«Utopías eslavas. Crítica y textos literarios», Lobos, Omar; López Arriazu, Eugenio (eds.)

Gerard Hofman

La utopía en la literatura eslava desde una perspectiva académica argentina

Tan pronto como me dormí, vi en mi tranquilidad el sueño del bienestar de la sociedad, reducida a tal estado como puede alcanzar la imperfección de la naturaleza. Estaba en un país de ensueño y examiné en detalle su prosperidad de ensueño.

Заснувъ нѣкогда увидѣлъ я въ успокоеніи моемъ мечтаніе благополучія общества, приведеннаго въ такое состояніе, каковаго несовершенство естества достигнуть можетъ. Былъ я въ мечтательной странѣ, и разсмотрѣлъ подробно мечтательное оныя благосостояніе.

Sumarókov

Después de que Thomas Moore denominara en 1516 a una isla inventada con el término griego “utopía”, que juega con la ambigüedad entre ou-topos (con ou como negación, por lo tanto, un lugar inexistente) y eu-topos (con eu como el bien, por lo tanto, una sociedad feliz), el mercado de libros europeo fue enriquecido con innumerables viajes a lugares ideales imaginarios, llamados utopías. Este término se puso de moda en particular durante la época de la Ilustración en el siglo XVIII. Los intelectuales del mundo eslavo no se quedaron atrás y en 1759, el conocido escritor y dramaturgo ruso Aleksandr Sumarókov escribió la primera utopía rusa “Sueño de una sociedad ideal” (Сон «Счастливое общество»), que fue el comienzo poético de una relación particular que continúa hasta el día de hoy, especialmente en la cultura y literatura rusa. Y por supuesto, es por todos conocido que Rusia también ha sido escenario de uno de los proyectos utópicos más importantes de la historia humana con la formación de la Unión Soviética a partir de la Revolución Rusa. Un experimento cuyas consecuencias aún se sienten en la vida cotidiana. El historiador británico Orlando Figes, en su famosa historia de la Revolución Rusa, indica que este proceso suscitó durante la revolución una discusión que consistió en sentimientos tanto positivos como de incertidumbre:

This, after all, was an age of Utopian optimism in the potential of science to change human life and, paradoxically at the same time, an age of profound doubt and uncertainty about the value of human life itself in the wake of the destruction of the First World War.[1]

El libro que discutimos aquí, Utopías eslavas. Crítica y textos literarios» aborda esta discusión y es un libro especial en varios aspectos. Es el primer libro que salió como resultado de un proyecto de investigación integral de la Cátedra de Literaturas Eslavas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires dirigido por los editores del libro, Eugenio López Arriazu y Omar Lobos. Además del libro, se celebró el Primer Encuentro Nacional sobre Utopías y sus Derivas en el que participaron otros departamentos de la Facultad de Filosofía y Letras, y en esta edición de Eslavia se pueden leer algunos artículos adicionales que no llegaron a aparecer en este libro.

Utopías Eslavas
Buenos Aires, UBA, 474 pp. ISBN 978-950-29-1939-3

Es un libro ambicioso que logra dar un panorama de la discusión sobre la utopía en la literatura eslava en todos sus aspectos. Existen revistas profesionales que han publicado un número «utópico», pero en general son libros específicos sobre un área lingüística-geográfica determinada, particularmente la rusa, de las cuales una de las más recientes es Russian Utopia: A Century of Revolutionary Possibilities (Utopía rusa: un siglo de posibilidades revolucionarias) del historiador estadounidense Mark Steinberg con un enfoque histórico. Sin embargo, las diferentes culturas eslavas rara vez se tratan en un solo libro, y precisamente leer artículos sobre las diversas culturas eslavas es lo que permite al lector hacer todo tipo de conexiones transversales y comparaciones, como, por ejemplo, ciertas similitudes entre la utopía-cansancio de la poeta Anna Ajmatova y Wisława Szymborska, o el autoritarismo en la vida en la Fortaleza de Alamut y la Ciudad de la Verdad de Lev Lunts.

