«En derredor», de Simón (Semión) Nadson

Pablo Arraigada

No puede haber desenlace para la vida de un poeta. Todo lo que no ha emprendido, todos los instantes alimentados con lo inaccesible, le dan su poder. ¿Experimenta el inconveniente de existir? Entonces su facultad de expresión se reafirma, su aliento se dilata.
E. Cioran, El parásito de los poetas

¿Desde dónde uno puede pensar la figura de Nadson en el día de hoy? ¿Cómo afrontar su lectura y poder comentarlo? Su obra implicó un hecho fundamental de las letras rusas hacia la segunda mitad del siglo XIX; sin embargo, eso es pasado y no refleja mucho de la actualidad. Por lo tanto, me propongo traer aspectos: el surgimiento del libro como proyecto de traducción, la vida y la época de Simón Nadson, y lo que su obra ha dejado.

Fue en mayo de 2021 cuando este libro, En derredor, vio la luz, como parte de una apuesta y una recuperación poética. A cargo de esto estuvo la editorial Himalaya, así como también Tatiana Kolew, junto a Mario Buela y Marcela Ghilino, en la labor de traducción (https://www.deabedulesyombues.com.ar/tag/simon-nadson/). Este grupo se encargó de traducir, de dar a conocer al español parte de la obra de Nadson, y la decisión tiene en parte un carácter anecdótico. Es por un libro que trajo el padre de Kolew cuando emigró, y que fue recuperado años después por su hija, que hoy tenemos esta antología frente a nosotres. Dejo estos detalles para quienes busquen y (se) encuentren con el libro, y vean las palabras del prólogo al respecto.

Ahora bien, este poeta ruso encierra muchas particularidades. A pesar de su gran reconocimiento y éxito en su momento –se lo ha considerado como el primer gran best seller de origen judío en la Rusia del siglo XIX–, en la actualidad puede resultar un perfecto desconocido. Sin ahondar en datos biográficos, algo poco necesario en una reseña, solo propongo dar una breve semblanza de su vida para que pueda entenderse mejor al poeta.

Semión Iákovlevich Nadson nació en San Petersburgo en 1862, hijo de un padre que era judío bautizado y una madre que formaba parte de la nobleza. Su padre falleció, cuando él apenas tenía dos años, internado en una clínica de salud mental, y su madre habría de morir de tuberculosis cuando él tenía diez años. Su infancia fue marcada por la tragedia, y esto va a prolongarse a lo largo de toda su vida. La pérdida es un tema recurrente en sus poemas, y puede verse en los versos de “mujer”, donde el amor por la madre y la pena por su muerte se vuelve toda una vida de penas.

Su origen familiar judío también va a ser transcendental, al sufrir la discriminación y el maltrato de su tío, quien se hizo cargo de su cuidado y educación. Su niñez y adolescencia transcurrieron en una casa donde el antisemitismo estaba más que presente. Fue así como a los nueve años escribía sus primeros textos poéticos, mientras sufría el maltrato de su tío materno Mámontov.

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Quilmes, Himalaya Editora, 80 pp. ISBN 978-987-86-8916-6

Tras ir a estudiar en un Primer Gimnasio militar, en 1879 entra en el Colegio Militar. Nunca fue un mal alumno, pero su interés no estaba en la ciencia sino en el arte y la lectura. Sin embargo, sigue con su carrera militar y egresa con el rango de subteniente en el denominado Regimiento del Caspio, que se encontraba en Kronstadt. Fue en esos años, entre 1878 y 1882, cuando aparecen sus primeras publicaciones en periódicos y, también, cuando recibe el apoyo para seguir escribiendo por parte de Aleksey Pleschéiev y Nikolay Nekrásov. Sin dudas, esto fue un apoyo y un disparador más que importante para su carrera y su éxito. Ya en 1883, la tuberculosis que sufría se agrava y complica su ritmo de vida cotidiano. Debió pasar un largo período de tiempo en San Petersburgo, y se vuelca a trabajar con maestro y como editor. Pero su estado fue empeorando y debió viajar por recomendación de sus doctores, pasando tiempo en Berna, Niza, Wiesbaden y otras ciudades para intentar mejorar su condición. Sin embargo, su situación económica fue empeorando en medio de estos traslados, por lo que regresó al Imperio Ruso y se asentó un tiempo en Podolsk, para luego dirigirse a Kiev y terminar sus días en Yalta. Fue ahí donde falleció, con sólo 24 años.

