Iván en el paraíso

Anatoli Lunacharski

Traducción: Eugenio López Arriazu[i]

Escena primera

Un parque umbroso, como en la tierra. Bajo un gran árbol hay un magnífico ángel en túnica púrpura con cabellos dorados, brillantes alas de cisne y ojos pensativos y bondadosos. Se apoya con las manos en un cetro. Ante él yace Iván desnudo en el musgo. De pronto se levanta, como Adán en el cuadro de La creación de Miguel Ángel.

Iván. ¿Estoy muerto? ¿O vivo?

Ángel. Estás muerto y vivo, porque no existe la muerte. (Pausa).

Iván (mirando a su alrededor). ¿Dónde estoy?

Ángel. En la antesala del paraíso.

Iván. ¿Quiere decir que es verdad? ¿Lo del paraíso?

Ángel. Es verdad.

Iván (palpándose a sí mismo). Desnudo… y como si estuviera vivo… todo en su lugar. ¿Pero… esto es el cuerpo?

Ángel. El cuerpo espiritual.

Iván. ¿Qué tiene de espiritual…? es un cuerpo verdadero: tibio, se mueve, es sólido.

Ángel. El cuerpo espiritual es una verdad para los sentidos espirituales, pero tu cuerpo terreno se pudre lejos de aquí.

Iván. ¿Bueno, pero…? Qué maravilla… (Se queda pensativo). ¿Y mis hijos?

Ángel. Siguen vivos en el valle de la muerte. Vos vivís más que ellos, libre del cuerpo terrenal.

(Pausa).

Iván. ¿Los veré?

Ángel. Cuando se cumpla el término. Pero tu padre, Egori y tu madre, Felitsata… están aquí, te esperan.

Iván. ¿En serio? Qué magnífico. A papá y mamá los quiero mucho.

Ángel. También está tu maestro, que te quería tanto, el diácono Avraami.

Iván. (se ríe). Qué gusto verlos a todos. Avraami es un padre honesto, un hombre gracioso… Ay, cierto que es un santo.

Ángel. Y la virgen Tatiana, que dejó su cuerpo todavía púber, también te espera.

Iván. Tania…

(Pausa).

¿Cómo, y yo desnudo?

Ángel. Con que sólo lo desees, se te hará una vestimenta de rayos y te cubrirá.

Iván. Tengo que vestirme.

(Al instante lo viste una túnica azul).

¿Ya?… Qué maravilla… (Pausa). ¿Vamos a verlo?

Ángel. Esperá un poco. Meditá… Prestá atención a la música de las esferas.

La música de las esferas canta a lo lejos.

A-a-a

Ea-a-á-a

Ela-a-á-a

Ela-a-á

Eterno

Ser supremo

Transfigurado

Iluminado.

El falso

Derrotado,

Semiolvidado

Al fondo cae.

Puro

Laudado

De Dios amante

Vino del mundo

A-a-a

Ea-a-á-a

Ela-a-á-a

Ela-a-á

(Iván llora)

Ángel (se acerca y le acaricia los rulos). ¡Querido!

Iván. Gracias, camarada. Por alguna razón me puse triste, pero era dulce.

Ángel. Ahí viene Pedro.

(Entra Pedro en ropa común; con una llave grande y brillante a la cintura).

Pedro.

¡La bendición de Dios sea contigo,

Buen hijo! Se condonan tus pecados

Voluntarios e involuntarios, de acto,

Palabra o pensamiento cometidos.

Accede al amor del padre celestial

Y tu bendición bebe en las moradas

del paraíso .

Iván.

Me parece estar soñando.

Pedro.

Dios nos regala el sueño, y el sueño

Feliz te ha enviado la fuerza eterna.

Ve. Volverás a encontrar a los buenos

De corazón. Levántate, Juan, entra

en la casa del señor.

(Iván se levanta. Cambia la decoración al instante).

TELÓN.

Escena segunda

Una columnata de mármol rosa. Cipreses. Por la derecha baja la escalera Egori, muy joven, grandioso, vistiendo una coraza de plata y espada a la cintura, y Felitsata con un manto violeta bordado de oro. Detrás de ellos Avraami, un viejito con sotana negra y escufia[ii]. Por el otro lado entran: el ángel, san Pedro e Iván.

Pedro.

Vos, guerrero luminoso, valiente Egori

Y entre los santos bendita Felitsata,

Sin murmurar soportaron la separación,

Pero siempre se acordaban de Iván,

El hijo amado, el hijo único.

Ha renacido como Juan para el paraíso:

Y vuelve otra vez a los brazos paternos.

Egori. Ivánushka, querido, qué majestuoso y guapo estás.

Iván. ¿Padre? ¿En serio? ¿Sos vos?… No te conocía así. Si parecés de mi edad.

Egori. Elegí ser joven aquí; el señor dispone de todas las edades y él mismo elige la mejor para que comparezcamos ante los ojos espirituales, ante los hermanos del paraíso. ¿Ves con qué belleza brilla tu madre?

Iván. Apenas la reconocí por la sonrisa. (Se besan).

Felitsata. Se han cerrado los círculos del arcoíris. Ya se ha colmado todo de felicidad. Dios poderoso, glorioso sea tu nombre alabado. Todo lo ha creado para bien y permitió que sea. Supimos que estábamos en la verdad, supimos de tu sabiduría, y postrados proclamamos: Bendito, bendito, bendito.

Iván. Y vos qué, padre Avraami, hasta tenés una mancha en la sotana y estás igual que antes, la verdad poco agraciado. Debés estar en los 60. ¿No podías elegir otro aspecto?

Avraami. ¿Y para qué? Así me quieren más. Ay, Ivánushka, cuando era chico nadie me quería, de joven todos me evitaban, sobre todo las chicas. Pero cuando envejecí, ahí nomás me perdonaron la lentitud, valoraron mi bondad bajo la cáscara, conocí el cariño y así me quedé. Ahí está Pedro, el apóstol, él sabe. “Condonados”, me dijo, “sean tus pecados”. Y yo a él: “Simón-Pedro, tú que unes y separas, no me separes de mis pecados. ¿Qué pecados tengo? Mis pecadillos son menores. Me gustaba tomar hidromiel y aguardiente… A veces haraganear, tirarme en el pasto… Y comerme unos pescaditos, o… en cuanto a la belleza de las mujeres, pispeaba un poco, es verdad, pero no me fue concedido. Me dominé. Así que fue más sufrimiento que pecado… ¿Qué más? Dejame, le digo, todo esto. Aceptame como soy. ¿Acaso así te voy a ensuciar el paraíso de Cristo?”

Pedro.

Y yo a ti te abracé, mi loco en Cristo,

Y en un monte te puse sobre el Éufrates,

Como un río celeste entre espléndidos bosques,

Y coros de ángeles con caras de niños

A tu alrededor giraron en corro.

Y las doncellas, aquellas a quienes tímido

Mirabas furtivo en el valle de lágrimas,

Salvas, como tú, vinieron y tiernas,

Como hermanas menores te mimaron.

Ángel.

