Selección de poemas de Nikolái Vaptsarov

Introducción y traducción: Pablo Arraigada

Sin dudas, Nikolái Vaptsárov se erige como uno de los símbolos en la poesía de oposición al fascismo en la Bulgaria de entreguerras y ya entrada la Segunda Guerra Mundial.

Con una formación de ingeniero naval –siguiendo el deseo de su padre, quien fue uno de los luchadores por la autonomía búlgara del yugo otomano–, deja de lado sus sueños de estudiar literatura. Tras sus años en la Escuela Marítima de Barna, viajó por el mundo (Beirut, Haifa, Estambul, Famagusta, etc.), y también fue en estos años que abrazó el marxismo. Hacia 1934, se afilia al Partido Comunista Búlgaro. En lo que quedaba de esa década, se desempeñó en distintas fábricas y trabajos, y también organizó su propio grupo literario al establecerse en Sofia en 1936. En los poetas de la filiación de Vaptsárov, había una cercanía con la poesía soviética y con la figura de Maiakovski. Fue en ese momento que se afianzaron sus ideas y temas, que lo llevarían a ser el exponente de la poesía proletaria y antifascista.

Ya en 1940, publica su libro Canciones motoras (Моторни песни). Con la Segunda Guerra Mundial como escenario, es perseguido y arrestado por sus actividades en el Partido Comunista. Un año después, pasa a dirigir las acciones subversivas para enfrentar las tropas fascistas, facilitando armas a la resistencia y participando de distintos ataques contra tropas. En marzo de 1942, es arrestado por dragar minas colocadas por las tropas alemanas. Tras algunos meses de estar en la cárcel y sufrir torturas, fue fusilado en julio de ese año. Nos ha dejado un legado en este pequeño libro que pudo publicarse y algunos poemas más que estuvieron inéditos hasta años después de su muerte. Siempre dispuesto a la lucha y a la resistencia. Así, cobra una fuerza aún mayor el poema aparecido antes de su ejecución, donde se leen los versos “La lucha es impía y cruel / la lucha, como dicen, es épica. / Yo caí. Otro me sustituirá. Eso es todo. / ¿Qué importa una persona?”

Vaptsárov 2

FE

Acá estoy – respiro,
trabajo,
vivo
y escribo versos
(como puedo).
Con la vida bajo las cejas
la miro de forma severa,
y la combato
tanto como puedo.

Con la vida estamos en lucha,
pero no pienses
que odio la vida
¡Todo lo contrario, todo lo contrario!
Incluso si muero,
a la vida con su cruel
garra de acero
igual voy a amar,
¡Igual voy a amar!

Digamos que me cuelgan
de una cuerda
y preguntan:
¿Y qué? ¿Quisieras vivir otra hora?
De inmediato voy a gritar
“¡Desátenme!
¡Desátenme!”
¡Rápido, desaten
la cuerda, villanos!

Por ella –la vida–,
haría cualquier cosa,
volaría
con una máquina de prueba por el cielo,
me montaría en un cohete
explosivo, solitario
exploraría
en el espacio
planetas
distantes.

Pero voy a sentir igualmente
un cosquilleo placentero
de ver cómo
arriba
el cielo se azulea.
Voy a sentir igualmente
el cosquilleo placentero
de que todavía vivo,
de que voy a existir aún.

Pero, digamos
que ustedes toman –¿cuánto?
un grano de trigo
de mi fe,
sollozaría entonces,
lloraría de pena,
como una herida en el corazón
de una pantera.

¿Qué quedaría
de mí entonces?
Al instante tras el robo
estaría destrozado,
e incluso más claro,
e incluso más directo –
al instante tras el robo
no sería nada.

¿Quizás querrían
que yo desvanezca
mi fe,
en días alegres,
mi fe
de que mañana
la vida va a ser más bella,
la vida va a ser más sabia?

¿Y cómo la atacarían, pregunto?
¿Con balas?
¡No! ¡Inapropiado!
¡Alto! ¡Es inútil!
Ella tiene una armadura
en mi firme pecho
y balas que perforen
mi coraza
¡no se descubrieron,
no se descubrieron!

PRIMAVERA EN LA FÁBRICA

Ella quiso entrar con el primer turno
pero el motor se burló
                         enojado:
“No se puede,
                         estoy a cargo acá,
¿Dónde vas sin permiso?
                        ¡Vamos!¡Preguntale al portero!”

