la condicio sine qua non era la adhesión a comportamientos basados en la pureza moral y el espíritu libre y cívico (Herlth, 2015, p. 298) con el fin de una revitalización de la intelligentsiia rusa en la época soviética.

3. ¿“Escuela” o “grupo informal”?

Una otra cuestión muy debatida es si la realidad moscovita-tartuense fuese realmente una “escuela”. Como surge en el trabajo de Velmézova, hay cierta reticencia a considerarla como tal. Escribe Uspenski (2015, p. 30) en este sentido:

Los representantes de la Escuela de Moscú-Tartu nunca declararon ser parte de una corriente homogénea, reunida por una plataforma científica o por un programa de investigaciones comunes. Además, buscaban constantemente expandir sus campos de interés, encontrar una nueva problemática, desarrollar nuevos métodos de investigación. Esta corriente nació espontáneamente, por así decirlo, más bien gracias a las reuniones periódicas de los participantes de la Escuela que gracias a los esfuerzos especiales de cada uno. Debido a una serie de circunstancias, estas reuniones terminaron a fines de los años ochenta y principios de los noventa; así es como la “unión” de los representantes de esta escuela ha cesado. Desde ese momento, es difícil hablar de la Escuela de Moscú-Tartu como una verdadera corriente de investigación. Hoy, después de tantos años, los participantes de estas reuniones pueden mirar hacia atrás (de manera “desfamiliarizada” [ostranenno], en palabras de Víktor Borísovich Shklovski  y algunos otros representantes del formalismo ruso) y determinar, post factum, cuáles fueron los principios fundamentales de esta corriente.

Y continua Nikoláieva (2015, p. 35) de manera aún más drástica:

En mi opinión, nunca ha habido ninguna escuela de Tartu-Moscú o de Moscú-Tartu. Después del “aplastamiento” de la semiótica provocada por el Comité Central del Partido Comunista, es decir, después del Simposio de 1962, Iuri Mijáilovich Lotman invitó a los científicos de Moscú a Kääriku a participar en un simposio conjunto (si se quiere, se puede llamarlo “escuela”). (…) imagínese la situación donde cinco o seis investigadores moscovitas participan en una gran conferencia en Penza, ¡entonces no se hablará de una “Escuela de Moscú-Penza”! Aquí fue lo mismo.

Sin embargo no se puede negar que muchas de las publicaciones de los años sesenta y setenta, como por ejemplo las Tesis para el estudio semiótico de las culturas (aplicadas a los textos eslavos) de 1973, tenían una vocación científica declaradamente común. Usando la forma plural de “nosotros”, en el ensayo Universidad, ciencia, cultura (Universitet, naúka, kultura) Lotman mismo enfatiza (1982, p. 685) que esta orientación científica (naúchnoie napravléniie), es decir la escuela semiótica de Tartu-Moscú, nació de la intención compartida de hacer converger las ciencias naturales y las humanidades, objetivo presente tanto en las investigaciones de Tartu como en las de Moscú y Leningrado. Pero si Uspenski habla de la ausencia de una programática plataforma científica común, Lotman, en cambio, capta esta orientación a través de los ojos de un sujeto colectivo, el “nosotros” de Tartu. De hecho, siempre en el ensayo antes mencionado, él hace claramente entender que percibe este “nosotros” como una realidad unitaria, fruto del trasfondo que distinguía la realidad cultural estonia, es decir el alto espíritu científico de la tolerancia y la apertura a tendencias culturales con una dimensión paneuropea: un contexto desde el cual pudo nacer una escuela con un preciso programa de investigación compartida que, destaca Lotman, resultó al final ser demasiado simplista frente a la complejidad de los objetos culturales estudiados.

Esta perspectiva está también confirmada por aquellos que trabajaron estrechamente con Lotman. Peeter Torop, en su ensayo La Escuela de Tartu como una escuela (Tártuskaia shkola kak shkola) pone especial énfasis en la vocación pedagógica del ala tartuense, menos presente ―o presente en una forma diferente― en la moscovita. Una vocación que, junto con el anhelo de crear una comunidad de vida y pensamiento, es la razón por la cual Lotman sentía profundamente de ser parte de una escuela. Y eso lo podemos claramente leer entre líneas de sus memorias. Ciertamente, el peso de la figura de Lotman era muy fuerte en la autopercepción de la Escuela; de hecho, en la entrevista que Torop hace a Lotman un año antes de la muerte, se manifiesta toda la crisis de una generación crecida a la sombra de los maestros y la preocupación por la pérdida del líder carismático. Como hemos visto, de hecho, Uspenski señala que «Debido a una serie de circunstancias, estas reuniones terminaron a fines de los años ochenta y principios de los noventa; así es como la “unión” de los representantes de esta escuela ha cesado. Desde ese momento, es difícil hablar de la Escuela de Moscú-Tartu como una verdadera corriente de investigación»: los finales de los años ochenta y los principios de los noventa coinciden con la enfermedad de Lotman, seguida por la muerte en 1993.