El libro consta de 474 páginas y cuenta con 19 autores (traductores e investigadores) y 15 autores traducidos. Las primeras 250 páginas se componen de artículos en torno a la utopía desde los más diversos puntos de enfoque, la segunda parte se compone de traducciones de obras literarias rusas que nunca antes habían sido traducidas ni publicadas en Argentina y provistas de introducciones muy extensas, que son en realidad nada menos que extensiones de los artículos. El libro tiene al final pequeñas biografías de cada autor-investigador. A continuación, comentaré brevemente cada artículo manteniendo el orden del libro.

Tras una breve introducción explicando el tema del libro y los antecedentes del proyecto de investigación, Eugenio López Arriazu aborda los aspectos de género del libro Una nihilista (1884) de Sofía Kovalévskaia, una matemática importante del siglo XIX. Parece ser principalmente una crítica moderada al carácter «machista» del movimiento revolucionario.

Más que una crítica al programa revolucionario, Una nihilista (la historia de tres mujeres: mártir, autora y narradora) parece efectuar una crítica de género: un cuestionamiento al rol “masculino” y subordinado de la mujer nueva, racional y discípula. Lo que no impide a Kovalévskaia captar en la figura de la mártir, probablemente sin proponérselo, una crítica más radical a todo el programa utopista (si la leemos desde la óptica nietzscheana) (30).

El especialista en las Culturas Eslavas Meridionales Pablo Arraigada analiza dos obras, Micromega (1851) del autor esloveno Simon Jenko y Después de un millón de años (1888) del dramaturgo serbio Dragutin Ilić. Ambos autores describen un viaje a mundos de otro mundo donde viven seres superiores libres de cualquier opresión como sufrían ambos autores en sus respectivos países ocupados por los imperios Habsburgo y Otomano, respectivamente. El mundo intergaláctico tiene similitudes con un mundo paneslavo ideal.

Así, se pueden leer ambas obras desde la (anti)utopía, pero pasando por tantas otras características del amplio género utópico. Cada paso abre las puertas a un nuevo mundo, a una nación ideal, a una autonomía intergaláctica, a un sueño-anhelo de naciones de Eslavos del Sur independientes (42).

El profesor de literatura eslava Andrés Goldberg analiza el valor literario de Estrella roja (1908) de Aleksandr Bogdanov. En general, el valor literario de la mayoría de las utopías es bajo, pero esta obra tiene algunos elementos especiales, como, por ejemplo, una crítica a los intelectuales que tienen poca conexión con la vida real:

(-) si el intelecto no conecta con la verdad de lo simple y genuino, que está dada por el trabajo manual, sólo trae falsedad y fracaso (61).

La descripción de una utopía como entidad geográfica hace conexiones claras con el género literario del relato del viaje, que puede ser tanto un viaje a un país imaginario, utopía, o al planeta marte, como en Estrella Roja de Bogdanov o un viaje en el tiempo (ucronía) como en Viaje de mi hermano Alekséi al país de la Utopía Campesina (1920) de Aleksander Chaiánov. El investigador Juan Cruz De Sabato profundiza en estos mundos frágiles y difíciles de mantener y da a ambas novelas un contexto histórico que se remonta incluso a la primera novela de ciencia ficción rusa, El año 4338 de Vladímir Odóievski.

Laura Estrin examina los aspectos negativos de la utopía como un impulso hacia un pasado idealizado inexistente que forma la base de un futuro imaginario, como se predicó durante el estalinismo.

La utopía garantiza un futuro feliz, un aliento que aunque devaluado nadie quiere perder aunque no sea más que presente esperanzado que olvida su propio crédito al todo es relato y se vuelve una política literaria que detenta un discurso llamativamente simple donde la ruptura es más visible, enseñable, que la continuidad y la tradición (88).

El traductor de Dostoievski, Tolstói, Chéjov y Mandelstam, Fulvio Franchi ve una tensión entre la utopía y la nostalgia, especialmente cuando un Estado revolucionario pretende haber realizado la utopía y retrocede porque es incapaz de avanzar.

Como resultado, en un Estado que se considera revolucionario (una “utopía realizada”) aparece una tensión entre utopía y nostalgia en que esta última resulta un movimiento contrario al movimiento hacia adelante que es fundamento de la Revolución pero que con su institucionalización (cuando la Revolución se vuelve Estado) es imposición, coerción, una “utopía impuesta” (98-99).

