Pablo Arraigada
Nadie publicará mis poemas.
Nadie los leerá.
Son peligrosos ̶
despiertan bajos instintos,
pervierten el espíritu.
(Como dice
el que aparecerá al final).
Son en especial perniciosos para los niños.
Y los adultos.
K. Pavlov
En una primera parte de este artículo, se hablaba de la aparición de las vanguardias y los cambios que tuvieron lugar en la Bulgaria independiente, sobre todo en el período de entreguerras. Se había dejado la cuestión en la figura de G. Milev, quien ha sido uno de los nombres más representativos de ese momento histórico.
Para esta continuación, la propuesta parte de un punto cercano a la anterior: un mayor foco en la literatura traducida al español, puntualmente la poesía. Dado que es un poco aburrido sólo dar un listado de nombres, la idea para esta segunda parte es focalizar en ciertos conceptos clave para pensar el siglo XX y XXI en el territorio búlgaro. A través de estas ideas, se ponen en escena las voces que se oyeron (y las que no) a lo largo de estos cien años. No son cuestiones independientes, muchas veces unas y otras se rozaron, se vincularon e hicieron a la cultura y la poesía del país. Por ese motivo, pensar en lo que ocurría desde el período de entre guerras y la cuestión judía o el peso en la conciencia de clases en artistas –que debían inculcarla en sus lectores−, así como la poética de las mujeres o el rol cultural de los disidentes, van a pensarse a lo largo de estos párrafos, para traer como cierre las voces contemporáneas.
La literatura al servicio del partido y del pueblo
Tras haber quedado en los valientes poetas búlgaros y la exaltación a su compromiso con los pueblos y la resistencia, la primera parte de esta nota había quedado en boca de G. Milev. Ahora bien, es importante ver que pasó a partir de ahí, y también cómo ha sido el eco en sus contemporáneos en la esfera artística.
Tras lo que fue el golpe de Tsankov, que fue aprobado por Boris III, hubo intentos de nuevos levantamientos, pero la situación con Macedonia y la prohibición y persecución del Partido Comunista no les permitió reaparecer en escena hasta 1927, cuando el control del gobierno ya estaba bajo las manos de Andrej Liapčev (Curtis, 1992, pp. 36-37). Los conflictos políticos (inter)nacionales se continuaron con el IMRO y con Yugoslavia, y todo se agravó con la crisis económico-política de 1929. No es la intención profundizar en la década del ’30, cuando se asientan las ideas de derecha y con apoyo italiano en el territorio y se conforma el primer partido abiertamente fascista, creado por… Tsankov, así es. Y posteriormente, el zar Boris III, quien fue una figura central en la política de su país, e incluso porque durante la Segunda Guerra Mundial apoyaría a las fuerzas alemanas, pero no por eso iba a generar un conflicto real con Rusia (Curtis, 1992, p. 41)
Es tiempo de volver a la poesía, para no dejarla relegada a la historia. Durante la década del ’20 y del ’30, son muchos los nombres que rondan y muestran otra forma de comprometerse con su tiempo y su sociedad. Atanas Dalčev fue un poeta relevante de ese período y desde la narrativa se puede hablar de Dimitar Dimov y Svetoslav Minkov, pero las obras que mejor marcaron lo social, lo moderno y el aspecto proletario en esos años fueron las del ya mencionado Geo Milev, junto a Hristo Smirnenski y Nikolái Vaptsarov. Smirnenski nació a finales del siglo XIX y se abrió camino en el nuevo siglo. Su familia casi no tenía recursos y sufrió las consecuencias de las Guerras Balcánicas ya que era originario de Kukuš (hoy Kilkis, Grecia), territorio que pasó a manos griegas en la guerra y fue incendiado. Lo trágico, la guerra, es un tema recurrente en sus poemas, ya que él debió dejar su lugar de origen, trasladarse con su familia a Sofía, y podemos ver ese clima en su libro más icónico, ¡Que haya día! En el poema del mismo nombre nos dice “Negra es la noche y siniestra, / la noche es helada como la muerte. / En el pecho desgarrado de la tierra” (Да бъде ден! – ¡Que haya día!)[1]. Ese poema sigue relatando lo que se sufre al haber un conflicto, pero ante esto los padres le dan una oportunidad y logran que vaya a una escuela técnica. Sus primeros textos aparecen en una revista literaria, donde comienza a usar el nombre Smirnenski –su nombre real era Hristo Dimitrov Izmirliev–, y luego entra como cadete en la Escuela Militar, por lo que se vio involucrado en la Primera Guerra Mundial. Su tono humorístico y las situaciones que se viven, como la Revolución Rusa y la crueldad de las tropas búlgaras con aquellos que se levantan en huelgas, lo llevaron a abandonar la vida militar y produjeron problemas en su familia y en su vida personal.
En 1919 empieza a publicar en periódicos del Partido Comunista y su tono de humor pasa a tener una carga social. Pasa a ser un poeta comprometido con el proletariado y en 1920 pasa a ser miembro de la Liga de Comunistas Búlgaros, para luego entrar al Partido. En esos años, aparecen muchos de sus poemas más conocidos y comprometidos, como “Proletario” y “Nosotros”, que dejo a continuación:
Todos somos hijos de la madre tierra,
aunque su pecho no nos amamante,
en la vertiginosa órbita del camino terrenal,
ansiando luz, nos disolvemos en la oscuridad:
nosotros, pobres hijos de la madre tierra.
Azotan látigos, nos pesa la opresión
y la ley esclava del metal amarillo;
en la escasez crecemos, de penas morimos
rociando en nuestro camino lágrimas y sangriento sudor:
nosotros, pálidos mortales – nacidos a la vida.
Pero somos océano de llamaradas,
épica marcha hacia cumbres de luz;
En nuestros corazones late el universo,
la vida se aferra a nuestros hombros,
pero somos océano de gemidos.
Somos eternos creadores de riqueza terrenal,
pero contra su pecho frío nos sofoca la pobreza.
Bajo las negras alas de la muerte acechante
inclinamos las frentes coronadas de espinas:
nosotros, eternos creadores, agotados luchadores.
¡Pero se acerca el día del Juicio! Sobre la madre Tierra
un huracán se cierne y en su atronador
reclamo se funden odio y amor
y la madre Tierra se estremece,
aplasta el pecado, zafada de la vergüenza.
Batallando en la esclava oscuridad
un océano de rebeldía se alza rugiendo
pues se desborda nuestra sagrada ira
y su grito en miles de voces truena:
¡Nosotros los hijos de la madre tierra!