El amor del paraíso es rico en belleza,

Conoce la dulzura, la alegría del beso,

El lujo de las tiernas caricias, de los roces,

Sólo la pasión malvada le está vedada:

Porque no hay aquí muerte y nacimiento.

¡Al señor alabamos, aleluya!

Avraami. Es verdad, es verdad. Asaz generosamente colmado de beneficios. Repleto, repleto de favores. ¿Sabés, Vániushka? Acá hay quienes fueron mucho más infelices que el siervo Avraami y también olvidaron sus sufrimientos y así como fueron perdonados, así ellos perdonaron. Sabés, Vániushka, hay algunos infelices a quienes perdonaron y ellos también perdonaron a todos, pero no pueden perdonar a dios. Sólo que esto no dura mucho. Ni bien los acariciás en el jardín maravilloso, rompen a llorar y se reconcilian con lágrimas y agradecen y cantan loas.

Egori. Yo… ¡derramé mi sangre, y antes cuánta sangre ajena! Y miren, no me separo de la espada, porque serví al bien. Aquí me encontré con quienes nos herimos al calor del odio mutuo. Nos encontramos en el señor y nos perdonamos unos a otros y vimos que esta y aquella espada eran sagradas y que todos servimos a la Verdad, sólo que invocándola mal. Y uno preguntó: ¿por qué una película velaba la vista en el valle? ¿O era un engaño del diablo? ¿Por qué no prohibió el señor al diablo? Y Pedro santo le dijo: “Esforzándose en la ceguera todas las criaturas tejen la vestimenta vital de dios. Obtendrán su recompensa por el sufrimiento”.

Felitsata. Hijo, los arcángeles se ponen tristes al vernos.

Benditos, sabios y santos no por sus méritos son los hijos impolutos del espíritu. Nosotros en cambio somos benditos, sabios y santos por los méritos y la resistencia a las pasiones.

Egori. El reino de dios se alcanza por la fuerza.

Felitsata. Al que la tiene se le da.

Egori. Siega donde no sembró.

Felitsata. Una gloria para el sol, otra para la luna, la estrella difiere de la estrella.

Egori. El mundo de dios es una escalera.

(Se oyen arpas y cantos).

¡Florezcan, flores, florezcan más brillantes

E inciensen más fuerte, humeen generosos!

¡Fruto paradisíaco, embriaga con tu jugo como vino!

¡Tibio viento, acarícianos con tu beso prolongado!

¡Canta más profundo, lleno de secretos, arroyo cristalino!

¡Luz y sombra, danos tu arabesco tan rico en sentidos!

¿Quién murmuró que el paraíso es un jardín estrecho?

¿Quién repudió el pan divino por empalagoso?

No permitiremos penar en las aldeas gozosas,

Andar como en duelo por las negras quejas.

¡Ábranse flores, brillen sus colores

E inciensen los alrededores, tiernamente embriagados!

Fruto paradisíaco, llámanos con tu rubor dorado,

Tibio viento, gira en rápido baile de verano.

(Entra Tatiana en ropa negra y liviana semitransparente con una guirnalda de lirios en la cabeza).

Iván. Tánichka… soy yo.

Tatiana. ¿Vos, Vania… te acordás de mí?

Iván. ¿Cómo olvidarte?

Tatiana. Morí temprano.

Iván. Dicen que aquí en la muerte es mejor.

Tatiana. No sé…

Iván. Dicen que se puede amar, que se puede besar, acariciar los rulos sedosos, apretar contra el corazón a tu querida.

Tatiana. Pero yo, Vániushka, son inocente, soy virgen… ¿Por qué no diría la verdad? Yo quería ser tu esposa, quería darte un hijo. Pero morí temprano. Dicen que merecí temprano la bondad divina. De haberlo sabido, habría pecado.

Egori (asustado). No está bien hablar así, Tania. Estás resentida: apenás al señor y a todas las pléyades luminosas.

Felitsata. ¿Y esto por qué? Este es un lugar sagrado: ¿cómo puede colarse aquí la tentación?

Avraami. Es una ofensa, una ofensa.

Pedro. ¿Cuántas veces te curaron con el amor celestial, alma mía? ¿O ya no te solazas en la alegría del señor?

Tatiana. No soy aquí la única triste.

Pedro. Aquí sólo hay júbilo.

Tatiana. No soy la única… estoy triste… vos sabés…

Pedro. ¿De quién hablás?

Tatiana. En lo profundo del paraíso hay una pared blanca con almenas doradas. No hay portones, ni vallas. Sabemos que el paraíso del señor es ahí aún más extraordinario, más bello. La luz del ocaso sobre el jardín es maravillosa. Y con dulzura se propaga al alma un sonido de calma conmovedor; allí por los claros, besados por las sabias flores, se pasean Ella y Él.

Pedro. No podés haberlos visto.

Tatiana. Se me aparecen en sueños. Van juntos, tomados de la mano. La Madre y el Hijo. Ay, los amo, los amo porque están tristes. Y veo en tus ojos, ángel púrpura, leo, que vos también viste su constante tristeza.

(Pausa).

¿Acaso no te imploraron, san Pedro, las sabias doncellas: “Expulsa a Tatiana, para que no la veamos en el paraíso de las negras ropas”? ¿Y no dijiste vos acaso: “Imposible, pues abogó por ella la señora”?

Iván. No entiendo todo esto; tengo como una angustia en el corazón.

Pedro. ¿Ves, Tatiana, cómo le enturbiás la alegría al recién llegado?

Tatiana. Alegrate, Iván, sí, alégrese quien pueda, y si los molesto… échenme…

(Se propaga un sonido extraño y todos se estremecen).

Pedro (alarmado). Nadie debe pensar aquí en el exterior.

Iván. ¿En el exterior? ¿En el abismo? ¿En el infierno?

(El mismo sonido, pero más fuerte, como si alguien hubiera tironeado de una gran cuerda, y se oscurece por un instante el jardín del paraíso).

Iván. Santos, ¿es verdad lo del infierno?

(Silencio).

Iván (en un susurro). ¿Es verdad? ¿lo del infierno?… Quiero saber.

Una voz. ¡Ay, piensa en el averno!

(Un silbido extraño, un lóbrego fuego humeante inunda la mitad del escenario en una visión; Iván corre al borde del abismo, de donde salen gemidos y chirridos, y escudriña las profundidades).

Canción del infierno.

Addái, dái

U-u-u

Grr, bj, taidzj.

¡Avau, avau pjof bj!

¡Maldita seas, maldita seas,

Luz parturienta!

¡Al creador del universo

Ninguna indulgencia!

¡Maldito seas, lumbrera,

Verdugo-dios!

Ah, caos, ah, diablo,

Llora por nos!

TELÓN

Escena tercera

Por sobre el calmo Éufrates celestial. En la costa del apenas visible río azul están sentados en silencio, recostados uno contra otro, Vania y Tania. Avraami se acerca con un cayado y un morral. Se queda un rato parado y suspira. Después se sienta, saca un pan y lo mordisquea, entorna los ojos al sol del paraíso.

