Por Diego Hernando Gómez
El Bombardeo de Yugoslavia
El 24 de marzo de 1999, de manera unilateral y sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) comenzó su ataque contra la República Federal de Yugoslavia, en serbo-croata Savezna Republika Jugoslavija (SRJ), compuesta por las repúblicas de Serbia y Montenegro. Durante 78 días la alianza militar imperialista descargó 2.300 misiles contra 990 objetivos y dejó caer poco más de 14.000 bombas sobre territorio yugoslavo. El 12 de junio el presidente del atacado país balcánico, Sobodan Milosevic, aceptó los acuerdos propuestos por la OTAN y entonces la Kosovo Force (KFOR), fuerza militar internacional liderada por la OTAN, ingreso a Kosovo y hasta hoy día no ha abandonado el territorio.
Naturalmente el ejército yugoslavo fue obligado a retirarse del terreno, y conforme el tiempo fue pasando los deseos de independencia del nacionalismo albano-kosovar fueron llevados a su máxima expresión cuando en el 2008 Kosovo declaró su independencia de la República de Serbia. Las principales potencias occidentales (Estados Unidos de América, Gran Bretaña, Alemania y Francia, etc) así como casi toda la Unión Europea y otras importantes potencias regionales como Turquía y Arabia Saudita han aceptado la independencia, pero otros Estados de relevancia política internacional no alineados con la OTAN como Rusia, China, Irán y la India, y países dependientes, pero no encolumnados directamente con Estados Unidos, como Argentina (durante los gobiernos kirchneristas hubo un acuerdo mutuo en el reclamo argentino por Malvinas y el serbio por Kosovo), Venezuela, Cuba, Grecia, Kasajistán no reconocen la independencia.
Luego de los casi tres meses de bombardeo la infraestructura de la República de Serbia, incluido Kosovo, fue sensiblemente dañada, pero además de este incomparable daño material, buena parte de las bombas y proyectiles de la OTAN contenían uranio empobrecido y plutonio, elementos que han contaminado la naturaleza y provocado que Serbia (incluido Kosovo) se haya convertido en el país con más muertos a causa del cáncer en toda Europa. Sin embargo, la contaminación del territorio no fue obstáculo para que rápidamente se instalara en territorio kosovar la base militar estadounidense más grande por fuera del territorio norteamericano, denominada Camp Bondsteel en homenaje a un “héroe” de guerra de Vietnam.
Este ataque brutal, resultado de una absoluta asimetría de las fuerzas en disputa, dejó como resultado dramáticas consecuencias objetivas y subjetivas. La OTAN destruyó puentes, fábricas, refinerías, plantas eléctricas, estaciones de comunicaciones, edificios gubernamentales, edificios del partido político de Milošević, la torre de transmisión de televisión y las instalaciones de la radiotelevisión pública. Pero también, como consecuencia de “errores” y “daños colaterales” fue bombardeado un convoy de refugiados (quedando como resultado 50 muertos), la embajada de la República Popular China, el mercado de la ciudad de Nis, etc. Las consecuencias subjetivas, es decir los traumas psíquicos de los combatientes y los ciudadanos que fueron sometidos durante casi tres meses a un constante ataque aéreo, se hacen sentir hasta el día de hoy. La “vuelta a casa” luego de la derrota, la falta de empleo para los combatientes en particular pero para la ciudadanía en general, como consecuencia de la situación económica posterior al ataque de la OTAN, hizo que la salida fuera muy difícil para el pueblo serbio. A la ya problemática situación económica impuesta por el bloqueo internacional, desde 1992, ahora había que sumarle el trauma posbélico de un pueblo que en menos de una década había vivido el “relampagueante” pasaje de un Estado socialista a una economía de mercado por medio de terribles guerras fraticidas.
