«Las reglas del filósofo Jacobo», de Pável Guelman

Daniela Arias Barragán

En palabras de Pavel Guelman, autor de Las reglas del filósofo Jacobo, recientemente publicado por la editorial colombiana independiente Poklonka y traducido por Alejandro Ariel González, “el privilegio de la profesión de los filósofos es que les permite reflexionar sobre prácticamente todo. El filósofo puede convertir cualquier tema en filosofía. Jacobo aprovecha ese privilegio en su totalidad. Este es un libro sobre la libertad; la libertad de pensar en lo que sea y como se prefiera; de fiarse de la autoridad, de destruirla o esquivarla; de tener una opinión propia sobre cualquier cosa y no tener miedo de parecer un tonto”.

La libertad del filósofo Jacobo se contagia al lector, que puede dar rienda suelta a sus ideas, aunque parezcan absurdas, y poner en un mismo lugar reflexiones profundas sobre la existencia y pensamientos fugaces sobre la cotidianidad, como el pago de los servicios públicos o el clima. El lector, que puede encontrar un eco a sus propias contradicciones en las del filósofo, es libre también de adentrarse en los pensamientos del protagonista desde cualquier punto, sin seguir una estructura narrativa lineal. El libro de Guelman nos ofrece una experiencia de lectura dinámica y divertida en la que se mezclan la ligereza, el humor, la ironía y la voluntad de reflexionar sobre cada pequeño aspecto de la vida. De la misma manera, nos anima a burlarnos de nosotros mismos y no tomarnos demasiado en serio las conclusiones a las que podamos llegar.

Guelman
Bogotá, Poklonka Editores, 214 pp. ISBN 978-958-52698-5-9

Las reglas del filósofo Jacobo es el primero de dos libros que recogen las breves reflexiones de este personaje y, también, las curiosas situaciones en las que resulta involucrado. Tan interesante como estos textos cortos es la manera como apareció el filósofo Jacobo, quien había tenido una gran acogida incluso antes de la primera edición del libro. Guelman comenzó a publicar historias sobre él en Facebook y en el curso de un año ganaron popularidad entre una gran cantidad de personas. El hecho de que el proyecto surgiera en el mundo virtual y permitiera una interacción con los lectores contribuyó a que el filósofo se convirtiera para ellos en un personaje cercano.

Una vez superados los cien textos, el autor los envió al artista ruso Konstantín Batynkov quien creó las ilustraciones que se convertirían en parte esencial de la obra. Él mismo se refiere a su libro —que además de la presente traducción al español fue traducido al italiano y al alemán— como un pequeño museo. La colaboración entre Guelman y Batynkov resultó tan fructífera que realizaron juntos la exposición “Héroes y mitos”, un proyecto basado en imaginar e ilustrar encuentros inusuales, como una cena entre la poeta Ajmátova y Rasputin, o a personajes reconocidos en entornos poco convencionales, como Solzhenitsyn perdiendo su nobel de literatura en un casino en Monte Carlo.

Guelman, quien comenzó su carrera profesional como dramaturgo y tiene una amplia trayectoria como guionista, construye su obra y da forma al carácter del filósofo y los personajes que lo acompañan con textos que no pueden definirse con una sola palabra, pero que comparten rasgos con los aforismos, las sentencias, los proverbios, las ocurrencias y lo que en ruso se denomina anekdoty (анекдоты). Si bien en muchos lugares del mundo son comunes los chistes o relatos cortos sobre algún suceso curioso que resulta divertido porque concluye de manera ingeniosa e inesperada, las anekdoty son especialmente populares en el humor ruso. Por lo general hacen referencia a circunstancias y personajes ya conocidos por el hablante ruso, y se caracterizan por los juegos de palabras, el sarcasmo y diversas alusiones, sin que necesariamente causen risa. La narración de anekdoty incluso se ha identificado como parte de la cultura lingüística rusa. No se trata simplemente de chistes, sino de relatos que pueden usar la paradoja, los disparates, la repetición, el absurdo y la insinuación. A veces las personas no narran la historia completa, sino solo el final, y quienes escuchan saben a qué anekdot se refieren y con qué objetivo la cuentan.

