Gerard Hofman
En el año 2020 se celebrarán los 250 años del nacimiento de Beethoven y se realizarán festejos en el mundo de la música; por ejemplo, en el Teatro Colón de Buenos Aires están previstas interpretaciones de todos sus cuartetos de cuerdas, tríos y sinfonías. Es una buena ocasión para hacer algunas reflexiones sobre un cuento ruso dedicado al compositor alemán que ha sido traducido especialmente por Alejando Ariel González para Eslavia.
La muerte del famoso compositor alemán Beethoven en 1827 fue para muchos escritores románticos el impulso para retratar su azarosa vida en forma literaria. También en Rusia, el popular Beethoven fue un tema atractivo de inspiración literaria. El príncipe Vladímir Odóievski (1803-1869) fue uno de los primeros en tratar este tema. El primer paso para el cuento «El último cuarteto de Beethoven» lo dio un mes después de la muerte del compositor en una carta del 29 de abril 1827 a su amigo Pogodin, en la que menciona los planes para un artículo que escribirá sobre Beethoven. «¿Puedes creer que en las librerías de Petersburgo no he podido encontrar nada sobre Beethoven, salvo que era el hijo ilegítimo de Federico Guillermo II, rey de Prusia, que nació en Bonn en 1770, que estudió con el famoso Albrechtsberger y que a los once años interpretó las composiciones más difíciles de Sebastián Bach? En cuanto a su carácter musical, lo abordaré más adelante en un artículo musical que le enviaré».[1]
El artículo se convirtió en el mencionado cuento, publicado solo cuatro años más tarde (1830) en el almanaque literario «Las Flores del Norte», dirigido por Aleksandr Pushkin. El cuento llevaba las iniciales YYY[2]. Originalmente, Odóievski pensaba incluirlo en un ciclo de relatos relacionados (Sebastian Bach es protagonista de otro cuento) con el título «El Manicomio». Su intención era hacer un análisis casi científico de la relación entre el genio y la locura, relación ya reflejada en el epígrafe del cuento del escritor romántico alemán E. T. A. Hoffmann (1776-1822). Sin embargo, abandonó el plan para este ciclo después de que la mayoría de los cuentos previstos ya había sido publicada por separado. No fue sino hasta la preparación de su Obras Completas cuando decidió incluir este cuento -con algunos cambios estilísticos- en la sexta noche de su única novela Las Noches Rusas (1844). La historia fue elogiada por Aleksandr Pushkin y Nicolái Gógol. Kosheliov escribió a su amigo Odóievski en una carta del 21 de febrero de 1831: «Pushkin está muy contento con tu Cuarteto de Beethoven. Dice que no solo es la mejor de tus obras publicadas (lo que significaría poco), sino que no cree haber leído nunca en ruso un artículo tan notable por sus ideas y su estilo […] Considera que en esta obra has demostrado una verdad muy feliz para Rusia, a saber: que entre nosotros surgen escritores que prometen, a la par de los europeos, expresar los pensamientos de nuestra época».[3] En la revista «El telescopio», Nikolái Nadezhdin expresó: «Hermoso, está escrito en un estilo vívido, con fluidez, y revela en su autor un alma que comprende los elevados misterios del genio».[4] En 1838 ya fue publicada la primera traducción (en alemán) por el director del teatro de la ciudad de Reval (actualmente Tallin)[5].
Alekséiev[6] afirma en su libro sobre Beethoven en la literatura rusa que, en la historia de Odóievski, el compositor puede ser considerado principalmente como un personaje literario, el típico héroe romántico incomprendido que se basa en un artista real existente. La historia mezcla información histórica con ficción. Por ejemplo, no hay una sola referencia histórica a la niña Luisa. No obstante, Odóievski va aún más lejos al retratar a Beethoven no solo como un personaje, sino más bien como la encarnación de un pensamiento filosófico. Odóievski utiliza el trágico personaje de Beethoven como motivo para explicar su propio problema filosófico de ser artista.
«El último cuarteto de Beethoven» comienza con la descripción de una actuación del último cuarteto[7] de cuerdas de Beethoven. Este cuarteto es el resultado de los esfuerzos del compositor por cambiar las leyes de la armonía para poder acercarse a la verdad absoluta, una verdad en la que la brecha entre forma y contenido ya no existe. Sin embargo, Beethoven se da cuenta de que se trata de una tarea imposible porque se enfrenta al problema de no poder expresarse plenamente. Es sordo y por lo tanto solo oye música en su imaginación. Cuando aún no era sordo, podía encontrar suficiente equilibrio entre la realidad y el ideal, de modo que su música era más apreciada por el gran público, como sucedía, por ejemplo, con su «Obertura de Egmont» (a la que llama confusamente «sinfonía»). No obstante, debido a su discapacidad, el sonido real, perceptible para el oído, es ahora tan solo un eco del pasado, y, con el paso del tiempo, su música se vuelve cada vez más espiritual y se convierte en una imagen ideal que puede llamarse absoluta. Aunque esto le permite ver ciertas conexiones que son invisibles para otros y su imaginación es tan grande que es capaz de tocar toda una sinfonía, él (y otros) encuentra problemas cuando tiene que verter sus pensamientos musicales en una forma material; es decir, en el momento en que tiene que convertir sus pensamientos musicales en música comprensible para los demás.
Surgen problemas técnicos ya que los instrumentos y la técnica de composición existentes son insuficientes para expresar plenamente sus pensamientos musicales. Por ejemplo, toca como un hombre poseído en un piano (con cuerdas rotas, para enfatizar la incapacidad del instrumento), para que la música exprese más de lo que el instrumento permite. Esto también se aplica a otros instrumentos que, en su opinión, no son lo suficientemente perfectos para su música; de ahí el dolor que le suscita adaptarla.
