Omar Lobos
Previene sobre “Las esclusas” en carta a su mujer: “Las escribí en un estilo raro, en parte al modo ornamental eslavo, recargado. Esto puede que a muchos no les guste. A mí tampoco me gusta: salió así de algún modo…” (Carta del 25-1-1927)[1]. Salió así de algún modo: se confía Platónov a su oscura musa. Y subraya cinco días después que “es imprescindible que [los editores] conserven con exactitud mi lengua. Que no hagan lío” (Carta del 30-1-1927)[2].
“Las esclusas de Epifañ” es una obra relativamente temprana de Andréi Platónov, escrita en Tambov en 1926 y publicada al año siguiente; es el relato que llama sobre él la atención de la crítica y abre el fulgurante período creador que lo revelará como uno de los más grandes escritores soviéticos. El tema es cercano al propio autor tanto en sentido geográfico (se trata de unas esclusas efectivamente realizadas en tiempos de Pedro el Grande en la región de Vorónež, de donde es oriundo Platónov) como en sentido profesional (el personaje principal es un ingeniero al igual que el propio autor, empeñado en el trabajo técnico sobre la naturaleza para hacerla útil al hombre). Pensemos que, además, el relato está escrito a las puertas del primer plan quinquenal de Stalin, cuyas grandes reformas no han podido dejar de ser vistas en paralelo con las del gran monarca. El protagonista es un ingeniero inglés contratado por el zar para construir unas esclusas que unieran los ríos Don y Oká para el tránsito de navíos.
Asimismo, es el relato más íntimamente autobiográfico de ese tiempo. Platónov por entonces ha dejado a su mujer y su pequeño hijo Tótik en Moscú, mientras él marcha solo en comisión a Tambov a realizar tareas de mejoras de suelos. Resistirá allí solo cien días. De tal manera, los desvelos profesionales del protagonista de “Las esclusas” por domeñar la naturaleza rusa (incluida la humana) coincidirán con los del autor, conforme escribe a su mujer:
Vivo mal. Reduje más del 50% de mi personal. Aúllan. Me odian todos, incluso los ingenieros mayores (viejos burócratas, que hace tiempo se han deshabituado a construir alguna cosa). Al resto de los técnicos los he desparramado por rincones perdidos de las aldeas. Espero o una denuncia contra mí, o un ladrillazo en la calle. A muchos he dejado sin trabajo y, probablemente, sin un pedazo de pan. Pero he obrado razonablemente y como constructor puro… (Carta del 27-1-1927)[3]
También la vida sentimental del personaje, que ha dejado en su natal Newcastle a su joven prometida Mary Carboround –quien poco después se casa con otro–, se superpone con el sufrimiento de Platónov por estar lejos de los suyos y también se traduce en reproches celosos a su mujer: “Se te han presentado hombres conocidos. Y ahora son más. Has comenzado a olvidarme. Dos meses hace que me fui de Moscú. Pasaron sin darnos cuenta, ¿verdad? Del mismo modo me voy volviendo extraño y perdido para ti” (Carta del 30-1-1927)[4].