(Traducción de Marco Vidal González)
En 1922 sale su segundo libro, publicado por el Partido y donde se muestra su consumación poética, un artista con un trabajo con el que estaba socialmente comprometido, un modelo para una nueva clase social y estética, y cuyo trabajo era un modelo de la cultura búlgara. H. Smirnenski fue más allá del mero compromiso político e ideológico y mostró una humanidad desinteresada y ferviente, en sus poemas hay una búsqueda del sueño de felicidad de los seres humanos, idea que va de la mano y fue una inspiración para millones de personas, que así se levantaron contra la injusticia social. Smirnenski le cantó al anhelo de felicidad y amor eterno al pueblo, aunque su salud no le permitió continuar con eso por mucho más tiempo. Muy deteriorado, falleció a corta edad, en 1923, a causa de una tuberculosis.
H. Smirnenski fue un contemporáneo a G. Milev, pero hubo alguien que se crio con la obra de estos poetas, y va a ser la tercera voz a tener en cuenta de este período de entreguerras. No me voy a detener en la biografía de N. Vaptsarov, ya que pueden encontrar esos datos en la selección de poemas que traduje para la edición anterior. “Acá estoy – respiro, / trabajo, / vivo / y escribo versos / (como puedo)” son los versos con los que abre su libro Poemas motores, y muestran ese tono de los trabajadores, los proletarios, junto a la idea de darlo todo por eso. Vaptsarov fue un símbolo y un referente, en vida y tras su muerte; si uno piensa incluso en abandonar los vicios y las malas costumbres, como el tabaco, hábito que él detestaba y que sobre el que el Partido planteaba una idea de abstinencia, de purificación (Neuburger, 2013, p. 101). A lo largo de su libro, aparecen distintos obreros, en sus fábricas, en sus lugares de trabajo, hay camaradas vivos, hay camaradas enfermos y camaradas muertos. Su literatura se volvió un arma para la crítica política y social, algo que debía convertirse en instrumento de concientización de las masas. De la literatura se esperaba que representara la voz de los pobres, humillados y vencidos. La poesía búlgara de las primeras cuatro décadas del siglo XX cumplió esta tarea de una forma contundente, vigorosa, experimental en la forma, muy innovadora y vital. Y Nikolái Vaptsarov fue el broche de oro para esto, por lo que se cierra esta sección no con los poemas de su libro, sino con uno de los poemas que dejó poco antes de su muerte. En julio de 1942, luego de ser capturado, el combatiente y poeta iba a ser fusilado. Antes de su muerte, dejó un poema a su mujer, una excelente muestra de amor, pero también del sacrificio por el bien común, y un segundo poema que transcribo debajo:
La lucha es impía y cruel.
La lucha, como dicen, es épica.
Yo caí. Otro me sustituirá. Eso es todo.
¿Qué importa una persona?
Fusilamiento, y después, gusanos.
Es tan simple y lógico.
¡Pero en la tempestad volveremos a estar contigo
Porque te amamos, pueblo mío!
(Vela, R. y Stoyanov, R., 1984, p. 77)
Sólo creo en la miseria silenciosa
De la mano a lo que se acaba de ver, entra otro tema importante como el de la cuestión judía. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se solía asociar, en el imaginario búlgaro, al judío con el héroe antifascista. No se van a volcar los vastos ejemplos de la narrativa y la representación del judío en esta época, pero hay que pensar, igualmente, en un importante cambio de paradigma: así como Ivan Vazov había planteado una imagen negativa alrededor de la reina Teodora, esa imagen va a ser recuperada por un poeta, Kamen Zidarov. Este poeta, en su obra de teatro sobre el zar Iván Šišman, engrandece a Teodora, le da otras facultades heroicas, y debe pensarse eso de la mano de la reivindicación de la cultura judía en el país balcánico. Otros poetas lograron ser reconocidos y recordados por su origen judío, como por ejemplo Simčo Isakov y Leo Cohen, autor de versos como “Mi pueblo” y “Poesía y vida”, textos que muestran la fortaleza y resistencia. Otro nombre propio importante es el de Valeri Petrov, cuyos poemas (y también obras teatrales) lo pusieron en el mapa de las letras búlgaras del siglo XX. A continuación, un intento de traducción de un poema de este autor, para poder conocerlo mejor
Un grito desde la infancia
¿Por qué tiene que venir ahora mismo a preocuparme?
Este llanto repentino, estridente y onírico
de niños gritando “¡Valeri! ¡Valeri!”
¿En la calle cercana?
No es para mí, ese llamado de una infancia lejana;
¡Ay, ya no es para mí!
Llaman ahora a otra persona, mi pequeña.
A un tocayo que vive al lado.
Aunque tales disturbios, debo admitir,
son preocupantes para mi línea de pensamiento,
me guardo mis sentimientos para mí, por eso
sería cómico, ¿no lo creés?
Si desde su alto y estudioso retiro
un anciano demacrado se asomó para decir:
“No puedo salir” a los niños en la calle,
«No tengo permitido jugar».
Los que no pueden salir, los que se guardan los sentimientos. Los que no tienen permitido jugar, hacer, etc. Este poema muestra una voz que no tenía lugar, que no podía mostrarse hasta ese momento. Por eso voy a plantearla a continuación de la mano de las mujeres y los disidentes. Cada uno busca poder tener voz, y por eso cierro con los versos de David Ovadia, un poeta íntimamente ligado a la resistencia antifascista, y su poema “Creo en el amor silencioso”: “Sin palabras, sin bellas promesas, /sin reproches, sin labios apretados, /solo creo en la miseria silenciosa, /en la sofocada pasión de la sangre.”
