Omar Lobos
A fines de 2022, durante los días en que se extendió el foro de rusistas que se realizó en La Habana, Cuba, y al que fuimos invitados por MAPRIAL [Asociación Internacional de Profesores de Lengua y Literatura Rusas], tuvimos oportunidad de encontrarnos con amigos y colegas de lo que llamamos la rusística (estudios culturales rusos en general y literarios en particular) de, fundamentalmente, diversos países de América Latina: Cuba, Colombia, México, Venezuela, Uruguay. Había también por supuesto colegas rusos y, excepcionalmente, un andaluz: nuestro amigo Rafael Guzmán Tirado. Con muchos de estos amigos y amigas ya teníamos contacto e incluso intercambios profesionales, con algunos hasta habíamos alcanzado a conocernos personalmente en otras latitudes, pero lo cierto es que esta reunión en La Habana nos ha permitido estrechar aún más esos vínculos y fortalecerlos.
Entre otras cosas, decidimos aprovechar a nuestros anfitriones para que nos hablaran de la rusística en Cuba, tratándose de un país, que por cuestiones de todos conocidas, tuvo un período de al menos tres décadas de estrechas relaciones con lo que fue la Unión Soviética. Y para ello dialogamos con la traductora literaria Marcia Gasca (a quien ya hemos presentado en las páginas de Eslavia, véase https://eslavia.com.ar/marcia-gasca-cubana-tropical-rusoparlante/) y al profesor Jorge Herrera Ochoa.
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—Marcia, ¿cómo ves la rusística cubana, cómo se forjó, teniendo en cuenta la centralidad que Cuba ha tenido respecto de la Unión Soviética, la cantidad de gente que viajó a formarse allá, y la manera en que esas relaciones se continúan hoy?
MG: Bien, hay que decir que antes de la revolución la cultura rusa era prácticamente desconocida, si bien hubo rusas que vinieron a Cuba y son las fundadoras de la escuela de ballet y la escuela de canto lírico, o sea, un arte digamos un poco más elitista; pero se puede decir que las relaciones comienzan a partir de los años 60. En el caso de la literatura, lo primero que se conoció eran las traducciones que venían de España y sobre todo de Argentina, a través del ruso de los inmigrantes que había en Argentina o traducciones que se hacían allá a través del francés, no lo sé, pero hasta ahora estamos arrastrando esas traducciones. Pero lo que es en Cuba no se ha traducido un clásico a partir del ruso, se han hecho revisiones, sí, de esas primeras traducciones que llegaron aquí desde Argentina o España.
—¿Por qué creés que no se han emprendido traducciones locales teniendo tanto material humano con posibilidades, en principio, de hacerlo?
MG: Porque cuando apareció la rusística y se formó una cantidad de traductores nos dedicamos a otro tipo de literatura. Los clásicos ya estaban traducidos, de modo que no había que gastar mucho tiempo y mucho dinero en traducir Anna Karénina o a Dostoievski. Se hicieron reediciones de esas traducciones, arregladas, corregidas, se hacían cotejos con los originales o con otras traducciones, pero como tal los grandes literatos rusos aquí no se han traducido. Nosotros tradujimos mucha literatura infantil en los años 70, mucha literatura soviética, ese fue el camino que emprendieron las editoriales cubanas.
—Salgámonos de la literatura y vayamos a otro tipo de materiales, teóricos, científicos, porque la cultura implica muchas disciplinas.
MG: Por supuesto, en el caso del teatro, se tradujeron las obras de los teóricos rusos, de los pintores, como Vereshaguin, que fue el primer ruso relevante que llegó a Cuba. Y que Martí incluso habló de él. Pero antes de la revolución no había un camino, no había una carrera, no se estudiaba aquí, ruso no sabía nadie. Ya luego, a partir de la alfabetización, Fidel hace un llamado masivo a formar traductores; más bien necesitaban intérpretes, traductores técnicos, por ahí se fue el camino, por eso tampoco se hizo tanto hincapié en traducir las grandes obras, porque para eso se necesitaban traductores de gran experiencia.
