Eugenio López Arriazu
Llegué al cuento de A. Šušulić por La dama blanca en el laberinto (1994) de Tomo Virk, la primera monografía dedicada a Borges en esloveno. Allí, Virk dice de Quién mata los cuentos de hadas y otras historias (1989) –el libro que contiene el relato– que “se percibe una influencia total de Borges” (126). Luego, se refiere al texto en cuestión:
«La principal imitación borgiana de Šušulić, que va aún más allá y se acerca al plagio, es, por supuesto, la historia “Pierre Menard, autor del Quijote”. Šušulić transcribe literalmente el cuento homónimo de Borges, que trata precisamente del mismo procedimiento seguido por Pierre Menard, quien reescribió palabra por palabra Don Quijote. Así, Šušulić –de manera similar a lo que vimos en Virk, Blatnik y Bratož, pero de forma aún más radical– encarna literalmente en su texto la idea, el significado discursivo y la esencia del cuento de Borges. La clave del cuento es que incluso una repetición literal no puede producir el mismo texto; el Quijote de Menard es algo completamente distinto al de Cervantes» (127).[1]
El cuento me llamó inmediatamente la atención. No lo tenía, ya que en mi paso por Eslovenia no había tenido tiempo de leer todo el libro de Virk. Además, la idea de “plagio”, tan poco borgiana, no se condecía con la afirmación de que el cuento “encarnaba […] la esencia del cuento de Borges”. Para rematar mi curiosidad, Virk señalaba que al cuento “se han añadido notas al pie de carácter metaficcional, cuyo propósito es demostrar que la historia, desde la primera hasta la última palabra, es un conjunto de citas extraídas de las más diversas obras reales y ficticias, lo que, por supuesto, pone en duda la autoría de Borges” (127).
Por último, otra contradicción me pedía leer el relato. Virk decía que el cuento “lleva la idea original de Borges a un nivel paródico, agregándole constantemente nuevos significados” y que, “sin embargo, en esta historia paradigmáticamente borgiana de Šušulić, todos estos significados se integran en el contexto del universo intelectual de Borges” (127). Si entendemos parodia por imitación burlesca, el agregado o aparición de nuevos significados debería alejar a Šušulić de Borges, modificar el texto en un sentido ya no borgiano, más que repetirlo. Porque, incluso jugando con la idea borgiana de que la repetición literal de un texto siempre produce otro texto en la lectura, el cuento de Šušulić, precisamente por repetir literalmente el texto de Borges, debía ser ya un texto no borgiano o, al menos, no estrictamente borgiano.
Tenía que leerlo. Le escribí a Maja Šabec pidiendo auxilio y, a los pocos días, llegaba de Ljubljana a mi correo un pdf con el cuento, que el lector encontrará traducido en este número. Gracias, Maja.
Dos aspectos hacen del “Pierre Menard, autor del Quijote” de Šušulić un texto diferente del de Borges: las notas mencionadas por Virk y el hecho fundamental, no mencionado, de que el texto de Šušulić es una traducción al esloveno del cuento de Borges. Ya desde el título difiere, pues se llama “Pierre Menard, avtor Kihota”.
Comencemos por las notas. Efectivamente, podrían clasificarse, como lo hace Virk, en reales y ficticias. Pero ¿cuáles son las fuentes?
Entre las reales, figuran principalmente textos críticos, ensayísticos o filosóficos. Ellos son “La abducción en Uqbar” y “Lector in fabula” de U. Eco, Extraterritorial y Después de Babel de G. Steiner, Figuras de G. Genette, “‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’ y ‘Urn Burial’” de M. E. Kaplan, “Jorge Luis Borges” de D. P. Gallagher y, de J. Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, La rebelión de las masas y El libro de las misiones. También real, pero de diferente tenor, es Conversaciones con J. L. Borges de R. Burgin, nota que hace del mismo Borges fuente del texto de Šušulić (“Pierre Menard, avtor Kihota”).
Las ficticias son muy particulares: están tomadas de Borges. Pueden subdividirse a su vez en dos tipos: las notas cuyas fuentes son autoría de personajes, en su mayoría escritores (excepto Emma Zunz), inventados por Borges, pero postulados como reales, y mistificaciones hechas a partir de Borges (no ya tomadas directamente de él).