Ni siquiera estoy segura de quién soy
A lo largo de la primera mitad del siglo XX, los cambios sociales, políticos, económicos y culturales fueron numerosos. Más allá del proceso que se dio en la dicotomía fascismo-comunismo, que llevó a la llegada de la Bulgaria socialista tras la Segunda Guerra Mundial, hubo numerosos actores –y actoras – sociales que aparecieron en la escena búlgara. En este apartado, quiero detenerme en la poética femenina que aparece a lo largo del siglo. Ya he nombrado en la primera parte de este artículo el caso de Dora Gabe, por lo que el enfoque va a estar en un material teórico que la recupera a ella junto a otras grandes poetas de estos tiempos. Miglena Nikolchina (Harper M. y Kambourov D., 2020, pp. 230-232) refiere a una primera generación que se podría llamar “de la feminidad mítica”, de la generosidad amorosa, de identificación homoerótica con la madre, de sensualidad feliz y generosa (Dora Gabe y Elisaveta Bagryana son las principales exponentes). Y continúa hablando de una segunda generación, la de las tomboys, para las que mantengo ese término en lengua original, porque no he podido hallar una palabra que represente la idea de mujer masculinizada sin caer en esto como algo negativo. La teórica presenta la carga en el término, el calvario que es ser percibida como un par entre otros hombres, pero a su vez, cómo esto es motivo de aceptación (el ejemplo de este grupo es Blaga Dimitrova). Por último, una tercera generación, que presenta a las supermujeres, donde se desdibujan los rasgos de feminidad y de lo femenino. Sin embargo, es una categoría difícil porque no suelen identificarse en esa categoría. En esta denominación, se logra un acercamiento a las ideas comunistas de antaño, que buscaban acabar con la desigualdad de género. Es un punto de partida abordar estas tres generaciones, que van de la mano de lo temporal en sí y que también aparece en la obra de la teórica:
La poesía femenina búlgara está inscrita en la “historia” del “monumental” tiempo de las mujeres (en términos de Julia Kristeva). Es el tiempo de los grandes ciclos, de cambios lentos, de conservadurismo estilístico, de distancia irónica del alboroto político (la “eterna ironía de la comunidad” de Hegel), de la “feminidad eterna” — una cronología circular y paradójica, marcada por cadencias y vórtices. La intersección de estos dos órdenes temporales se plasma en una historia específica de la literatura femenina búlgara a través de la escritura, pero también a través de las biografías de las dos “primeras” mujeres — poeta Dora Gabe (1886-1983) y Elisaveta Bagryana (1893–1991). Debido a su longevidad, Gabe y Bagryana constituyen una especie de compendio de casi un siglo de modas y modismos poéticos. (Harper M. y Kambourov D., 2020, pp. 229)
Luego de estos conceptos más teóricos, el artículo de Nikolchina se detiene a pensar cuáles fueron los primeros libros de poesía de mujeres en Bulgaria. El primer nombre que aparece es el de Elisabeta Bagryana, con una publicación de 1927, pero sobre todo por la respuesta que esto produjo de boca de críticos, que atacaron y negaron el libro. Esto tiene un antecedente en la antología de poesía búlgara que se publicó en 1925, donde no aparece ninguna mujer publicada, y en el artículo de 1928 de Ivan Mešekov, que muestra las falencias y lo que no se alcanza en el libro de Bagryana. Sin embargo, hay nombres propios anteriores a todo esto, como el de Dora Gabe, que se mencionó en la primera parte de esta nota, y también Mara Belčeva y Ekaterina Nenčeva, todas ellas con libros publicados en las primeras dos décadas del siglo XX.
Me detengo en el caso puntual de Belčeva: una joven con estudios en el siglo XIX, que se casó con el poeta Hristo Belčev, quien también ocupó cargos políticos y fue cercano a Stambolov. Estuvo vinculada a la corte y fue pareja, tras la muerte de su esposo, del poeta Pencho Slaveykov. Publicó varios libros de poemas, además de otros géneros, y fue una figura reconocida de esa época, que decía entre otras cosas:
Escucho como las hojas caen:
días de tristeza otoñal…
alguien ligado al cielo—
las campanas de la iglesia y sus tañidos.
Como una súplica por ayuda, se desvanece,
flotando a la distancia…
días de otoño, las hojas cayendo,
las campanas de la iglesia y sus tañidos.
El tono se acerca al que habíamos visto en Dora Gabe, y estos nombres femeninos mencionados son la base para poner a la mujer en la escena de Bulgaria. Un hecho de esos años es la discusión que tuvo lugar entre Gabe y Kiril Hristov, un poeta reconocido y joven, que ya Ivan Vazov nombraba como joven prometedor, pero que injurió a Dora Gabe por mujer y judía. Hristov no va a tener mucha mayor mención en este trabajo, ya que incluso al día de hoy muchos de sus trabajados siguen censurados y guardados por el gobierno, pero fue una figura conflictiva y brillante en las primeras décadas del siglo XX, y también un autor vinculado a muchas polémicas y que no es tan tenido en cuenta en el presente por la prohibición de muchas de sus obras. Pero Dora Gabe frecuentaba su círculo, y también E. Bagryana, como puede leerse en el libro sobre la historia del tabaco en Bulgaria, cuando se nombra a ambas mujeres en las kafanas durante esos años, un espacio típicamente masculino (Neuburger, 2013, p. 92).
Vuelvo al eje de lo femenino ahora y paso a pensar en la imagen de Blaga Dimitrova, quien fue la responsable de la figura de la mujer contemporánea. Ella no solo sobresalió como poeta, sino que fue una actora importante en la realidad social y política de su país. Tuvo una formación académica en la universidad de Bulgaria, pero también en la URSS, y desempeñó cargos en el área cultural del Partido Comunista Búlgaro. Incluso, intentó publicar poetas jóvenes que habían caído en desgracia por la censura. Se opuso a puntos de vistas oficiales y dejó sus cargos, fue una voz en disidencia con la comunista y tuvo un gran compromiso con causas internacionales, como la guerra de Vietnam (no sólo escribió artículos, sino que hay poemas sobre esto, como es el caso de Huracán, además de haber adoptado a una huérfana vietnamita). Incluso, ya finalizada la década de los ’80, fue una de las intelectuales que impulsaron el fin del régimen comunista en el país y que abogaron por eso. En la década siguiente, su figura era importante no solo por lo que escribía, sino por sus posturas políticas, y fue elegida para ser la primera vicepresidenta de su país. Sin dudas, fue una de las mujeres con mayor relevancia en el siglo XX, y por eso quiero retomar algunos de sus poemas de la mano de la lectura que hace de su obra y su vida la crítica también búlgara Julia Kristeva. En uno de sus artículos (Harper y Kambourov 2020, pp. 224-225), se habla del sentimiento de deber que embarga la producción literaria de Dimitrova, que no por eso cae en el heroísmo. Blaga Dimitrova fue parte de la corriente intimista que recorrió esos años del comunismo en Bulgaria, y en sus versos conviven un claro equilibro y una armonía. En medio de su tono melancólico, donde se entremezclan sus principios morales, puede parecer que conducen a un fracaso, pero, en realidad, logran superarse y mostrar que la intimidad también es parte de su calidez y su llegada, donde la contemplación y la sensibilidad son claves para el éxito, como leemos en un poema breve como “Hierba”: “No tengo miedo alguno de quedar pisoteada. / la hierba pisoteada se convierte en sendero”. Hay una fortaleza constante en sus poemas, como se ve en “Mujer embarazada” (“Ella busca los pedazos del mundo destrozado / para recrearlo entero y nuevo en sus entrañas”). Se logra conformar una épica en su obra, que proviene de sus meditaciones del mundo y de la realidad, de la elección de nombres. Dimitrova mantuvo su idea por siempre, fue fiel a eso, pero no por eso abandonó la gentileza propia de su nombre (eso significa “Blaga” en español, como bien ya lo marca J. Kristeva). Nunca dejó de ver el socialismo de rostro humano, pero el impulso vital que tuvo durante toda su existencia la llevaba irremediablemente hacía un nuevo comienzo, de ahí que aceptara involucrarse de manera activa con la realidad política de su país. Pero no pudo poner a la par su rol como poeta-escritora y sus funciones, por lo que dio un paso al costado y se mantuvo en la esfera de la cultura. Su máximo ideal fue siempre que seamos mejores personas, y eso lo lograba solo mediante sus versos. Es desde ahí que transformó la realidad. Por algo es reconocida y llegó a las reuniones de Miterrand por los deseos de independencia búlgara, pero ya antes era una poeta del mundo, una que fue amada por Nazim Hikmet y que aparece retratada en un artículo de John Updike publicado en el New York Times bajo el título “La poeta búlgara”[2] . La máxima que queda en sus versos, “Crea cada uno de tus poemas / como si fuera el último” (Ars Poética, donde también se habla de la aceleración de la muerte en un siglo envenenado y con terrorismo en sus entrañas), persiste hasta el presente y le da vigencia a su obra a cada momento.
