Andrés Goldberg – UBA
La eslavística tiene una amplia trayectoria en Europa y EE. UU., que se remonta a los estudios sobre Pushkin, Gógol y Turguenev de Prosper Mérimée a mediados del siglo XIX. En el XX, a partir de la preeminencia lograda por la Unión Soviética, se establecieron escuelas de eslavistas y sovietólogos en Gran Bretaña, Italia, Francia y Norteamérica. Como ejemplo, están las revistas de la academia estadounidense como Slavic Review y The Slavic and East European Journal. Sin embargo, en el ámbito hispánico los estudios sobre las literaturas y las culturas eslavas son recientes y, específicamente en Latinoamérica, están en proceso de formación. Los motivos tienen que ver con la tradicional dependencia de las culturas latinoamericanas -y aun de la española- de la mediación francesa o inglesa a partir del fenómeno estudiado por Itamar Even Zohar de polisistemas dominantes y polisistemas periféricos. Mientras los primeros ya están consolidados, los segundos están en vías de formación o en crisis y necesitan imperiosamente de la importación de material semiótico elaborado por aquellos.
Lo interesante es que el polisistema cultural ruso es uno de los ejemplos paradigmáticos que ilustran el fenómeno de interferencia cultural propuesto por la teoría del investigador israelí. Luego de un largo proceso de importación de materiales culturales -incluidos sujetos contratados por el Estado ruso-, un siglo después del inicio de la política de occidentalización de Piotr Románov (Pedro el Grande) a comienzos del siglo XVIII, se da la ‘explosión’ de la literatura en Rusia de la mano de los grandes escritores románticos y realistas (Pushkin, Lermontov, Gogol, Turguenev, Dostoievski, Tolstói, Chéjov).
En la Argentina nos encontramos en la fase en que el polisistema cultural está en pleno proceso de acumulación y producción de conocimientos acerca del mundo eslavo, en un rumbo que, ojalá, lo coloque en un diálogo de igual a igual con eslavistas de los polisistemas europeos y estadounidenses.

Un hito en la formación de la eslavística en la Argentina es la creación en 2003 de la cátedra de Literaturas Eslavas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. A partir de ahí se encaró un amplio desarrollo de traducciones del ruso al castellano y, acompañándolo, de estudios críticos sobre la literatura rusa. Por eso Ensayos eslavos ocupa un lugar primordial dentro del desarrollo de la eslavística en el sistema cultural argentino. Y especialmente porque el título del libro es cabal: se trata no sólo de ensayos sobre literatura rusa, sino también eslovena (Svetlana Makarovič), búlgara (Jristo Botev) y polaca (Tadeusz Kantor).
Eugenio López Arriazu es doctor en Letras por la UBA. Se desempeña como director de la cátedra de Literaturas Eslavas de la UBA, como docente de la de Literatura Norteamericana en la misma universidad y como profesor de Literaturas en Lengua Inglesa y Teoría Literaria en la Diplomatura en Ciencias del Lenguaje del Instituto Nacional de Profesorado Joaquín V. González.
De los textos reunidos en Ensayos eslavos algunos fueron publicados como prólogos a traducciones del autor, otros presentados para revistas o jornadas académicas, tres aparecen por primera vez en este volumen y otros tres formaron parte de un proyecto de investigación sobre traducción del ruso al español que el autor codirigió entre 2016 y 2018.
Los artículos del presente volumen pueden clasificarse en tres grupos. Por un lado, ensayos sobre autores eslavos exclusivamente (el teatro de Pushkin, El jugador y el Discurso sobre Pushkin de Dostoievski, las lecturas de Lunacharski y Berdiáiev sobre aquel, el futurismo de Maiakovski y su conexión con el formalismo, la poesía de Bótev, la de Aiguí y la de Makaroviç y el teatro de Kantor. En segundo lugar, trabajos de literatura comparada en los que al menos uno de los autores es eslavo: El capote de Gógol y su relación con Bartleby de Melville, y la lectura de Dante en las obras de Mandelshtam, Eliot y Borges. Por último, un grupo de artículos que encaran el problema de la traducción y la crítica de traducciones de obras rusas al español.