Pero ella era, en cierto modo, terriblemente terca
y no le preguntó al portero.
                        Entró.
Abrió una ventana de arriba
y a escondidas del motor
                       le sacó la lengua.

Y de repente cantó una máquina.
Pero la gente
                       trabajaba toscamente.
Al enterarse de la razón secreta
el motor dijo:
                       “¡La voy a echar!”
“¿La vas a echar?”, preguntó con
                       sorna
un buen mezclador de hierro fundido
“¡Intentalo, calesita charlatana
y vamos a hacer paro por ella”.

El motor calló. Un viento trajo
de algún lado
                         una brisa caliente de humus,
una melodía – amplia y feliz
y huellas
                         de piernas
              agrietadas.

Aquellos que una vez abrieron
                         surcos
en la tierra, que resoplaron como caballos.
Y los otros, que abrieron las ventanas,
brillaban bajo
             el azulado
                         cielo.

Desde una maquinaria alguien insultó
                         groseramente.
Una muchacha cantó alegre.
Un joven le disparó
                         una mirada de amor
y ella se puso colorada.

Entonces el portero entró en silencio
y dijo:
                         “¿Quién se metió de contrabando?”
Pero él entendió, se rio culpable,
se rascó,
                          silbó bajito
                                       y paró de hablar.

RECUERDO

Yo tenía un camarada,
un buen camarada
pero… ¡Tosía feo!
Era un fogonero
que cargaba una canasta con carbón,
arrojaba cenizas
doce horas por la noche.

Recuerdo los ojos
de este fogonero.
Qué tan sedientos engullían esos ojos
todos los rayos
que por casualidad
al menos a través del hollín
se colaban en
nuestra celda.

Qué rápido nacía
esta sed febril
en primavera,
cuando hacen ruidos
las hojas del patio
en el espacio,
cuando una bandada de pájaros
cruza como una flecha.

¡Sentía
que esas pupilas ruegan,
que sufren,
que melancólicas sufren!,
¡buscaban un poco de compasión! –
hasta la primavera
hasta la próxima primavera …

Ella – la primavera obrera–
llegó hermosa:
con sol,
con un aire cálido
y rosas.
Lejos,
un aire violeta
flotaba en el cielo despejado.
Pero era oscuro por dentro,
y cuánto pesaba
la prosa rastrera.

Y entonces
la vida falló.
El motor no anda bien –
empezó a roncar sospechosamente
y …se detuvo.
No sé por qué,
quizás pueda ser
porque otro murió.

O quizás no es así.
O quizás, en su hambre
el motor esperaba una mano
que removiese en el fuego del infierno
la capa de carbón a tiempo.
Sí, puede ser eso.
No lo sé.
Pero me pareció que él,
con un tartamudeo en la voz
me preguntó aullando de dolor
“¿Dónde está el otro joven?”

Él –el otro– murió
y acá –
afuera está la primavera.
Más lejos
cruzan los pájaros el cielo
pero él no los va a ver más.

¡Qué camarada!
Un buen camarada
pero tosía feo.
Un fogonero.
Cargaba una canasta con carbón,
arrojaba cenizas
doce horas por la noche.

ROMANCE

Quiero escribir
                        hoy
                        un poema
en el que se respire
de una nueva época
el verso.
Golpeando
                        las alas
                       de un orgulloso
                       demonio,
flanquea de polo a polo
           el mundo.

¿Por qué esos gemidos?
¿Por qué la gente suspira
                        por algún frío
romance?
El romance está ahora en los motores
que cantan
bajo el cielo azul.
Y no entienden esta digna canción,
en vano
             fruncen
                          el ceño.
Usa la eterna
             alegría
                          humana
en las firmes
             alas
                         de acero.
Veo en el futuro estas
                         águilas
que rocían
             lluvia
                         de semillas.
Veo cómo
             sobrevuelan
                         sobre
los mares,
alto sobre la línea del Ecuador,
sobrevuelan los verdes campos
y sobre la nieve del Ártico.
Esto es el nuevo romance,
                        el que
nace
y se vuelve carne.
Y encarna en un avión,
una escuadra
que se esparce
desde
             el principio
                        al fin
                                del mundo.