Mercado

Goran Petrović

Introducción y traducción: César Carranza[1]

(Publicado con permiso de los derechohabientes)

El pasado 26 de enero, Goran Petrović falleció a los 63 años de edad en Belgrado. Esto significó la pérdida del escritor serbio más traducido en México, como una de las afortunadas apuestas de la editorial Sexto Piso, que, junto con Dubravka Sužnjević, traductora y amiga de Petrović, ha publicado en español varios de sus libros. Gracias a ellos Goran ha tenido una gran popularidad entre el público hispanoparlante. Especialmente en México, sus novelas han dado un toque balcánico a la selección de historias que los lectores mexicanos pueden disfrutar. Y es que, interesado por el realismo mágico latinoamericano, y máximo representante él mismo del realismo balcánico, Goran buscó constantemente metáforas nuevas para describir la realidad que no están muy lejanas de la mente latinoamericana. Siguiendo la línea de quien él llamara su maestro, Milorad Pavić, sus historias incursionaban en distintas direcciones: el sueño, el pasado, el futuro y la complejidad del mundo interior, con lo que consiguió conectar muy bien con nosotros. Asimismo reforzó su vínculo con México al  asistir en más de una ocasión a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en donde encantó a muchos lectores, incluso sin hablar ni una palabra de español, con su sencillez, buen humor y ligereza.

Libros como Atlas descrito por el cielo, La mano de la buena fortuna y El cerco de la iglesia de la Santa Salvación (todos traducidos por Sužnjević) dejaron una huella en sus lectores mexicanos, y podemos decir que México también había dejado una huella en Goran. La segunda edición de La mano de la buena fortuna (Sexto Piso, 2007) viene con un pequeño complemento de nombre Mexico.jpg, en el que el autor nos habla desde su casa presentándonos las fotos que tomó en su último viaje, algunas impresiones y sus siempre geniales metáforas para describir la realidad latina que conoció.

Tuve oportunidad de platicar con él algunas veces. En una ocasión, me confesó que tenía un código familiar con su esposa: siempre que volvía a casa de alguna presentación y ella preguntaba cómo le había ido, si él respondía “como en México”, ambos entendían que no podía haber salido mejor. Esta anécdota volvió a contarla al público en la Ciudad de México en la que sería su última visita, durante la presentación de Papel con sello de agua, una de las partes de la ahora inacabada serie de la que proyectaba al menos diez novelas más. Presento ahora un texto breve que dedicó a México, hasta ahora desconocido en español, y contenido en Navegador (Glasnik, 2017), una colección de pequeños escritos e impresiones personales de Goran Petrović, quien se convirtió para los mexicanos en, como él llamaba afectuosamente a otros, наш човек у Cрбија (nuestro hombre en Serbia).

MERCADO

Bazar en México. Allí lo llaman «mercado». Un lugar donde venden manualidades. Allí las llaman «artesanías». Cientos y cientos de puestos con figuras de cerámica útiles  y decorativas, con telas, con ropas bordadas, con «cuadros» chamánicos en relieve de hilo de lana en una capa de cera sobre una tabla, con figuritas de obsidiana, con plumas rituales, con madera, máscaras paganas de borrachos y angelitos regordetes, como recién salidos de altares católicos… Parece que allí se reúnen todos los colores que existen. Parece que no hay ninguna forma que haga falta.

Los clientes son en su mayoría extranjeros. Caminan entre los productos expuestos. Miran de cerca, pero la mayoría no entiende las diferencias. México tiene decenas de grupos étnicos. Cada uno de ellos se caracteriza por costumbres especiales, motivos especiales… Un experto puede decirle inmediatamente a uno de dónde viene tal o cual objeto, qué representan los símbolos, cuántas historias centenarias se entrelazan en un solo adorno. Para los extranjeros todo esto son souvenirs, una especie de trofeo de un viaje exótico. Para los nativos, se trata de leyendas enteras sobre el origen del mundo, historias sobre la continua lucha mítica entre el bien y el mal, la historia condensada de su tierra.

Las artesanías mexicanas se distinguen de otras por el hecho de que parece haber algo más en ellas que la mera necesidad de fabricarlas sólo para comerciar.

A los vendedores les gusta regatear. A los clientes, mucho más. Negocian febrilmente en un inglés o en un español muy simple, pero son las expresiones faciales las que lo dicen todo. En realidad, el precio se alcanza según la apreciación: por cuánto está dispuesto a vender alguien, esto es, por cuánto se está dispuesto a comprar. Sin embargo, es necesario que el vendedor sepa algunas palabras en inglés y el comprador sepa algunas palabras básicas en español.

Sin embargo, una de las mujeres, una de las que venden hilos con cuentas multicolores, collares, pulseras y pendientes, no sabe ni una palabra en inglés. Una mujer de mediana edad, vestida de colores, descalza, se encuentra junto a sus mercancías, se aproximan desconocidos, le preguntan algo, pero ella niega con la cabeza. Luego el cliente señala lo que le interesa. La mujer dice el precio, pero ahora el extraño niega con la cabeza. Simplemente parece que no pueden llegar a un acuerdo. Y esa conversación, incomprensible para ambos, se prolonga durante mucho tiempo, hasta que la mujer abre los puños y estira los brazos hacia adelante. Ambas palmas tienen escrito algo con un bolígrafo normal y corriente. Uno al lado de otro, sin ningún orden, están los números: 5, 30, 42, 7, 80, 10, 65, 85, 120, 15, 50, 12, 25… Hay decenas. Si cuentas las que están escritas en la parte interior del antebrazo, puede que haya cientos. La mujer encuentra el precio en su palma izquierda y lo muestra con el dedo índice de su mano derecha. El comprador intenta bajar el precio, señalando con el dedo índice un lugar en la palma derecha. La mujer encuentra algo entre la primera y la segunda suma. Todo el proceso se repite varias veces. El cliente duda, pero finalmente acepta.

El comercio continúa en el bazar donde se ofrecen manualidades, en el «mercado» donde se venden «artesanías». No pasa mucho tiempo, otro extraño está mirando las palmas «tatuadas» de una mujer descalza y vestida con un disfraz. Entre los números están las líneas de la palma de la mano. Una de ellas es la llamada línea de vida. Dicen que puedes hacer predicciones basadas en ella, independientemente de por cuánto alguien esté dispuesto a comprar todo y por cuánto alguien se vea obligado a venderlo todo.

2.3.2006

Notas

[1] César Carranza (Ciudad de México, 1986) es matemático por la Universidad Nacional Autónoma de México y Maestro en Ciencias Matemáticas por la Universidad de Belgrado, ha trabajado como científico de datos durante 13 años en distintos sectores como el retail, salud pública, finanzas y logística. Más allá de su formación científica, César cultiva un profundo interés por la literatura rusa y serbia desde muy temprana edad. Atraído por la belleza y profundidad de estas lenguas, ha dedicado tiempo a su estudio y traducción, realizando algunas traducciones amateur del ruso y serbio al español.