Casi nadie entiende su nueva música: ni los oyentes, ni los críticos, ni los intérpretes. Sin embargo, a pesar de esta incomprensión, cada cual tiene su propia opinión al respecto. En este cuarteto, el público ya no escucha las melodías y armonías a las que está acostumbrado. Solo percibe sonidos distorsionados y oscuros, como un eco de la obra anterior de Beethoven, considerada alegre, armoniosa y original. El público no entiende su obra y, por tanto, tampoco al compositor, al que considera un loco. Beethoven llega al final de su vida como un compositor abandonado que, como indica el cuento, no pasa de ser una anécdota comentada al pasar por dos personas indiferentes que asisten a un baile. El público se apoya en la crítica musical. Un crítico solo escribe una reseña del cuarteto en jerga técnica, porque es incapaz de entender los sentimientos que se ocultan en esta música. Solo puede opinar sobre el contenido de la partitura, basándose en la técnica compositiva que ha aprendido. Odóievski presenta la reseña de tal manera que parece fría y entumecida para el lector.
La ciencia tampoco es buena para desentrañar su música, pues se limita a lo inmediatamente perceptible. Beethoven ve leyes naturales que no son visibles para la gente común y considera meros artesanos a esos compositores llamados «profesores» que solo saben analizar y combinar temas musicales con el único fin de lograr efectos.
Después de todo, a los músicos les resulta imposible tocar el cuarteto. Lo comparan con el trabajo inmaduro de un estudiante de música porque está compuesto por muchos efectos imposibles; se preguntan si, debido a las muchas disonancias, no será «una burla sobre las obras del inmortal». Tocan sus obras apenas movidos por su buena reputación anterior.
Beethoven entiende que nunca será comprendido por un público numeroso y se alegra tan solo con que los músicos puedan interpretar sus composiciones correctamente, es decir, toquen con la suficiente inspiración para transmitir algunos de sus pensamientos musicales y convertirlos en sonidos. Beethoven no puede expresar o explicar completamente estos pensamientos en notas. Ve su inspiración como resultado del efecto de su vida emocional y se compara con Miguel Ángel, quien martillaba con ira y furia sus esculturas de rígido mármol. Cuando Beethoven se inspira, el mundo se convierte en una gran armonía, cada uno de sus elementos adquiere vida y se transforma en sonido, lo que actúa físicamente sobre el compositor y lo extasía. Pero cuando regresa a la existencia terrenal solo hay dolor, porque el artista no es capaz de expresar plenamente sus sentimientos. Ve esto como un velo sobre sus pensamientos, una brecha insalvable entre lo terrenal y lo espiritual. Beethoven sabe que nunca será capaz de componer la música perfecta.
(Este prólogo es una adaptación abreviada y modificada de un capítulo de mi tesis sobre la música en la obra literaria de V. F. Odóievski originalmente escrita en idioma holandés para aspirar al título de Magister de Artes en la Universiteit van Amsterdam (1999). Las traducciones de las distintas citas son mías).
Notas
[1]«Поверишь ли тому, что я в петербургских книжных лавках ничего не мог найти о Бетховене, кроме того, что он был побочный сын Фридриха Вильгельма II, короля прусского; родился в Бонне в 1770 г., учился у знаменитого Альбрехтсбергера и одиннадцати лет разыгрывал труднейшие сочинения Себастьяна Баха. Что же касается до его музыкального характера, то об нем речь после будет в одной музыкальной статье, которую я Вам пришлю», de M. P. Pogodin, archivo de manuscritos II 46/42 en la Biblioteca Lenin de Moscú, citado de http://www.beethoven.ru/node/152
[2] Se trata de una traducción libre que no puede reflejar el juego lingüístico del autor. Las letras cirílicas originales Ъ, Ь, Й se convertirían en algo así como YYY (las primeras dos letras, el signo blando y duro no forman sonidos independientes). Son las últimas letras de su nombre, patronímico y apellido (Владимиръ Федеровичь Одоевскiй) escrito en el ruso anterior a la reforma de 1917.
[3] «Пушкин весьма доволен твоим Квартетом Бетховена. Он говорит, что это не только лучшая из твоих печатных пьес (что бы немного значило), но что едва когда-либо читали на русском языке статью столь замечательную и по мыслям, и по слогу… Он находит, что ты в этой пьесе доказал истину весьма для России радостную; а именно, что возникают у нас писатели, которые обещают стать наряду с прочими европейцами, выражающими мысли нашего века», citado de Maimin, E. A., «Vladimir Odoievski i ego roman Russkie nochi», en Odoievski, V. F.: Russkie Nochi, Naúka, Leningrado, 1975 (página 260) https://imwerden.de/publ-3039.html
[4] «Квартет Бетховена прекрасен: он написан живо, свободно и обличает в сочинителе душу, для которой понятны высокие таинства гения», citado de ibidem 3 (página 287) http://odoevskiy.lit-info.ru/odoevskiy/proza/russkie-nochi/poslednij-kvartet-bethovena.htm
[5] Veáse Bernandt G. B., V.F. Odoevskij i Betkhoven, Sovyetskij Kompozitor, Moscú, 1971 (página 17) https://imwerden.de/pdf/bernandt_odoevsky_i_beethoven_1971.pdf
[6] Véase Alekséiev M. P.: «Beethoven in der russischen Literatur des 19. Jahrhunderts», en Zur Geschichte russisch europaeischer Literaturtraditionen, Berlin, 1974 (págs. 143-147).
[7] La historia no muestra qué cuarteto se interpreta. El último cuarteto de Beethoven es el número 16, opus 135, que fue compuesto en 1826, justo antes de su muerte. Se estrenó en 1828, en un momento en que Odóievski ya tenía sus primeras ideas sobre la historia.