Avraami. Bien, queridos, igual que la tierra en un día de sol. Todos dicen que mejor, por supuesto, mejor. La rosa del paraíso también es rosa, por lo que es buena. Pero sin espinas, para qué quiero espinas. Las penas las dejamos… atrás.

Iván (sombrío). ¿Y el infierno? Bajo los pies… está el infierno. ¡Vos sos un buenazo!

Avraami. Pero a vos nadie te molesta. Dice san Pedro: “No lo molesten», dice, “ya va a salir el sol, todo se va a arreglar”, dice, “ustedes”, dice, “esperen un poco: ya se va calmar”. Y vos seguís en la tuya.

(Pausa).

¿Dicen que pediste un cara a cara con el señor?

Iván. Sí.

Avraami (meneando la cabeza). En cambio yo, sigo siendo así de apocado como era. No me atrevía a ver al zar terrenal, y al zar celestial lo contemplo a la distancia estremecido y con miedo.

(Pausa).

Y no juzgo. El infierno, decís. Desde que pensás en el infierno el paraíso está más oscuro. Por todos lados las flores se cierran, los pájaros se callan. Tenés nubes negras justo arriba de la cabeza.

Ay, Vania, vas demasiado lejos. Esta es la sabiduría divina, sus caminos son inescrutables.

Iván. Que me explique o que me mande allá.

Cualquier tortura es más dulce; no quiero estar aquí en un huerto de romero mientras que allá aúllan: ¿qué sería más fácil? ¡Ustedes son ovejas! Santos. Sabios. Ovejas… nada más.

Avraami (angustiado). Pero si allá (suspira) castigan a los malos, ¿qué te pasa?

Iván. Avraami, ¿no fuiste mi maestro?

Avraami (con voz débil). Sí.

Iván. Pero, escuchá… ¿por qué el malo es malo?

Avraami (no muy seguro). Por su libre voluntad se inclinó por el mal.

Iván. ¿Por qué?

Avraami. Por… por su orgullo irracional.

Iván. ¿Quién los hizo más irracionales y orgullosos que los justos?

Avraami (casi con lágrimas). Yo no sé todo eso, Vániushka…  para la razón humana, claro, no es de otra forma… dios es culpable de todo y de todos.

Iván. ¿Y?

Avraami. Es evidente que aquí hay un misterio, un saber que supera nuestra razón.

Iván. Y yo pido: o me revelás el misterio, o me aniquilás, o me metés a tu prisión.

Avraami. Vániushka, ¿y Cristo?

Iván. ¿Qué pasa con Cristo?

Avraami. Él es ese mismo dios, Vániushka, y sufrió sin culpa.

Iván. ¿Cómo es que este dios tan sabio creó tu mundo de tal manera que para arreglarlo tuvo que probar él mismo, o su hijo único, la muerte y la tortura y la humillación, y aún así no corrigió su mecánica? No me hablés de Cristo. Vino a redimir, y el infierno aúlla, y en la tierra a pocos le va mejor que en el infierno. Y hay lugares como arenas en el mar. ¡Ay, vos! Pensá: pena, pena, pena… la cabeza me da vueltas.

¡Dame la paz, señor,

Dame la muerte verdadera,

Dámela, dámela, dámela, odioso tirano!

Tania. Ay, Vániushka sufre… bueno, apoyá la cabeza en mi pecho, yo estoy con vos para siempre, sea en la vida, sea en la muerte entera, sea en el infierno de fuego.

Iván. Sos mi consuelo.

Avraami. Vániatka, ¿y si esta cizaña la plantó el maldito?

Iván. Que tu dios confiese que no es fuerte, que satán es más fuerte que él… entonces estará claro y lucharemos juntos, vamos juntos a sufrir y sollozar. Eso es lo que pido. Que confiese que no es fuerte, y si es más fuerte que todos… ¡entonces por la vida y la muerte, por el bien y por el pecado, por el infierno y el paraíso, anatema, maldito sea!

(Un largo gemido de horror y compasión. Egori y Felitsata se acercan majestuosamente).

Egori. ¿Te rebelás? ¿Mascullás?

(Silencio).

Te esperaba y, enamorado de esta beldad, pensaba en el hijo. Llegaste ladino y altivo, semejante a los pecadores quejumbrosos. Difamás a mi señor en su templo sagrado. A tu propio padre, guerrero del señor que carga 18 heridas mortales en el pecho, le has perturbado su asunción paradisíaca. Aquí, donde no se conoce la pena, me diste a tomar el cáliz profundo de la amargura. Y me depositaste un horror estremecido en el corazón, que había penetrado en la dicha como la abeja en la azucena, pues preveo que has de estallar y precipitarte como una carga busca el fondo.

Hijo, hijo, en el paraíso, lloro por vos.

Felitsata. No me atrevo a ver a la cara a las esposas y a las vírgenes, los ángeles se avergüenzan de vos.

(Entra Pedro, tras él muchos santos y santas, y más lejos los rostros de los ángeles).

Pedro.

Ah, Juan querido, ¿estás desolado

Y molesto? Estás entre tinieblas

Y crece el atroz pecado. Ah, Juan,

Querido, llore tu alma, ábrete,

Confía y ama; y apaga pronto

El débil faro del pensamiento,

Mira al sol de la Verdad y el Amor,

En los cielos del cielo brilla para ti.

(Pausa).

Ah, Juan, te lo ruego. Ya cede

Bajo el peso de tu ser etéreo

El puente luminoso. Ah, Juan,

Te imploramos, rechaza al maligno.

(Pausa).

Ah, Juan, en la escalera divina,

Alto en sus dorados escalones,

Esperan los más sabios. Conocen

El centro del saber de dios. Mira,

Alaban a coro al creador. Cree.

(Pausa).

Santos

Sufres, la duda te subleva el alma…

Cree con humildad, hijo de dios.

Entrégate dulce a su voluntad,

Mécete suave, barca dorada.

En la corriente divina… dormimos…

Sólo en su ojo luminoso vemos.

¿O no quieres fundirte en el amor?

Convoca a tu alma las noches de dios.

Las noches del señor cantan en paz:

Un refugio para ideas estériles.

Coro luminoso de santos

Santo príncipe de apóstoles,

Cancerbero celestial,

Pedro, expulsa a los rebeldes,

Purga el jardín milagroso.

Si parece otoño…

¿Acaso no merecemos

Que eterna la primavera

Nos ilumine el cielo?

Nuestra merecida paz,

Y dulce descanso,

Defiende, santo guardián,

Con dura mano.

Dormimos en beatitud,

Cantamos de día,

Para que no despierte

En nos la ira.

Que los altos paredones

Y el abismo infinito

De trajines nos separe

Por los siglos de los siglos.

Pedro. ¿Oís, Juan?

1-er ángel. De nuevo el sonido desigual del caramillo divino…

2-do ángel. Mirá como se apaciguaron los querubines.

3-er ángel. De nuevo el acorde disonante de las cuerdas.

4-to ángel. Y otra vez el cucú del pájaro Gamaiún[iii].

(Silencio. De las profundidades del paraíso se escucha un triste cucú. En algún lugar, se oye algo así como una flauta, cantan y resuenan las cuerdas).

Pedro.