Para cerrar con este apartado, las últimas menciones, aunque lamentablemente mucho queda afuera. Pienso en una poeta como Nevena Stefanova, cuyo libro Confesiones aparece en 1973 y marca una renovación en la voz poética femenina, donde el tema del exilio interior y el mundo creado en la propia mente marcan toda la lectura, aunque también toma elementos de la poesía clásica y tradicional búlgara, como el tema de la naturaleza, que puede ir de la mano con E. Bagryana. “La naturaleza, sin embargo, tiene sus propios caminos que surgen directamente de lo eterno y tienen prejuicios contra las cuestionables virtudes de la inteligencia humana” (Vidov Karageorge, 2015, p. 46). La naturaleza es terrible, pero también necesaria para contraponer a la humanidad. Es en ese contexto que el rol de la mujer se modifica. Mediante Stefanova y las poetas que se trabajaron anteriormente es que la mujer adquiere su –nueva– posición en la sociedad moderna búlgara, lo que lleva aparejado una idea de liberación y de individualidad femenina. Como cierre, un caso muy particular como el de Petya Dubarova, una joven poeta de Burgas, que vivió una corta y fugaz vida a pesar de ser tildada como una de las mejores y más prometedoras poetas de sus tiempos
SÁBADO
Los sábados no soy apreciada —
soy salvaje, flexible y vivaz como un lince.
Y el cansancio, que ha cambiado en un capricho,
me vacía como una herida — curada y desvanecida.
Totalmente colapsa la escuela en mi mente
y estoy lejos de las actas y los pizarrones.
Cien mil ríos corren hacia mí,
tintas, matices y arcoíris me llenan los ojos.
Y sigo los ritmos de gitanas.
Soy fuerte, muy fuerte — una vid en primavera,
y vuelvo mi guitarra en una lágrima;
nunca hago preguntas, nunca escucho.
Los sábados no soy apreciada —
salvaje, flexible y vivaz como un lince.
Y el cansancio, que ha cambiado en un capricho,
me vacía como una herida — curada y desvanecida.
Y ni siquiera estoy segura de quién soy.
Pero cuando me puse el uniforme el lunes —
esa túnica-pizarra una vez más,
me vuelvo la chica buena de antes.
En su producción, que era conocida por sus compañeros de escuela, hay ecos y cercanías a otras poéticas femeninas que marcaron el siglo XX, como Sylvia Plath, Olga Orozco o Alejandra Pizarnik. Es una voz poética sublime y quebrada, intimista y autorreferencial que hace eco y genera muchas cosas en sus lectores. La joven Petya recibía elogios de los poetas consumados de su tiempo, era prometedora, y mientras aún asistía al colegio era descripta como alguien sonriente y estudiosa, aunque con pocos amigos. A pesar de su corta edad, su idea de amor, que fue concebida tras conocer a un joven sueco, muestra el potencial que tenía para verlo todo: “(él) era el más lejano, es más ligero, el más carismático y el más gentil”, es la definición que nos dejó como legado. Pero en medio de este clima, de acuerdo a lo que se conoce por sus diarios íntimos, ella sentía una gran desazón por la humanidad, estaba en desacuerdo con ella. En pocos años, publicó varios poemas en revistas de esa época e incursionó en el cine, por lo que era una figura conocida. Sin embargo, ella seguía desilusionada con su tiempo y escribió unas pocas palabras en diciembre de 1979: “Engañada / Juventud / Olvido / Sueño / Memoria / Tras las paredes de la gran casa / SECRETO”). Un día después de esto, tomó barbitúricos, suicidándose. Sus compañeros de clase responsabilizaron a la institución escolar. Hay leyendas que culpan a la juventud del Partido Comunista, pero nunca quedaron en claro las razones de esta situación. Un poeta reconocido, Veselin Andreev, llevó a cabo una fuerte crítica contra la sociedad de la época, los cuadros políticos y los profesores por lo que pasó, y ya en la década del ’80 iba a escribir un libro de poemas en memoria de Petya.
Yo soy aquel muchacho que viaja por un oscuro bosque
Quería dedicar una pequeña sección a otro caso de voces que surgen en el siglo XX, aunque han sido silenciadas, ignoradas o prohibidas. Es el caso de aquellos autores que representaron la cuestión del homoerotismo en su poética, otro caso de marginados por la sociedad. Desde ya, esto es reinterpretado en nuestro presente, donde pasan a ocupar un lugar, donde defienden y representan una identidad, pero en principio fueron voces acalladas, aquello que no se quería oír, y debieron pasar por varias situaciones hasta entrar en el mundo literario. Pienso hasta qué punto, cuando se piensa la poética de las mujeres o de los disidentes, con ese arco de aceptación social —pienso esto de distintas maneras, no son iguales como casos, pero sí representan lo de afuera, lo que debió entrar en una sociedad de rasgos (hetero)patriarcales bastante dogmáticos que no admitían lo otro en primera medida—, no se le puede sumar lo que vivieron y sufrieron los poetas que profesaban el homoerotismo. El caso más significativo es el del poeta y filólogo Aleksandar Vutimski, con una vida de sufrimiento en la que su familia atravesó cuadros de tuberculosis, por lo que de pequeño se mudó a Sofía. Con una poesía dedicada a la ciudad y al amor, porque su obra es amorosa, aunque no por eso cae en lo empalagoso, uno halla versos que se encuentran dominados por una visión del mundo cargada de melancolía y nostalgia. Fue uno de los primeros autores búlgaros en tratar la homosexualidad en sus poemas y, a pesar de ser el referente de esta temática, su obra permanece poco conocida hasta la actualidad. A lo largo de su vida no llegó a publicar ningún libro, aunque la revista Zlatorog, entre otras, publicó varios de sus poemas. Con su experiencia en cada verso, no busca lo intimista, sino que desea poder hacer universal aquello que vive, compartirlo y que sea una herramienta por usar. “Pueblo, / ansío otra vida para ti”, dice en uno de sus poemas, y vemos su deseo de volcar lo que ha experimentado para lograr un cambio en las personas. Falleció con solo 24 años en Yugoslavia, en un sanatorio.