La cuestión nacional en Yugoslavia
Típico de los Balcanes en general, pero sobre todo de la ex Yugoslavia en particular, la multinacionalidad fue y es la norma y no la excepción. Salvo el caso de la República de Eslovenia (poblaba casi en su totalidad por eslovenos) en el resto de los territorios yugoslavos la diversidad nacional era común. Bosnia era habitada por serbios, musulmanes[1] y croatas. Croacia por croatas y serbios. Serbia por serbios, húngaros, albaneses y búlgaros. Macedonia por macedonios y albaneses. Montenegro por montenegrinos, serbios, albaneses y musulmanes. El estallido de las guerras de desintegración de Yugoslavia, a principios de los años 90 del siglo pasado, iba a traer aparejada una doble disputa. En primer lugar la lucha de las repúblicas que pretendían separarse del Estado federal, y como consecuencia de este hecho, las tensiones al interior de las repúblicas separatistas entre la nación mayoritaria y las minorías nacionales.
La independencia de Eslovenia no trajo mayores inconvenientes pues la homogeneidad nacional eslovena, al interior de la república, hizo imposible una guerra civil interna. Además, la débil situación del poder federal yugoslavo, dado que también las repúblicas de Bosnia-Herzegovina, Croacia y Macedonia pretendían separarse, hizo inconsistentes las tenues maniobras militares del gobierno central que intentaron mantener a Eslovenia dentro de la SFRJ.
En Croacia, en cambio, la situación iba a ser diferente. Para 1991 el 13% de la población era de nacionalidad serbia (la primera minoría) y el nacionalismo separatista croata era un fenómeno que atemorizaba a buena parte de los serbios. Sucedía que los líderes políticos secesionistas levantaban las banderas de la patria croata con un agresivo contenido chovinista anti-serbio. Además, el pasado de la barbarie ustasha[2] era redefinido, matizado y hasta tomado como un antecedente válido para motorizar al movimiento separatista. Ante esta situación, en los enclaves serbios de Croacia[3] comenzaron a armarse milicias que pretendieron resistirse a la independencia de la república.
En Bosnia-Herzegovina la situación iba a ser aún más compleja que en Croacia, pues allí no existía ninguna nacionalidad mayoritaria. Los musulmanes eran algo más del 40% de la población, los serbios algo más del 30% y los croatas algo más de 20%. Entonces las disputas nacionalistas implicaron la existencia de tres bandos, que con el desarrollo de las hostilidades iban a pasar a convertirse en dos, cuando a mediados de 1993 las milicias croatas y musulmanas dejaran de pelear entre sí y se unieran para combatir a las serbias.
Luego de la desaparición de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, en serbo-croata Socijalistička Federativna Republika Jugoslavija (SFRJ), como consecuencia de las guerras de desintegración (1992-1995), las ex repúblicas socialistas yugoslavas de Serbia y Montenegro decidieron mantenerse unidas formando la SRJ[4]. La República de Serbia estaba poblada en su mayoría por serbios, pero tanto en el norte como el sur vivían dos importantes minorías nacionales. En el margen septentrional se encuentra la provincia de Vojvodina, que fue durante siglos territorio integrante del imperio austrohúngaro, pero que tras la derrota de la monarquía de la doble corona, en la Primera Guerra Mundial (PGM), paso a formar parte del reino[5] de los serbios croatas y eslovenos (a partir de 1929 pasó a llamarse reino de Yugoslavia). La dominación húngara había dejado como legado nacional un importante número de húngaros viviendo en la región. En el margen meridional de la república se encontraba la provincia de Kosovo, habitada en su mayoría por albaneses (80%) y por serbios (15%) además de otras minorías.
Cuando se creó la SFRJ, luego de la Segunda Guerra Mundial (SGM), la cuestión nacional era un problema no resuelto. La hegemonía y opresión de la burguesía terrateniente y clase dirigente serbia durante el reino de Yugoslavia, por un lado, y la barbarie ustasha en el marco de la SGM, por el otro, eran heridas que todavía sangraban. Pero el Consejo Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, Antifašističko Veće Narodnog Oslobođenja Jugoslavije (AVNOJ), conformado por partisanos de todas las nacionalidades yugoslavas (pero también por albaneses) y dirigido por el Partido Comunista de Yugoslavia, Komunistička partija Jugoslavije (KPJ), por medio de la lucha antifascista de liberación nacional de Yugoslavia, comenzó a curar las heridas que los nacionalismos burgueses serbio y croata habían producido. La lucha mancomunada de todos los pueblos contra el invasor nazi-fascista (y sus aliados húngaros, búlgaros y albaneses) y los colaboradores internos (ustasha y cetniks pro-monárquicos) dejaba como resultado la liberación del país, pero a la vez brindaba la fuerza política necesaria para transformar el orden social, opresivo y explotador precedente. A partir de 1946 un nuevo Estado, con puntales absolutamente opuestos a su antecesor se comenzaba a construir. Era expropiada la gran propiedad privada y nacionalizada la banca y el comercio exterior. Los grandes capitalistas inmobiliarios también fueron expropiados y como resultado de esta situación, sumado un extensivo plan estatal de construcción de viviendas, el problema habitacional fue solucionado.