Con un análisis del poema Ladomir (1920) del poeta futurista ruso Velimir Jlébnikov, el investigador Luis Harriet muestra que la utopía tiene aquí un fuerte carácter lingüístico en el que el lenguaje es un vehículo sujeto a fuertes cambios que son visibles en el poema. Fulvio Franchi lo definía acertadamente en su artículo anterior en el que también se menciona a Velimir Jlebnikov:

Toda construcción es lingüística. Sus obras consideradas “utopías futuristas” (“La grulla”, “Ladomir”) son utopías lingüísticas. Pero utopías en el sentido etimológico de la palabra: no lugares, o lugares no concretos. Islas inexistentes. Ni presentes ni futuros, lugares verbales, añoranzas, juegos con los recuerdos de un pasado al que no se puede volver, que se traducen, por ejemplo, en neologismos: la lengua de la nostalgia (101).

Ladomir también es especial porque es uno de los pocos poemas en que se describe una utopía que no tiene límites y es igual al universo.

La utopía, a diferencia de la obra de Tomas Moro, no estaría confinada a un sitio bien delimitado y separado del resto, sino que el lugar propuesto no tendría limites, no solo abarcaría Rusia sino también, todo el Universo (113).

Luis Harriet, junto a Jerónimo Pereyra, examina la relación del artista y la utopía en las obras de Evgueni Zamiatin, Velimir Jlébnikov y Aleksandr Chaiánov. En la utopía invertida de Zamiatin, en su novela Nosotros (1921) el artista es racional, empírico y no da emociones, en la utopía por venir (ucronia) de Chaiánov, un artista debe ser intelectual y científico al mismo tiempo, pero en la obra de Jlébnikov, el artista o, mejor, poeta es ante todo el puro creador de una nueva realidad.

Según lo mencionado en todas estas citas de Ladomir, el poeta adquiere un rol protagónico, pero su figura no es central, el poema no gira en torno a él, sino que se suma al resto de los marginados como el tísico, el campesino, la doncella, los soldados, en busca de una nueva realidad (137).

La relación entre la temática distópica de la novela Nosotros de Zamiatin y las ideas de Fiódor Dostoievski es analizada por Ilze Veinberga. Llega a la conclusión de que Zamiatin con su novela parece una respuesta al pensamiento anti utilitarista de Dostoievski, haciendo una comparación entre las ideas y la manera de actuar entre el Gran Inquisidor de los hermanos Karamázov [en la cita LHK] y el Bienhechor, el líder del Estado utópico de Nosotros.

En cierto sentido, la novela de Zamiatin, incluso, puede ser interpretada como una especie de respuesta, reacción que surge a partir de los planteos (proto-existencialistas) de Dostoievski que rechazan la idealización del carácter de la naturaleza humana, sugiriendo que tal vez sea esta el factor principal para que el mundo, ya sea ficcional o real, se convierta en un lugar distópico; quizás, el diario de D-503 sea el testimonio de ellos, los gobernados por los bienhechores, con el que habría de encontrarse el Cristo, de LHK, si hubiera de volver a la Tierra algunos siglos más tarde… (158).

 Lucía Kramer examina la relación entre la utopía y las perspectivas femeninas (Marina Tsvietáieva, Anna Ajmátova, Evgenia Ginzburg y Svetlana Alexiévich) en la Unión Soviética. En sus utopías, se trata principalmente de hacer que todo tipo de aspectos de la vida, a menudo pequeños, sean útiles y tengan sentido, como contrapeso a la muerte. Ellas sienten que tienen como única arma la pluma.

(-) la acción de escribir es la única arma disponible para combatir la imposibilidad de vivir (171).

La investigadora Trilce Ifantidis lleva al lector a la literatura checa donde analiza la obra escénica de ciencia ficción R.U.R (Robots Universales Rossum) de Karel Čapek de 1920, en la que los humajos, para quienes no hay lugar por su irracionalidad, son expulsados por los robots[2] que dominan el mundo.