Si se recuperan estos datos es para poder leer sus versos en este contexto: “la disonante pena / se introduce en la armonía del verso”, nos dice Nadson. Y su obra se vuelve una declaración de por qué componer canciones –poemas– se vuelve pena y dolor. Es posible leer en sus poemas, en “Estas no son canciones” o “No me censures”, un constante sufrimiento de vivir y escribir. Eso es el mundo de Simón Nadson a cada instante. Aquí es posible ver determinadas influencias en sus escritos, como son los casos de Alexandr Pushkin, de Mijaíl Lérmontov o del ya nombrado Nekrásov. Cuando uno lee y es atravesado por la poética de Nadson, se siente un eco de Lérmontov y su súplica “¡Quiero vivir! Quiero las penas / del amor para irritar la alegría”*. Porque Nadson es heredero de estos versos, y en su vida conviven el amor (por su madre muerta, por su patria, por aquello que lo lleva a sufrir, etc.) y la pena, algo que viene desde sus antepasados literarios rusos. No puedo evitar recordar, nuevamente, a Lérmontov y sus versos cuando habla del alma del poeta que es incapaz de soportar las ofensas y se opone a la opinión de la sociedad, lo que lo lleva a su muerte**. Simón Nadson no se dejó llevar por los vaivenes? de su época, sino que sus versos y su propuesta poética no tuvieron seguidores (a pesar de que su estilo y sus creaciones son recuperados y tenidos en cuenta, años después de su muerte, por la escuela simbolista). Nadson tuvo una vida de penas, un destino trágico y breve, a la vez que alcanzó éxito por no negar su origen judío y reflejarlo en parte de sus poemas. Logró que se identificaran y tuvieran simpatía por él, y esto se notó tanto en la crítica como en la recepción por parte de sus contemporáneos y la industria editorial de su época. Sus poemas fueron reimpresos varias veces tras su muerte, su figura estuvo presente en el mundo de la literatura rusa por casi treinta años. Obtuvo el premio Pushkin un año antes de su muerte, y, luego de fallecer, su cuerpo fue recibido en San Petersburgo por un gran grupo de jóvenes que organizaron su funeral.

En derredor conlleva decisiones, como toda antología, que permiten al lector potencial abordar la obra de Nadson desde una amplia posibilidad. Un ejemplo para dar es que no han incluido poemas como “Judas”, una de sus primeras producciones y texto sumamente central para entender al poeta en su condición de judío. Hay diversas elecciones con respecto a lo religioso: hay poemas que permiten ver, vislumbrar, sentir al autor en su visión de lo supremo y lo religioso. Poemas como “Ideal” dejan en claro la noción de algo superior, a la vez que también propone abandonar a los ídolos; otros, como “En aquella calma”, siguen esta misma línea y hablan de un canto al amor como un himno del paraíso. Pero sobresalen poemas, en esta idea religiosa, como “Solo la aurora del amor es placentera” y “Tres noches de Buda”, donde la visión de lo espiritual es integral y pluralista, no sólo ligada a una fe judía u ortodoxa rusa. Va más allá de todo cristianismo (idea que sí está presente en el poema “Leyenda sobre el pino”, con clara alusión a Jesús) y toda creencia, es la esperanza y el apoyo de algo celestial.

La poesía, el poeta, añoran su patria, tienen un amor por ella. Tal vez sea eso, junto con la pérdida y la idea de algo celestial y supremo, lo que impulsó la producción artística de Nadson. “La poesía es ahora – poesía de las penas; / Poesía de lucha, pensamiento y libertad / Poesía entre los muros de las ardientes ciudades, / Poesía de esfuerzo frente a la luz nocturna…”. La poesía como una forma de esfuerzo, como el esfuerzo mismo por vivir. Eso se vuelve su obra, que retoma otros autores del siglo XIX ruso, pero también es sumamente original y anticipatoria. Eso es otro posible abordaje de este libro: una poética de anticipación. Dejo la idea para quien desee llevar a cabo la labor. Cierro esto con un poema, que es un puntapié y, a su vez –y esta es la gran carga semántica en todo Nadson–, un final, un posible obituario, escrito por el poeta en 1882:

Murió de tisis, murió en soledad,
Como vivió en el mundo – absoluto expósito;
Suspiró pesadamente, meditó hondamente
Y se apagó, hundiendo en el cojín la testa.
Alguien lo recordó… aparecieron
Viejos amigos… sepultura le dieron
Pobremente, pero con calidez y ternura se despidieron,
En silencio se alejaron – y prontamente lo olvidaron.

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