Pero quizás haya sido la resolución de la cuestión nacional el mayor de los méritos del Estado yugoslavo. Durante las postrimerías del siglo XIX y la primera parte del siglo XX los pueblos de los Balcanes habían sido manipulados por los imperialismos, que en alianza con las clases dominantes locales promovían la creación de pequeños Estados (Congreso de Berlín en 1878), una disputa militar inter-balcánica (las Guerras Balcánicas de 1912-13), y luego de la PGM, el surgimiento de regímenes monárquicos anti-bolcheviques en lo ideológico y conservadores en lo político (reino de los serbios, croatas y eslovenos, reino de Bulgaria y el reino de Rumania). Sin embargo, durante la SGM, como una consecuencia de la práctica político-militar de los partisanos, en la misma lucha, se fue prefigurando la futura sociedad yugoslava, que iba a distar radicalmente de su antecesora. EL AVNOJ, ya en su segunda reunión (el 29 de noviembre de 1943) había aprobado la decisión de crear una Estado federativo y democrático en el cual todas las naciones debían gozar de iguales derechos, incluido el derecho de secesión. Más adelante, ya con el Estado yugoslavo en marcha, las provincias de Vojvodina y Kosovo, por ser habitadas en buena medida por húngaros, la primera, y albaneses, la segunda, obtenían una amplia autonomía política. Con el paso de los años, y mediados por las distintas reformas constitucionales, los procesos de descentralización política fueron, en el marco del socialismo de autogestión, una constante hasta la década de 1980.
Los años 80, el surgimiento de los nacionalismos anti-yugoslavos

La muerte de Josip Broz Tito, el 4 de mayo de 1980, líder político y símbolo de lucha antifascista de liberación nacional coincidió con un momento histórico en donde la situación política y económica se iba transformando radicalmente. La primera gran crisis capitalista mundial, luego de la SGM, que había comenzado a manifestarse a mediados de los años 70 del siglo pasado se hacía sentir con fuerza en Yugoslavia durante toda la década de 1980. Mucho más conectado al mundo capitalista que el resto de las repúblicas comunistas de Europa Central y Oriental, el Estado yugoslavo sufrió similares crisis económicas a las soportadas por los países tercermundistas sometidos a la economía de mercado. El endeudamiento externo se fue haciendo cada vez mayor y el Fondo Monetario Internacional, tanto como otros organismos internacionales de crédito comenzaron a imponer recetas ortodoxas para la “estabilización” de la economía. El recorte del gasto público, el freno a los planes de desarrollo económico (sobre todo en las regiones más atrasadas) y la imparable inflación (58% en 1983, 87% en 1985 y 240% en 1988; Girón Garrote, 1999) dañaron fuertemente a la economía y a la sociedad yugoslava.
A mediados de la década de 1980 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) comenzaba a relajar su control sobre sus satélites en Europa Central y Oriental por medio de la doctrina “Sinatra”[6]. Las reformas económicas y políticas (Perestroika y Glasnost) iban “mostrando” el camino hacia la economía de mercado. Y en sintonía, el Pacto de Varsovia renunciaba a entrometerse en los asuntos internos de los países miembros. La coyuntura de la segunda parte de la década de 1980 iba dando fuertes indicios tendientes a la desaparición de los regímenes comunistas de europeos. Y sí bien Yugoslavia, desde 1948, no formaba parte de los satélites soviéticos no iba a salir indemne de esta situación.
Así es que en los contextos, arriba mencionados, de crisis económica y posible transición de los países comunistas hacia regímenes con democracias liberales es en donde comenzaron a actuar con fuerza los diversos movimientos nacionalistas separatistas, chocando con el intento de la burocracia nacionalista serbia, liderada por Slobodan Milosevic, que pretendía mantener al país unido y fuertemente centralizado.