—Claro, pero también había que traducir manuales, libros técnicos, científicos.
MG: Exacto, yo empecé traduciendo literatura militar. Mi primer trabajo fue en una unidad militar con especialistas rusos y literatura técnica: reparación de armamento, reparación de camiones, de cañones, es decir, literatura técnica, así que muchos traductores que se formaron fueron a trabajar a esas empresas donde los rusos fueron colaboradores: en la industria azucarera, en la industria pesquera, y mayormente en lo militar, muchos militares. Incluso muchos traductores fueron a trabajar con los militares y se graduaron como militares; allí mismo servían como traductores pero en esa línea técnica, que era la más importante. La línea editorial se crea un poquito más tarde. Lo primero que se crea es la Imprenta Nacional de Cuba, para publicar la literatura de la guerra, del socialismo, de las grandes empresas que acometió el pueblo soviético, esas obras heroicas de esa época. Eso fue lo que se tradujo, cuando no se trajeron traducciones ya preparadas que se publicaban aquí en Cuba. El nombre del traductor ni aparecía.
—Claro, era un servidor público.
MG: Pero empieza el flujo de gente que va a formarse en la Unión Soviética y eso hace que varios miles de cubanos aprendieran ruso, pues fueron a estudiar distintas especialidades y estaban obligados dominar la lengua. Imagínate que había un flujo anual de unos ochocientos o mil estudiantes a los que había que preparar; entonces se creó una facultad preparatoria de idioma, donde en su mayoría los profesores eran rusos, rusos que vivían en Cuba. Era un muy buen curso, de nueve meses, que fue el primero que pasé yo: yo aprendí todo lo que sé en esos nueve meses. Bueno, no todo, pero me marcaron. Y después de esos nueve meses te soltaban en Odessa, en Moscú, en Kaliningrado, en cualquier parte, y tú dale, a hacer una carrera. Se formó mucha gente en carreras técnicas.
—Vos te formaste en Odessa, ¿verdad? Un pequeño paréntesis: ¿qué pasaba con el ucraniano, se hablaba?
MG: En la ciudad de Odessa no se hablaba ucraniano, la gente no lo conocía. La gente del campo de Odessa sí. Mi facultad tenía una facultad de ruso y una facultad de ucraniano, y se escogía libremente en cuál entrar. Pero la que entraba en la facultad ucraniana era gente del campo, y la gente de la ciudad de Odessa o de ciudades cercanas que venían a estudiar ni siquiera conocían el ucraniano. Y en la ciudad no se hablaba en absoluto.
—Bien, entonces de ese modo se fueron formando generaciones de rusoparlantes. En Argentina, aunque también hubo mucha gente que fue a formarse a Rusia, no conservaron el idioma como sucede aquí.
MG: No no, aquí fue masivo. Desde el año 61 empezaron a ir los primeros cursos, y cuando yo fui en el año 80 era tan masivo que nosotros éramos seis mil estudiantes en la Unión Soviética, seis mil o siete mil cubanos allá.
—Y eso para la densidad demográfica de Cuba es una barbaridad.
MG: Es que, como te decía, cada año se enviaban seiscientos, setecientos estudiantes. Y es proceso duró treinta años, prácticamente.
—La carrera estaba localizada aquí en La Habana, pero también existía en otras localidades como Santiago…
MG: Había escuelas de idiomas que funcionaban en todo ese tiempo, en todos los años setenta-ochenta, que enseñaban francés, inglés, ruso, y esas escuelas daban un nivel medio, y existían en todos los pueblos: en mi pueblo existía una, que preparaba profesores, traductores, con nivel medio. En otras universidades yo no sé hasta qué punto hubo la carrera de idioma ruso; en Santiago de Cuba sí, pero no sé en Ciego de Ávila, Camagüey; eran más escuelas de idioma, donde se estudiaban cuatro o cinco idiomas, entre ellos el ruso, y entregaban un diploma de nivel medio. Eso también ayudó bastante, porque esas personas se podían insertar en algún trabajo, estos de la traducción técnica, por ejemplo.