Por otra parte, el fracaso de los trabajos del ingeniero Perry –y su consecuente condena en Moscú– será el anticipo literario de la suerte que correrán muchas de las obras de mejoramiento en la región de Voróniež en las que Platónov había participado a comienzos de los años 20. Muchos de los ingenieros que habían trabajado en ellas fueron investigados y arrestados a partir de 1928, acusados de perjuicio deliberado contra el estado soviético: fue lo que se conoció como “el caso de los mejoradores de suelos” (delo meliorátorov). El propio Platónov fue señalado por algunos de sus subordinados de entonces como el instigador de esa conducta, pero a pesar de que se temía su arresto ello no sucedió. De hecho, a las lecturas que veían en su relato una crítica a las transformaciones del país soviético, las rechazó de plano; dirá en su artículo “Contra los jueces de pacotilla”:
Verán, yo vendría a ser un enemigo de la construcción de la economía en la época de Pedro y este descrédito lo extiendo también a la construcción del socialismo. En ninguna parte he hecho yo una analogía entre la época de Pedro y nuestro tiempo. En “Las esclusas de Epifañ” yo muestro que los proyectos de la época petrina se realizaban contra las masas y en esto radica su impotencia.[5]
Platónov, ingeniero él mismo, es un encendido defensor de la técnica, entendida esta no en su sentido burocrático, sino transformador y creador. Pero para ello es imprescindible no perder de vista que lo que llamamos “técnica” es una extensión del ser humano, algo que prolonga sus manos, su inteligencia y su corazón. Y entonces, ¡ay, “si le toca como herencia a una sociedad indigna!”. De aquí su prédica en favor de los llamados “ingenieros de almas humanas”. (Pueden leerse, a propósito de esto, sus dos interesantísimos artículos que adjuntamos: “La primera tragedia socialista” y “Sobre la ‘liquidación’ de la humanidad”).
Tampoco a Platónov le interesa la verdad histórica: el verdadero ingeniero John Perry pudo concluir sus obras y regresó a su tierra natal en 1715, y las esclusas del relato, de hecho, existieron hasta 1910. Pero Platónov necesita otra cosa: “Pedro ejecuta a Perry, el constructor de las esclusas, en la torre de tormentos en extrañas condiciones. El verdugo es un homosexual. Esto no te gustará. Pero es necesario así” (Carta a su esposa del 25-1-1927)[6].
Eric Naiman, profesor de lengua y literatura eslava de la Universidad de California, lee la obra en una analogía con la famosa póviest’ en verso de Alexandr Pushkin “El jinete de bronce”, en la cual el proyecto transformador de Pedro el Grande está cifrado en los versos “Natura aquí nos ha asignado/ a Europa abrir una ventana”. Naiman, en su artículo “Al culo abrir una ventana”, juega con la rima entre “Europa” y “yopa” (“culo”, en ruso). Si en Pushkin la naturaleza es quien interviene en el designio europeizante, en el relato de Platónov “Natura” y “Europa” se ven enlazadas por otra noción que las conecta: la razón (“¡Cuán racionales las maravillas de Natura!”, inauguran el relato estas palabras a su hermano del ingeniero inglés William Perry). Si en Pushkin el proyecto del zar para dominar el elemento (el agua) termina en la locura del protagonista, en Platónov el curso de las expectativas racionales, que suponen habrán de hallar la clave para el dominio de la naturaleza, desembocan en un fatídico final contra-natura (¡una vez más nos ayudará a entender esto el artículo adjunto “Sobre la primera tragedia socialista”!).
Este final, no obstante, viene anunciándose en imágenes diversas, tales como, por ejemplo: “los bastimentos carcelarios estaban atestados de muyiks insumisos, y el tribunal de penas voivodal, también pieza de azotes, obraba de continuo, metiéndoles a látigo razón a los muyiks por el trasero”. O en el episodio de la infructuosa (y fatal) perforación en el lecho de Lago Iván por parte de los ingenieros alemanes. Víktor Shklovski, en sus recuerdos sobre Platónov, señalará: “Recuerdo ‘Las esclusas de Epifáñ’. Esta cosa me gustó. Era la Rusia de Pedro no entre cintas. Rusia en el trabajo. Construyen las esclusas penetrando en Rusia, como una pala en el terreno”.
Un perceptible hilo de horror recorre el texto del comienzo al fin. Es también el horror contenido en lo sublime, en sentido kantiano, el pavor de lo grandioso, que estremece y subyuga, y va conduciendo fatalmente a Perry a lo profundo de Rusia: “las inmensas turberas junto al bosque atraían a Perry, y sentía en sus labios el gusto de una riqueza increíble, oculta en estos oscuros suelos”, y luego, “Perry se dio vuelta, advirtiendo la terrible altura del cielo sobre el continente, imposible sobre el mar y sobre la estrecha isla británica” . Pero a diferencia de su hermano, que saluda en el comienzo la “racionalidad” de las maravillas de Natura, él va comprendiendo oscuramente que no le será dado someter la recóndita naturaleza rusa.