En “El teatro de Pushkin”, publicado como estudio introductorio a su traducción para Colihue del teatro completo de este autor, López Arriazu analiza exhaustivamente los aspectos en que Pushkin innova en la historia del teatro ruso. Principalmente la incorporación en Boris Godunov del modelo shakesperiano, que se aleja de la preceptiva clásica de unidad de tiempo y lugar, pero al mismo tiempo el alejamiento de este a partir del procedimiento de la disyunción de la acción.
En “El jugador de Dostoievski”, “El alma rusa. A propósito del discurso sobre Pushkin de Dostoievski” y “F. M. Dostoievski, profeta de la revolución: las lecturas de A. Lunacharski y de N. Berdiáev” la figura de Dostoievski aparece vertebrada en tres instancias diferentes (el análisis de El jugador y las circunstancias biográficas asociadas a él; el debate ideológico en torno a la figura de Pushkin en el momento crucial de reconciliación nacional en Rusia en 1880 y la polémica acerca de la valoración de la figura de Dostoievski por parte de un intelectual marxista como Lunacharski y un existencialista cristiano ortodoxo como Berdiáev).
El punto articulador en estos tres estudios es las conclusión que saca el autor de Crimen y castigo acerca de la ‘falta de forma’ de los rusos -léase: atraso con respecto a la modernidad capitalista de Occidente- y en lugar de ver eso como una carencia, ponderarlo como una virtud, ya que permitirá a Rusia encarar un desarrollo distinto que incluye el enriquecimiento espiritual (que para Dostoievski es exclusivamente cristiano ortodoxo) y que merced a la idea mesiánica permitirá que lidere a todos los pueblos del mundo en el camino de la verdad y la reconciliación universal. Ese camino pasa ineluctablemente por la conexión con el pueblo (narod), quien conserva los valores y tradiciones necesarios para encarar ese camino de redención. La intelliguentsia debe reconocer sus errores y abandonar sus veleidades occidentalistas ligadas al concepto de progreso en clave iluminista.
La reconstrucción que hace López Arriazu del contexto ideológico del discurso sobre Pushkin es notable y permite comprender el juego de fuerzas intelectuales en liza y qué es lo que se dirimía en junio de 1880 en la Sociedad de amantes de la literatura rusa, lugar donde fue pronunciado el discurso. Fundamentalmente, la habilidad retórica de Dostoievski está en que seduce a cada sector haciendo de Pushkin el precedente de cada uno y adjudicándole a este ‘resonancia universal’, de manera que se vuelve prenda de reconciliación nacional.
En “Un paraguas para Maiakovski. futurismo, formalismo y revolución”, López Arriazu analiza los procedimientos experimentales futuristas del zaum (uso de los significantes de manera de extraerles significado) y del sdvig (producción de significados superpuestos a los denotativos de las palabras), su recuperación por parte de los formalistas y su naturaleza vanguardista. También aborda la tensión en el futurismo entre defensa de la autonomía del arte y el imperativo heterónomo de ponerlo, luego de la adscripción al proceso revolucionario después de Octubre, al servicio de la construcción del socialismo soviético.
El mismo impulso vanguardista recupera López Arriazu en el artículo sobre el teatro de maniquíes del polaco Tadeusz Kantor. Aquí lo central no es buscar lo Real vía un teatro sagrado o ritual, sino “en un movimiento inverso, terrenal, (…) desmontar las superestructuras del lenguaje, discurso y forma en general para desenmascarar la realidad” (p.228).
Los trabajos sobre la lírica de Jristo Bótev, Svetlana Makaroviç y Guennadi Aiguí tienen la virtud de presentar al público hispanohablante a poetas de lenguas eslavas (búlgaro el primero, eslovena la segunda y chuvasio que escribe en ruso el tercero) prácticamente desconocidos aquí. La poesía romántico-revolucionaria de Bótev de la segunda mitad del siglo XIX, la femenina y folk no folclorizante de Makarovič (presentada a partir de la investigación de Julia Sarachu) y la despojada y abstracta de Aiguí merecían ser visibilizados para darles lugar en la eslavística contemporánea.
