Jorge Nicolás Lucero
Agradecemos al České Literární Centrum por el apoyo dado para esta reseña.
La narrativa checa contemporánea (es decir, posterior a la Revolución de Terciopelo) parece estar temáticamente enfocada en dos orientaciones (Šidáková Fialová, 2021). Por un lado, los hechos de la historia reciente checa (los procesos de la Revolución), el rol de Chequia en Europa (central y oriental), los hechos de la Segunda Guerra y la vida bajo el comunismo. Entre las obras que trabajan estas cuestiones destacan las de Michal Viewegh con Aquellos maravillosos años perros (1992), Jiří Kratochvil con La promesa de Kamil Modraček (2009), Radka Denemárková con El dinero de Hitler (2006) o Kateřina Tučková con El destierro de Gerta Schnirch (2009). Una segunda tendencia, cuya bandera es empuñada de forma dominante por la nueva camada de escritoras, aborda temas menos involucrados con el contexto histórico y político checos, sino en dirección hacia un un plano intimista y privado de los conflictos humanos, como los problemas familiares, las adicciones, la depresión y la crisis de la mediana edad. La obras de Tereza Boučková (El año del gallo, 2016), Petra Hůlová (La madrastra, 2020), Lucie Faulerová (Atrapadores de polvo, 2020) y Pávla Horáková (Teoría de la extrañeza, 2019) representan el éxito de esta tendencia. Ahora bien, de estas últimas autoras, Horáková ha logrado en Srce Evropy [El corazón de Europa] (Horáková, 2021) imbricar estas dos tendencias, pues a través de la narración en espejo de las protagonistas, Anežka y Kateřina, personajes separados por un siglo, Horáková realiza un revisionismo -ligero, aunque no por ello no contundente- sobre la tensión entre cosmopolitismo y provincianismo que caracteriza la identidad checa desde el Resurgimiento Nacional del siglo XIX.
Anežka, la narradora, una profesora que consideraba su vida en Praga como “una deuda que tengo que pagar”, se dirige un mes en Viena para una estancia de investigación sobre galerías y museos, mes que se volverían seis, pues esta estadía transcurre durante el aislamiento por la pandemia del COVID-19. Pero lo que en verdad ella se propone allí es investigar y seguir los pasos de Kateřina, una mujer de origen moravo que en sus memorias dará testimonio de la búsqueda por su emancipación personal en medio de las vicisitudes civiles y rurales que causaron la Primera Guerra y la posterior independencia de Checoslovaquia. O, en otras palabras, la vida de una muchacha de pueblo y su familia en medio de la destrucción del viejo mundo y del nacimiento de uno nuevo, del paso de Kozojídky a Viena. Hacia el final de la novela, Anežka revela que Kateřina es su bisabuela, aunque para ella el vínculo que las ha unido es más profundo.
Efectivamente, el vínculo entre ambos personajes resulta más bien un medio para reponer algo mayor a la filiación. El “corazón de Europa” es la denominación más habitual con la que los checos identificaron (y siguen identificando) su nación desde hace siglos.[1] A través del relato en espejo entre estos personajes, Horáková despliega una revisión sobre el sentido de la identidad nacional en los tiempos de crisis. Una parte superficial de la trama parece estar dirigida a cómo el encuentro entre dos mujeres de épocas distintas revela a la narradora las insuficiencias e insatisfacciones respecto a su vida personal y sentimental. Pero allí hay una excusa que deja esta cuestión sentimental en segundo plano, en el ida y vuelta de las historias se atraviesa un ensayo histórico para reflexionar sobre la relación entre lo checo y lo austríaco y el rol de Europa central a principios del siglo pasado. Entonces, Kateřina y Anežka operan sutilmente como el sístole y el diástole de ese devenir checo en la historia, de ese corazón en cuestión.
Excediendo las condiciones iniciales de las protagonistas, la inspección y evaluación de la historia de Kateřina lleva a Anežka a un aprendizaje personal. Por un lado, la novela articula las memorias de la bisabuela con las reflexiones que le producen a Anežka sobre las propias condiciones de su vida. Por ejemplo, Kateřina carece de una nostalgia real por Kozojídky, describe al pueblo rural como un sitio “plagado de dramas bíblicos” y donde el amor se sublevaba a la conveniencia económica y a la búsqueda por sumar tierras para el futuro. A pesar de crecer en un medio completamente distinto, Anežka observa que a su alrededor suceden situaciones no muy alejadas. Compara esa costumbre de Kozojídky con el trato que los padres de su novio Radek, con quien parece solo estar con él por la inercia del tiempo, le dan a su cuñada Miša, cuya familia posee tierras casualmente al lado de la familia de Radek. Kateřina disputa su identidad, habiendo vivido en Viena, Kozojídky y nunca conociendo Praga. Ella se siente checa, pero muchos de sus allegados carecen de “conciencia nacional”. Esa conciencia a su vez le resulta algo abstracta, porque esa chequidad que se enarbola en Praga, en el Teatro Nacional, en las figuras de Jan Hus y Jan Žižka dejan de lado cualquier identificación con los pueblos moravos -en palabras de Kateřina, “Praga era para nosotros una tierra desconocida, de alguna forma algo que sólo leíamos en libros”. El recorrido que Anežka realiza por los sitios y lugares históricos de Viena no solo permite que relate aspectos someros de la historia europea, sino también muestra lo difuso de la identidad checa (“la idea de que la fundación de la Primera República no haya sido recibida con aplausos antes me parecía sorprendente”), algo que resulta evidente en la crónica que ella misma hace sobre la idea de “corazón de europa”.[2] Asimismo, el viaje de superación personal e indagación en la vida de la bisabuela le muestra una dialéctica ineludible entre lo checo y lo austríaco, como lo relata en un capítulo dedicado a Božena Němcová, madre de la literatura en lengua checa y profundamente vinculada a la ciudad austríaca.
La crisis de identidad de Anežka y el espejo moral de la vida de su bisabuela Kateřina ponen en juego el corazón de Europa y la disputa entre los pueblos como una crítica a la idea de identidad monolítica y estable. La propia vida de Kateřina, la que busca a partir de su propio impulso, su propio encuentro con el amor y su rechazo al mandato de quedarse a cuidar de sus padres, implica por el contrario la visión de una identidad como lo abierto y, por fuera de la diferencias de los sucesos históricos completamente diferentes, la advertencia de la repetición, no como una condena, sino como una oportunidad.
Bibliografía
Horáková, P. (2021). Srdce Evropy. Praga: Argo.
Lucero, J. N. (2022). “Corazón de Europa: pequeña nota sobre la metáfora de la identidad checa”, Eslavia, 9. Disponible en línea: “Corazón de Europa”: pequeña nota sobre la metáfora de la identidad checa – Eslavia
Šidáková Fialová, A. (2021). “La narrativa checa posterior al año 1989”, Quimera. Revista de literatura, 450, pp. 9-12.
Notas
[1] Al respecto, cf. Lucero, 2022.
[2] Traducido en este número de Eslavia.