Si la historia del hombre es la historia del proceso del trabajo y la negación, a través del cual el animal humano, o el Homo Sapiens había devenido humano, las obras de Čapek piensan continuidades no-humanas de la humanidad, continuidades sustentadas por la misma lógica del trabajo, desplazada a otros cuerpos, donde la máquina antropológica sigue operando sus segmentaciones (189-190).

La novela antifascista Alamut (1938) del escritor en lengua eslovena Vladímir Bartol describe la vida en una fortaleza árabe que no tiene contacto con el mundo exterior. El Estado se puede comparar con una obra arquitectónica, una catedral que está fuertemente organizada jerárquicamente. También se lo compara con una máquina en la que no hay lugar para los sentimientos individuales:

El Estado como organismo es una máquina de máquinas, los individuos que integran la totalidad (211).

Sin embargo, según la investigadora Julia Sarachu, debido a la irracionalidad de las personas, un Estado tan rígido y de base racional no parece tener un futuro positivo porque el orden es poco más que apariencia, una fachada que se erosiona constantemente desde adentro:

¿Adónde lleva esta utopía de la organización racional del mundo de la que todos formamos parte, el Estado? Probablemente a la locura: ordenados por fuera, desordenados por dentro (220).

Si la nostalgia tiene una connotación negativa en los artículos anteriores de Laura Estrin y Fulvio Franchi, este no parece ser el caso en la obra de Iván Bunin. Florencia Brunelli muestra que muchas de las descripciones físicas detalladas y a menudo sensuales de mujeres, así como las relaciones amorosas, son ejemplos del término «nostalgia reflexiva» desarrollado por la eslavista Svetlana Boym. Su importante libro El futuro de la nostalgia (2001) es citado por varios autores en este libro, en el que el contraste entre la nostalgia “reflexiva” y (en estos días muy relevante) “restauradora” tiene un lugar importante en la discusión sobre las utopías.

Entendemos por “nostalgia reflexiva” un modo de dar sentido a la perdida que se detiene en las ambivalencias del anhelo por lo perdido y el sentido de pertenencia, sin apartar las contradicciones de la modernidad y sin proteger una verdad absoluta ligada a la tradición. La nostalgia reflexiva, justamente, pone en cuestión la “verdad absoluta” y explora modos de habitar varios espacios al mismo tiempo e imaginar diferentes zonas temporales. Así, en contraposición a la “nostalgia restauradora”, basada en la identidad nacional, la “nostalgia reflexiva” se basa en la memoria social, que consiste en marcos colectivos que configuran la memoria individual, sin determinarla (Boym, 2001: 21-22) (225).

 La profesora Carolina Fabrizio escribe sobre un personaje especial de la (muy rica) literatura infantil de la Unión Soviética, el antihéroe Nadasabe (Незнайка). Este antihéroe fue creado para enseñar a los niños una forma diferente de leer, abriéndose al mundo de los adultos y la ciencia, para dаrles un mejor acceso al ideal de la utopía socialista de la Unión Soviética basada en la ciencia motivada por la evolución de los viajes espaciales.

Nadasabe, un niño travieso, encarna la posibilidad de que la infancia se vincule con la astronáutica desde un lugar espontaneo y amigable. De este modo, el terreno de la Utopía se vuelve asequible (245).

 El traductor de Gógol y Dostoievski, Omar Lobos, da un paso en la polonística con su análisis de temas anti-utópicos en la poesía de la ganadora del Premio Nobel Wisława Szymborska. Para ella, la utopía (socialista) es ante todo un lugar de aburrimiento del que es mejor huir.

ya habitamos la utopía y no
nos conforma, queremos huir de ella
(259).

La segunda parte del libro comienza con una extensa introducción del traductor y especialista en Dostoievski Alejandro González al cuento de Vladímir Odóievski Ciudad sin nombre (1839) y su influencia en las ideas de Dostoievski. El cuento de Odóievski fue a menudo publicado o traducido como una obra por separado, pero la traducción actual afortunadamente se basa en la versión incorporada en la novela «Noches Rusas» y presenta como “extra” la rica discusión posterior sobre el cuento entre los integrantes de la narración principal de la novela. El protagonista de este cuento no es una persona, sino una ciudad entera que se hunde por las consecuencias extremas del pensamiento utilitario. Este cuento y algunos otros del mismo autor son el epítome de una crítica a ciertos pensamientos filosóficos populares de principios del siglo XIX:

Odóievski intenta dilucidar la viabilidad de las abstractas ideas filosóficas mediante su representación literaria, es decir, mediante la dramatización de sus consecuencias prácticas (267).