—Bueno, en esos años nace la rusística, a través de los estudios de a lengua y la necesidad de traducir. ¿Se creó algún tipo aquí de asociación de rusistas, o de grupo de estudiantes que hacían algún tipo de trabajo específico a su regreso a la isla o cosa así?
MG: Había un trabajo organizado. Se crea el Instituto Cubano del Libro que agrupa a las principales editoriales del país, y dentro de ese instituto como estructura había un departamento de traducciones, para traducción literaria, fundamentalmente. Había traductores no solo de ruso, había traductores de inglés, traductores de alemán, traductores de polaco –porque intercambiábamos con el campo socialista completo–, y el ruso tenía un peso grande. Y ese departamento estuvo vigente dentro del Instituto del Libro como una estructura que estuvo sirviendo a todas las editoriales durante más de treinta años.
—¿Y después eso se cortó?
MG: Exacto. Al momento de la caída de la Unión Soviética inmediatamente mandaron a parar las traducciones que estábamos haciendo. Nosotros teníamos un proceso de colaboración, de coediciones, unos contratos de coediciones con la Unión Soviética: los libros se traducían aquí, se imprimían en la Unión Soviética y se traían y se vendían aquí, a precio super asequible. También había una gran entrada de libros de las editoriales soviéticas Progreso y Mir. Había un gran intercambio de profesionales, los traductores cubanos iban a la Unión Soviética y trabajaban en estas editoriales. También recibían allí una preparación, porque estaban ya en el medio, actualizaban el idioma, y eso se rompe abruptamente con la caída de la URSS. Todos los traductores nos quedamos sin trabajo, de hecho no solo los de ruso, porque eso coincidió con el Período Especial: a la caída de la Unión Soviética Cuba se desploma igual y en el sector editorial por supuesto se golpea, y se deja de traducir prácticamente de todos los idiomas, del ruso en primer lugar.
—Después de esa crisis, ¿cómo se revitaliza la rusística y aparece de nuevo la lengua en la universidad?
MG: La carrera en la universidad nunca se cerró. Batallaron esos profesores que están ahí porque la querían cerrar, profesores que aún hoy permanecen en la Facultad de Lenguas. En el ínterin le añadieron un segundo idioma, es decir, le ampliaron el perfil a la carrera. Porque el ruso se degradó moral y socialmente, en este país decías “yo soy traductora de ruso” y la gente se reía de ti. Se desplomó la categoría que tenía esa profesión, dejó de brillar, se convirtió en algo despreciable en ese momento, porque Cuba se sintió abandonada.

—Sí, además con todo lo que significó a nivel mundial el triunfo del discurso único del neoliberalismo, que cada país lo sufrió a su manera.
MG: No, pero es increíble que hasta los propios cubanos te despreciaran, “ahora no tienes trabajo”, “no tienes nada que hacer”, “ya no te sirve”, “los rusos ya no existen, mira ellos adónde fueron a parar”. Las relaciones de todo tipo, económicas, diplomáticas, se enfrían. Los rusos tenían sus propios problemas en los 90 y Cuba se sumió en el caos del llamado Período Especial, donde llegamos aquí a lo mínimo imprescindible, casi en modo de subsistencia. No había tiempo ni espacio para la literatura. Se hacía lo mínimo en las editoriales, pero traducciones no se hacían. Además ni sabíamos lo que estaba pasando en Rusia: ni teníamos contacto con ellos ni con la literatura ni con los escritores. El Goskomizdat [abreviatura de Comité Estatal de Asuntos Editoriales], que tenía una relación directa con nuestro Instituto del Libro, desaparece, entonces nosotros a quién vamos a buscar en Rusia, si no sabemos de quiénes son las editoriales ahora, quién está interesado, es decir, se perdió todo contacto. Pero se siguió batallando porque la carrera no desapareciera, porque esa rusística siguiera. Había una organización, que es GELRU (Grupo de Especialistas de Lengua Rusa), existe la asociación de traductores [Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes (ACTI)]…
—¿Y cuándo se retoman las relaciones con la propia Rusia?
