Sovretov kabinet. Residencia para traductores en Eslovenia.

Florencia Ferre

Dol pri Hrastniku – Ljubljana – Dol pri Hrastniku, diciembre de 2022

Mojca Jesenovec solía decirme que Ljubljana en diciembre tenía un encanto único. Yo siempre había estado en la ciudad en verano. Y siempre había querido estar, por aquello que decía Mojca, un mes de diciembre en este país, donde la capital se ilumina y se llena de gente para los festejos de Navidad y Año Nuevo.

Ljubljana tiene accesos a la ciudad que marcan su posición de encrucijada: por ejemplo Celovška cesta va hacia Celovec, Klagenfurt y Dolenjska cesta va hacia la región de Dolenjska o Baja Carniola; Dunajska cesta y Tržaška cesta unen Dunaj y Trst, Viena y Trieste. En medio del camino que une Viena y Trieste está la calle que une la estación de trenes, al final de la calle a Viena, con la calle que lleva al barje, al pantano al sur de la ciudad, cerca del comienzo de la calle a Trieste. Esa calle, en medio de la ciudad, se llama Slovenska cesta, la calle eslovena, y justo ahí, en diciembre, la iluminación imita una lluvia de estrellas fugaces sobre la avenida, que tiene una parte peatonal. Sobre otras calles hay cuerpos geométricos de distintos colores suspendidos en el aire y árboles salpicados de lucecitas y más y más luz cuanto más y más cerca del centro histórico, el monumento a Prešeren, el puente de tres brazos, Tromostovje, y al otro lado del río Ljubljanica, la plaza vieja y el palacio municipal. La gente pasea por la calle en la noche temprana (a las cinco de la tarde ya es noche cerrada) y está lleno de vidrieras y escaparates con copos de nieve, renos, arbolitos, todo es rojo, blanco y verde y la gente va comprando los adornos y regalos y dulces y chocolates para la Navidad y se toma de pasada un vaso de kuhano vino, vino tibio y endulzado.

Es además un mes lleno de encuentros, reuniones de fin de año, brindis. Uno de ellos fue la celebración de fin de año de la editorial Mladinska knjiga, de la que participaron muchos de los autores y autoras de esa casa editorial –autores de traducciones o de obras originales–, y muchas personas vinculadas al mundo del libro y la traducción literaria. Además, días después asistí a la presentación de la poeta y traductora checa Lenka Kuhar Daňhelová, incansable promotora de poesía (coordina el festival Stranou, traduce al checo de cuatro lenguas). De café en café, me encontré con amigas y amigos escritores, conocidas y conocidos, editoras, editores.

Este viaje a Eslovenia fue posible gracias a la Asociación de traductores literarios de Eslovenia (Društvo slovenskih književnih prevajalcev) que preside y lleva adelante con un entusiasmo y trabajo encomiables Tanja Petrič, que inauguró en el año 2021 una residencia para traductoras y traductores en Dol pri Hrastniku, un pequeño pueblito a poco más de una hora de tren de Ljubljana. El tren demora una hora en llegar hasta Hrastnik, en la región de Zasavje, es decir al otro lado del río Sava, y hay una media hora o cuarenta minutos a pie o diez minutos de autobús hasta el departamento frente a la iglesia de Dol pri Hrastniku, una mansarda alargada, con un dormitorio amplio, un living y cocina también amplios y cómodos adonde se puede recibir alguna visita sin problemas con el debido aviso a los organizadores.

La residencia incluye un pase gratuito para el autobús –atención: tiene una frecuencia muy limitada–, y el derecho a sacar libros en préstamo de la biblioteca municipal de Hrastnik.

Es un lugar ideal para alternar el trabajo intensivo en una traducción con algunas largas caminatas para despejarse, por el pueblo, por los caminos que suben a los campos vecinos –la ciudad y el campo no tiene límites definidos aquí y se alterna y entremezcla–. Rodeado de montañas bajas, con casas salpicadas en las laderas, no faltan establos con caballos, cabras pastando, prados y arboledas pero tampoco cafecitos, algún supemercado para las compras indispensables y la calma que necesitamos para sentarnos a escribir.

La presentación a la residencia exige que nos presentemos con un proyecto. En mi caso, el proyecto fue la traducción de la novela Balerina, Balerina, de Marko Sosič –escritor y director de teatro esloveno nacido como Italo Svevo en Opičine, muy cerca de Trieste–, que va a publicar la editorial Ciudad Gótica, de Rosario, en el año 2023. Se trata de una novela singular, cuya narradora es una adolescente, adulta luego, autista, de una familia pobre de las afueras de Trieste durante la década de 1960. Balerina mira el mundo desde la cocina de su casa. Asocio inevitablemente esta novela con otra, El guardián de la calle Ámsterdam, de Sergio Schmucler, en la que un chico que jamás en su vida sale de su casa ve pasar el mundo desde la calle Ámsterdam, en México D.F. Pero mientras que Balerina se pregunta quién es Tito y qué es ser partisano, Galo, el guardián, conversa en su mente con el Che.

La novedad es que este año la residencia –un modelo a imitar, una experiencia para transitar– está abierta también para traductores de y a cualquier lengua, no solo para quienes traducen del esloveno. Para quienes tengan entre manos una traducción en proceso, es una oportunidad maravillosa. Hasta el 5 de enero de 2023 está abierta la convocatoria para traductores aspirantes a la beca de residencia: https://www.dskp-drustvo.si/razpis-za-prevajalsko-rezidenco-sovretov-kabinet-2023/

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