Sin dudas, esto puede ir de la mano con las futuras generaciones, donde no sé si por haber leído a Vutimski o por lo universal de sus versos, hay un eco de sus palabras. Si pensamos en poetas contemporáneas como René Karabaš y Dimana Ivanova, podemos leer versos que generan cierta nostalgia de aquel autor de El muchacho azul. La primera es, además de poeta, una dramaturga, actriz y guionista, autora de una novela premiada y próxima a adaptarse al cine. Sus versos interpelan al lector, lo hacen testigo de lo que sucede: “Si de tantas caricias tus manos se entumecieran / y llegaras a dudar en secreto si son tuyas o no / dale las gracias al dolor por recordarte / que tu chica y tú compartís el mismo corazón”, en lo que es una escena que parece estar presenciando, con la voz poética flotando y llenando lo que falte por saberse. Pero hay ternura, hay un clima amoroso que no es cursi sino una experiencia compartida. Por su parte, Dimana Ivanova ha seguido una carrera académica especializada tanto en literatura francesa como checa. Me parece esencial traer algunos versos de su poema “Mercado de las mujeres I”
Dominan las mujeres
puedes encontrarlas
donde los puestos de verduras,
las tiendecitas de ropa,
frutos secos, café y cigarros.
A comienzos del siglo pasado
las chicas solteras de los pueblos de alrededor de Sofía venían aquí
para vender productos tradicionales,
y las más jóvenes esperaban
su suerte con esperanza.
Hoy aquí ya no oímos el pataleo de los caballos,
oímos el rugido de los tranvías.
Hoy, el Mercados de las Mujeres
une lo tradicional y lo moderno,
lo propio y lo ajeno.
Aquí puede leerse de manera clara lo pasado y el presente, la figura de las mujeres que se existía en el imaginario y de lo que parcialmente se habló en el apartado anterior, y la visión de cambio de esto ahora. Una poética revitalizadora que toma lo cotidiano y construye una nueva épica de palabras simples y verdaderas.
Cierro los aportes del homoerotismo en la poesía búlgara con Nikolái Atanasov, un gran poeta búlgaro que nos dejó muy joven, con solo 41 años. Vivía en EE. UU., lejos de su Bulgaria natal, a pesar de que seguía escribiendo sus poemas en su lengua natal. Atanasov fue una figura central y un referente para la comunidad LGBTTNBIQ+ de Bulgaria, siendo miembro de la primera organización de derechos de minorías sexuales, Gemini, además de haber sido responsable de la edición de un número de la revista Periódico Literario sobre la comunidad, lo que representó uno de los primeros trabajos sobre esta temática en su país. En el 2000, mismo año que se publica esto, él se muda y se establece en EE. UU., donde pasa el resto de su vida. Publicó varios libros en vida y obtuvo premios por eso, volviéndose un símbolo de su país y de la comunidad LGBTTNBIQ+, así que para finalizar esta parte no voy a agregar más cosas, sino que voy a dejar uno de sus poemas para que pueda ser mejor conocido:
HETERRORISTAS
Él es tolerante y respeta
a los hombres heterosexuales,
siempre que no se le acerquen
y que no se exhiban frente a él.
Siempre que no agarren a sus mujeres de la mano
(está feo que se muestren tanto…),
y que no se enrollen ni
se besen en lugares públicos.
Siempre que cubran sus alianzas —
pues no son un chaleco salvavidas.
Producen hijos alcohólicos
así como fundamentos pseudomorales.
365 días de orgullo normal y correcto
de un arrogante y encubierto escuadrón.
(Traducción de Marco Vidal González)
Quiero escribir hoy un poema en el que se respire de una nueva época el verso
Lo que se viene planteando hasta ahora deben pensarse como líneas y cuestiones para poder leer y atravesar la poesía búlgara, pero no están necesariamente separadas. La sociedad de entreguerras y la socialista era, en gran parte, patriarcal. Se conocieron figuras femeninas por lo dicho por hombres, y retomo a Dalčev antes de seguir para pensar esta nueva sección. Él es pensado por su poesía objetivista, es un autor nacido en la misma época que Nikolái Vaptsarov y ya estaba consagrado en la época socialista, momento en que se suma a la disidencia. En 1956, un momento clave de la historia búlgara, escribe su poema “Inscripción”: “Todos los muertos por la libertad / en cualquier parte, somos nuestros hermanos / de sangre, sí, pero de sangre derramada”. Como ya se dijo de Dimitrova, aparecen estos valores, estas ideas, como la libertad, que parecían ser insignias de la Bulgaria comunista pero que no eran reales en el régimen. Una serie de figuras aparecieron en escena, que fueron tildadas de un estilo intimista en algunos aspectos y fueron pensando como disidentes desde la esfera política. Traigo de nuevo al mencionado Andreev, quien fue un héroe partisano de Bulgaria, ocupó cargos durante el gobierno comunista pero también alzó su voz contra aquello a lo que se oponía, denunciando lo que le pasó a Petya Dubarova. La voz de los disidentes fue central para entender el proceso que llevó a la independencia de Bulgaria. Para no extender en demasía esta parte, que amerita por sí misma un trabajo mucho más extenso, se va a hacer foco en tres figuras centrales: Georgi Markov, Konstantin Pavlov y Radoy Ralin.
Hay que pensar por qué es tanto el material que se conoce de estos autores. Dado el período y el contexto político e histórico, hay muchas más traducciones de estos autores. Tomo de punto de partida, para comprender este período, un artículo de 1979 de Atanas Slavov, llamado “La poesía búlgara desde <<el deshielo>>”, donde se cuenta la situación que se está viviendo en el Kremlin en la década del ’50, con la recuperación de la intelligentsia y las actividades culturales. Esto llevó a que la figura de N. Khrushchev sea muy bien tomada en los círculos búlgaros, ya que se oponía al viejo dogmatismo estalinista y sembró un autoritarismo distinto. La reflexión a la que llega Slavov es que no es una cuestión de comunismo o anticomunismo, ya que plantear el problema en esa dicotomía hace ver que ser comunista es casi una cuestión religiosa, y si algo es claro es que no tiene peso lo ligado a la religiosidad, no es un tema que se discutía en la sociedad búlgara socialista. Toda esta situación llevó a una vida literaria con mayor libertad en el país, a una oportunidad para que se conocieran nuevas voces y se pudiera hablar de más cosas. Sobre esto, cito un fragmento del artículo antes mencionado:
En 1957, una gran antología de poetas jóvenes, publicada por la revista Septemvri, mostró que la indagación en sus psiques mostró dos tipos un tanto diferentes de sentimientos personales: para algunos jóvenes esto llevó a un lirismo meloso y sutil, para otros a una inquietud agresiva intelectual. (Slavov, 1979, p. 39)
Esta nueva dicotomía poética tuvo como resultado directo un estancamiento. La década de los ’60 trajo un ataque por parte de estos nuevos disidentes al establishment del Partido Comunista. La respuesta fue tranquila: hubo un mayor permiso en las publicaciones, incluso un apoyo y un permiso para que se autorizasen nuevos libros y folletines por parte de pequeñas editoriales y por la prensa. Por esto, las copias de samizdat ya no fueron necesarias, se perdió ese circuito de la clandestinidad ante esta situación. El resultado de estas acciones es que aquellos poetas que representaron el deshielo ahora estaban en franco declive y, como cierra el artículo, hacia 1963 los disidentes pasan a ser asimilados por la cultura dominante, hegemónica, del Partido, que hasta hace poco tiempo criticaban de forma negativa. Hay que pensar que este proceso viene de la mano de lo ocurrido desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Bulgaria es el caso del país europeo donde se llevó a cabo el mayor número de juicios contra criminales de guerra, lo que explica su postura cercana, posteriormente, al estalinismo (Curtis, 1992, p. 43). Por dicho motivo, hubo un culto a los héroes de la guerra, que venía de sus hermanos mayores, la URSS y Yugoslavia[3].