Desde Croacia, el nacionalismo separatista, liderado por el ex comunista Franjo Tudjman, se afianzaba en la arena política por medio de la Unión Democrática Croata, en serbocroata Hrvatska demokratska zajednica (HDZ); en Eslovenia Milan Kucan, hasta 1990 líder del Comité Central de la Liga de los Comunistas de Eslovenia, pasaba a ser el principal impulsor del Partido de la Reforma Eslovena que pugnaba por la secesión de Eslovenia; en Bosnia-Herzegovina Alija Izetbegovic, con un pasado oscuro como miembro de la SS musulmana durante la SGM, lideraba al movimiento separatista musulmán, representado por la Declaración Islámica (Islamska Deklaracija) que Izetbegovic había escrito en 1970 y vuelto a publicar en 1990; desde Kosovo surgía en 1989 la moderada Liga Democrática de Kosovo, en albanés Lidhja Demokratike e Kosovës (LDK) que pugnaba por recuperar la autonomía que el presidente de la República Serbia, Slobodan Milosevic, había quitado; en Serbia el nacionalismo anti-yugoslavo y hegemonista se podía medir a través del resurgimiento de la iglesia ortodoxa serbia y de la Academia de las Artes y Ciencias de Serbia en sintonía con la burocracia dirigente.
En definitiva, en todas las repúblicas (en Macedonia y Montenegro también habían surgido nacionalismos moderados) los movimientos nacionalistas atentaban contra la continuidad Estatal de la SFRJ. Las guerras de desintegración iban a estallar en Croacia y Bosnia-Herzegovina, dejando como resultado cientos de miles de muertos y la división del país en cinco unidades políticas diferentes. Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina por primera vez en la historia surgían como formaciones estatales independientes, mientras que Serbia (Kosovo dentro de esta) y Montenegro continuaban unidas en la SRJ. Pero, si bien en un impase durante la primera parte de la década de 1990, el problema nacional en la provincia de Kosovo iba a desarrollarse dramáticamente a finales de la década cuando la OTAN bombardeara la pequeña Yugoslavia gobernada por el Slobodan Milosevic.
Los nacionalismos serbio y albano-kosovar
La mitología nacionalista serbia pone como punto de partida para sus “derechos” sobre Kosovo el hecho de que una coalición de ejércitos balcánicos sufriera una derrota decisiva contra las tropas del imperio otomano en Kosovo Polje en 1389, y como consecuencia de ella la firme entrada a la península de las tropas del sultán. Pero mencionada situación poco tiene que ver con las raíces del conflicto contemporáneo, que es bastante más cercano que la batalla medieval que diera comienzo al fin del reino de Serbia hace 600 años.
La región de Kosovo comenzó a ser parte del reino de Serbia en 1913, cuando por medio de las Guerras Balcánicas le fuera arrebatada al moribundo imperio otomano. Pero es necesario aclarar que Serbia, como Estado moderno independiente recién surge a la luz como resultado del reordenamiento imperialista europeo en el Congreso de Berlín en 1878.
En cuanto a la población de Kosovo, de acuerdo a las relaciones de fuerza y transformaciones en los mapas políticos, fue modificando su constitución y porcentajes étnicos, nacionales y religiosos. A modo de ejemplo, luego de conquista otomana cierta parte de la población eslava se fue islamizando al tiempo que comenzaron a llegar colonos arnautas (albaneses islamizados) que se iban asentando en el territorio. En 1689, Kosovo fue enormemente desestabilizado por la guerra entre los otomanos y el Sacro Imperio Romano Germánico, dirigido por la Casa de Habsburgo. Sucedió que en octubre de ese año, una pequeña fuerza austríaca, al mando del margrave Luis Guillermo de Baden-Baden, lograba avanzar hasta Kosovo, conquistando Belgrado en el camino. Muchos serbios juraron lealtad a los austriacos mientras que los arnautas daban su apoyo a los otomanos. Pero un contraataque otomano obligaba a los austríacos a retirarse retrocediendo más allá del Danubio y volviendo a Hungría. La contraofensiva otomana fue acompañada por represalias salvajes y saqueos, principalmente contra los serbios, por lo cual muchos se vieron forzados a emigrar junto a las tropas austríacas. El patriarca ortodoxo serbio Arsenije III huyó junto con más de 30.000 eslavos, según sus registros, en el evento conocido como la Gran Migración. Ante esta situación, Kosovo se convirtió en una región de predominio étnico albanés, aunque se mantuvieron minorías cristianas por muchos siglos.
