«Vestidas para un baile en la nieve», de Monika Zgústova

Juan Francisco González Alonso

Bailar en la nieve: voces femeninas en el gúlag

En el siglo XIX, la literatura rusa funcionó como una herramienta eficaz para burlar la censura zarista. En esa misma línea «combativa», parte de la literatura del siglo XX se convierte en una forma de sobrevivir y al mismo tiempo dejar testimonio sobre los horrores del totalitarismo soviético. En ese sentido, al exponer «el otro Holocausto», la literatura memorística sobre la experiencia en los gúlags da por tierra con el destino mesiánico de Rusia «como centro universal y experiencia salvífica para Occidente», tal como fue concebido en el siglo XIX (López Arriazu, 2023: 24).

En Vestidas para un baile en la nieve (2017), Monika Zgústova (Praga, 1957), profundamente marcada por los testimonios de las mujeres prisioneras de los gúlags soviéticos que entrevista a partir del año 2008, delinea una memoria histórica, colectiva y femenina, de la época del terror estalinista. Esta compilación de experiencias individuales, cuya labor podría parecer meramente periodística e histórica, se constituye fundamentalmente como una notable obra literaria coral acerca de la voluntad y dignidad humana, y en un sentido y poético homenaje. A partir de las voces singulares pero entrelazadas de estas nueve mujeres, Zgústova postula una nueva identidad contrahegemónica de Rusia para el mundo: frente a la adversidad, el refugio en la literatura, la amistad y el amor, el bien común y la abnegación.

Vestidas para un baile en la nieve se presenta en principio como una recopilación de entrevistas a nueve mujeres que fueron prisioneras de los gúlags. La mayoría de los testimonios remiten a acontecimientos reales del pasado narrados en el tono íntimo de una primera persona (salvo tal vez el caso de Natalia Gorbaniévska, figura pública importante de la disidencia rusa de los años 60-70 que posee un tratamiento más solemne). Sin embargo, la voluntad autoral de Zgústova rebasa la simple labor compilatoria y periodística. Más allá de querer «escribir una historia muy directa, que solo les perteneciera a ellas» (Ailouti, 2017), respetar el testimonio y el color de la voz de cada una de las entrevistadas, Zgústova hace uso además de distintos recursos formales, convirtiendo esos recuerdos del gúlag en un artefacto literario que embellece esas mismas historias (al igual que esas mujeres enaltecían sus existencias a través de la poesía que memorizaban y recitaban, y los relatos que se contaban entre ellas en los campos de concentración).

Barcelona, Galaxia Gutemberg, 272 pp.
ISBN 9788417088149

Y, en ese sentido, lo primero que llama la atención es la elección de los títulos. Vestidas para un baile en la nieve prefigura la naturaleza poética del libro. Hace referencia, en un sentido literal, al primer testimonio, el de Zayara Vesiólaya que fue detenida con su vestido de baile mientras festejaba la defensa de la tesis de su hermana. En un nivel más simbólico, el título contrapone la uniformidad y el anonimato de la vestimenta harapienta del gúlag a la ensoñación de un vestido de fiesta: propone la celebración de lo humano como respuesta a la crueldad deshumanizante de los dispositivos totalitarios. A su vez, los títulos de cada capítulo llevan los nombres de distintas heroínas mitológicas y bíblicas, como, por ejemplo, «La mujer de Lot», «Penélope encarcelada», «Judith del siglo XX», sólo para nombrar algunos. Es un homenaje, como bien afirma Zgústova (Ailouti, 2017), que eleva estos testimonios desconocidos por el público a la categoría de mitos, epopeyas.