Los primeros pasos que llevaron a las luchas de poder en el Partido Comunista Búlgaro (y esto fue un germen para las futuras disidencias) se dieron en 1947, justo después de que se acabara con la oposición en el país. El poder había sido tomado por los comunistas, por ex presos políticos y por guerrilleros partisanos. Pero resultó que incluso entre ellos había “enemigos con tarjetas de afiliación al partido”. Hubo un plenario donde figuras sobresalientes fueron Todor Zhivkov y Vulko Červenkov, que buscaron forjar vínculos con la URSS desde su posición en el partido. Así, tras la muerte de G. Dimitrov en 1949 y de su sucesor, Vasili Kolarov, al año siguiente, la figura de Červenkov creció y se volvió el líder del partido, lo que continuó hasta poco después de la muerte de Stalin. A partir de ese momento, poco a poco perdió su influencia y con el período de deshielo en 1956 vio que se extinguía casi por completo, para que creciera el de Zhivkov. E. López Arriazu, en el prólogo de Asesinato de un hombre dormido, pone luz al clima político búlgaro ligado a los discursos de Khrushchev, algo que es usado y repetido por Zhivkov para la trama cultural búlgara (Pavlov, 2022, p. 16). Es bueno ahora traer lo dicho por Slavov, cuando nombra la actitud de Pavlov que parece favorecer al comunismo, cuando en realidad lo crítica, ya que sin dudas Konstantin Pavlov fue el mejor poeta que surgió del deshielo.
En el espacio poético de la época comunista, la Generación de Abril, la que surgió del plenario de 1956 en que se proclamó cierta distensión ideológica, ya que se lanzaron proclamas contra las fórmulas hechas, los clichés, las consignas directas, el dogmatismo formal, se dio el foco más importante de la disidencia y la poesía de esa época. Este mito no fue completamente correcto, ya que lo creó un Estado comunista cargado de rasgos totalitarios, lo que llevó a que muchos disidentes no tardaran en volverse poetas del statu quo. Haber dejado atrás algunos de los puntos más simbólicos de la época, como los logros industriales, el proceso de mecanización del trabajo campesino, la puesta en escena de los obreros y campesinos, la lucha antifascista que había triunfado, para dar lugar a una década de los ’60, resultó realmente valioso y, aunque existían marcos oficialistas pero pudieron surgir individualidades artísticas de varios autores, como el caso de Liubomir Levčev (1935), que tuvo una carrera política brillante y de larga duración, y que se había erigido como el gran poeta nacional del siglo XX, aunque no faltan las voces revanchistas que lo quieren destronar del todo. Vemos que, dentro de las nuevas voces y las disidencias, lo que pesa es el carácter biográfico por sobre la producción literaria y poética. La posición de Levčev transitó los dos mundos, los que se oponían a lo antiguo y tenían una propuesta nueva tras el deshielo y los que fueron aglutinados por el régimen. En poemas como “Epitafio” o “Posición”, es clara esta cuestión de los dos mundos, de lo que se quiere o no se quiere ser.
EPITAFIO
Nos entregamos a un mismo tiempo
a dos dolores
todopoderosos.
Queremos que el mundo cambie
y que quede igual.
Por eso
atacamos lo viejo
con canciones,
topadoras
e impiedad.
Y lo creado por nosotros—
creemos—
tiene que permanecer eterno….
¡No hay tal eternidad!
y esto está bien.
¡Los ladrones del fuego no se han acabado!
…Y quien no está pronto para morir—
ya está muerto.
(Traducción de R. Vela y R. Stoyanov)
Ya en el año 1961, se dan cambios en una revista como Avispón, con nuevos representantes en la dirección, y eso llevó al despido de varios intelectuales. En ese contexto, los nombres de Ljubomir Levčev y Radoy Ralin aparecen en escena (también el mencionado Valeri Petrov), ya que ellos pregonaban la idea de libertad creativa. Levčev exalta el verso libre, porque en él está incluida la palabra libertad y en este retruécano muestra su decisión con respecto a la forma y el contenido de su poesía, y Ralin continuaba con su obra satírica que fue el motivo de que lo despidieran. En esa situación, el teatro Burgas fue un espacio para el libre pensamiento, para decir lo que uno deseaba. En ese ámbito cultural, surgen directores de cine y teatro importantes de ese período, así como es publicado el poeta más relevante: K. Pavlov (Hristova, N., Kassabova, A. & Brunnbauer, U., 2018, p. 125). Una última contextualización teórica e histórica de la época: existían jerarquías claras y definidas en el mundo cultural búlgaro durante el comunismo, y esto se expresaba en el grado de libertad que podían detentar. Esto hacía creer a muchos que había una amplitud en las posibilidades creativas, con una poética que hablaba de los sentimientos y las pasiones, así como de las nostalgias por los amores o por la felicidad perdidos. Se construyó en esos años una nueva poética que recorría las preocupaciones cotidianas y las esperanzas de la gente de a pie. Esto era tolerado por el sistema (aunque la idea de tolerancia sea de la derecha y estábamos frente a un gobierno comunista), porque mediante estas cuestiones se podían encauzar las energías de la gente, que ya no buscaba ni quería leer esas estilísticas declamatorias y proféticas de los consagrados poetas del Estado, del Partido. Los nombres propios que aparecen son los del mencionado Levčev, pero también Damián Damianov, Stanka Pencheva, Nedialko Yordanov[4] y Radoy Ralin.
Paso ahora, para mostrar el nudo y cerrar esta sección, a los tres nombres más importantes de esta época. Comienzo por alguien que no fue poeta, pero que mantenía una relación estrecha tanto con Pavlov como con Ralin: Georgi Markov. Él escribió novelas, narrativa breve y obras teatrales. Estas últimas sufrieron la censura en su país y en 1969 huye a Italia para luego trasladarse a Londres, donde trabajó para distintas cadenas de televisión, como la Deutsche Welle, la Radio Free Europe y la BBC. Su trabajo más significativo en esos años fue la serie In absentia, donde habló sobre la vida de otros poetas de su generación que sufrieron lo mismo que él, como fueron los casos de Pavlov y Ralin. Su trabajo en el extranjero, se supone, llevó a su trágico desenlace, en el año 1978, mientras esperaba un micro en Londres. Sintió un dolor, el cuadro empeoró y falleció a los pocos días en el hospital. De acuerdo a lo que se llega a saber, mientras estaba aguardando, sintió una especie de puñalada, producida por un proyectil muy particular, lanzado desde un paraguas, que contenía ricino, y fue ese envenenamiento el causante de su muerte.