Dentro del primer tipo se encuentran Historia de cincuenta años de desgobierno de R. Avellanos, Nordstjärnan de E. Zunz, The God of the Labyrinth, April March, The Secret Mirror y Statements de H. Quain, Smirne de J. Cartaphilus, Toward a History of the Kenning de H. Locke, Fray Bentos de E. Winthrop, Kristus och Judas de N. Runeberg, Entretiens avec Pierre Menard de A. Ferri y, por último, Saturnalia de M. Miklosich.
R. Avellanos y su libro son referidos por Borges en “Guayaquil”. Nordstjärnan no es un libro en el cuento “Emma Zunz”, sino un barco sueco procedente de Malmö, la ciudad que Šušulić da como sede de la editorial. Los tres libros de H. Quain son atribuidos a este autor por Borges en “Examen de la obra de Herbert Quain”. J. Cartaphilus es el sempiterno Judío Errante, alias Homero de “El inmortal”; Smirne no es un libro en el cuento, sino Esmirna, la ciudad “de origen” de Cartaphilus. Locke y su libro están tomados de “El soborno”, así como la sede de la editorial, Austin. Ezra Winthrop también es un personaje de “El soborno”, pero Fray Bentos refiere a la ciudad natal de Funes el memorioso. Nils Runeberg y su libro están tomados de “Tres versiones de Judas” y A. Ferri es un personaje de “El congreso”. Finalmente, Miklosich, autor de apellido llamativamente esloveno, está tomado de “La secta del Fénix”, y el libro que se le atribuye, no mencionado por Borges, evoca a la secta misma, que el cuento sugiere se remonta a las fiestas Saturnales de Roma.
Entre las mistificaciones hechas a partir de Borges siguiendo su lógica de las “falsas atribuciones”, están Inquisiciones de H. Bustos Domecq y Life and Death of Lazarus Morell de H. Bustos Domecq y B. Suárez Lynch. Como se sabe, H. Bustos Domecq y B. Suarez Lynch son los pseudónimos que usaron respectivamente Borges y Bioy Casares para su obra conjunta en la década de 1940, pero “El atroz redentor Lazarus Morell” es uno de los cuentos de Historia universal de la infamia (1935), escrito por Borges y firmado como Borges antes de que aparecieran Bustos Domecq y Lynch. Lo mismo sucede con Inquisiciones (1925), el primer libro de ensayos de Borges.
Los doce cuentos con que trabaja Šušulić (incluidos “Pierre Menard, autor del Quijote”, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, “Funes el memorioso” y “El atroz redentor Lazarus Morell”) pertenecen a cinco libros: Historia universal de la infamia (1935), Ficciones (1944), El Aleph (1949), El informe de Brodie (1970) y El libro de Arena (1975).
Hay, por último, un tercer tipo de notas, “ni real ni ficticio”: las tres notas del cuento original (a cargo del narrador borgiano) que son apropiadas por Šušulić. Aparecen con el mismo estatus que las otras, como si fueran del “autor” Šušulić. Incluso en dos de ellas, Šušulić agrega a la nota “Compárese con Steiner, 1. c.”.
Veamos ahora su funcionamiento. La primera da la clave interpretativa de las que siguen:
«El título de la nota lo tomé de la frase de Eco: “Ce n’est qu’à ces conditions que Pierre Menard peut réécrire ‘le même’ Don Quichotte”. U. Eco: “L’abduction en Uqbar”. En: Poétique 67/86, p. 267. Permítanme recordar que en el escrito ni una sola palabra es mía: cada vez que un párrafo termina con una nota al pie, significa que el texto en su totalidad (es decir, desde la nota anterior hasta la nueva) debe considerarse una cita. La fuente se indica en la nota al pie» (33).[2]
Para un lector que no conociera el texto de Borges, el de Šušulić se presenta como tomado íntegramente de distintas fuentes con distintos procedimientos. En el caso del título, se trata de una nominalización del comentario de Eco. En otros, las notas mismas indican la manera de la apropiación: “resumido”, “interpolado”, “modificado”, “integrado” con otro texto ya citado, por medio de una cita que “no es literal”, “compuesto”, “parafraseado”, con una frase que “es una especie de centón recopilado” de diferentes fuentes, “de memoria”, con citas “combinadas”. Hay que agregar también las citas literales, tomadas de las citas literales de la bibliografía crítica.
