Julián Lescano
Aquellos que identifiquen la literatura rusa con la que se escribió en los siglos XIX y XX; aquellos que asocien a ese concepto la imagen de novelas realistas interminables, de gran carga filosófica, política y social, o la de novelas del así llamado “realismo socialista”, igualmente extensas y atravesadas por preocupaciones igualmente trascendentales; aquellos para quienes tal noción esté simbolizada por los egregios nombres de escritores universales como Pushkin, Dostoievski, Tolstói, Chéjov, Gorki, Maiakovski, Tsvietáieva, Mandelshtam, Shólojov, Solzhenitsyn, autores todos de obras “serias” y de gran envergadura que debatieron en ellas los grandes temas de su época, artistas comprometidos, revolucionarios, disidentes, perseguidos, purgados, ganadores del Premio Nobel… Para quienes estén habituados, entonces, a esta concepción —por cierto, debatible y reduccionista— de la literatura rusa, el panorama literario actual en el país más grande del mundo puede llamar a perplejidad.
Es que la literatura rusa contemporánea (la que ve la luz, digamos, a partir de la caída de la URSS) es un ámbito diverso, de voces y estilos heterogéneos que conviven de forma poco armónica, que no son parte de un todo coherente y que, mucho menos, se echan al hombro la tarea de transformar la realidad política y social a la manera de sus ilustres antecesores. En cambio, observamos un escenario de gran riqueza y creatividad, donde encuentran lugar obras de distintas corrientes y orientaciones, con pocos puntos en común más allá de la tal vez más modesta pretensión de resonar en la sensibilidad contemporánea y, a la vez, trabajar con la larga tradición literaria de su tierra, aportándole nuevos aires y nuevas miradas. Como resultado del aflojamiento de la censura y la presión ideológica que signaron durante siglos la historia de la literatura en Rusia, los escritores de hoy en día tocan en sus obras temáticas que nunca habían ocupado un lugar de importancia (la homosexualidad, el uso de estupefacientes) o bien tratan temas de larga tradición (como el “alma rusa” o la Gran Guerra Patria) desde perspectivas irreverentes antes casi impensadas.
Si bien poco de esta copiosa producción ha sido traducido al castellano (situación que, con matices, se repite en las otras lenguas romances), el público lector en Rusia, al representarse la literatura de su país, piensa no solo en clásicos de la talla de Gógol, Turguéniev o Ajmátova, sino también en autores actuales como Víktor Pelevin, Vladímir Sorokin, Dina Rúbina o Zajar Priliepin, cuyos libros nunca faltan en las listas de libros más vendidos[1]. En efecto, el mundo de la literatura contemporánea en Rusia goza de tan buena salud como en cualquier otro momento de su historia, con millones de lectores, número de libros publicados anualmente que ponen el país entre los primeros lugares del mundo[2] y multitud de premios, trabajos académicos y adaptaciones cinematográficas que dan cuenta de su relevancia en el panorama cultural contemporáneo.
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Como modesta contribución para subsanar este vacío en el mundo de habla hispana, a partir de este número de Eslavia presentaremos perfiles de escritores de relevancia en la escena actual, acompañados de traducciones de breves pasajes de sus obras más emblemáticas. De este modo, nuestros lectores podrán acceder, al menos a modo de esbozo, al conocimiento de algunas de las figuras literarias más importantes de la Rusia actual. En esta ocasión nos referiremos a Pável Sanáiev, autor de las novelas autobiográficas Entiérrenme detrás del zócalo [Похороните меня за плинтусом] y Crónicas de un Granuja [Хроники Раздолбая].
Pável Sanáiev, nacido en 1969 en Moscú, es, además de —y antes que— literato, un hombre de cine. Actor, guionista y director, es heredero, por línea materna, de un linaje familiar estrechamente ligado al séptimo arte: su abuelo fue Vsévolod Sanáiev, actor de cine y teatro muy popular en los años ‘60 y ‘70, mientras que su madre, Elena Sanáieva, es una actriz que tuvo un gran renombre en la URSS, en especial por sus roles en las cintas infantiles y cómicas de Rolán Býkov, quien se convertiría en su esposo y padre adoptivo de Pável.