Frente a esto, quedan los casos de R. Ralin y K. Pavlov. Ralin hacía uso de las sátiras y la escritura irónica como forma de ataque, y pudo salir indemne de eso. Pero, como bien dijo Markov en su serie, ellos dos fueron de los pocos poetas de su tiempo que no fueron simples peones del régimen, sino que Ralin que se mantuvo firme y no acepó ninguna migaja, como queda en claro en su poema “Oración”:
La libertad es como el pan.
Cada día se amasa,
se hornea,
se come.
La libertad tiene que ser
fresca cada día,
caliente,
dulce
y que te alcance, para que la compartas.
No coman sobras,
no coman pan de ayer,
no coman pan regalado.
Ustedes mismos amasen
y horneen
el pan,
para que lo tengan,
para no mendigarlo.
Queda atravesado en la garganta
el pan de ayer,
el pan regalado.
El pan nuestro de todos los días
tienes que dártelo tú mismo.
(Traducción de R. Vela y R. Stoyanov)
Frente a esto aparece la figura de Pavlov, el poeta de la(s) máscara(s), como se lee en el prólogo de su libro traducido al español. No profundizo aquí en su obra porque, para la suerte de los lectores en habla española, sus poemas completos están traducidos por Eugenio López Arriazu en el libro Asesinato de un hombre dormido. Sin dudas, él representa la figura, el ícono del escritor de la disidencia, que no transgrede. Hay tantos nombres y autores que no se pudieron analizar en este trabajo, pero que quedan a medio camino (Damian Damianov, Ivan Tsanev, Georgi Dzagarov, Božidar Božilov, Aleksandar Guerov, etc.). Pero Konstantin Pavlov se burla y con eso interpela, toma lo clásico y lo transforma en lo nuevo, de ahí que un poema como “Adaptación” parezca un poco una reescritura de los versos de Vaptsarov, pero amoldados al deshielo y el tiempo posterior. Pavlov acusa, se queja, no adhiere, pregunta, y ahí cobra un peso particular su poética, como se puede leer en “¡Por qué!” (Pavlov, 2022, p. 172). Y cuando pensamos en una idea ya mencionada, la de libertad, que buscó imponerse desde la disidencia en el deshielo, para que luego se vuelva una política de Estado que llevó a la asimilación de muchos poetas, tenemos una voz única y enérgica que transgrede y le quita todo su peso, su épica, para así volverla más real y mostrar lo que ser libres puede significar:
¡III-IA-IA-IA: LIBERTAD!
Me siento un caballo sin brida—
algo vacío en la boca.
Y aún más vacío —
en el alma
Iii-ia-ia-ia…
La década del ’90 implicó cambios radicales en Bulgaria en muchísimos aspectos, pero también para el autor. Fue redescubierto, revalorizado y leído. Fue la voz que siempre dijo las cosas, se convirtió en la imagen del nuevo poeta del Estado. La poesía de los años noventa del siglo XX configuró una imagen bastante uniforme de la realidad actual del país, donde las metáforas de lo apocalíptico, la destrucción, el clima de desconcierto y atemporalidad, la humanidad desamparada y en soledad, la completa miseria moral abundaban en los versos. Los viejos poetas, los veteranos, también cambiaron su voz y su tono, sus temas. Algunos volvían a publicar tras muchos años, mientras que otros poetas veteranos eran los que ahora levantaban su voz para quejarse, por haber perdido su público y su nicho, siendo desplazados por la nueva generación. Claro que el mayor problema fue para los que eran más productivos en el pasado y de repente enmudecieron, o los que estaban al margen y basaban en eso su poética y ahora no lograban encontrar contra qué oponerse. El fin de ese antiguo sistema fue la ruina de distintos grupos por una misma razón: no sabían cómo posicionarse ante lo nuevo. La poesía búlgara, antes de llegar al siglo XXI, pudo romper tabúes, ingresar en lo prohibido y dejar de lado los juegos de palabras y la polisemia, así como pudo valerse de la ironía y el sarcasmo. En el grado de lo estético le ha dado otro valor a lo feo y con todos esos elementos ha puesto su ojo sobre la cuestión de la identidad búlgara. Este país se sitúa en Europa, a partir de la década del ’90, como un espacio otro, como un Oriente secular y lejano, y sus habitantes se sienten, en gran parte, abandonados por Europa. De ahí esas afirmaciones del libro de Maria Todorova, Imagining the Balkans. Por lo tanto, la poética de este país muchas veces apela a una recuperación del recuerdo de pertenencia a Europa mediante un rescate de significados antiguos, pero también mediante la creación de nuevos. Poco a poco se hilvana un nuevo discurso, cuyo resultado busca ser la asimilación de Europa como una ausencia, como aquello que no se ha realizado, y por eso la poesía vuelve a sus raíces, a aquello que veíamos en los poetas del siglo XIX, con tópicos surgidos durante el Renacimiento búlgaro o de la época posterior a la guerra ruso-turca y ese momento previo a la independencia. El trabajo de reescritura de textos clásicos lleva a un diálogo con la tradición, pero también contra ella. La búsqueda de la identidad lleva a un tono que se podría pensar salvaje, algo que los deja por fuera de los cánones europeos, pero también de los locales, ya que el salvajismo propuesto oscila entre lo refinado y lo impostado, lo fingido. Así, al poner en duda los estándares de la identidad, es que se logra reafirmar, y todo esto fue posible dejando atrás ese largo siglo XX.
Aquello que dejó de ser una mercancía
Esto es un epílogo a este extenso (aunque por momentos siento escueto) racconto de la poesía búlgara. Hemos visto lo que ha pasado en los siglos XIX y XX. Pero, ¿y el ahora? Me voy a detener en un caso puntual, nuevamente por el problema del poco material traducido que nos llega, pero que creo importante para pensar la contemporaneidad en la poética de este pueblo eslavo del sur.