Por supuesto, se respira “Borges” por doquier, pero su omnipresencia es indirecta. Su nombre solo aparece dos veces, en los títulos de dos libros citados: en Conversaciones con Jorge Luis Borges de Burgin y en “Jorge Luis Borges” de Gallagher. Es decir, no hay razón para su poner que “Pierre Menard, avtor Kihota” es un texto de Borges.[3] Más derecho a la autoría tendría Steiner, a quien se cita quince veces.
Además, tanto las citas ficticias como las reales se refieren con “precisión” bibliográfica de año, ciudad y número de página. Este procedimiento de verosimilitud borra, de alguna manera, la diferencia entre real y ficticio. Sin embargo, el efecto solo puede ser percibido si somos conscientes del juego. Haber leído el cuento de Borges, y quizás el libro que lo contiene, nos alertaría ya sobre las citas ficticias, incluso si no pudiéramos detectarlas todas. En este nivel de lectura, sucede entonces algo curioso: por un lado, comienza a borrarse la distinción entre Šušulić y Borges (con lo que Šušulić juega expresamente cuando se apropia de las notas de Borges cambiando su estatus narrativo por el paratextual). Incluso olvidamos por momentos que la primera persona de las notas refiere al esloveno. Por otro lado, percibimos el cuento como Virk, poniendo “en duda la autoría de Borges”. La duda no surge solo porque el texto firmado por Šušulić se presente como proveniente de diversas fuentes, sino, paradójicamente, por la inclusión de Borges. La fuente del Borges “real”, codo a codo con los personajes y libros de sus cuentos, difumina la noción misma de autoría. La literatura no solo sale de la literatura en general, como el mismo Borges sostenía (por eso las fuentes son mayoritariamente no literales), sino, nos dice Šušulić, de la literatura del mismo autor. Con esta nueva paradoja de “autoplagio”, la idea de plagio pierde aún más su sustento.
El uso bibliográfico de las fuentes tiene otra consecuencia de orden simbólico: se tematiza el problema del origen. Ya de por sí, por el hecho de brindar “fuentes”, pero también por la manera en que se hace. Los libros no solo tienen un origen en una ciudad determinada, sino que los personajes borgianos están, en la formulación de Šušulić, preocupados por su origen. Cartaphilus escribe sobre Esmirna; Whinthrop, sobre Fray Bentos, el lugar de origen de Funes el memorioso. La puesta en duda del origen retoma una temática borgiana, pero para llevar sus aguas, como veremos, hacia otro molino.
Ahora bien, además de los efectos de las notas en su literalidad, ellas refieren a textos existentes, ya sea críticos o ficcionales. Ambos tipos “entran” en el cuento de Šušulić y le otorgan sentidos ausentes en el texto borgiano. Nos indican que hemos pasado del momento de la producción al de la recepción. “Pierre Menard, avtor Kihota” es la lectura de “Pierre Menard, autor del Quijote”, y como tal construye un cuento que tiende al texto plural barthiano:
«En este texto ideal las redes son múltiples y juegan entre ellas sin que ninguna pueda reinar sobre las demás; este texto no es una estructura de significados, es una galaxia de significantes; no tiene comienzo; es reversible; se accede a él a través de múltiples entradas sin que ninguna de ellas pueda ser declarada con toda seguridad la principal; los códigos que moviliza se perfilan hasta perderse de vista son indecibles (el sentido no está nunca sometido a un principio de decisión sino al azar)» (Barthes, 1997: 3).
Veamos primero algunas entradas críticas en dicho espíritu, para luego pasar a las literarias. No nos interesará por ahora el cuento de Borges (cuyos sentidos acotados al momento de su producción requieren un trabajo arqueológico de exhumación), sino la libre lectura del cuento de Šušulić en el contexto de las fuentes con que se presenta.
