Emil Krevetka

Arina Óbuj (Sobre la autora)

Traducción: Marina Berri

Primero, Lina tuvo un presentimiento.

—Tengo el presentimiento de que no debo volar. Pensé en devolver los pasajes, pero por alguna razón fui al aeropuerto igual. Al principio hubo una demora: algo le pasó a nuestro avión. En resumen, cancelaron el vuelo. Me pongo a esperar. Nos asignaron otro avión. Y yo siento que no debo volar. Pero igual me subí a ese avión. Estoy sentada. ¡Y de repente…!

Todos escuchan tensionados. Porque es claro que ahora habrá una explosión. Pero Lina por alguna razón está viva y nos cuenta esta historia.

—…¡y de repente! Se escuchó una voz. Hacen un anuncio: “¡Piloto Irina Petrova!”.

Todos esperan para ver qué ocurrirá a continuación, pero Lina se queda inmóvil con un gesto de horror en el rostro y deja de contar. Al parecer, la historia se terminó. Lina espera nuestra reacción y nuestra compasión.

—Y después qué pasó, ¡¿Lina?!

—¡Pues eso: Irina Petrova! —Lina sacude los brazos. — ¡¿Acaso no entienden?! ¡¡¡Irina Petrova!!!

Y entonces se vuelve claro que, por lo visto, lo más terrorífico en esta historia es Irina Petrova. Es posible que todos, salvo nosotros, sepan quién es Irina Petrovna. Por eso precisamos:

—Pero ¡¿qué, qué pasa con Irina Petrova?!

—¡¡¡Irina Petrova!!! ¡¡¡El piloto era una mujer!!!

*

El tema es que Lina no confía en las mujeres. Precisamente por eso trabaja en una peluquería para hombres. “Peluquería” suena arcaico, por eso ahora se dice así: Lina es una barbera, trabaja en un barbershop.

Aunque tampoco confía en los hombres.

*

En su tiempo Lina y yo comíamos juntas arena en la plaza. Y he aquí que quince años después nos encontramos y la sensación es que simplemente seguimos comiendo arena —así de bien nos sentimos.

Aunque también hay otra sensación: que ella me cuenta sobre la vida en un planeta y yo le cuento sobre la vida en otro.

En mi planeta hay muchos personajes, pero hay pocas personas.

Y en el planeta de Lina habitan solamente hombres. Incluso una cabeza de hombre adorna su armario. La llamamos Emil Krevetka. Lina aprendió a cortarle el pelo a los hombres con esa cabeza. Su corte de pelo es grotesco. Lina hace un gesto con la mano y después rompe el secreto:

—Si a una mujer no le cortas el pelo como quiere, enseguida grita. En cambio, un hombre piensa que así está a la moda.

En resumen, Emil piensa que así está a la moda.

Lina sabe todo sobre las cabezas de los hombres. Todo sobre su forma, pero no sobre su contenido. El contenido es para Lina un enigma. Especialmente el contenido de la cabeza de Antón.

Antón. Por Lina sé que es el mejor de todos y el más lindo. Pero esto probablemente sea la percepción de Lina, no las dotes de él.

Todos los días Lina ve a muchos hombres. Vienen al barbershop, se sientan en el gran sillón de cuero negro que se parece a un trono.

Y ahí en el trono se sentó un individuo varonil. Dijo que quería un “corte de pelo a la moda, y listo”. Por lo visto, Emil Krevetka pronto tendrá un amigo. Lina le hizo un corte parecido al nombre del juego “El mar se agita una vez…”

—Tuve un cliente al que nunca pude convencer de afeitarse la cabeza. De ninguna manera. En la cabeza tenía un flequillo tan largo que lo usaba para taparse la calva. Y su cráneo, de verdad, era lindo; la calvicie no le queda bien a cualquiera. En suma, cuántas veces le corté el pelo, lo peiné, él se fue. Barro, lavo el piso y no dejo de pensar en su cabeza. Me siento en el sillón y suspiro tan fuerte que se escucha en todo el barbershop: “¡Qué harta me tiene este descapotable…!” Miro en el espejo y él está parado detrás. Un huracán había arreciado, el viento le había corrido su techo-flequillo y él había venido otra vez para que se lo acomodara. Y tropezó con mi cumplido. Después de mi “descapotable” no volvió más. Seguro se ofendió.

Además de los clientes, al barbershop vienen repartidores. La llegada de un repartidor siempre causa excitación. Todos los barberos, como una manada de suricatas, voltean la cabeza y se quedan inmóviles. Generalmente el repartidor lleva en la mano un ramo de flores y se dirige a la recepción. Las cabezas de las suricatas se mueven en sincronía con él.

En vano. Las flores son siempre para Lina.

Una vez (después del sexto ramo) en el barbershop se armó un escándalo. Una rebelión de suricatas.

Emil Krevetka ya está acostumbrado a estas historias. Calla, mira derecho, su mirada es impenetrable, misteriosa.

Al día siguiente, Lina trabajará ya en otro barbershop. Y todos los repartidores se dirigirán allí.

Ella cambia rápido de barbershop y de departamento alquilado. Tiene una vida muy rápida, fluctuante.

La única magnitud constante es Emil Krevetka. Eterno compañero de viaje.

Lina no tiene amigos. Más exactamente, los amigos aparecen y desaparecen. Destellan por un momento. Y Antón también destella.

Y de nuevo destelló: llamó y dijo que la esperaba en la entrada.

Al fin voy a ver al héroe de nuestra novela. Justo también tengo que ir a la ciudad.

Bajamos por la escalera, pero seguimos un camino poco frecuente. Lina dice que así será más cómodo.

Salimos. Pero por el otro lado del edificio. La salida de servicio, al parecer.

—¿Y dónde está Antón?

—Me espera en la puerta principal.

Lina se despide de mí y corre de regreso la entrada.

Me siento como Irina Petrovna. Yo soy una piloto-mujer. Lina no confía en mí.

No, mejor así: Lina no confía en Antón.

*

Al volver a casa, es como si Lina volviera en sí. Callada, una estatuilla delgada con extrañas señales en el cuello. Algún tipo de código, de jeroglífico: el lenguaje de los elfos.

—Me muero por preguntarte, ¿cómo se traduce tu tatuaje?

—No se puede decir, si se dice no se cumple.

—Ah, entonces está bien, no me lo digas, así se cumple.

Lina calla por un instante, y después me dice la traducción.

Qué bueno que ya la olvidé. Todo se cumplirá.