Býkov, quien en su rol como director en la productora Mosfilm se hizo famoso por el enfoque experimental que dio a sus películas dirigidas a un público familiar, tales como Siete nianias (1962) y Aibolit-66 (1966), conoció a Elena Sanáieva en un rodaje en 1972. Poco después comenzaron una relación profesional y sentimental que duraría hasta la muerte de Býkov en 1998.
Los padres de Pável se separaron cuando él aún no había cumplido los tres años. Elena, sintiéndose incapaz de ejercer la maternidad de modo responsable entre las exigencias de su carrera cinematográfica y —posteriormente— su relación con Býkov, dejó a su pequeño hijo a cargo de sus abuelos maternos. En esa casa, donde vivió hasta los once años de edad, Pável debió sufrir bajo el yugo de su tiránica abuela Lidia (esposa del ya mencionado Vsevólod Sanáiev), quien padecía de manía persecutoria y apabullaba al enfermizo niño con cuidados que rayaban la obsesión: no lo dejaba ir a la escuela por temor de que se contagiara de alguna rara dolencia, no le permitía jugar con los niños de su edad salvo bajo la más estricta supervisión, e incluso, como se verá en el breve pasaje que hemos traducido para acompañar este artículo, le tenía prohibido… transpirar. Para complicar aún más las cosas, los abuelos de Pável miraban con desagrado la relación de su madre con Býkov, y en muchas ocasiones el niño era el inocente depositario de ese resentimiento. “Los gritos, las maldiciones y la manipulación con el sentimiento de culpa eran las armas principales de la abuela”, recuerda Sanáiev en una entrevista. “Ella nos amaba, pero nos amaba con una furia tan tiránica que su amor se convertía en un arma de destrucción masiva”[3].
Esta etapa de la vida de Pável forma la base de la novela Entiérrenme detrás del zócalo, publicada por primera vez en 1996 pero que ha ganado popularidad, tanto entre los lectores comunes como entre la crítica especializada, especialmente a partir de 2003, cuando fue incluida en la Biblioteca Contemporánea de Lectura. A partes iguales descostillante y conmovedor, este relato de una infancia abrumada por la omnipresente y todopoderosa figura de la abuela —heredera de Arina Petrovna, la mater familias, tan despótica como magnética, de Los señores Golovliov de Mijaíl Saltykov-Schedrín— es una obra maestra que ha sido llevada al cine y al teatro y tiene ya traducciones al inglés, alemán, francés, italiano, chino y otros idiomas, pero aún espera ser volcada a nuestra lengua.
La siguiente —y hasta el momento última— incursión de Sanáiev en la arena literaria es Crónicas de un Granuja (2013), primera parte de una proyectada dilogía, cuyo segundo título no tiene aún fecha estimada de publicación. Esta obra tuvo una recepción más ambigua que su predecesora, si bien estuvo también en las listas de títulos más vendidos el año de su primera aparición.
El mismo Sanáiev reconoce que el cine se le da mejor que la literatura y, de hecho, varias de sus películas (que suele guionar y dirigir) han sido reconocidas por la crítica y premiadas en diversos festivales, en especial El último week-end (2005) y Kilómetro cero (2007). Actualmente se encuentra trabajando en la segunda parte de Crónicas de un Granuja; asimismo participa activamente de la vida cultural rusa, dictando conferencias, dando entrevistas y trabajando en múltiples proyectos cinematográficos, el último de los cuales es el guion de la comedia Transformación total (2015).