En el remoto horizonte, casi contra el cielo, brillaba como una fantasía de plata una franja viva. Como la nieve en la montaña.
–¡Helo ahí, el Tanais! –pensó Perry, y se horrorizó del designio de Pedro: tan grandiosa resultaba la tierra, tan señalada la vasta naturaleza a través de la cual había que construir el corredor de agua para naves. En los croquis en San Petersburgo era claro y fácil, pero aquí, en el cruce del mediodía hasta el Tanais, resultaba falaz, difícil y tremebundo.
“Tanais”, “Tanaide”. Esa evocación de la antigua civilización griega que se cuela con el viejo nombre del río Don, la exclamación que delata que ya era de algún modo conocido (de mentas, legendariamente), contrasta con el entorno apabullante e inculto. Todos los epítetos del fragmento están reservados a la naturaleza: remoto horizonte, grandiosa la tierra, señalada la vasta naturaleza, y en contraste flagrante con “los croquis”, producto del “aritmético juicio” del protagonista europeo. (Imposible no recordar aquí el célebre verso de Fiódor Tiútchev: Умом Россию не понять, “Con la mente no entenderás a Rusia”).
Solamente cuando todo esté perdido le llegará al desdichado Perry la revelación definitiva:
Por la angosta ventana toda la noche vio ese lujo de la naturaleza –las estrellas– y se asombraba de este fuego vivo en el cielo, ardiendo en su altura y libre albedrío. Tal conjetura alegró a Perry, y despreocupado sobre el bajo suelo profundo se echó a reír del alto cielo, que reinaba feliz en un espacio que cortaba la respiración.
Según Naiman, desprenderse de su raciocinio y abandonarse después de tantas penurias a esta epifanía (cfr. Epifañ) trae una última felicidad al protagonista en su prisión.
El ingeniero Perry, si bien no puede incluirse en el tipo del “hombre recóndito” que desarrollará Platónov en toda su literatura, comparte con este la necesidad de comprender para poder obrar, dotar de un sentido ¡cósmico! aquello que deben realizar, y siempre un sentido alcanzado por sí mismos. Solamente así el trabajo puede volverse verdaderamente creativo y elevar moralmente al ser humano.
Bibliografía
Варламов А.Н. (2011). Андрей Платонов. Жизнь замечательных людей. Москва, Молодая Гвардия. [Varlámov, Alexéi. Andréi Platónov. Colección “Vida de personas notables”]
Корниенко Н.В. и Шубинa Е.Д. (сост.) (1994). Андрей Платонов: Воспоминания современников: Материалы к биографии. Сборник. Москва: Современный писатель. [Kornienko-Shúbina (comp.). A. Platónov. Recuerdos de sus contemporáneos].
Найман Эрик (1998). В жопу прорубить окно: сексуальная патология как идеологический каламбур у Андрея Платонова. [Eric Naiman. “Al culo abrir una ventana: la patología sexual como juego de palabras ideológico en A. Platónov”] Disponible en https://magazines.gorky.media/nlo/1998/4/v-zhopu-prorubit-okno-seksualnaya-patologiya-kak-ideologicheskij-kalambur-u-andreya-platonova.html
Платонов А.П. (1975a) Письма [Platónov, Cartas]. Disponible en http://platonov-ap.ru/materials/letters/
Платонов А.П. (1975a) Публицистика [Platónov, Publicística]. Disponible en http://platonov-ap.ru/publ/
Notas
[1] Disponible en http://platonov-ap.ru/materials/letters/letter-113/
[2] Disponible en http://platonov-ap.ru/materials/letters/letter-117/
[3] Disponible en http://platonov-ap.ru/materials/letters/letter-115/
[4] Disponible en http://platonov-ap.ru/materials/letters/letter-117/
[5] Disponible en http://platonov-ap.ru/publ/protiv-halturnyh-sudey/
[6] Ídem nota 1.