¿Ya he de abrir las puertas cerradas?

¿Ya han de partir los expulsados?

(Un ángel brillante se aparece sobre el río).

Ángel.

Pedro, Sebaot[iv] me envió ante Iván.

Dijo: voy a discutir con el hombre.

TELÓN

Escena cuarta

Círculo interior del paraíso, inefable. Por entre los campos de altas flores que se extienden como alfombra van Jesús y María. Ella angustiada, él sumido en sí.

María.

Cuando me trajeron, hijo, al cielo,

Al séptimo, al magnífico, al trono,

Pasamos por todos los planetas

Y me daban en todos regalos,

Me transfiguré en brillante diosa:

Coros de ángeles se embelesaban

Asustados y en cada planeta

De algo terrenal yo me olvidaba,

Me fui volviendo como vacía,

Con sólo beatitud por dentro.

Y adormecida así y radiante

Me colocaron en el gran trono

Justo en frente del trono de dios.

Coro de ángeles.

¡Honren!

¡Honren a la Madre!

¡La Madre es belleza!

Honren.

¡Honren a la Madre!

Que para ella se creó la luz.

Eres el eslabón de diamante, oh, virgen,

La esposa que une los abismos.

Degusta dios por tu intermedio el mundo,

El mundo es divino por vos.

¡Honren, honren a la virgen!

Los cielos se hacen eco, cantan

La palabra más dulce que la dicha eterna.

Desde los rebosantes

Corazones vuela a Dios la palabra,

Nombre del éxtasis sublime…

¡María!

María.

Con su manos blancas los ángeles

Una corona bordada me pusieron

Y me miran a los ojos con amor.

En un acatisto[v] escrito en oro

Piden inscribirme a mí: María.

Coro de ángeles.

¡María! María…

¡Bendito sea tu nombre por los siglos!

Corazón de la música de soles cantores,

De los rebosantes

Corazones vuela a Dios la palabra,

El nombre del éxtasis Altísimo…

¡María!

María.

Y el Señor me preguntó desde el trono:

“¿Qué puedo yo darte, ay, mi paloma?”;

Se estremeció en mi entonces el pasado,

No me habían quitado todo los planetas,

Extendí mis brazos hacia el trono

Y dije: deme a mi niño…

Y miro, y lo tengo a mi niño,

En mis brazos extendidos hacia el trono,

Entonces lo abracé fuerte,

Besé sus manos, le besé los pies.

Cayó de pronto una lágrima en mi mano…

Los ojitos del niño están tristes…

Me puse yo también a llorar en silencio.

Coro de ángeles (en voz baja).

Lágrimas…

Por ti conocieron los ángeles las lágrimas.

María.

Me acordé de vos, mi Jesús,

Cómo creciste, pensativo y calmo,

Cómo me acariciabas a escondidas,

Frágil niño mío, mi tímido cordero.

Recordé tu santa juventud,

Las flores que me traías en el alba,

Tus charlas sabias con los viejos,

Los salmos que cantábamos de noche,

Y después tus viajes, hijo,

Y tus grandes enseñanzas,

Y las álgidas disputas, los enojos,

Y el amor y el odio tan mezclados,

Y mi abandono, mis alarmas,

Y después, ay, hijo, tus pesares,

Y el Gólgota, y tu cruz tan grande,

Y tus inquietudes premortales,

Y tus últimas plegarias…

Me desgarré el brocado de la ropa

Y caí de rodillas de la pena,

Te besé como una loca,

A nadie maldije, mi hijo,

Pero perdonar tampoco podía.

Coro de ángeles.

Lágrimas…

Por ti conocieron los ángeles las lágrimas.

María.

“No es pura el alma”, dijo el poderoso

Y lo ocultó una nube roja,

En ese momento escuché el llanto

De todos los vivos y muertos por venir,

Me espanté, me angustié

Y te vi junto a mí:

Ya no niño, sino un hombre magnífico,

Hijo mío, mi mártir y maestro.

Y habían pasado ya mil años,

Y mi angustia no disminuía,

Pero todo pasa ante tus ojos

Y no abrís los labios tristes.

Coro de ángeles.

Una pregunta…

Los coros de ángeles recibieron una pregunta…

Esperan…

Esperan tu palabra,

Cristo.

(Todo calla. Todo se congela. María mira a los enormes ojos de Jesús, y a sus labios apretados).

TELÓN

Escena quinta

El trono de dios. En el enorme trono que brilla con carbunclos, granates y rubíes está sentado el zar celestial Jehová en forma humana. Rizos y barba dorados, ojos azules brillantes, frente alta, figura majestuosa, movimientos grandiosos. Lleva una túnica dalmática púrpura y dorada y está coronado por una aureola de fuego. Los arcángeles sostienen espada, balanza, cetro y orbe. En el pedestal, los grandes escribas divinos, entre ellos el apasionado Pablo de capa naranja. Están presentes los ángeles de todas las órdenes y los santos de todas las categorías.

Arcángel Rafael.

Estremézcanse y regocíjense:

Él mismo, indescriptible, quiso

Venir ante los ojos del hombre

Por calor del cielo convertido

A la imagen de su padre y zar.

La sapiencia se inclina sobre ustedes

Para disipar las sombras del alma.

Pende en los cielos paradisíacos

Una nube gris de duda, los santos

Tímidos vacilan. Alisa el padre

Con caricias las frentes arrugadas

De sus hijos. Llamen al hermano,

Al acongojado Iván, el ruso.

(Entran Iván, Tatiana, Egori, Felitsata, Avraami).

Rafael

Iván, levanta los ojos y mira

La imagen del señor. Esta grandeza

Es la imagen más débil de dios, luz

No reducida que ciega los ojos

De los arcángeles. Mira e inclínate.

(Todo el grupo cae postrado. Tatiana también, pero al ver que Iván está de pie, se levanta insegura y se para junto a él).

Iván. Creador, tus caminos me son oscuros. Hasta que no los entienda con la razón que me diste… no oirás alabanzas de mí. No entibia mi corazón el amor; lo carcome la sospecha de que no debo amarte ni agradecerte, sino maldecirte y odiarte. En cuanto a la reverencia, me extraña encontrar en el cielo semejanzas con los palacios reales y con sus costumbres.

Rafael.

Somos aquí el ejemplo de los reyes

Terrenales. Los zares de la tierra

Por astucia, por la oscura fuerza,

Buscan crear similitudes con nosotros.

No es Jehová señor porque es un zar,

Sino zar porque es el dios.

Iván. ¿Todopoderoso? ¿Omnisciente? ¿Misericordioso?

Rafael. Sí.

Iván. Que nos revele su gran secreto, ¿cómo permitió el mal? Dios todopoderoso, omnisciente, ¿cómo creaste un mundo gimiente y el camino al infierno?

San Pablo (solemne).

Antes de que el tiempo existiera, dijo el único señor en su corazón:

Creo esto a mi imagen y semejanza.

Dijo el señor:

Yo soy el amor,

Y el señor creó el mundo

Para amar,

Y el mundo estuvo acabado.

Y amó el señor su mundo acabado.