Más adelante, durante el siglo XIX, las incipientes burguesías balcánicas comenzaban a moldear el “sentimiento” nacional. En este marco surgen los nacionalismos modernos serbio (más desarrollado) y el albanés. En 1878 se formaba la Liga de Prizren, en la ciudad kosovar de ese nombre, para luchar por su autonomía respecto al imperio otomano, y defender el territorio de los reinos eslavos cercanos, que habían derrotado a los turcos en la reciente Guerra Ruso-Turca y obtenido su independencia en el Congreso de Berlín. Pero la Liga fue desintegrada en 1881 por las fuerzas del sultán.
Como resultado de las Guerras Balcánicas de 1912/13 Kosovo pasaba a formar parte de Serbia y la población albanesa iba a quedar repartida, cinco años más tarde, entre Albania (obtenía su independencia en 1919) y el reino de los serbios, croatas y eslovenos (surgido el 1 de diciembre de 1918). Durante el comienzo del periodo de entreguerras hubo conversaciones entre el reino de los serbios, croatas y eslovenos y la República de Turquía para deportar 240.000 albaneses desde Kosovo y Macedonia hacia territorio turco, pero esta intención no terminó llevándose a cabo. También desde el gobierno monárquico de Belgrado se planificaron intentos de colonización serbia de Kosovo, pero con escaza magnitud.
La SGM iba a ser escenario de tremendas luchas en los territorios yugoslavos. Tanto Kosovo como el reino de Albania habían sido ocupadas por la Italia fascista de Mussolini y en ese contexto es que los vulnetari (milicia albanesa aliada a la fuerza de ocupación fascista) perseguían a la población serbia atacando sus aldeas y pueblos con el objetivo de expulsarlos del territorio kosovar. Según la historiografía serbia (Antonijević, 2002; Bataković, 1998) los vulnetari asesinaron más de 12.000 civiles serbios durante la SGM. Pero también existían grupos albaneses hostiles a la ocupación italiana y alemana que lucharon como partisanos liderados por KPJ.
Una vez finalizada la guerra Kosovo iba ser parte integrante de la SFRJ, con una importante autonomía, llegando a convertirse en una provincia autónoma (la mayor parte de los cargos públicos eran ocupados por albaneses) obteniendo casi el carácter de séptima república. Pero todo este avance en la autonomía iba a verse interrumpido a partir de la radicalización de los nacionalismos en la década del 80 siglo pasado. En concreto cuando el gobierno de Slobodan Milosevic comenzara a jugar la carta nacionalista, “en defensa” del pueblo serbio, pero que no hacía más que ocultar los intentos hegemónicos de la burocracia dirigente serbia, en pleno proceso de transición hacia una clase dirigente capitalista. El 28 de junio de 1989, a 600 años de la batalla de Kosovo Polje, Milosevic realizaba en Kosovo un discurso nacionalista serbio, mientras que ese mismo año le era quitada la autonomía, otorgada en 1974.
La Década de 1990
El problema de Kosovo había quedado en una suerte de stand by mientras se daban los enfrentamientos fraticidas en Bosnia-Herzegovina y Croacia. Luego de ser abolida la autonomía de la provincia, en 1989, el control de Belgrado era fuerte y del lado albano-kosovar no existía una formación política tendiente a llevar adelante un enfrentamiento militar. La LDK había surgido en 1989 y pretendía obtener la independencia, con respecto a Serbia, de manera pacífica, y para ello se planteaba la necesidad de conseguir el apoyo de la diplomacia mundial. Pero sí bien, el 2 de julio de 1990 la LDK declaraba la independencia de la República de Kosovo, este hecho no era reconocido por Serbia, las Naciones Unidas y la Unión Europea. Inclusive en los Acuerdos de Dayton[7], donde se firmó la paz de Bosnia-Herzegovina, se reconocía indirectamente la unidad territorial de la SRJ.