Šušulić cita repetidas veces la página 38 de Extraterritorial de G. Steiner. Corresponde a la sección “Tigers in the Mirror”, dedicada a Borges. La cita se repite dos veces en conexión con la obra “visible” de Menard. Efectivamente, tengo ante mis ojos la misma edición inglesa que cita Šušulić y allí se lee “Pierre Menard está ante nuestros ojos, instantáneamente substancial e improbable, a través del catálogo inventado de su ‘obra visible’; a su vez, cada ítem arcano del catálogo señala el sentido de la parábola” (Steiner, 1972: 38).
Steiner confunde sistemáticamente a Borges con sus narradores. Tras mencionar las “máscaras” de Borges, nos aclara que “sin embargo, todas son Borges” (36). Luego, para dar otro ejemplo, define la filosofía de los textos de Borges como una mezcla de cábala judía, misticismo sufí y trascendentalismo emersoniano, porque “desde el punto de vista del autor, ‘el universo, que otros llaman la Biblioteca’” es una prueba imaginativa de que “cada ser viviente o sonido contiene la cifra de todo” (40). La confusión reside esta vez en brindar como cita de autoridad para las opiniones del autor las afirmaciones del narrador.
En Después de Babel también hay citas, extensas, del texto de Borges tomadas literalmente como fuente del texto de Šušulić. El rico comentario sobre la naturaleza del catálogo de las obras de Menard y su conexión con el pensamiento del siglo XVII es referido repetidas veces. En cuanto a la primera cita originalmente de Borges, a la que Šušulić agrega “pero compárese también con G. Steiner, 1. c.”, también es referida por el crítico, quien la comenta de este modo: “Me inclino a pensar que ‘una traducción literal de la traducción literal de Quevedo de San Francisco de Sales’ se encontraba, de hecho, entre los papeles de Menard” (73). Evidentemente, el comentario es humorístico, pero revela la manera de decir verdad de la ficción. La crítica, entonces, se nos revela, gracias al cuento de Šušulić, no solo como fuente de la literatura, sino como un discurso indistinguible de esta. Y no solo de esta, sino de todos los discursos, incluso los autorales, porque no es otro sino Borges, quien, fuera de la literatura, identifica a Cervantes con su personaje en la entrevista de Burgin. Šušulić lo refiere para apoyar la idea de que Menard descartó “por fácil” el método de intentar “ser Miguel de Cervantes”. Dice Borges en Conversaciones con Jorge Luis Borges:
«Es lo que le ocurrió a Cervantes en cierto sentido. Cuando comenzó Don Quijote sabía muy poco sobre él y, después, según avanzaba, tuvo que identificarse con Don Quijote, debió darse cuenta de que, si se ponía a mucha distancia de su héroe y andaba siempre haciendo burla de él, viéndole solo como un motivo de risa, el libro entonces acabaría por deshacerse entre sus manos. Así que, al final, él se convirtió en Don Quijote» (32).
Genette también nos aporta algunos conceptos centrales para entender la dinámica de estos cuentos. Šušulić cita la traducción serbocroata de Figuras I, donde hay un capítulo dedicado a Borges, “La utopía literaria”. Al igual que Steiner, Genette interpreta a Borges según sus narradores. Así, para la concepción de autor de Borges, Genette cita “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius”: “Se ha establecido que todas las obras son de un solo autor, que es intemporal y es anónimo” (Borges, 1992: II 27).[4] Extraño mundo en que los autores no difieren de otros autores, sin perjuicio de que devengan sus personajes.
Luego, nos da la filiación de Menard, “tlönien por excelencia” (Genette, 1966: 125), y ubica esta concepción, apelando a otros textos ensayísticos de Borges, entre la panteísta y la clásica. Sin embargo, aquí viene la interesante conclusión a que arriba: en el universo monista de Tlön, “dado que no hay autores, la crítica debe evidentemente inventarlos” (128). El concepto confirma lo que decíamos sobre la relación entre crítica y ficción. Genette explica por qué. La crítica tlöniana no sería más que una hipérbole de nuestra propia crítica, que también hace malabares para adjudicar a un mismo autor obras diferentes (129). Se sabe que sin firma es casi imposible determinar la autoría de un texto. El estilo nunca es completamente personal, los temas son de la tradición, nadie escribe ex nihilo. El texto de Šušulić explicita el origen de “Pierre Menard, autor del Quijote”, lo devuelve a sus fuentes con plena justicia para Borges y su concepción de la literatura, de sus autores y del mundo.