Pero el amor de dios es insaciable,

Y quiere dios merecer el amor.

Crearé, dijo el señor,

Crearé tinieblas y descomposición,

Y con mi poder convoco de los abismos

A una legión de espíritus que a través de toda tentación

Se elevarán ante mí

Y serán mis amigos

Y creó al demonio, bandido de los caminos

Y creó el abismo, la negación de la Luz,

Y creó un camino difícil y pedregoso,

Y la chispa de dios sembró en la oscuridad,

Y ésta creció puesta a prueba.

Y dio libertad a los viajantes de los mundos,

Para que los salvos merecieran la salvación.

Los elevará más alto que los ángeles,

Hijos de la verdad se llaman los santos.

Y en ellos el creador verá su rostro más

Que en los ojos que no han visto el pecado

De los arcángeles y serafines.

¡Gloria, gloria a ti, creador de la luz!

¡Gloria, gloria al creador de las tinieblas!

¡Gloria a ti por el pecado y por la ley!

¡Gloria a ti por la libertad y el amor!

¡Gloria!

Ángeles.

Siervos de la razón paterna,

De divino espíritu emanados,

Nos inclinamos al pedestal

De la gloria del hijo humano.

Del pecado y la tentación

No probamos obedientes,

Flotan en el fulgor eterno

Nuestras alas como nieves,

Pero con lágrimas bañamos

Del viajero su pie herido,

Y a las estrellas mandamos

Los coronen con su brillo.

Para ellos, tronos, como a jueces,

Para nos, sufrir en servicio,

Gloria al hombre iluminado,

Que al sufrimiento ha vencido.

Los santos mártires.

Nuestra cruz es pesada, Terrible nuestro camino.

Verbo de dios,

Ven a nosotros.

Nuestro cuerpo es del suplicio,

Ay, tiemblan cansadas las manos,

Dolor de mil caras… silbido

De flechas y látigo esclavo.

Terrible es el destino,

Adelante tinieblas,

Al combate divino,

Date un golpe en el pecho.

Ay, suspiros, ay, extenuantes miedos,

Llora al amigo y a la esposa muerta,

Llora que sordo se ha cerrado el cielo,

Ay, pesar de la injusticia terrena.

Abismo alrededor,

El horrible barranco.

Eterno amigo nuestro,

¡Escucha el llamado!

Ay, humo embriagante de las tentaciones,

¡Ay, cautivante y voluptuoso pecado!

Bestia, son tus ojos votos de pasiones,

Y tu risa es toda arabescos dorados.

Las dulces garras

Quema el veneno.

Al hijo frágil

Reclama el cielo.

Es terrible mirar al pasado,

Pero aquí bebemos del olvido,

Cantemos las pruebas del malvado,

Por él hemos la luz conseguido.

Las santas.

Dios, Señor, Sebaot, da la orden…

Y volveremos al sufrimiento.

¡Somos tus siervas!

¡Somos tus siervas!

¡Por vos, en vos todo pensamiento!

Dios, Señor, Sebaot, concíbelo…

Y danos la copa del pesar.

Y a las tinieblas envíanos,

Y quémanos, martirízanos…

Y huella ésta nuestra lealtad.

Dios, señor, Sebaot, sin piedad:

A tus juguetes de amor sumiso

Da torturas refinadas,

De las mujeres las almas,

Sonriendo, vierte al negro abismo.

Dios, el señor, Sebaot… lo ha querido

Y nos da la dicha del encuentro.

¡Oh, zar de almas, zar de cuerpos!

Qué incomparable destino

Arder ante ti como candelas.

Todos los ángeles y santos:

¡Hosanna, Hosanna!

Egori. ¿Oís? Postrate, se nos revela el tres veces sagrado secreto.

¿Escuchás cómo cantan Hossana todos los santos?

Felitsata. Se derritieron los hielos del corazón… Ahora va a caer de rodillas mi hijo ante el eterno, humilde como nosotros.

Avraami (alegre). Ahí tenés tu razón, je, je, y todas tus dudas. ¿Esuchaste?… qué emotivo, qué bien explicó todo el santo apóstol Pablo. ¡Para merecerlo! ¡Qué sabiduría! (se enjuga una lágrima). Yo también lo merecí… ¿Acaso no? ¡Señor!… No lo merecí. ¡Hazme sufrir aún más, Señor!

Iván. ¡Dios! Incluso si hubieras purificado y elevado a la gente por medio de tus sufrimientos establecidos…, yo discutiría y te contradiría. ¿Pero cómo los purificaste? ¿Acaso los elevaste? ¡Los hiciste perros del amo! Los acariciaste, y los olvidaste. Se postran como esclavos sin valorarse a sí mismos. Se ve que supiste asustarlos y pervertirles el alma. Me dan pena y me repugnan. No quiero llamarlos hermanos y a vos no te quiero llamar padre. No voy a ser un juguete. ¿Cómo te atreviste a crearme para el sufrimiento? ¿Yo te lo pedí? ¿Me preguntaste?

Rafael (espantado). Iván, ¿el señor te creó para el sufrimiento? Date cuenta: estás hablando con él en el paraíso…

Iván. Acá está lo peor. De éstos no tengo nada que decir. De pronto dios los moldeó de una masa esclava, o los redujo por medio de sufrimientos a su felicidad de corderos… no sé. Se lo agradecen, que así sea. ¿Pero y los otros? ¿Los que están en el infierno? Ahora lo veo. Al infierno mandaron a los que siguieron su propio camino. Ellos son la esencia de la libertad, por su libertad los descartaron, fueron rechazados y castigados por ser libres… ¡Cruel tirano! Querés aumentar el valor de tus siervos conquistándonos a nosotros los libres… porque yo soy libre, como ellos, y estoy con el infierno en tu contra… y en efecto, sabelo: si en tu divina soledad quisiste crear a alguien a tu lado… en verdad los creaste libres, pero no los comprendiste, no los valoraste.

Pablo. Te estás pasando de listo, el barro discute con el alfarero. Al infierno están condenados los asesinos, los déspotas, los sanguinarios, los reyes, la gente orgullosa.

Rafael. ¡Ahí están!

(A la izquierda del trono se abren las nubes y entre llamas aparecen en la visión zares y ricos, hombres y mujeres que vivieron a lo grande en la tierra. Un gemido continuo).

Pedro.

Quiten, justos, las miradas,

Para no ver esta inmundicia.

Los zares y los demás.

¡Perdón, perdón!

¡Ah, ah!

¡Perdón, aunque sea un respiro!

¡Ah, ah!

Iván. ¿Quién tiene que perdonarlos? ¿No los creó él así? Con la fuerza de su destino los puso en los tronos, endureció los corazones de los demás y los hizo sus servidores. ¡Vos tenés la culpa, zar primero! Ya que estás sentado en forma de hombre, sonrojate como los humanos ante tus crímenes!

Rafael.

Ustedes, condenados, que arden en el fuego,

¿Reconocieron a dios? Aceptaron su veredicto?

Los zares, etc.

¡Es justo tu juicio, oh, señor!

¡Apiádate, perdónanos y sálvanos!

(Se cierran las nubes).

Pablo.