Pero a partir de 1996 la situación iba a comenzar a cambiar. Como consecuencia de las acusaciones de fraude, en las elecciones de ese mismo año, se sucedieron en el mes de diciembre y en los primeros de 1997 manifestaciones en contra del gobierno de Milosevic en la capital Belgrado. La situación económica, ya delicada durante la década de 1980, empeoraba producto de la tremenda inflación y del bloqueo económico aplicado por las principales potencias occidentales y sus aliados. En ese contexto es que se van a producir tres circunstancias que iban a desencadenar el ataque de la OTAN sobre la SRJ. La rebelión en Albania de 1997, la entrada en escena del Ejército para la Liberación de Kosovo, en albanés Ushtria Çlirimtare e Kosovës (UCK) y el rol jugado por los Estados Unidos de América (EUA) y la OTAN.
A principios de 1997 se había dado en Albania una rebelión popular, en contra del gobierno central, que desencadenó en una absoluta anarquía que duro meses. Durante este periodo, prácticamente se disolvieron las fuerzas armadas y buena parte del material bélico fue a parar al UCK en Kosovo.
Sí bien se estima que la creación del UCK data de 1993 su salto a la escena se dio en 1996 cuando comenzó a llevar adelante distintos atentados contra objetivos serbios, pero también contra el nacionalismo albanés moderado de Ibrahim Rugova. Según fuentes oficiales yugoslavas, en 1997 el UCK llevó adelante 55 ataques contra policías, autoridades serbias y albaneses “colaboracionistas”, con un balance de 11 muertos (un policía y diez civiles); en 1998 el gobierno serbio contó 63 ataques, con 5 policías muertos. En respuesta a esta situación el gobierno de Milosevic comenzó a atacar a los guerrilleros albaneses en distintas circunstancias, por medio de sus fuerzas militares (incluidos grupos paramilitares). En ese contexto las milicias serbias asesinaron en Donji Prekazi y Likosani (bastiones de los clanes albaneses Ahmeti y Jashari, nacionalistas aliados al UCK) a 58 albaneses, incluidos mujeres y niños.
En el mencionado, arriba, contexto de lucha manifiesta entre el gobierno de la SRJ y el UCK es que el gobierno de los EUA cambia radicalmente su postura hacia la guerrilla albanesa, hasta ese momento considerada un grupo terrorista por la inteligencia estadounidense. A principios de 1998 Richard Holbrooke (designado por la Administración Clinton para entablar un dialogo entre Belgrado-Pristina-Tirana) lograba que Rugova fuera recibido por Milosevic. Sin embargo, los acontecimientos parecían ir en contra de cualquier tipo de acuerdo. En principio la secretaria de Estado, Madeleine Albright, radical intervencionista, hizo todo lo posible para boicotear una salida acordada entre ambas partes. La diplomacia europea, con recelo debido a su marginal papel en los Acuerdos de Dayton, tampoco contribuyó demasiado al entendimiento. Y por último el UCK no paraba de realizar acciones militares con el fin de boicotear la figura negociadora de Ibrahim Rugova y el LDK.
A mediados de 1998, durante los meses de julio y agosto, EUA recurrió a una estrategia inconfesable. Dieron el guiño a Belgrado para que reprimiera con fuerza a la guerrilla albanesa y entonces las fuerzas militares serbias se emplearon a fondo para erradicar a los elementos radicales que impedían el desarrollo positivo de las negociaciones. En principio la jugada fue un éxito pues el UCK había perdido casi todo el territorio que había conquistado, pero hubo un cambio de rumbo antes de que Belgrado hubiera finalizado con su objetivo. Los EUA decidían buscar nuevo aliado; Milosevic y Rugova pasaban a ser prescindentes y el UCK tomaba su lugar. Sí bien la guerrilla albanesa era un tanto caótica en su cadena de mandos, esta característica brindaba un mayor grado de manipulación para los intereses del gobierno de Bill Clinton. “Sí se la sabía apoyar, existía la opción de ponerle al frente mandos afines a los deseos estadounidenses. Así es como irá surgiendo Hashim Thaci[8] joven de unos 30 años, bien parecido, sin biografía, que además rehuía explicarla” (Veiga, 2002).