MG: Alrededor del año 2009 empieza a haber un movimiento de acercamiento Cuba-Rusia a nivel de estado, y la puerta de entrada para ese acercamiento fue la Feria del Libro de La Habana de 2010. Anuncian a Rusia como país invitado de honor a la feria del libro, que es el mayor acontecimiento cultural que existe en Cuba, el más popular, el más masivo, y eso fue la ventana para el restablecimiento de las relaciones; es decir, las relaciones no se habían roto pero estaban muy frías. Entonces, el acercamiento se da a través de ese acontecimiento cultural. Viene una enorme delegación, de más de setenta escritores, vino [el poeta Evgueni] Evtushenko en ese momento, gente de la cultura, vinieron orquestas, grupos de baile, vino [el canciller Serguéi] Lavrov a la inauguración, y también estuvo Raúl [Castro]. A raíz de eso, se publica el primer libro de literatura rusa en veinte años: lo preparó Elena Shúbina, que es una importante editora y compiladora rusa, y me llamaron a mí a traducir: “¿Dónde están los traductores literarios?”. Bueno, quedaba casi yo sola, se había dispersado la gente. La carrera seguía pero con muy poquitos estudiantes, incluso hubo tres años donde no se graduó nadie, tres años donde no pudieron abrir matrícula. Entonces esa fue la nueva necesidad: al venir los rusos, al venir los escritores, la facultad recibe un impulso. Organizamos encuentros de los estudiantes con los escritores, llevamos escritores a la universidad, empezamos a remover todo aquello, vino en esa ocasión un representante de MAPRIAL [la Asociación Internacional de Profesores de Lengua y Literatura Rusas que organizó el foro 2022], del Fondo Russki Mir, de todas las editoriales, y bueno, los poquitos estudiantes que había en ese momento vinieron a trabajar como voluntarios al estand ruso, es decir, se revitalizaron todas las relaciones, hubo ya un acercamiento a nivel de estado y eso siguió. Y hasta el día de hoy la delegación rusa viene todos los años a la feria del libro, y su estand es uno de los más grandes de la feria.
—Bueno, vos hablabas del espaldarazo de 2010, pero esta reunión de MAPRIAL aquí también es un espaldarazo, porque estuvieron en el centro de atención no solo de los rusos sino de toda la rusística latinoamericana, que nos hemos congregado aquí. Lo vas a recordar dentro de diez años y vas a decir: mirá la cantidad de gente que vino, de España, de Latinoamérica, hasta de Siberia, o casi…
MG: Sí, yo la verdad me asombré de que viniera tanta gente, no me esperaba que fuera de verdad tan contundente. Y hubo un apoyo tremendo de MAPRIAL y del Fondo Russki Mir.
—¿Y el gobierno cubano esto lo conoce, lo valora? Digo, a nivel ministerios por ejemplo.
MG: Sí, claro, estuvo la viceministra de Educación en la apertura, y en todas las sesiones estuvo la representante del ministerio de Educación que se ocupa de la carrera de ruso.
—Hoy día, los egresados, los chicos y chicas que salen de la facultad, ¿a qué se abocan principalmente? ¿Dónde tienen posibilidades laborales?
MG: Tienen posibilidades en el turismo: hacer de guía, trabajar en los hoteles, en la zona de los Cayos, en Varadero.
—A ver, una interna: si bien La Habana es la capital, pero ¿están más fuertes los habaneros que los santiagueros en la rusística?
MG: No, claro que no, ellos no compiten, pero bueno, acá está la academia.
—Y a ellos les queda un poco lejos, ¿verdad? Porque esto es una isla pero es un país, es grande.
MG: Y… están a mil kilómetros. Pero bueno, como tú dices esto es un país.
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—Jorge, ¿está lejos Santiago de Cuba, madre de ciudades?