¡Los mismos pecadores no pueden dudar

De que es justo el señor!

Iván. Triste espectáculo. ¿Sólo a mí me dan vergüenza ellos y todos ustedes y él ahí en el trono?

Tatiana (tímida). No sólo a vos, a mí también.

Rafael.

Ahí hay soplones, calumniadores,

Pillos viperinos y proscriptos.

¿Querés verlos? Son la mugre, residuo

Cenagoso del cáliz de la vida…

Nobles y santos han subido a dios

Y aroman con su vino en derredor.

El infierno ardiente, doliente y lóbrego

Acepta con rencor de dios el juicio.

Iván. ¿Cómo? ¿Querés decir que también allá estaría solo…? ¿Y el diablo? Quisiera estar aunque sea con el diablo.

Tatiana. ¿Y yo? Yo estoy con vos.

Rafael.

¿Querés el testimonio del diablo?

Escuchá sus ácidas argucias.

Porque dios quiere tu salvación

Y aumenta por vos los testimonios.

(Aparece ante el trono una figura informe envuelta en una capa negra).

Diablo. ¿Qué querés, vencedor?

Miguel.

Yo, que te encadené por voluntad divina,

Yo, Miguel, te hago una pregunta:

¿Osás decir sin mentira, inútil aquí,

Que no creó dios el mejor de los mundos?

¿Que no atestiguan vos, los sufrimientos

Y las tinieblas su sabiduría?

Diablo. Dios me creó de la nada. Para su estorbo. De haberme hecho algo más fuerte, habría luchado con él enserio. Si apenas más débil, él habría perdido interés en el juego. ¡Entrenate, señor! Triunfaste de antemano. Soy tu hazmerreír. Al hacer el mal, hago tu voluntad.

Iván. Pobre. Me das pena. Levantá la cabeza. Decí que te reís de él. Pobre sombra. Ay, pobres, miserables de nosotros creados por él para su diversión. Diablo, ¿acaso no puso en vos ni un poquito de orgullo, ni siquiera en vos puso la negación? ¿De donde salió la mía?

Diablo. Vos sos hombre. Sos hijo del amor. A mí no me fue concedido. Yo estoy vacío. Soy apariencia, truco, falsedad, pura mascarada. Y vos, hijo de un amor contra la corriente.

Iván. ¿Soy él único en el universo?

Diablo. ¿Qué te pasa? Ahí a tu lado hay alguien lista a seguirte. No hay pocos enemigos de dios en el infierno, y quizás haya muchos también más arriba.

(Un trueno. El diablo desaparece).

Iván. ¿Oyeron? Ella y yo no somos los únicos. Allá no solo sufren los zares y los traidores, también los enemigos de dios. ¡Vamos con ellos! ¡con ellos!

(Agarra a Tania de la mano y quiere correr).

Avraami. Vániushka, Vániushka, te condenás.

Iván (mirando alrededor). Padre y madre son extraños.

Egori. ¡Lo repudio!

Felitsata. ¡Lo maldigo!

Iván. Y vos, hombrecito pío y desdichado, ya que sos mucho más recto y listo que ellos… ¡Atrevete! ¿Acaso no ves que yéndome al infierno, soy el único acá que ama, el único justo acá? Y si hay otro, será allá, entre las oscuras llamas, adonde voy. Bueno, Avraami, juzgame vos, que yo acepto tu juicio. Si decís que soy un aborto y un criminal, bien, yo mismo diré que soy un monstruo y un loco.

Avraami (horrorizado). ¡Qué te pasa! ¡Qué te pasa! Yo aquí no me atrevo ni a respirar.

Jehová. ¡Juzgalo!

Arcángel. Lo ha pronunciado. Te ha llamado.

(Los ángeles llevan a Avraami de la mano y lo dejan junto al trono de dios de cara a la sala de espectadores).

Ángeles.

Avraami, juez del señor,

Póstrense los cielos,

Puro de corazón, dulce, benigno,

Él juzga los asuntos del señor.

Santos.

La honra del santo Avraami

Esuchan soles y simas abisales,

Salva al alma descarriada,

Devuelve al rebaño la oveja.

Avraami (agita las manos tembloroso en señal de rechazo). ¿Qué les pasa? ¿Qué les pasa? A mí se me atasca la lengua, tengo la razón flaca, lamentable la cabeza y no entiendo nada.

Iván. Te exijo, Avraami, que digas una sola cosa: por exigirle acá a dios que dé cuentas del sufrimiento, ¿soy un criminal o un siervo de la Verdad y del Amor?

Pablo.

En este trono se aposenta la Verdad,

En este trono reina el Amor,

Quien contra el señor alce la voz…

Es enemigo del Amor y la Verdad.

Rafael.

Avraami, ¿es que no amas al señor?

¿Por qué demoras tu sentencia?

Iván. Mirame a los ojos, anciano, y decí la verdad.

Avraami. Santo dios, rostros angélicos, huestes de los justos… miren cómo tiemblo… ni en la tierra sufrí tan amarga tortura. (Llora). Tengo miedo…

Miguel.

¿Acaso dudas, Avraami?

¿No valoras la bondad divina?

Avraami. Soy un esclavo de dios, un esclavo obediente. Sólo que Vániushka… Vániushka es bueno. No, no lo juzgo. Temo a dios, pero no hablaré contra mi conciencia… ¡Ay! (Un silencio oprimente).

Pablo.

Hay un motín en el cielo.

¡Castigo, señor!

Los santos. ¡Castigo!

Jehová (pensativo).

Acaso no me juzgué a mí mismo

Por la música gimiente de los orbes,

Me reflejé poderoso a mí mismo

Y me otorgué de Cristo el rostro.

Así conocí el mundo, sus penas bebí,

Cargué la cruz de la redención,

Soy el creador y la creación,

Estoy en vos, Cristo, y vos en mí,.

Coro de ángeles.

Se acerca el hijo de dios,

Misterio de profundidad divina.

Vuestro hermano, gente, el hijo más querido,

Vuestro hermano, hijos de dios.

Jesús,

Hombre,

Hijo de la virgen María,

Logos primigenio, dios,

Todo era él…

Idéntico al padre

Y diferente,

Bendito

Y crucificado,

Todopoderoso

Y humillado,

Con espinas, coronado zar.

(Se acercan Jesús y María).

Jehová (A Jesús).

Este… Hombre, ah, hijo querido,

Nos acusa a ambos,

No piensa que el merecido tesoro

Del amor sea paga por el mal.

Coro de ángeles.

El tesoro del amor merecido…

¡Ah, espíritu nefasto!…

No es para él paga por el mal,

¡Ah, la inteligencia rebelde!

Jehová.

Hijo mío, mi Verbo eterno,

Callas en mí, por mí ungido.

Contigo por mi fuerza

Сonferencio de cara al mundo.

Ángeles.

Dios con la Palabra, con su fuerza…

¡Asómbrense!

Conferencia de cara al mundo,

¡Calle la creación!

(Un silencio profundo. Lejos a la redonda se propagan las canciones de los enemigos de dios).

Addái… dái

u-u-u

Grrr-bj-naidzaj

Avau, avau, pjof bj.