Para fines de 1998, la conexión Washington-UCK estaba bastante consolidada. Durante noviembre y diciembre delegados del gobierno de Clinton y representantes del UCK mantuvieron reuniones en Kosovo, Suiza y EUA. Slobodan Milosevic iba a ser el “malo de la película” y la guerrilla albanesa los “históricos” luchadores por la libertad del pueblo albano-kosovar. Madeleine Albright sostenía que la OTAN, por sí sola, poseía legitimidad para llevar adelante un ataque, y con ello estaba dejando en claro que el posible veto de Rusia y China, en el Consejo de Seguridad de la ONU, no era obstáculo alguno para realizar una intervención militar. El historiador y especialista en historia política balcánica, Francisco Veiga, describe de una interesante manera los intereses y objetivos estadounidenses en relación a Kosovo:
“Por entonces tenían un gran interés en utilizar la OTAN como fuerza disuasoria, a fin de aprovechar la contingencia para demostrar de forma palpable la necesidad de su supervivencia una vez concluida la Guerra Fría. Presentando la intervención en Kosovo como una prolongación de la llevada a cabo en Bosnia, la OTAN se reconfiguraba como una organización, no sólo defensiva sino también interviniente, un gendarme regional. Así, la ONU quedó fuera de juego y Holbrooke llevó adelante su plan siguiendo la música de Albright, quien a su vez captaba la presión intervencionista del Congreso y al mismo presidente Clinton que estaba pasando por el más delicado y humillante del escándalo Lewinsky” (Veiga, 2002).
En enero de 1999 se producía la matanza de Racak. En dicha ciudad kosovar se encontraron asesinados 45 albaneses, pero nunca quedó claro cómo fueron los hechos. Lo cierto es que se acusó al ejército serbio de haber masacrado a población civil, mientras que Belgrado aseguraba que eran guerrilleros del UCK las víctimas. Este hecho, publicitado hasta el hartazgo por la prensa occidental, daba cuenta de una clara intención de los EUA y sus aliados de generar un consenso mediático que legitimara la intervención militar. La demonización de Slobodan Milosevic en particular y del pueblo serbio en general comenzaba a ser una constante en la prensa afín a la OTAN. Para comienzos de 1999 la decisión ya estaba tomada, se la iba a exigir a Belgrado que Kosovo tuviera su propio gobierno y fuerzas de seguridad, y que en un plazo de 3 años se debía llevar a cabo un referéndum a partir del cual la población decidiese sobre su continuidad en la federación yugoslava.
Rambouillet: el castillo en donde se “firmó” la guerra
La Conferencia de Rambouillet es el nombre dado a una serie de negociaciones celebradas entre enero, febrero y marzo de 1999 para sentar las bases de la “paz” entre representantes de la SRJ y una delegación de la población albanesa de Kosovo compuesta por el UCK y la LDK. Sin embargo este “dialogo” propuesto y patrocinado por la OTAN llevó, necesariamente, a un camino sin salida pues las condiciones que se le pretendían imponer a Belgrado eran imposibles de aceptar sin perder, en los hechos, buena parte de su soberanía. En concreto se la iba a dar a Kosovo una amplia autonomía, que implicaba a mediano plazo una casi segura independencia, pero también el acuerdo contenía el ingreso de decenas de miles de soldados de la OTAN con goce de inmunidad diplomática.
El castillo de Rambouillet, situado a las afueras de Paris como el de Versailles, fue el escenario de un intento de acuerdo basado en un accionar diplomático de tono decimonónico, pues la lógica subyacente no era la discusión de las partes sino la imposición de las potencias. El grupo de contacto, colectivo de potencias occidentales, había diseñado unos acuerdos que las partes solo podían aceptar o rechazar, no discutir o enmendar. En un principio ninguno de los bandos aceptaba las imposiciones, pero como para la SFJ Rambouillet fue más una emboscada que una conferencia de Paz, los albanokosovares fueron convencidos de que firmaran para entonces disponer, la OTAN, de los elementos necesarios que iban a llevar al gobierno yugoslavo a un callejón sin salida.
Aceptar las condiciones impuestas en Rambouillet hubiera supuesto la pérdida de Kosovo frente a las fuerzas de la OTAN, con una segura independencia de la provincia en un plazo cercano. La parodia había llegado a su fin y el 24 de marzo de 1999 las bombas de la OTAN comenzaban a bombardear territorio yugoslavo.