Para empezar, debo decir que tomé bastante información de esto del blog que tiene Marco Vidal González, a quien mencioné anteriormente. Uno de los encuentros más positivos con los versos e ideas de Bulgaria que encontré ahí es el movimiento conocido como Nueva Poesía Social. El primer nombre a tener en cuenta es el del poeta búlgaro nacido en Cuba Vladimir Sabourin. Desde la editorial La tortuga búlgara se han publicado poemas de él en el libro Muchacha blanca, así como el manifiesto y una antología de poetas que se alinean a esta corriente, material con el que se han publicado dos libros ya. A lo largo de sus poemas, se observa su capacidad para testimoniar cosas, a la vez que su tono muestra una constante crítica a aspectos de la sociedad. Y estas mismas ideas aparecen en su manifiesto de la Nueva Poesía Social. Abre ese texto marcando que tiene un carácter político, que es el de reconocer y diferenciar a los enemigos, que están bien definidos: son la literatura lifestyle (la definida por el circuito del mercado, la oferta y la demanda, que habla de la cultura de uno mismo y que se identifica con un concepto −de acuerdo a la opinión de Sabourin− posmodernista de muerte del autor), la literatura que vive de parasitar el mundo universitario (acá también tiene un marcada crítica a sectores académicos universitarios, que tilda de posmodernos, a un sector más “alto” que usa el discurso de izquierda occidental que están en boga y a la necesidad económica del escritor de depender de los salarios de la enseñanza o de becas doctorales, por más bajas que sean, para vivir, pero solo para no cumplir jornadas de ocho horas laborales y así sentirse seguro) y los casos híbridos de ambas cuestiones. Se plantea entonces la necesidad de un enemigo para que no suceda, como se mencionó anteriormente, esa meseta que tuvo lugar en los ’90 de pacífica transición y escasez de producción literaria. Y ese enemigo es el despolitizado académico posmoderno, que solo se orienta a su carrera y a producir aquello que funcione en el mercado.
Tras marcar los elementos que definen al enemigo, el manifiesto deja en claro que su ideal es rehabilitar al autor, ir más allá de la interpretación posmoderna de muerte del autor, y para poder rehabilitarlo se debe retomar la ética del mismo, construyendo una literatura de la verdad, no una basada en verdades dogmáticas (como pasaba durante la época socialista) o una verdad que responda a lógicas del mercado y a los sectores privados (como pasa con los nuevos enemigos), para lo que la Nueva Poesía Social apela a la estética de lo sublime y a una libertad de la literatura con respecto a las ideologías del Estado y el mercado. Bajo estas banderas, estas ideas, un grupo de poetas ha participado de este movimiento a lo largo de los últimos años. Sólo por nombrar algunos, tenemos a Katya Gerova, Ionna Zlateva, Ileana Stoyanova, Borislav Ignatov, Christina Vassileva, Kiril Vassilev, Marian Gotsev y Vania Valkova, y la lista puede seguir y seguir.
De esta manera, se llega a un cierre en este recorrido propuesto por la poesía búlgara. Pudimos ver lo que pasa en el siglo XIX, sus primeros pasos, cómo se fija el idioma, para pasar a los momentos más revolucionarios y al paso al siglo XX. Luego, aspectos de la primera poesía de mujeres, los autores del realismo social, la gesta independentista, la Segunda Guerra Mundial y todo lo que tratamos a lo largo de este artículo. Para concluir, voy a tomar una anécdota que me parece significativa: Georgi Tsanov fue un poeta búlgaro de la ciudad de Vidin que logró un reconocimiento mundial. Ahora bien, esto no fue por su producción poética, que no ha trascendido ni es conocido fuera de la frontera (ni dentro de ella en demasía). En 1930, Gogo, como se lo conocía, se dispuso a romper el récord mundial de fumar más cigarrillos en un día. La cantidad que se tenía hasta ese momento era de 121 a lo largo de un día, pero Tsanov, en una kafana de Sofía, comenzó a la mañana y en menos de dieciséis horas había fumado 144 cigarrillos. Lamentablemente, el libro de récords Guinness recién comenzó a publicarse en 1955, por lo que esto no aparece en sus registros. El mayor logro para Bulgaria, para ponerlo en el mapa, fue fumar durante gran parte del día tomando café y comiendo chocolates, el día de Cirilo y Metodio, dos figuras claves para la cultura eslava y para la europea. “Le dimos algo al mundo”, agrega él, de acuerdo con lo que se sabe sobre esta anécdota (Neuburger, 2013, pp. 89-90), en lo que parece ser una referencia a los monjes búlgaros que fundaron el alfabeto cirílico, además de un comentario acerca de la calidad del tabaco búlgaro. Fumar, ese vicio criticado por parte del socialismo búlgaro, pero también una labor reverenciada desde la época socialista y antes por el rol de los obreros de esta industria. Pero lo que se pierde, en parte, en la poesía búlgara en sí, sobresale en otras cosas, la identidad búlgara se articula de otra manera, lo que marca eso antes dicho con respecto a la representación búlgara desde el imaginario mundial en general (y el europeo en particular). El tabaco era considerado un elemento que estimulaba la imaginación creativa, aunque aquí borra la imagen de la poesía. De ahí al por qué de este artículo, para dar a conocer, aunque sea a manera de introducción, algo de lo que ha sido la poesía búlgara durante estos siglos.
Bibliografía
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Hristova, N., Kassabova, A.& Brunnbauer, U. (2018). “Bulgaria”. En Balázs Apor, Péter Apor and Sándor Horváth (ed.). The Handbook of COURAGE: Cultural Opposition and Its Heritage in Eastern Europe. Budapest, Institute of History, Research Centre for the Humanities, Hungarian Academy of Sciences, pp. 117-135.
Kristeva, J. (2020). “1963-2016: two perspectives on Blaga Dimitrova”. En Harper M. y Kambourov D. (eds.). Bulgarian Literature as World Literature. Nueva York: Bloomsbury, pp. 223-228.
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Vidov Karageorge, Y. (2015). “The Poetry of Nevena Stefanova, a Noted Bulgarian Woman of Letters”. En World Literature Today, Vol. 56, No. 1, Varia Issue (Winter, 1982), pp. 44-48
Notas
[1] Se toma la traducción de Marco Vidal González, que aparece en la página de la editorial y blog La tortuga búlgara.
[2] https://www.newyorker.com/magazine/1965/03/13/the-bulgarian-poetess
[3] La cuestión búlgara con respecto a Yugoslavia es tratada por G. Curtis, así como el vínculo con Stalin. No se lo detalla acá para favorecer la extensión, pero pueden buscarlo en Curtis, 1992, pp. 45-47.
[4] Yordanov es importante también porque su figura se asocia a la de otro poeta disidente, Recep Küpçü. Poeta búlgaro de origen turco, tuvo estrechos vínculo con el Partido Comunista de Turquia y con poetas de esa zona, y tuvo una muy buena relación con Yordanov. A pesar de su cercanía política, se opuso a cuestiones nacionalista, como tomar el sufijo eslavo para su apellido, lo que dificultó sus publicaciones. Sus dos libros fueron investigados y casi caen en la censura, a pesar del apoyo de los poetas búlgaros. El gobierno lo veía como un peligro y murió en un viaje, en condiciones extrañas, con la prohibición de que le hagan una autopsia y sin que nunca se esclarecieran las causas de su muerte. Su familia siguió siendo investigada y sufrió requisas, y sus papeles con poemas y notas desaparecieron.