Maldita seas, maldita seas,

Luz parturienta.

¡Al creador del universo

Ninguna indulgencia,

Maldito seas, lumbrera,

Verdugo-dios!

Ah, caos, ah, diablo,

Llora por nos.

(María se cubre la cara con las manos; Jesús tuerce los labios afligido. Jehová se toma las olas doradas de su barba con dedos temblorosos).

Jesús.

Padre, somos culpables.

(Una explosión de gemidos y exclamaciones y de nuevo el silencio).

Jehová (pensativo).

Yo estaba solo.

¿Quién sino yo conoce la soledad?

Vos, amado y amargo…

Sos igualmente yo.

Y en el principio yo creé

¡El mundo!

¡Arrojé un puente desde mi perfección

Al abismo!

Creé la variedad.

La Luz y las Tinieblas,

El Bien y el Mal.

En mi juego

Dan vida a la vida,

A mi amiga apasionada

A su

Bullente,

Poderosa,

Bella,

¡Naturaleza!

Sufre,

Se regocija…

Mi eterna amiga.

Que me ame

Y que me odie,

Pero que exista,

Y bullente brille

Shejiná[vi],

¡Sofía[vii]!

Saber mío,

Enajenada,

Hija, mujer, enemigo.

Oigo las maldiciones

Con divino placer,

En mi copa la amargura

También es necesaria.

Ángeles.

¡Gloria!

Las santas.

¡Señor nuestro!

Iván.

¡Maldiciones para tu arrogancia, ogro!

Jehová.

Veo en tus ojos, hijo,

Que hace ya mucho que nos hemos separado.

No quiero escuchar tus palabras.

Tu palabra… es mi palabra secreta.

Yo creé el mundo ruidoso y abigarrado,

Puesto que yo mismo tengo mil caras

Y soy Uno.

Por los siglos hay en mí coros de voces,

Mi antiguo nombre… ¡Elohim!

Mi sentido… ¡el Consejo tempestuoso!

Ángeles.

¡Gloria!

Las santas.

¡Señor nuestro!

Iván.

Oigo, oigo… Parece, dios, que se revela el secreto de tu espíritu.

Jehová.

Hijo, me alegra esta voz humana.

Intrépido y de gran corazón es este muchacho.

Conoce dios el número de sus almas

Y a mis tesoros templados en fuego,

Orgullosos, que me maldicen en el infierno

No los odio.

Pero quiero oír loores

De bocas libres.

Esta gente, hermanos tuyos,

Mártires,

Me glorifican

Y están dispuestos a sufrir otra vez por mí,

Que ellos también hagan las paces,

Que entiendan las profundidades de mi mundo,

A quien no se incline por mi amor,

Lo doblarán sufrimientos multiplicados.

Y cuanto más duro es el martirio de mis vástagos,

Tanto más dulce su pacificación,

Tanto más sonoras son sus alabanzas.

Ángeles.

¡Gloria!

Las santas.

¡Señor nuestro!

Iván. Nunca. ¿Siempre conquista el amor con torturas tu grandeza?

Jesús. Somos culpables, padre. No hay recompensa por el sufrimiento. Y quien sufrió, no perdona. Perdona el pusilánime. Pero el que es fuerte en la verdad… ése no perdona.

Padre, padre, bendice al que sufre, y que se separen. Que se separen dicha y sufrimiento, como el agua y el aceite. Bajo el brillo de la beatitud se acumula el recuerdo del sufrimiento. No debiera haber sufrimiento en la existencia. Respondemos por él. Y no nos perdonaremos a nosotros mismos. Si un pájaro lucha en las garras del águila… ni esto, padre, se nos perdonará.

Yo sufrí

Y no te perdono.

Y ella, a través de quien llegaste al mundo…

Tampoco te perdona.

¿O pensás, padre, cubrir las heridas del mundo con el manto luminoso y colorido de tu alegría por la vida? Zar celestial, toda tu beatitud no puede redimir el grito de un solo niño abandonado. Vos… gran creador, arquitecto milagroso, tentador de la Existencia, es en verdad loca tu sabiduría. Es mucho y exuberante tu deleite por tus horrendos actos.

Pero yo te juzgo.

Soy uno con vos. Padre e hijo… uno. Pero hoy se separa de vos el hijo. Si no se arrepiente el creador, lo hace el hijo.

(En voz baja).

¿Por qué me abandonaste, me entregaste a la cruz?

Querías redimir el mundo.

Y te querías redimir a vos mismo.

Yo y tu Voluntad para la redención del mundo,

Dios, yo soy tu arrepentimiento secreto. Que salga a la luz el secreto.

No fue suficiente mi arrepentimiento, no fue suficiente mi Evangelio.

Haya más amargura en el arrepentimiento.

(Silencio profundo).

Jehová.

Hijo, ¿Cómo habría de arrepentirme?

¿O destruir el mundo?

Reinaría un silencio sin límites,

Pero el pasado está eternamente vivo para mí.

Todo lo que fue;

Fue en mí,

Todo lo que fue en mí…

De acuerdo a mi poderío

Continúa su existencia

Eternamente.

Si el sufrimiento es mi crimen,

Entonces no hay caminos

de retorno para mí.

(Silencio total).

Hijo mío, te separás de mí,

Rompés el corazón divino,

Yo soy la fuerza profusa, la sed de vida,

Vos sos mi perfección,

Yo, un amor ardiente y bullente…

Vos, el amor que envuelve de paz el mundo.

Quiero partir los abismos y explotar los secretos,

Y a vos te atormenta cualquier dolor.

Lo que para mí es éxtasis,

Es pena para vos.

Y hoy ando triste,

Triste por vos,

Por cómo te entristezco:

(Se cubre la cara con las manos. María solloza fuerte ante el silencio profundo de los mundos. Cristo, hosco y callado).

Y, quizás, sería mejor

Si no hubiera mundo,

Y aun mejor,

Si no existiera el mismo dios.

Hijo, vos lo sabés:

Estoy condenado a ser

Por mi propia fuerza.

Iván (irrumpe violentamente en el centro del escenario). ¡Ah, qué felicidad, qué éxtasis!… Dios, vos padre y vos hijo… ahora lo veo… ahora entiendo todo. No son todopoderosos. ¡Ustedes también! ¡Ángeles, personas, alégrense… no son todopoderosos! Y si no son todopoderosos, Tania, si no son todopoderosos, amigo Avraami, papá y mamá, entonces no son culpables. Ahora lo entiendo. Vos, gigante en el trono, dispensador de la vida, inabarcable multiplicador de la existencia… ya te entiendo, ya te estoy queriendo. En tus hijos también vive tu fuerza infatigable. Pero no te separes de nosotros en una grandeza solitaria. Quedate a nuestro lado y estaremos con vos. Bajá del trono, demolé las paredes del aburrido paraíso, apagá los fuegos infernales, llamá a todos y decinos: Hijos, vivamos y construyamos. Entendemos tus turbulencias, y si en los errores de la riqueza de voluntades debemos sufrir con vos, que así sea, porque será culpable, sólo la Existencia. ¡Así le habla a dios el hombre! Deja de ser, le dice, pues te reconocí: eres todo, y por eso no hay dios sobre todo.