JHO: Bueno, es la segunda ciudad en importancia del país, Ciudad Heroica, bueno, ese concepto lo heredamos de los rusos [el concepto de Ciudad-Héroe fue el más alto grado de distinción, en la URSS, para las ciudades que resistieron el avance de los nazis], la ciudad-héroe de Cuba es la ciudad de Santiago de Cuba, porque básicamente los héroes de la revolución, todos fallecidos antes del triunfo, eran mis vecinos. Yo vivo en un barrio muy patriótico, porque mi difunta madre los conoció a todos, todos ellos murieron antes del triunfo de la revolución, Frank País, Josué País su hermano, por ejemplo; el parque de mi niñez fue el parque donde ellos se reunían, donde conspiraban, y la Universidad de Oriente, donde yo trabajo desde hace treinta y ocho años, es la universidad más grande de Cuba, por la cantidad de carreras que se estudian. ¿Por qué es la más grande de Cuba? Porque lo que se estudia en Santiago de Cuba en La Habana se estudia en cuatro universidades diferentes: licenciaturas en la Universidad de La Habana, las ingenierías en la Universidad Tecnológica, lo relacionado con educación en la Pedagógica y deporte en la Universidad de la Cultura Física. Las carreras de esas cuatro universidades en Santiago las tenemos todas en la Universidad de Oriente.
—Bien, ¿y en qué consistiría para vos en este momento la rusística cubana, cuáles son las semillas que hay sembradas, cuáles son las perspectivas que vos creés que hay para el desarrollo de la disciplina? Porque yo lo que he visto es que la rusística aquí está como muy centrada en el idioma, y que los egresados luego se perfilan como traductores para el turismo.
JHO: Qué decir de la rusística. A ver: en La Habana sí existe el ruso como primera lengua. Ahí ellos tienen historia, literatura, pero cuando se trata de una segunda lengua hay menos asignaturas. En la primera lengua tienen por un lado lexicología, por otro lado gramática, es decir, los estudios lingüísticos separados. En mi facultad lo que existe es el traductorado de inglés, y el ruso se enseña como segunda lengua. Lamentablemente, la rusística en Santiago de Cuba está muerta. A ver: profesores de ruso hay, pero como hemos pasado tantos y tantos años sin enseñar el ruso, las personas o bien se desmotivaron, o bien el tener que pasarse al inglés a determinadas edades para alguno fue traumático. No para mí en lo personal. Entonces un poco la rusística como tal yo no la veo en Santiago. Pero con este fórum hemos logrado encontrarnos con las personas con las que yo compartí en la década de los ochenta. Me dio mucho placer ver a muchos de ellos. Incluso ayer pedí al profesor Daniel Motola que nos incluyeran a mi colega Sergio y a mí en el GELRU. Ellos tienen reuniones en La Habana, presentan trabajos investigativos, etc. Y nosotros en eso estamos en cero. Yo, por ejemplo, debo defender mi doctorado a esta anciana edad el año que viene, porque me descuidé mucho.
—Bien, entonces el ruso en Santiago se enseña como segunda lengua. En la formación que ustedes imparten, ¿enseñan solo el idioma o además la cultura?
JHO: En una segunda lengua, que se da en el cuarto año, los estudiantes tienen que recibir en una sola asignatura los estudios lingüísticos: un poquito de gramática, un poquito de lexicología, un poquito de sintaxis. Otra asignatura sería estudios histórico-literarios. Cuando terminan segundo año, a los estudiantes se les hace un test con una serie de conocimientos culturales, de la lengua, etc., para determinar quiénes pueden ser traductores e intérpretes y quiénes no; los que no, pasan a linguodidactas, es decir, profesores e investigadores de la lengua, y esos tienen la asignatura histórico-literaria; en el caso de los traductores e intérpretes, no tienen eso. Pero fíjate a qué nivel ha estado desatendido, o bien, con poca visión de futuro el idioma ruso, que antes de la pandemia, en el 19, me convocan a que fuera a tribunal para evaluar a unas personas que se iban a presentar para hacerse guías de turismo en ruso en Santiago de Cuba. Y ahí me doy cuenta de que no se presentó nadie joven, que el 95% eran egresados de la URSS. A ver, estos egresados bien pasan de los 50 años. Entonces la delegada de turismo en Santiago, a la que le hablaron de mí, me dice: Profesor, ¿y usted por qué no pasa el curso? A ver, yo, como dice mi compañero, adoro la tiza y la pizarra, no me concibo en otro lugar; de hecho, a mí me gustan los idiomas extranjeros: yo estudié alemán, yo estudié francés en la escuela de idiomas. No los hablo porque no he tenido práctica, pero como he dirigido el departamento muchos años, me puedo sentar en una clase de alemán o de francés y entender lo que está pasando. De hecho, he tenido que evaluar clases de alemán. Pero los dos idiomas con los que yo me defiendo son el inglés y el ruso. Qué pasa. Que nosotros realmente nosotros no previmos esas cosas, bueno, no nosotros, es que se paró la enseñanza del ruso. Entonces bueno, pasé el curso, me gradué de guía de turismo en ruso; todavía no hemos podido trabajar porque vino la pandemia. Además, el problema es que Santiago de Cuba no tiene playa. Las mejores playas están en la costa norte. Santiago lo que tiene es historia, arquitectura: el castillo del Morro, que es una cosa preciosa, el centro de la ciudad, la catedral, el cementerio donde está Fidel, la ceremonia de cambio de guardia de honor, eso es lo que se explota allá, pero los rusos vienen a buscar las playas.