4. La ciencia en la visión de Lotman[4]

En resumen se puede decir que, sobre todo ante los ojos de los participantes moscovitas la “unión” de Moscú-Tartu era más una instancia de investigadores, docentes y estudiantes que se reunían regularmente, pero relativamente poco, se mantenían en contacto, escribían trabajos conjuntos pero, sin embargo, no estaban unidos por una estructura suficiente para poder hablar de Escuela: casi que se podría hablar al final de Círculo Semiótico de Moscú.

En el ensayo Sobre el problema de la génesis de la Escuela Semiótica de Tartu-Moscú, Uspenski hace hincapié en el hecho de que desde afuera ha sido vista y atribuida una unidad que los miembros mismos de la “unión” no pretendían necesariamente tener. Este conjunto científico se percibía más bien como una orientación científica cuyo propósito común era la acción transformadora de la ciencia en la cultura soviética. Además, Uspenski enfatiza que no se trataba de una unión de personas, sino una unión de dos tradiciones culturales, de dos líneas diferentes de pensamiento. En opinión de muchos, el mismo denominador bajo el cual estaba el nombre de la escuela, adjetivándola y caracterizándola ―o sea el atributo semiótica― no coincidía realmente al ámbito de las investigaciones de la escuela, cuyo interés en la semiótica era mínimo. Siempre Uspenski (2015, p. 30) comenta:

Por paradójico que pueda parecer, la escuela semiótica de Moscú-Tartu estaba interesada en la semiótica (como una disciplina científica independiente) solo en menor medida. Para los representantes de esta escuela, la semiótica era, más que un dominio particular del conocimiento con su axiomática y metodología, una clave que determinaba sus enfoque a los fenómenos más diversos de la cultura humana y que permitía ver similitudes importantes entre ellos.

Cuándo Lotman habla de “semiótica de la cultura” (o en los últimos años de “culturología”), él quiere expresar su anhelo de un saber integral e interdisciplinario que ve en la diferencia ―en la frontera (granitsa), por ejemplo, entre los diversos sectores disciplinarios― no un obstáculo para llegar a una supuesta unidad ideal, sino que la esencia misma de un modelo de conocimiento y de hombre Universalgelehrter: es decir, capaz de resumir en sí mismo la visión racional-científica del mundo, así como la visión filosófico-sapiencial.

LotmanEste anhelo a la unidad múltiple encuentra su máxima expresión en el modelo de la universidad, encarnada en la escuela de Tartu. Escribe Lotman (1982, p. 679): “Las instituciones educativas y los centros de investigación no son solamente un lugar donde los jóvenes reciben educación y desarrollan nuevas ideas científicas: constituyen un cierto tipo de centros estructurales en el contexto general de la cultura.”. El culturólogo ruso sostiene que la vida intelectual y espiritual de una cultura será tanto más rica cuanto más estos “centros”[5] (las instituciones educativas y científicas que generan conocimiento) eduquen a un pensamiento transversal y complejo donde la dimensión teórica y práctica se enriquezcan mutuamente.

Esta dinámica dialógica entre la teoría y la práctica erosionaría asimismo una visión hoy culturalmente central y muy parcial del hombre de ciencia, visto principalmente como un “técnico”: un legado del siglo XIX, que ha impregnado la cultura moderna con el mito del innovador ingeniero, atribuyendo al científico teórico la imagen de un soñador: “el primero personificaba el ideal moderno, el segundo parecía un astrólogo medieval” (Lotman, 2016, or. 1982, p. 681). Y esto es posible cuando los diferentes campos del saber, hasta ayer separados y aparentemente inamovibles, entran en contacto.

La universidad, en este sentido, se perfila como el lugar ideal (Lotman, 1982, p. 688):

En el contexto de una tal intensa interpenetración de las ciencias y intersección de sus vías metodológicas, la universidad ―esta antigua forma de integración de las ciencias bajo un mismo techo en el sentido literal y figurado― es la más natural y apropiada. En su estructura, parece reproducir la estructura del mundo, y cada miembro de la comunidad universitaria puede decir con orgullo: Tutto il mondo è fatto come la nostra famiglia [todo el mundo está hecho como nuestra familia].

En la Escuela semiótica de Tartu-Moscú Lotman intentó reproducir esta “estructura uni-múltiple del mundo” y crear un espacio de diálogo (una verdadera familia) donde el otro, el diferente, el ajeno ―otro hombre, otro sistema de pensamiento, otro aparato científico, otro sistema cultural― pudiese presentarse “Como un cometa sin ley / En las órbitas calculadas de los astros” (Lotman, 1993, p. 40)[6]

Bibliografía

Grzybek, P. (1998a). “Jurij Mikhajlovič Lotman”. En Bouissac, P. (ed.) Encyclopedia of Semiotics. New York – Oxford: Oxford University Press, págs. 375-377.

Grzybek, P. (1998b). “Moscow-Tartu School”. En Bouissac, P. (ed.) Encyclopedia of Semiotics. New York – Oxford: Oxford University Press, págs. 422-425.