Y a vos también te entendí, hijo de dios, a vos, bondad y amor. Que tu bálsamo feliz y fragante se derrame en todas direcciones y haga del espacio un mar de aromas. Se acallarán las tormentas y nos fundiremos en vos. Y habrá dicha sin tierra y sin infierno, un único reino del amor. Y, quizás, vuelva a quemarnos la sed de paternidad y creación y regresemos al martirio de las pasiones. Ya que una y otra cosa… ¡son la Existencia!

(Se escucha una marcha que se acerca).

Se rompen las cadenas, se abren las puertas,

Al cielo, orgullosos, nos llaman del abismo.

¿Quién llama? ¿Qué voluntad? Hace mucho ya esperan

los soles del universo las vueltas del destino.

A nadie, nadie, nos sometemos,

Nosotros los dioses, la luz, nosotros…

A nuestras metas, libres, corremos,

¡Y ni en el infierno esclavos somos!

¡Y ni en el infierno esclavos somos!

¿Derrocarán al déspota? ¿Es libre la zarina…

Única diosa de la luz y las sombras?

El cielo brilla, frontera diamantina,

Díganle adiós a las mazmorras.

A nadie, nadie, nos sometemos,

Nosotros los dioses, la luz, nosotros…

A nuestras metas, libres, corremos,

¡Y ni en el infierno esclavos somos!

¡Y ni en el infierno esclavos somos!

(Entran los enemigos de dios, adelante Caín y Prometeo. Se detienen ante el trono de dios y lo miran directo a los ojos).

Jehová (se para; escucha el sonido de las trompetas).

¡Mi creación! Deshago el Estado,

Rompo el cetro. ¡El hombre ha crecido!

Todas las almas, ¡construyamos

Con pena y gozo el nuevo siglo!

Iván. ¿Y vos, y tu hijo, y los ángeles, y los santos?

Jehová (un órgano majestuoso llena el mundo).

Bendigo las etéreas alturas,

La vía láctea, la luna y el sol,

Bendigo la unión y la ruptura;

¡Crece, mi creación!

Yo y el hijo y los coros angélicos…

Nadaremos las olas del ser:

Que sea todo eternos arabescos:

Que borde la Vida… ¡mi heredera!

Ángeles (inseguros)

¡Gloria!

Rafael.

¿Nos ordenas, intocados del lodo abisal,

Dejar nuestra pureza original?

Dios, a partir de hoy tus ángeles…

Somos inútiles, deplorables.

Las santas.

¿Cómo vivir sin el señor?

¿Rodar por el mundo sin amo?

Precisa la esclava un señor…

Seremos huérfanas sin amo.

¡Señor, señor, no dejes el trono!

¡Señor, señor, no nos abandones!

Danos un cautiverio eterno y gozoso…

Dios nos abandona, ¡llora, el mundo, llore!

Los santos.

Hombres del orden,

Cumplimos la ley:

Brillaba tan dulce

El trono del rey.

De la estrella guía

Nos quieren privar,

El hilo de luz,

Nos quieren cortar.

Jehová.

Pero vos, ah, hijo querido,

¿Te reconciliaste conmigo?

Jesús.

Me alegro por el Hombre,

En él estamos vos y yo.

Jehová.

¿Ves cómo lloran los que estaban felices?

Jesús.

Mejor la tristeza que el contento junto al martirio.

Iván (en un arrebato de éxtasis)

Dioses, gente, yo sé,

Sépanlo ustedes.

En la multitud de la unidad

Somos todos… espíritu.

El espíritu universal

Por mis labios

Acepta para sí

La luz y la oscuridad.

Es el único culpable,

Mártir de sus propias pasiones.

(Canta en éxtasis).

Aspiremos a la santidad

De un objetivo supraceleste,

En el puerto calmo de la dicha

Hacia la cuna divina.

La corriente destructora

Que ruge en remolinos

Tiene por objetivo

Parir para el futuro

A los hijos de dios.

Dios es la meta de la lucha,

El nuevo dios luminoso.

La divina meta… la creación:

Volver a erigir un palacio:

Vuelve a bailar pasional

La danza de las tormentas…

¡Ah, tempestad hermosa

Como el azur de los cielos!

Eterna alternancia,

Día y noche de los mundos…

Sabiduría del hombre,

Profetízanos la verdad.

Diablo (aparece. Se le ve la cara amarilla por entre los bordes de la capucha negra).

¿Así que todo se ha reconciliado? ¡Espíritu!

Qué orgullo… Pero no oigo el acorde final.

Iván.

No hay acuerdo. ¡Viva la revuelta!

No hay culpables. ¡Sólo eterno movimiento!

Jehová.

¡Vivan! (Se baja del trono).

Jesús.

¡Ama! (Sube hace él, se encuentran y se besan).

Diablo (adelante en el escenario).

E igual veo… que tengo un papel,

Desafina la orquesta, el baile es raro.

Quiere ser la libertad pelotón de libertades.

Amor, sé la flauta, yo seré el contrabajo.

(Se cierra el telón mientras habla).

Baja el telón. Se reveló el misterio.

Ay, ¿basta, entonces? Sólo un ruido abigarrado…

Sueños y pensamientos…. Todo es casual.

Así les resumo mis diabólicos pensamientos.

¿No lo creen?… No discuto… cada cual a buscar

Sus propias reflexiones. Iván en el Paraíso

Es un mito que despierta las ideas

Y que lo olvide, quien pensar no quiera.

(Sale).

“Este misterio a medias en broma dibuja el desarrollo del sentimiento de justicia en el hombre que ha derribado la autoridad de sus propias cosmofantasías, lo que lo ha llevado, por así decirlo, a una mirada republicana del mundo. Sobre el uso como base de la nueva cosmovisión de la hipótesis del panteísmo trágico, ver el prefacio a la pieza “Los magos”.

Notas

[i] Fuentes: Иван в раю. Миф в пяти карт. М., ГИЗ, 1920. 40 с. (Дворец искусств. Москва) / То же. — В кн.: Луначарский А. В. Драматические произведения. Т. 2. М., 1923, с. 3–42. /Рец.: Кий. — «Книга и революция», 1921, № 7, с. 53. En http://lunacharsky.newgod.su/lib/dramaticheskie-proizvedenia/ivan-v-rau/

[ii] Especie de birrete que llevan los sacerdotes y monjes ortodoxos.

[iii] Pájaro profético del folclore eslavo. Símbolo de sabiduría, vive en una isla cerca del paraíso. Se la representa con cabeza de mujer (n. del t.).

[iv] Uno de los varios nombres que los judíos dan a Dios es Adonai Sebaot, que podría traducirse como ‘Señor de los ejércitos’ (n. del t.).

[v] El Himno Acatisto es la más grande y célebre composición mariana de las Iglesias de rito bizantino.

[vi] En el pensamiento judío clásico, la shejiná es la morada de la presencia divina.

[vii] Personificación de la sabiduría. Del griego, Σoφíα, “sabiduría”.

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