«Gógol y el Diablo», de Alfredo Hermosillo

Omar Lobos

El libro se propone como un abordaje de la figura literaria del diablo (abordajes que, sostiene el autor, en general no abundan) en la obra de Nikolái Gógol, más concretamente, su función narrativa. Parte para ello de la caracterización del diablo en Gógol que trazara hace ya más de un siglo Dmitri Merežkovski en el libro cuyo título repite en castellano el autor del presente ensayo: en ruso, Гоголь и чёрт (1906). Merežkovski dice allí que Gógol descubrió que la verdadera cara del diablo no es el rostro terrible de los imaginarios más remanidos, sino el más común, ordinario de los rostros. De allí que su reconocimiento se vuelva problemático y la posibilidad de su presencia real algo tremendamente inquietante.

En el tratamiento de lo demoníaco por parte de Gógol, sostiene Hermosillo, puede percibirse una evolución, desde las figuraciones folclóricas eslavas que aparecen en los cuentos ucranianos, pasando por su presencia como elemento perturbador en los relatos petersburgueses, hasta un tratamiento mucho más sutil de esa caracterización en las obras mayores: El inspector y Almas muertas.

tapa
México, Puerta Abierta, 192 pp. ISBN 978-607-8783-10-9

En el primer capítulo, el autor realiza lo que considera necesarias contextualizaciones histórico-culturales y biográficas: la impronta popular que la religión ortodoxa tuvo en Ucrania, todo el mundo de creencias que Gógol abrevó en su casa natal, la marcada influencia de su madre, la muerte temprana de su hermano Iván, la idea del arte como misión, el lugar que –Bielinski mediante– pasó a ocupar en la literatura rusa luego de la muerte de Pushkin, la lucha con lo que consideraba la incomprensión de su obra, la oscura influencia de su confesor, su crisis final. Un breve recorrido que traza una configuración de Gógol que, como a menudo sucede con su figura, lo equipara casi a uno de sus propios personajes literarios.

El segundo capítulo está dedicado al elemento sobrenatural en Gógol, aspecto que con frecuencia ha sido rápidamente señalado como resabios románticos dentro del realismo y en tal virtud tratado como elemento pintoresco. La posición del autor es que ese recurso, en cambio, es sustancial. Los textos objeto de análisis son los de cuño folklórico propios del primer Gógol, el de los dos volúmenes de Las veladas de Dikanka, con excepción de algún que otro relato. En ellos el diablo asoma ya en los rasgos malignos de un viejo gitano, ya en el rumor sobre una casaca roja y un hocico de cerdo que chilla y aterroriza la imaginación de los personajes, ya en la forma de toda clase de auxiliares, brujas, rusalkas, hechiceros y fuerzas impuras en general. Por otra parte, su tratamiento es a veces cómico y otras veces terrorífico, tal como sucede en relatos como “Viy” o “Una terrible venganza”, pero en todos los casos se objetiva de modo concreto y ostensible.

En las conclusiones generales del libro, el autor propone un cuadro que sistematiza la función de todos estos elementos siguiendo el modelo actancial de Julien Greimas. Para Hermosillo, en muchos de estos cuentos lo fundamental para Gógol es el castigo del deseo –aun el más excusable, como el deseo del objeto amado– y el triunfo sobre el mal, es decir, sobre el diablo.

En el tercer capítulo, analiza lo demoníaco en la llamada obra realista, que incluye algunos de los textos de temática ucraniana, todo el ciclo de Petersburgo, la comedia El inspector y la novela Almas muertas, así como Pasajes escogidos de la correspondencia con los amigos. Si en la llamada obra fantástica lo demoníaco está encarnado en personajes concretos, en esta etapa estaría imbricado en toda la arquitectura textual y se mostraría de un modo más sutil. En este sentido, asimila la obra de Gógol a la de Franz Kafka en lo que llama una poética de lo inconcluso, si bien en el caso del primero se resuelve muchas veces con el recurso a lo que Víktor Shklovski llama “finales falsos”, o bien a la apertura de nuevas posibilidades infinitas, como ha observado Iuri Lotman. En esta disgregación fatal de todas las cosas del mundo, en esta imposibilidad de una resolución positiva definitiva, estaría cifrado el triunfo del mal.

En su conclusión, señala nuestro colega que Gógol comenzó su oficio literario por distintas formas de escarnio sobre el diablo en su afán de derrotarlo, y concluyó su trayectoria siendo él el derrotado.

Si bien releva una abundante bibliografía en ruso y en castellano –lo cual siempre es de agradecer–, el resultado, en general, es un libro desigual, que a menudo se presenta como un relevamiento descriptivo de los diversos motivos diabólicos en Gógol y también de las interpretaciones más canónicas que se han hecho sobre ellos, con glosados un tanto excesivos para reponer todos los argumentos, y citas textuales en algunos casos demasiado extensas (el más, en estos casos, es que, conforme aclara el autor, la consulta de fuentes se ha hecho en lengua original, y todas las traducciones del ruso al castellano le pertenecen). En este sentido aparece como un trabajo destinado a un público general. Por otro lado, por momentos retoma su formato analítico ensayístico, con consideraciones sobre el humor, el lenguaje, la complexión psicológica y moral del autor, aunque en este aspecto su conclusión sea más bien una sistematización de lecturas ya realizadas. Con esto queremos decir que es un libro que aportará información nueva al lector no especializado pero no así al especializado. Quizá, en una segunda edición, el autor pueda revisar estos aspectos para definir mejor la orientación.

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