Arina Óbuj (Sobre la autora)
Traducción: Florencia García Brunelli
—Pero no lo estropee —dice él.
Permanece de pie. No se va a ningún lado, observa.
—Aunque me parece que lo estropeará…
No habla con reproche, sino con pena. Tras guardar silencio, agrega:
—¿Acaso no está listo ya? ¿Quiere agregar negro aquí? A ver, cubra el borde con la mano. Sí, así está bien también. Pero incluso se puede dejar el blanco, hay cierto respiro en ello. Mire cómo la pintura se ha esparcido aquí, esto ya no volverá a repetirse. Es una pena pintar encima.
*
Kiril Aleksándrovich terminó la Academia Repin, pero comenzó a dar clases en la Escuela Superior Mújina. Repa y Muja.[1] Dos rivales. En la Academia Repin regía el academicismo. En Muja se promovía la libertad. De algún modo, en Kiril todo esto congeniaba: el academicismo y la libertad. Ahora le gusta más cómo se esparce y respira la pintura. Pero, por otro lado…
—Pero, por otro lado, tiene razón: si la condensa es mejor. Aunque me parece… No, usted lo ve mejor. Si así lo considera. Está bien que experimente. Pero creo que puede dejar esta hoja y tomar una nueva. ¿Qué piensa?.. De todas maneras, ¿va a continuar?
Se aleja. Por la ventana, podría decirse, se ve la tesis de Kiril Aleksándrovich, “Primavera”. Siguiendo todas las tradiciones: rigurosidad de las líneas, exactitud de las proporciones. Una primavera académica. Pero, de repente, un destello: se esparció el color esmeralda, se dejó llevar por la libertad.
Sacó un “Bien”. Porque el tema no era serio.
Los compañeros de clase retrataron la revolución, una obra en construcción, pero aquí… A ver, la primavera, un río, una muchacha… ¿Cuál es el tema?
Luego esta muchacha sería la esposa de Kiril Aleksándrovich. Y ellos tendrían a su hijo Aleksandr Kirílovich. Ese era el tema.
Kiril Aleksándrovich y Aleksandr Kirílovich. Ambos Gushin. Padre e hijo. Un artista y un artista. Un maestro de pintura y un maestro de pintura.
Uno siempre teme confundir sus nombres y patronímicos. Por eso, en cualquier caso, uno se dirige a ellos así:
—¡Disculpe! Acérquese, por favor…
*
—Bueno, ¿lo ha arreglado? Está bien, significa que está listo. Pero antes también estaba bien. No había contraste. En cambio, los medios tonos funcionaban. Tome una hoja nueva, pruebe de nuevo.
El maestro recorrió los trabajos y todo nuestro curso sacó un “Bien”.
—¡Hay que pintar! Y usted, solo aire. Veinte trabajos y ni uno solo terminado. La pintura se esparció muy bellamente, sí, pero usted no la ha ayudado. Y este espacio blanco tiene por completo otra psicología con este verde apabullante. ¡La silla y la guitarra tienen que ser una sola frase! ¡Indisoluble! ¿Entiende o no?.. —. Así hablará nuestro nuevo maestro de pintura.
Maestros habrá muchos y cada uno tendrá su “Primavera”.
—Tome una hoja nueva, pruebe de nuevo.
Tomás la hoja, abrís la caja de pinturas. Al tacto recordás cada pomo: el “Negro Humo” tiene un borde filoso y los dedos se cortan; los blancos son flacuchos, siempre se acaban. Los “Umbra” tienen un agujero en la panza; el “Rojo Cadmio” está manchado, por eso los dedos siempre tienen pintura. El “Azul de París” es un pomo panzón, bien cerrado, solo lo compro por su nombre: suena encantador, como el comienzo de un romance antiguo.
Y nuestros romances con la vida se parecen poco a los antiguos. Las tradiciones han caducado. Los contrastes están demasiado marcados. Mucha pintura negra, y había que trabajar sobre un fondo blanco.
—Pero no lo estropee. Aunque me parece que lo estropeará…
Bajo el signo de esta frase transcurrirá toda nuestra vida.
Querido Kiril Aleksándrovich, le parece bien.
Usted murió hace seis años.
Y nosotros en efecto hemos estropeado todo.
Notas
[1] En ruso, «nabo» y «mosca». [N. de la T.]