El marco narrativo que precede en cada capítulo las historias también se constituye en una gran metáfora de la experiencia del gúlag. Las entrevistas siempre se realizan en los departamentos de las entrevistadas (en Moscú, Londres y París), y se inician con una descripción del lugar que activa un paralelismo entre el espacio exterior e interior de estas viviendas y de las mujeres con el espacio y la experiencia íntima del gúlag. En algunos casos, como el de Zayara, lo exterior se presenta como un espacio gris, inerte, mientras que lo interior desborda de vitalidad y arte. Zayara vive en un departamento frente a los jruschovki, edificios diseñados como bloques de pisos uniformes, feos, sucios, malolientes y en mal estado (Zgustova, 2017: 16); pero en su departamento prima la calidez, la omnipresencia del arte con su biblioteca, sus pinturas colgadas y la música clásica que suena desde la otra habitación. Las características de ese espacio físico interior coinciden con el tono íntimo de la voz poética de Zayara. En otros casos, como el de Natalia Gorbaniévska o Valentina Iévleva, el interior de los pisos que habitan está desordenado («reina el pintoresco desorden de quien no se rompe la cabeza con la vivienda porque tiene asuntos más importantes que atender» (Zgustova, 2017: 171)) o prácticamente vacíos. Zgústova se preocupa por dejar bien evidenciado este contraste de espacios, y por transformarlo así en el leitmotiv de su libro: aunque el espacio físico exterior se presente hostil, exánime, desprovisto de todo tipo de recursos, y las mujeres prisioneras aparezcan sometidas a un sistema absurdamente cruel, las voces de las narradoras permanecerán humildes, serenas, abnegadas y desbordantes de vitalidad (Lobos: 11). Estas mujeres, en su fuero interno, van a afirmarse en la experiencia enriquecedora y trascendente del gúlag, no van a dejar que el exterior las aplaste; incluso algunas como Susanna Puchero se la van a adueñar por completo: «No puedo imaginarme mi vida sin los campos. Y más todavía: si tuviera que volver a vivir otra vida, no querría ahorrarme esta experiencia» (Zgustova, 2017: 66).

Cada mujer entrevistada posee su propio color de voz que queda registrado en el grabador de Zgústova. Y pese a que este último le permite «resolver la tensión entre la oralidad y escritura» (Piglia, 2016: 41) y captar los modos de decir de cada una de las mujeres, eso solo no le parece suficiente a la autora. Para realmente dotar a cada uno de los testimonios de su propia singularidad, Zgústova esboza artesanalmente la estructura de cada historia incorporando en su interior otros géneros narrativos y distintos procedimientos literarios. El resultado de este trabajo autoral es la composición de una obra verdaderamente polifónica, en la cual la vastedad y riqueza de los recursos literarios empleados ennoblece la experiencia de sometimiento y estrechez impuesta por el gúlag.

El caso más paradigmático es el de Zayara Vesiólaya. La diversidad de procedimientos formales empleados por Zgústova tamiza y poetiza el horror a partir de las distintas formas de lo literario. El desarrollo de la trama, de manera fluida y vivida, y el manejo de la tensión dramática, se logra a través de los diálogos y los silencios que se producen entre la protagonista y su amado Nikolái. La intimidad del trauma de la primera experiencia se traduce en el yo lírico del primer poema compuesto por Zayara (Zgustova, 2017: 21). Los registros epistolares, los testimonios históricos de otros deportados e incluso los relatos orales enmarcados como la historia de los niños y el oso, y la leyenda del Odiseo siberiano (Zgustova, 2017: 23 y 37), suman otras perspectivas, otras voces testimoniales que complementan y enriquecen el universo de Zayara.

Otra cuestión interesante en este capítulo, uno de los más productivos del libro, es la simbología detrás de la caracterización de Zayara como la mujer de Lot. Su amor por Nikolái, al que debe dejar atrás al partir de Pijtovka, queda cristalizado como una estatua de sal en la escritura de Zgústova. La literatura entonces se presenta como una forma de recuperación de las cosas perdidas o pasadas, un sumergimiento en las memorias como en un sueño proustiano («como si se despertara de un largo sueño» (Zgustova, 2017: 45)); y así lo entiende Zayara, al pedir no ser interrumpida hasta el final de su relato. Esa cristalización del amor se termina de consolidar a partir de un sistema de reminiscencias similar al que genera la frase musical de la sonata de Vinteuil en los inicios de la relación entre Swann y Odette en À la recherche du temps perdu: «Hasta el día de hoy puedo oír el Concierto para violín de Mendelssohn en mi cabeza» (Zgustova, 2017: 45). En efecto, también para Zayara, «[aquellas] representaciones de la imaginación son más vívidas [y enriquecedoras] que la realidad» (Romero, 2022: 48).