El de las literaturas comparadas es un área todavía no totalmente consolidado en la Argentina. El peso del estudio de las literaturas nacionales es aún dominante. En “Dante y sus secuaces: T.S. Eliot, Ó Mandelshtam y J.L. Borges” y en “Política y deseo en ‘El capote’ de N. Gógol y en ‘Bartleby’ de H. Melville” tenemos dos ejemplos de análisis comparatísticos que aportan solidez a un campo que lo requiere.
En el primero de los ensayos se trata de cómo tres escritores provenientes de los vértices del mundo (EE. UU., Rusia y Argentina) reelaboran la figura de Dante y su obra a partir de la estrategia de rediscutir el canon tradicional y hacer hablar al poeta florentino en los términos artísticos del siglo XX. La idea, cuyo epítome es el ensayo de Borges “Kafka y sus precursores”, de que los escritores fuertes -en el sentido bloomeano- modifican la apreciación de los escritores del pasado haciendo resonar la obra de éstos en la problemática contemporánea.
Lo interesante es que López Arriazu dedica el último apartado del artículo a una interpretación del Dante histórico, con lo que su propuesta no cae en una visión posmoderna según la cual el pasado es pura construcción, inalcanzable desde una perspectiva que aspire a la -ilusa- objetividad histórica. Por el contrario, el hecho de poder abordar la obra del Dante atada a sus circunstancias biográficas y a su contexto de emisión indica que es posible reconstruir el significado de una obra, ligado a las intenciones del autor y a las convenciones lingüísticas del momento de producción, y diferenciarlo del uso que otro autor, en una época distinta y al servicio de sus propias necesidades, puede hacer de esa obra. Esta distinción fue elaborada por E. D. Hirsch en Validity in Interpretation, donde llama ‘significado’ (meaning) al primer elemento, y ‘significancia’ (significance) al segundo.
En “Poetas, autores, traductores: el caso de Poesía rusa del siglo XX de la Biblioteca Básica Universal, CEAL, 1970”, “Estilo y sentido de la traducción poética” y “Los errores de traducción”, López Arriazu encara la crítica de traducciones. En el caso de la edición del CEAL, la reconstrucción del proyecto de antologizar traducciones de poetas rusos del siglo XX hechas por varios escritores de habla hispana con un eje político. El autor defiende la concepción traductológica de recreación poética del texto meta sobre el texto fuente. El borramiento del original no es traición -como dice el adagio italiano-, sino libertad para trasladar, a partir de la esencia misma del quehacer poético, que es esencialmente un arte, no meramente una técnica.
Esta misma concepción traductológica es la que gobierna los otros dos artículos, un análisis de la traducción de Fulvio Franchi del poema Parus (El velero) de Mijaíl Lérmontov y otro que toma como objeto la traducción de Lila Guerrero de un poema de Maiakovski, en el que López Arriazu defiende la tesis de que es inadecuado hablar de error en una traducción sin atender a los criterios traductológicos que utilizó el traductor. En ese sentido, la traducción es relativa a los objetivos, el estado de lengua de la época de traducción, el público destinatario, factores históricos extralingüísticos, etc. Esta concepción se acerca a la teoría escópica de Vermeer y Nord, según la cual la traducción tiene un propósito gobernante y es este el que determina las decisiones traductivas. Todo juicio acerca de la traducción, dicen los escopistas, debe comenzar por el skopós.
Otros dos méritos de la colección de ensayos son el trabajo con textos críticos rusos contemporáneos sobre autores del siglo XIX, como Frídlender sobre El jugador y Smoliénskova sobre el Discurso sobre Pushkin, ambos de Dostoievski, y Lotman sobre Pushkin; y la división de la bibliografía general por cada capítulo, lo que hace más fácil al lector interesado en ampliar el tema realizar la búsqueda bibliográfica.
Como decíamos, la publicación de Ensayos eslavos constituye un acontecimiento en la medida en que amplía el trabajo crítico sobre la literatura rusa, y en que aborda el estudio de otras literaturas eslavas, con lo que consolida el campo de la eslavística en la Argentina y en el mundo hispánico en general.