—¿Y no tienen ninguna clase de convenio con universidades rusas para extender certificados, para encontrar el paraguas de una universidad rusa, en tanto puede ser atractivo para los estudiantes tener un certificado de nivel internacional? También te iba a preguntar por el mundo de la traducción. Siendo que los rusos tienen espónsores como el Instituto de la Traducción, se puede acceder a subsidios; esto como para pensar y hacer que no todo el aprendizaje del ruso vaya a parar al servicio turístico.
JHO: No. Nosotros necesitamos además superarnos como profesores.
—Es que es una pena que con la tradición que han tenido la pierdan. Nosotros en Argentina no la tenemos, ni siquiera la posibilidad de una formación sistemática. Y los que nos formamos nos formamos a los ponchazos, estudiando por nuestra cuenta la lengua, luego tratando de traducir, o dar clases. Lo que tenemos de virtuoso es que después nos empezamos a juntar y a hacer cosas, pero no tenemos ni la tradición ni la formación dura en la lengua que tienen ustedes.
JHO: Yo honestamente me pongo a veces a pensar en todo lo que yo recibí. Yo estudié en la Universidad Estatal de Kazán. En la parte lingüística arrancábamos de la lengua antiguoeslava. Era tan difícil que a los cubanos nos pusieron aparte a estudiarla, y los rusos decían: el que apruebe ya puede buscar una novia. Y el que en segundo año apruebe gramática histórica ya se puede casar porque ya es filólogo. Eran las dos asignaturas más difíciles. Pero también recibí lógica formal, psicología, pedagogía, y el ciclo de marxismo leninismo, materialismo histórico, materialismo dialéctico, economía política del capitalismo, economía política del socialismo, ateísmo científico, comunismo científico, historia de la filosofía. Pero lo que no se practica se olvida. Imagina, desde el 90.
—Espero que cuando nos volvamos a ver cierto pesimismo de tu mirada haya cambiado. Yo creo que tenemos que aprovechar esta coyuntura, donde somos muchos los que estamos en la rusística y además los rusos están mirando a América Latina.
JHO: Es cierto, pero hay otro problema, y es la situación financiera del cubano. A nosotros para ir a otro país, nos tiene que invitar alguien. De otra manera es imposible.
Quizá venga a cuenta cerrar estas charlas con una última reflexión de Marcia, que pareciera señalar una barrera que la rusística cubana aún tiene que saltar para poder alcanzar una nueva plenitud:
MG: Finalmente, lo que puedes decir es que los traductores y profesionales de la rusística cubana que se formaron llevan a Rusia y al idioma ruso en el corazón, que se mueren por él hasta el día de hoy, tienen ochenta años y esa gente no se desprende, es algo que te contagia, sobre todo esos que se graduaron en los años sesenta lloran, y siguen defendiendo esos valores. Hay una añoranza, tú puedes decir la Unión Soviética no existe más, pero los que estuvieron ahí quedaron marcados para siempre.