En la historia de Ela Markman, Zgústova decide incorporar las cartas que Ariadna Efrón, hija de la poeta Marina Tsvetáieva, enviara al escritor Borís Pasternak durante su segunda deportación entre 1949 y 1955 (cartas transcritas en un samizdat, propiedad de la misma Ela). La historia de Ela queda entonces mediada por el testimonio de Ariadna (que cubre las dos terceras partes del capítulo), en un juego productivo de superposición y contraste que va a proponer Zgústova con el objetivo de mostrar el «otro lado» de la experiencia del gúlag que Ela se niega a manifestarle abiertamente en la entrevista.

«–O sea que era broma lo que me ha dicho antes, que no leía a Marina Tsvetáieva.

La anciana me abraza y pone cara de esfinge, sin decir ni sí ni no» (Zgustova, 2017: 108).

Por un lado, aparece la figura de Ariadna, en la intimidad de sus cartas, como un ser desgarrado en su sufrimiento: «No podía creer que fuera yo: yo, todo esto ¡no lo puedo aguantar!» (Zgustova, 2017: 80); pero en estrecho contacto con su yo artístico: «En todo momento tengo unas ganas locas de escribir y dibujar» (Zgustova, 2027: 74). Ela, por el contrario, tiñe su relato de un tono severo y reivindicativo, poniendo mayor énfasis en la abnegación, en el compromiso y búsqueda indeclinable del bien común, y sobre todo en la experiencia como forma de superación individual frente a la adversidad:

«Y es que el gúlag, precisamente por ser terrible, es enriquecedor. Se trata de una situación límite que te lo enseña todo sobre ti misma» (Zgustova, 2017: 105).

El contraste entre ambos testimonios encubre la riqueza dialógica de Ela, en cuyo interior se debaten las fuerzas del yo lírico y del yo revolucionario. Su testimonio se inicia con un poema de su autoría y se cierra con el poema «Jardín» de Tsvetáieva. Una circularidad poética que demuestra un desgarramiento emocional entre el trauma violento de la pérdida, la mentira y la decepción propiciadas por el régimen estalinista: «hemos mirado la muerte cara a cara» (Zgustova, 2017: 96), y la necesaria búsqueda del sosiego, de una experiencia más reparadora: «No sufras ya, toma/ese jardín» (Zgustova, 2017: 107).

En las palabras iniciales del testimonio de Elena Korybut-Daszkiewicz se identifican las voces de las experiencias de gran parte de sus compañeras:

«En las condiciones extremas en las que me tocó vivir fui testigo de cómo el hombre puede aniquilar a otro hombre con un solo gesto o cómo puede salvarle la vida únicamente mirándolo con bondad» (Zgustova, 2027: 111-112).

Más allá de la singularidad individual de cada testimonio, y de la polifonía que consigue componer Zgústova con gran maestría literaria, resulta insoslayable el espíritu colectivo que se afirma capítulo a capítulo en toda la obra. Las voces se van acumulando como capas concéntricas de una única y común historia: la historia del terror estalinista y del fracaso del proyecto mesiánico de Rusia. Estas mujeres prisioneras del gúlag que han logrado sobrevivir estoica y bellamente a la tortura, a la crueldad, a la privación de la libertad, de sus afectos y de sus bienes materiales, dejan un testimonio invaluable para repensar otra identidad rusa: una Rusia que puede salvarse y salvar al mundo por el espíritu bondadoso, la abnegación y la poesía de su gente.

Bibliografía

– Ailouti, M. «Monika Zgustova: «Mi lección de la historia ya la he dado»», en El Español, https://www.elespanol.com/el-cultural/20170927/monika-zgustova-leccion-historia-dado/249976525_0.html, 2017.

– Lobos, O., «Los géneros memorísticos en Rusia: una literatura de mujeres. Memorias del GULAG». Identidad y literatura en el mundo eslavo. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2025.

– López Arriazu, E. «La idea mesiánica en Rusia». En Identidades. Ensayos de literatura eslava. Buenos Aires, Dedalus Editores, 2023.

– Piglia, R. Las tres vanguardias: Saer, Puig y Walsh. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2016.

– Romero, W., Formas de leer a Proust: Una introducción a En busca del tiempo perdido. Buenos Aires, Malba, 2022.

– Zgustova, M. Vestidas para un baile en la nieve. Barcelona, Galaxia Gutenberg, S.L., 2017.