«Sobre la pérdida», fragmento de Vasili Tiorkin

Aleksandr Tvardkovski[1]

Traducción: Eugenio López Arriazu

Se perdió la tabaquera
La busca el soldado: y nada.

Dice el soldado:
—Qué bronca.
Cuántas desgracias de pronto:
Perdí la familia. Y bueno.
Venga pues… la tabaquera.

Se extravió en alguna parte,
Se perdió sin dejar rastro.
Perdió el terreno y la casa.
Bien. Acá está… la tabaquera.

Si fuera joven al menos,
No con cuarenta cumplidos…
Perdió su pueblo querido,
Todo y más: la tabaquera.

Miró alrededor con pena:
—Me quedé como sin manos.

En la escuela muy incómoda…
Hay soldados, ya no hay niños.
No en el pupitre, en la paja,
Dura y seca como ramas.

Duerme la tropa, descansa.
Un barbudo exclama triste:
—Sin la tabaquera no tiene
Ya gusto el tabaco. ¡Muy suave!
Así es, Tiorkin, el destino.
Tiorkin:
—¿A eso llamás destino?

Eso le pasa a cualquiera
—Dijo Tiorkin al barbudo—
Más de una vez me pasó
Algo así. E igual me callo.

Se calla. Resopla muy serio.
Acá y allá se incorporan.
De la bolsa, la de lona
Saca Tiorkin su sombrero.

Un gorro simple de piel,
Ese amigo combatiente,
Que se sienta en la cabeza.
Sólo hay uno. ¿A qué dos?

—Me llevaron en un tanque
—Dijo Tiorkin—, nos la dieron.
Pero mi gorro no está,
Algo, olfateo, anda mal.

Y no es que tuviera frío,
Era tan sólo mi orgullo.
Que anda un soldado sin gorro…
Como si fuera sin cinto.

Y la muchacha me venda
Tiernamente, miedosita,
Y está claro que la chica
Es novata en esas cosas.

—¡Mi gorro, mi gorro, si no
No me voy! —Así fue.
Así grito, casi lloro,
Era muy grave la herida.

Y ella, aquella muchachita
Como si en un arrorró:
—Su gorro —dice— no está,
Venga que le doy el mío.

Agachose y me lo puso.
—No se me aflija —me dijo,
Y se pinchó la mano blanca:
Estaba yo sin afeitar.

Cuántos gorros en mi vida
Usé… no puedo contarlos,
Pero de ése hasta el olor
Era único en verdad…

—¡No ves! Pareció una señal.
—Escuché un ruido a lo lejos.
—¿Y por qué lo conservás
A ese gorro?
—Pues lo quiero.

Lo quiero como recuerdo.
Y además puedo decir
En secreto entre nosotros…
Lo guardo con un propósito.

Por si en una linda tarde
De pronto se da esta charla:
“Permítame en este encuentro
Entregarle este sombrero…”

Se incorporó el mismo Vasili
Mientras la tropa reía,
Como en un teatro, con gesto
Grave le hablaba a ella,
Que cinco palabras le dijo,
Que de muchachos como él,
En la guerra había vendado,
Quizás todo un batallón.

—Ay, pero qué discursos,
Qué decir más elocuente:
“Permítame en este encuentro…”
¿Qué tal? Y vos… la tabaquera.

—¿Y qué? Claro, el soltero
Mejor la pasa en la guerra:
Sin angustias por su hogar,
Por los hijos, por la esposa.

—¿El soltero? Exactamente.
Pegaste, hermano, en el clavo.
Pero creeme que a propósito
No me casé. ¡Ya sabía!

—¡Sabías! Para otro sería
Mejor saber de antemano,
Que cuando se va el soldado
Llega la guerra a su casa.

Que pasa como un diluvio
Por la faz de nuestra tierra
Y lo pone a hacer trincheras
A la entrada de Moscú.
¡Sabías…!

—Y vos pará.
Tampoco exageremos.
No era tanto,
Ni la mitad…
Sólo un cuarto…
Habré sabido.

—Bueno, que yo en el koljós ,
Estudié, no en la ciudad.
Mi acordeón está en el tren
Te daría, si no, una lección.

Solo dejame decirte,
Mi vecino y camarada:
¿Cuántos años van vividos?
¡Veinticinco! Y vos… la tabaquera.

Entre risas y barullo
Hurga en la paja el barbudo,
Busca a tientas y rebusca:
—Me quedé como sin manos…

—Sin tabaquera, sin duda,
No sos el mismo soldado.
Ya que es prenda militar,
Tomá la mía, ¿te va?
Aceptala, que soy bueno.
No me apena. Todo bien.
El año entrante seguro
Me regalan cinco más.

La vieja tabaquera acepta
Cual niño con chiche nuevo…

Y Vasili Tiorkin como
Recordando:
—Oye, hermano.

No es vergüenza perder la familia…
Esa no ha sido tu culpa.
Vergüenza es perder la cabeza,
Para eso está la guerra.

Extraviar la tabaquera,
Si no hay quien te la fabrique,
No digo que no: da pena,
Es duro, mas no es la muerte,
Se puede aguantar, sostener
En el puño el tabaco,
Pero a Rusia, nuestra madre,
No la podemos perder.

Nuestros abuelos e hijos,
Nuestros nietos nos lo ordenan.
¿Cuántos años van vividos?
¿Mil…? ¡Más! ¡Eso, hermano!

Cuánto quede por vivir…
Un año, o dos, o mil…
Depende de vos y yo,
¡Eso, hermano! Y vos… la tabaquera…

[1] Aleksandr Trífonovich Tvardovski (1910 – 1971) fue un poeta soviético, editor en jefe de la revista literaria Novi Mir desde 1950 hasta 1954 y desde 1958 a 1970. Durante los años 1942-1945 escribió su obra más célebre, el poemario Vasili Tiorkin, protagonizado por un soldado raso que lucha en la Gran Guerra Patria. De allí hemos seleccionado el poema arriba traducido.

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