Sin embargo, ¡la crítica citada por Šušulić es posterior a la escritura de “Pierre Menard, autor del Quijote”! Genette también nos ayuda a comprender el hecho recurriendo a otro texto de Borges, “Kafka y sus precursores”:
«[…] si el encuentro, digamos de Browning con Kierkegaard, no existe sino en función de esta resultante ulterior que es la obra de Kafka, hay que recorrer a la inversa el tiempo de los historiadores y el espacio de los geógrafos: la causa es posterior al efecto, la “fuente” está aguas abajo, porque la fuente es aquí una confluencia. En el tiempo reversible de la lectura, ambos, Cervantes y Kafka, son nuestros contemporáneos y la influencia de Kafka sobre Cervantes no es menor que la influencia de Cervantes sobre Kafka. Tal es, según Borges, la admirable utopía que nos propone la literatura» (131).
Agreguemos que la influencia de Šušulić sobre Borges no es menor que la de Borges sobre Šušulić, que los cuarenta años que separan a los cuentos han puesto en moviemiento otra lectura y que la utopía borgiana solo puede llamarse utopía en los contextos paradójicos de la ficción. Es, por el contrario, nuestra realidad cotidiana, donden siempre la lectura es posterior al texto interpretado.
Abordemos una fuente más. El título del cuento de Šušulić proviene, como ya vimos según la primera nota arriba citada, de “La abducción en Uqbar” de Umberto Eco. Pero la nota no dice cuáles son “las condiciones bajo las cuales Menard pudo reescribir el mismo Don Quijote”. La cita que provee Šušulić en francés está en la página 183 de mi edición en español. Pertenece a las conclusiones del artículo, en el que Eco argumenta, a partir del concepto peirceano de “abducción”, que la lógica con que Isidro Parodi, el detective presidiario de H. Bustos Domecq, resuelve crímenes desde el aislamiento de su celda es la lógica misma de la ficción:
«Para estar seguros de que la mente del detective ha reconstruido la secuencia de los hechos y de las leyes tal como debían ser, hay que abrigar una profunda convicción spinoziana de que “ordo et connexio rerum idem est ac ordo et connexio idearum”.[5] Los movimientos de nuestra mente que indaga siguen las mismas leyes de la realidad» (182).
Sin embargo, el universo borgiano es ilógico y paradojal. Isidro Parodi puede reconstruirlo porque “funciona según las leyes de la puesta en escena o de la ficción” (183).
Ya desde el título, entonces, el cuento de Šušulić nos señala la falta de identidad entre cosas y mente. Pareciera que estamos todo el tiempo dentro del universo borgiano. No obstante, la conexión entre mundo y mente es reemplazada por Borges (y Bioy Casares) por la conexión de la ficción. El mundo, real o ficticio, responde a un orden con sus jerarquías. Muy otro es el caso de “Pierre Menard, avtor Kihota”. La mera yuxtaposición de notas destruye toda jerarquía. Las entradas no intentan fijar un orden, sino abrirse a la densidad cósmica del sentido. Las citas no dicen, piden que leamos. Ni siquiera estamos, como podría parecer hasta ahora, en el universo borgiano según lo entienden Steiner, Genette y Eco. Šušulić no es epígono de los críticos mencionados. Esta crítica posterior a Borges, pero anterior a Šušulić, también recibe su lectura. Volveremos sobre esto en las conclusiones.
Detengámonos entonces en algunos efectos de las notas “ficticias”, de los textos borgianos.
Primero, la insistencia sobre Herbert Quain (cuatro citas) revela un procedimiento, más que de legitimación, de guiño al lector para que reconozca la continuidad del juego. Borges sostiene en las líneas finales de “Examen de la obra de Herbert Quain” que ha cometido “la ingenuidad de extraer ‘Las ruinas circulares’, que es una de las narraciones del libro El jardín de senderos que se bifurcan”,[6] de uno de los cuentos de Statements de Quain. No cabe duda de que la afirmación es jocosa, porque “Examen de la obra de Herbert Quain” está en el mismo libro que “Las ruinas circulares”, en manos del lector, quien además ya debe de haber leído el cuento si siguió el orden del índice. Pero hay un cambio en las reglas del juego. El cuento de Šušulić no es de un autor ficticio inventado por Šušulić, sino de Borges, fantasmáticamente ficticio en el universo de Šušulić (también él una ficción). Que el libro de Šušulić haya sido publicado por la editorial Aleph parece problematizar aún más la existencia de Borges.