El primer día de la agresión el secretario general de la OTAN, Javier Solana, declaraba: “El objetivo es parar una catástrofe humanitaria. Esta acción pretende apoyar los objetivos de la comunidad internacional”[9]. Casi tres meses después habían sido destruidas infraestructuras de transporte (aeropuertos, autopistas, carreteras, puentes, vías férreas, estaciones de ferrocarril y de autobuses), infraestructuras energéticas (refinerías de petróleo, centrales hidroeléctricas y termoeléctricas), infraestructuras de comunicación (estaciones emisoras de radio y televisión, antenas repetidoras, centrales telefónicas y correos), industrias (fábricas de automóviles, químicas, farmacéuticas, electrónicas, construcción, textil, plástico, tabaco, calzado, etc), centros sanitarios (hospitales, clínicas, geriátricos, centros de investigación médica), centros educativos (escuelas primarias, secundarias y universidades), edificios administrativos (ministerios y diversos inmuebles públicos), edificios residenciales (bloques de viviendas en zonas urbanas, viviendas urbanas y rurales con un total de 1010 viviendas destruidas), patrimonios culturales (museos, bibliotecas y monasterios) (Girón Miranda, 2002). En definitiva, el objetivo lejos estuvo de cumplirse, la catastrófica situación de Kosovo hoy en día (tierra de narcotráfico, tráfico de armas y órganos), en donde la pobreza estructural y las mafias son una constante dan cuenta del “error” de cálculo de la OTAN.
Notas
[1] Los musulmanes de Bosnia-Herzegovina son descendientes de los eslavos (serbios y croatas) que adoptaron la religión musulmana como resultado de la penetración del imperio otomano en la península balcánica
[2] El movimiento ustasha había asesinado, durante la Segunda Guerra Mundial, a cientos de miles de serbios en las más atroces y siniestras circunstancias.
[3] Los enclaves serbios se situaban en la las zonas croatas de Krajina, Knin y Vukovar.
[4] La República Federal de Yugoslavia tuvo su corta existencia desde 1992 hasta 2003. Luego, desde 2003 hasta el 2006 tuvo una continuidad como Estado, pero como la Confederación de Serbia y Montenegro. A mediados del 2006, debido a los deseos de Montenegro, cada república comenzó su camino como entidad política independiente.
[5] Reino de los serbios, croatas y eslovenos que se formó el 1 de diciembre de 1918.
[6] La Doctrina Sinatra fue el nombre que el gobierno soviético de Mijaíl Gorbachov usaba para describir su política de permitir a los países vecinos del Pacto de Varsovia resolver sus asuntos internos y fijar su evolución política.
[7] Tratado de paz firmado en 1995 en la base aérea de Wright-Patterson, en Dayton (Ohio, Estados Unidos), por Croacia, Yugoslavia y Bosnia y Herzegovina, que supuso el fin de la Guerra de Bosnia, dentro del conjunto de conflictos armados acaecidos entre 1991 y 1995 durante el proceso de desmembramiento de la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia.
[8] Fue uno de los fundadores y líderes de la organización terrorista Ejército de Liberación de Kosovo, debido a esto, Thaçi es reclamado desde 1997 por sus actividades paramilitares por la justicia de Serbia.1 En 2010 su nombre seguía apareciendo en el inventario de organizaciones terroristas del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Actualmente es el presidente de Kosovo.
[9] El País. 24/03/1999
Bibliografía
Antonijević, N. (2002). Arhivska građa o ljudskim gubicima na Kosovu i Metohiji u Drugome svetskom ratu. Zagreb: Zaklada.
Bataković, D. T. (1998). Kosovo: la spirale de la haine: les faits, les acteurs, l’histoire, Mobiles Geopolitques, Paris.
Girón Garrote, J. (1999). Del Nacimiento a la Desintegración de Yugoslavia (1918-1991). Oviedo: Universidad de Oviedo.
Girón Miranda, P. (2002). Los objetivos civiles de la OTAN en Yugoslavia. Oviedo: Silveiro Cañada Editor.
Veiga, F. (2002). Kosovo: claroscuros de un conflicto interminable. Oviedo: Universidad de Oviedo.