En muchas anekdoty es importante la entonación, la mímica y los gestos, detalles que agregan un carácter visual a la narración. También por eso tiene sentido que las ilustraciones de Batynkov funcionen tan bien con los textos de Guelman. La calidez con que fue recibido el filósofo tiene que ver con ese contexto y da cuenta de una relación particular con el humor que es difícil de comunicar cuando se lleva a un personaje a lectores de otra cultura. Sin embargo, ante los desafíos que implica traducir el humor, Alejandro González logra presentar ese mundo de tal modo que no se percibe ningún obstáculo para comprender su comicidad. El filósofo Jacobo encuentra fácilmente un lugar entre el público latinoamericano al que no le resulta para nada extraña la figura del intelectual marginado o venido a menos, que se caracteriza por su irreverencia y que crea su propia moral para enfrentar la vida. Además, ver el humor en lo absurdo de la realidad es algo con lo que estamos bastante familiarizados en Latinoamérica.

Si volvemos al tema de la estructura del texto, a su carácter no lineal y al modo en que invita al lector a decidir su propio camino de lectura, es interesante notar que la fragmentariedad no le impide al autor otorgarles a los personajes rasgos de carácter bien formados. El lector logra construir una imagen clara de la vida personal y social, los problemas y preocupaciones de Jacobo, de su personalidad y su relación con otros personajes. Nos encontramos con un “filósofo bufón” que sobrevive a punta de los préstamos que le hace su empleada doméstica —que está en secreto enamorada de él y edita sin permiso sus artículos académicos— y de trabajos pequeños y extraños como explicarle el concepto de ser en Heidegger a una anciana. Unos días el público de sus geniales reflexiones sobre la necesidad de ser útil a la humanidad resulta ser una fila de personas en el supermercado y otros pelea por la interpretación de la doctrina de Marco Aurelio y sobre el significado del amor con su enamorada, la filósofa Agapita, quien se especializa en la cuestión de cómo despertar la conciencia moral en los gatos.

Si bien las historias breves están conectadas entre sí en la medida en que presentan un panorama del mundo interior y social de Jacobo, llaman la atención varios detalles de la estructura fragmentaria del libro. Por un lado, le da al autor la libertad de agregar tantas ramificaciones narrativas como desee sin forzar el argumento y, por otro, es una estructura que se corresponde con el temperamento y la manera de razonar del personaje. No se trata únicamente de que el autor juegue con las sentencias y las anekdoty, sino que estas formas tienen relación con la esencia misma del filósofo. El hecho mismo de combinar varios estilos sin entregarse de lleno a uno solo es afín a un personaje que sabe que no pertenece en realidad a ningún círculo. A pesar de que en ocasiones sueña con alcanzar la fama y quiere que lo reconozca la comunidad de filósofos, él se encuentra muy bien en el margen. Algunas veces se toma en serio ciertos preceptos intelectuales y otras se burla de ellos, poniéndolos del todo a su disposición. Es justamente desde esa distancia que lanza de modo inesperado sus reflexiones sabias y paradójicas.

A los personajes que acuden a Jacobo esperando que les revele alguna verdad trascendental, él les responde con algún comentario irónico y sorpresivo. Así, se hace menos pesada la búsqueda de respuestas que tanto a él como a quienes están a su alrededor se les escapan. Si bien nos encontramos con las “reglas” de este singular filósofo, lo cierto es que él no se suscribe a ninguna, sino que busca libremente diversas posibilidades. La distancia y la libertad para reflexionar son lo que le permiten al filósofo Jacobo tener una perspectiva tan particular sobre su realidad. Para concluir podemos decir que este libro invita al lector latinoamericano a detenerse en sus propias reflexiones filosóficas para luego ironizar sobre ellas y también le presenta la oportunidad de conocer aspectos interesantes del humor en la cultura rusa, una faceta que no se suele mencionar cuando se habla de la literatura de este país.

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