Mientras Odóievski critica el pensamiento racional y utilitario, Dostoievski va mucho más allá y critica cualquier tendencia a imponer un determinado sistema a la sociedad.

Por otra parte, lo que en Odóievski es una crítica a la posibilidad de fundar el orden social en los principios burgueses de utilidad y beneficio, en Dostoievski se convierte en un rechazo al intento de fundar el orden social en cualquier principio abstracto (276).

Una tarde del año 2217 (1906) del desconocido escritor Nikolái D. Fiódorov, muerto joven y redescubierto por la traductora y docente de idioma ruso Valeria Korzeniewski, es una trágica historia de amor ambientada en una sociedad del futuro extremamente orientado hacia la utilidad y el progreso tecnológico. Parece ser la representación del miedo a un Estado socialista totalitario que, según el autor en el epílogo, equivale a una doctrina religiosa.

socialismo es eso, una “doctrina religiosa” (355).

En muchos sentidos, recuerda el mundo de Nosotros de Evguéni Zamiatin, que fue escrito muchos años después. La libertad es algo negativo en esta sociedad, algo que va contra la felicidad utilitaria:

—Libertad, libertad… es una palabra gastada —respondió Liuba—, estas personas dinamitan toda la sociedad, son una amenaza para la felicidad, dan más miedo que cualquier explosión… (344).

 La profesora rosarina Erica Brasca ha estudiado la obra de 10 poetas del completamente desconocido movimiento literario anarco-biocosmismo, surgido a raíz de las revoluciones rusas, y que ve en la inmortalidad y el interplanetarismo un derecho humano (15).

Sobre el brillo de las utopías en el pantano de la vida cotidiana,
Brillando, mi verso quebradizo obra con astucia,
La melancolía es martillada y la muerte olvidada,
La melancolía es una fuente para esos, para otros… (369).

 El último trabajo es la traducción del investigador y docente Julián Lescano de la obra de teatro La Ciudad de la Verdad del también tempranamente fallecido Lev Lunts, miembro de los Hermanos Serapión, un movimiento literario fundado en 1921 donde había nombres tan conocidos como Mijaíl Zóschenko, Evgueni Zamiatin, Víctor Shklovski y el dramaturgo Evgueni Shvarts, más tarde conocido por sus obras de teatro, tales como Drakon (1944) y Un milagro cotidiano (1953), probablemente inspiradas por Lunts. Con La Ciudad de la Verdad, Lunts quería cambiar el concepto de teatro dando más espacio al movimiento y a la escena que a la lectura de un texto. Lescano dice:

La obra sobresale por varios motivos: además de ser el primer drama distópico de la literatura rusa, La Ciudad de la Verdad es la expresión más acabada del intento de Lunts de contribuir a la creación de un teatro moderno, “de puro movimiento”, antirrealista y cinematográfico (409).

Como se concluye de este análisis, la riqueza de los motivos, las discusiones y los temas dificultan brindar un análisis exhaustivo de este libro. Se podría fácilmente  escribir una reseña sobre cada uno de los artículos por separado, con lo que se contribuiría muy bien al debate. Aconsejamos que todo el mundo tenga este libro en algún lugar cercano y que, de vez en cuando, relea un artículo y, de este modo, establezca nuevas conexiones dentro de este tema complejo y, para el mundo eslavo, muy relevante. Sobre todo, esperamos que el libro sea sobre todo un comienzo de más investigaciones sobre la utopía en el mundo eslavo, porque hay mucho para disfrutar que aún no ha sido registrado. Para dar un ejemplo, las distopías de Andréi Platónov o la Utopía en Rusia en el siglo XVIII.

Notas

[1] Figes, Orlando: A People’s Tragedy – A History of the Russian Revolution, London 1997, pag. 696

[2] El hermano del autor es probablemente el inventor del término «robot» que se deriva de la palabra checa «robota» (esclavo).

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