Herlth, J. (2015). “L’éthos de la sémiotique: observations sur les travaux de Youri Lotman”. En L’École sémiotique de Moscou-Tartu / Tartu-Moscou. Historie. Épistémologie. Actualité, Slavica Occitania (№ 40). Toulouse: Universidad de Toulouse, págs. 295-310.

Lotman, I. (1964). Léktsii po strukturalnoi poétike. Vvediéniie, teóriia, stija. En Trudý po znákovim sistémam (№1: número monográfico). Tartu: Tártuskii gosudárstvennyi universitet. 

Lotman, I. (1997). Pisma 1940-1993. Moscú: Iazykí russkoi kultury. 

Lotman, I. et al. (1998). Moskovsko-tártuskaia semiotícheskaia shkola: istóriia, vospominániia, razmyshléniia. Moscú: Iazykí russkoi kultury.

Lotman, I. (1993 [2010]). Nepredskazúiemye mejanizmy kultury. Tallinn: TLU.

Lotman, I. (1982 [2016]). “Universitet, naúka, kultura”. En Perepiska 1964-1993. Tallinn: Izdatelstvo TLU, págs. 679-688.

Nikoláieva, T. (2015). “Douze questions à Tatiana Nikolaïeva sur l’École sémiotique de Moscou-Tartu (ou de Tartu-Moscou)”. En L’École sémiotique de Moscou-Tartu / Tartu-Moscou. Historie. Épistémologie. Actualité, Slavica Occitania (№ 40). Toulouse: Universidad de Toulouse, págs. 35-38.

Pílshikov, Í. (2015). “La perception de la poétique structurale en URSS à la fin des années 1960 et au début des années 1970 (Les avis des critiques internes de la Petite Encyclopédie littéraire [Krátkaia literatúrnaia entsiklopédiia] sur l’article non publié de Youri Lotman Le Structuralisme dans les études littéraires [Strukturalizm v literaturovédenii]). En L’École sémiotique de Moscou-Tartu / Tartu-Moscou. Historie. Épistémologie. Actualité, Slavica Occitania (№ 40). Toulouse: Universidad de Toulouse, págs. 121-146.

Torop, P. (1992 [1995]). “Tártuskaia shkola kak shkola”. En Lótmanovskii sbórnik (№  1). Moscú: ITZ-Garant, págs. 223-240.

Disponible en http://www.ruthenia.ru/lotman/txt/torop95.html

Uspenski, B. (1981 [1994]). “K probleme guénezisa tártusko-moskovskoi semiotícheskoi shkoly”. En Iu. M. Lotman i Tártusko-Moskóvskaia semiotícheskaia shkola. Moscú: Gnozis, págs. 29-33.

Uspenski, B. (2015). “Sur l’École sémiotique de Moscou-Tartu”. En L’École sémiotique de Moscou-Tartu / Tartu-Moscou. Historie. Épistémologie. Actualité, Slavica Occitania (№ 40). Toulouse: Universidad de Toulouse, págs. 11-26.

Velmézova, E. (2015). “Une École de paradoxes”. En L’École sémiotique de Moscou-Tartu / Tartu-Moscou. Historie. Épistémologie. Actualité, Slavica Occitania (№ 40). Toulouse: Universidad de Toulouse, págs. 11-26.

Notas

[1] Centro de Investigaciones de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba.

[2] Desiderio Navarro comenzó la obra de traducción del ruso al castellano de algunos ensayos teóricos de Lotman en la revista Criterios y, en los años noventa, dio un fuerte impulso a la divulgación del pensamiento lotmaniano a través de la traducción de un rico corpus de escritos, muchos de los cuales confluyeron en la antología en tres volúmenes La semiosfera (1996, 1998, 2000): hasta hoy, ésta es ciertamente la compilación más orgánica en lengua española, ya que recorre la parábola intelectual del autor desde el final de los años sesenta hasta 1993.

[3] La cita está tomada de la segunda versión del ensayo Strukturalizm v literaturovédenii (El Estructuralismo en los estudios literarios), rehecho por Lotman a raíz de las críticas recibidas por algunos miembros de la redacción de la Enciclopedia literaria breve para la cual el ensayo fue escrito .

[4] Este párrafo es parte del artículo Lotman. Ciencia y cultura contenudo en las actas del simposio internacional “Semiótica de la cultura y biosemiótica. Estado de la cuestión” (Córdoba, 25 de julio de 2017) de próxima publicación.

[5] Uzly: nudos, núcleos, puntos de conexión.

[6] Lotman usa los versos de Pushkin, extrapolados de la poesía Portret (1828, III:112), para expresar su visión de la alteridad: el otro es la novedad que llega desde afuera y se presenta como un hallazgo impredecible y creativo, que desmantela la propia órbita, calculada y autosuficiente (por ejemplo, como hemos visto, el mundo cerrado y impermeable de los diversos sectores disciplinarios).

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