«Memorias», de Anna Grigórievna Dostoiévskaia

Ruzanna Manukyan

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue, mientras que el don de profecía cesará, el de lenguas será silenciado y el de conocimiento desaparecerá.

Biblia, 1 Corintios 13:4-8

Con esta cita de la Biblia se podría describir el matrimonio de la magnífica Anna Grigorievna con el gran genio de la literatura universal Fiódor Mijáilovich Dostoievski (en segundas nupcias). Catorce años de vida en común llenos de dificultades: muerte de dos hijos, deudas contraídas durante años, vida en el extranjero sin poder volver a la querida patria… Varios hechos que sólo hicieron reforzar aún más los sentimientos de dos personas tan distintas.

Por primera vez el lector hispanohablante tiene la posibilidad de leer en versión íntegra las memorias de Anna Grigorievna, la mujer que se convirtió en amor eterno y fiel protectora de Fiódor Dostoyevski. Este libro, editado por Hermida Editores, cuenta con una traducción del ruso impecable, realizada por Alejandro Ariel González.

Обложка3
Madrid, Hermida Editores, 894 pp. ISBN 978-84-125519-4-5

El libro empieza con un prólogo muy valioso de los editores de la edición rusa, en el que nos cuentan cómo Anna decidió escribirlas y por qué. Por desgracia, estas memorias quedaron inconclusas por el fallecimiento de Anna, que dejó los archivos del manuscrito sin orden ni capítulos. Anna nunca sabría que sus memorias llegarían a ser publicadas. En esta edición, los editores han puesto capítulos para facilitar la lectura. El trabajo colosal de Anna, ayudado por los editores, finalmente verá la luz, aunque muchos años después de su muerte.

Los primeros capítulos de las memorias nos cuentan un poco sobre la vida de Anna y su familia, cómo se conocieron sus padres (entre quienes curiosamente también había una diferencia grande de edad), su nacimiento y su infancia. Componen un buen retrato de las costumbres y tradiciones de la sociedad rusa del siglo XIX. En ellos también leemos sobre su repentino deseo de ingresar en un monasterio, un hecho que ayuda a comprender mejor su forma de ver la vida y la lealtad que profesó a su marido, quien fue para ella una especie de Dios al que servir. Todo hasta llegar al “día más feliz de su vida”, cuando conoció a Fiódor Mijáilovich Dostoyevski.

Nací el 30 de agosto de 1846 en uno de esos hermosos días de otoño que suelen llamarse veranillo de San Juan.

Anna nació en San Petersburgo en 1846 en la familia de Grigori Ivánovich Snitkin, un pequeño funcionario en palacio. Era un hombre culto y gracias a él Anna heredó la pasión por la literatura. Anna, al igual que su padre, admiraba las obras de Dostoievski. Fue educada en el instituto Mariinski y después en la escuela pedagógica Vichnegradski. En abril de 1866 muere su padre y Anna se ve obligada a aprender a gestionar el patrimonio que éste les dejó a su madre y a ella. Esta experiencia de gestionar las finanzas le ayudará más adelante a mejorar la situación económica de Fiódor Mijáilovich, que casi toda su vida estuvo endeudado. Aunque le costaría diez años, al fin pudo liberar a su marido de todas las deudas que pesaban sobre él.

Anna y Fiódor se conocieron por motivos laborales, se puede decir que la suya es la primera historia de amor en el trabajo. Dostoyevski la contrató como estenografista y de esa manera consiguió escribir la novela El jugador en tan solo 26 días. Estaba muy agradecido con Anna y le dijo que sin ella no lo hubiera conseguido. Le gustó tanto trabajar con ella que le propuso seguir colaborando, que le ayudara a terminar Crimen y castigo, novela que había estado publicando por partes sin lograr aún concluirla. Así empezó la historia de una unión que duró hasta el final de los días del gran escritor. Con la recreación de la ingeniosa y novelística conversación entre Fiódor y Anna, la autora nos muestra cómo Fiódor supo que su amor era igualmente correspondido:

ngase por un momento en su lugar ―añadió con voz trémula―. Imagínese que ese artista fuera yo, que fuera yo quien le declarara mi amor y le pidiera ser mi esposa. game, ¿qué respondería usted? []

¡Le respondería que lo amo y que lo amaré toda la vida!

No referiré las palabras tiernas y llenas de amor que me dijo en aquellos momentos inolvidables; son sagradas para mí…

Decidieron casarse el 15 de febrero de 1867 en la gran catedral de la Trinidad en presencia de numerosos amigos.

El 14 de abril de 1867 abandonan San Petersburgo y se dirigen a Dresde. En principio, iban a pasar tres meses de viaje, pero se acabaron quedando poco más de cuatro años. Era la primera visita de Anna al extranjero. Decidió llevar un diario en el que describe todos los días con detalles. Su diario es una enorme fuente sobre la vida de la pareja esos años. Dostoievski no escribía un diario y gracias a los apuntes de Anna ahora sabemos lo mucho que sufrieron en el extranjero, aunque también tuvieron sus minutos de felicidad: fue allí donde, gracias al apoyo de Anna, Dostoievski consiguió curarse de su ludopatía y también donde fueron padres por primera vez.

En 1883, dos años después de la muerte de Dostoievski, uno de sus amigos cercanos, N. N. Strajov, en una carta a Lev Tolstói acusó al autor de Los demonios de haber cometido el grave “pecado de Stavroguin” (éste consiste en violación de una niña de once años, quien a consecuen­cia de ello se ahorca). Fue un golpe terrible e inesperado para Anna Grigorievna, que había dedicado toda su vida a conservar la obra y la memoria póstuma de su marido:

No puedo salir de la depresión que me ha causado la calumnia de Strajov. Esto se ha convertido para mí en una suerte de pesadilla […]. Quisiera repetir a todos lo que respondí a Lev Tolstói cuando me preguntó “¿Qué clase de hombre era Dostoyevski?. Era el hombre más bueno, tierno, inteligente y generoso que jamás he conocido” ―respondí yo―.

Y así nació este libro, que una vez más demuestra el carácter de Anna. Ella decidió no contestar a Strajov en caliente, sino construyendo “una respuesta empírica, lógica, emocional y convincente en defensa de su difunto esposo”.

Estas memorias son un entretejido asombroso de recuerdos y pensamientos de la autora que dedicó toda su vida al servicio de su marido. En sus propias palabras:

Los sentimientos hay que tratarlos con cuidado para no dañarlos. En la vida no hay nada más valioso que el amor. Hay que perdonar más, buscar la culpa en sí mismo y limar las asperezas en el otro. Elegir un dios de una vez y para siempre, irrevocablemente, y servirlo durante toda la vida.

Anna se convirtió en el ángel de la guarda de Fiódor Mijáilovich. Junto a ella escribió sus novelas más épicas. En su lecho de muerte le dijo unas palabras que transmiten todo el amor casi divino que les unía, amor que descubriréis al leer estas magníficas Memorias.