A continuación presentamos un fragmento, inédito aún en español, de Entiérrenme detrás del zócalo, perteneciente al capítulo “Cemento”. En él, Sasha Savélev (versión ficcionalizada de Sanáiev) y su amigo Borka se enfrentan a la abnegada y cruel vigilancia de la abuela:
—Escuchame bien. Si llegás a ir otra vez al MADI[4], lo voy a mandar al abuelo para allá, y es una persona respetada, tu abuelo. Va a ir, le va a dar diez rublos al guardia y le va a decir: “Si ve por acá a un chico todo flacucho, de gorrito rojo y abrigo gris… mátelo. Arránquele los brazos, las piernas y métale unas tuercas en el culo”. A tu abuelo lo respetan, así que el guardia lo va a hacer. Lo va a hacer, ¡¿me entendiste bien?!
Le entendí perfectamente.
Al día siguiente, antes de mandarme a pasear, la abuela me cosió dos pañuelos con alfileres ingleses en el revés de la camisa. Uno en el pecho, otro en la espalda.
—Si volvés a transpirar, la camisa no se va a mojar, y los pañuelos te los saco así, de prepo —me explicó—. Los saco y te ahorco con ellos, si transpirás. ¿Entendiste bien?
—Sí.
—Y algo más. ¿Te acordás lo que te dije del MADI? Volvés a ir con ese Borka — y ay de vos. Si te llama, te negás. Demostrá carácter, decile firme: “¡La abuela me lo prohibió!”. Los débiles de carácter acaban sus vidas en la cárcel, recordá eso y decíselo a él. ¿Te vas a acordar?
—Sí.
—Bueno, andá.
Borka, duro como un roble, me esperaba junto a la puerta del edificio.
—Vamos —me dijo.
—¿Adónde?
—Al MADI.
—Dale, vamos.
—Boria, ¿adónde van? —se escuchó de pronto la voz de la abuela, que se asomaba desde el balcón.
—¡A la glorieta! —respondió Borka.
—Bórenka, no lo lleves al MADI, ¿sí? Tengo un certificado del médico de que soy una enferma psiquiátrica. Puedo matar y no me va a pasar nada si lo hago. Si van al MADI, tené eso en cuenta, ¿está bien?
—Ahá… —respondió Borka.
—Escuchá, ¿de verdad tiene ese certificado? —me preguntó él cuando la abuela se fue del balcón.
—No sé.
—¿Quizás no vamos, mejor? Mejor no vamos, ¿no?
—¡Pero vamos! ¿Cómo se va a enterar? —me emocioné yo, seguro de que no transpiraría y así no me delataría con la abuela—. Un rato nada más. Escalamos un poco y enseguida volvemos.
Ante las enormes puertas de hierro, sobre cuyo herrumbre había pintarrajeadas con pintura blanca al óleo las cuatro preciadas letras “MADI”, me quedé paralizado. “Es una persona respetada, tu abuelo… Va a ir…” —me resonó en los oídos la voz de la abuela.
—Sabés, mejor vayamos al jardín de infantes —le propuse a Borka[5].
Notas
[1] Lista de libros más vendidos en Rusia en 2017 (en ruso): https://www.forbes.ru/forbeslife-photogallery/355109-samye-prodavaemye-knigi-2017-hudozhestvennaya-proza?photo=4
[2]Lista de libros publicados por país anualmente, según la información disponible más reciente (en inglés): https://en.wikipedia.org/wiki/Books_published_per_country_per_year.
[3]Entrevista a Pável Sanáiev en la revista Karavan istorii, disponible en: http://plintusbook.ru/caravan.
[4]Siglas de Moskovski Avtomobilno-Dorozhni Gosudárstvenni Tejnícheski Universitet (Universidad Técnica de Automóviles y Construcción de Caminos de Moscú). Sasha y su amigo suelen ir a un terreno perteneciente a esta universidad para jugar entre chatarras y restos de automóviles averiados.
[5]Санаев, Павел, Похороните меня за плинтусом. Москва: АСТ, 2018, стр. 25-27 [Sanáiev, Pável, Entiérrenme detrás del zócalo. Moscú: AST, 2018, pp. 25-27].
Excelente nota sobre autores contemporáneos rusos. Fue muy interesante enterarse de la actualidad literaria de la Rusia de hoy. Gracias Julián Lescano.
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