Segundo, en líneas generales, todos los cuentos trabajados repiten tres conceptos centrales para “Pierre Menard, avtor Kihota”: la idea de juego, el rol renovador de la lectura y el borramiento del autor. Por ejemplo, para seguir con Quain, este dice de una de sus novleas: “Yo reivindico para esa obra –le oí decir– los rasgos esenciales de todo juego: la simetría, las leyes arbitrarias, el tedio” (Borges, 1992: II 51), y April March propone, con su estructura “regresiva y ramificada” (51), un intento de abarcar todas las lecturas posibles. El borramiento del autor tiene varias formulaciones. En “Tres versiones de Judas”, la idea medieval de correspondencias entre macro y microcosmos es llevada al extremo herético de la paradoja: “El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo a Jesús” (Borges, 1992: II 107). Sin embargo, más que medievales, las fórmulas están ligadas a una concepción schopenhaueriana del universo.[7] Rescatemos esta de “La forma de la espada”, cuento también incluido en Ficciones: “Acaso Schopenhauer tiene razón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres, Shakespeare es de algún modo el miserable John Vincent Moon” (Borges, 1992: II 86).[8]
En “El congreso”, Antonio Ferri, alter ego parcial de Borges, al que refiere como director de la Biblioteca (es decir, su doble), es el último miembro de un Congreso que representa a todos los hombres del mundo. Ferri, como Menard según su obra visible, como Borges por su artículo en Otras inquisiciones, era versado en el idioma analítico de John Wilkins. Al final del cuento, tras la quema de tres mil cuatrocientos ejemplares del Quijote, el congreso, como Tlön, como la secta del Fénix, como la Biblioteca de Babel, coincide con el mundo. Entre otras metáforas explicativas, figura la parábola sufí mencionada por Steiner, la de “un pájaro que es todos los pájaros” (Borges, 1993: III 335).[9]
Ahora bien, “cualquier hombre es todos los hombres” es una frase reversible. Parece apuntar a una igualdad, como si dijéramos “todos los hombres son el mismo hombre”. No obstante, nada quita la diferencia. Esta se observa fenomenológicamente en las lecturas, siempre otras, como la del Quijote por el narrador de “Pierre Menard”. Šušulić se inserta dentro de esta ambivalencia borgiana para volcarse hacia la diferencia. Lee literalmente a Borges y saca la conclusión correcta, porque “un hombre es todos los hombres” catapulta la pluralidad. Šušulić no es Borges ni pretende serlo, como lo revela el estilo tan poco borgiano de sus otros cuentos.
Tercero, se repite en los cuentos citados por Šušulić la estructura del duelo, con la que este trabaja conscientemente, a juzgar por el hecho de que es mencionada por Steiner en Extraterritorial: “La ecuación fundamental es el duelo. Los encuentros pacíficos están moldeados bajo el modo de una colisión entre el ‘Yo’ del narrador y la sombra más o menos intrusiva del ‘otro’” (40).
En “Guayaquil”, Borges pone en el centro la entrevista de San Martín y Bolívar, en la que el primero se habría subordinado al segundo. Ya tenemos aquí un duelo, que, como señala Martín Kohan, toca las fibras de la identidad nacional argentina (Kohan, 2022). No cabe duda de que Borges lo hace adrede. En sus Conversaciones con Burgin, se queja de que la Academia Argentina de Historia haya investido a San Martín “de una dignidad debida a Buda, o a Dante, o a Shakespeare, o a Platón, o a Spinoza” (en Burgin, 1974: 37). Es decir, lo opone a su propio panteón de ídolos. Al mismo tiempo, el cuento es una especie de duelo verbal entre dos historiadores, uno extranjero (un judío de Praga cuya lengua es el alemán) y otro argentino, modelado como alter ego de Borges. Luego del hallazgo de unas cartas “de puño y letra de Bolívar” (Borges, 1993: III 232) que revelarían el encuentro, los historiadores se reúnen para determinar quién será elegido para estudiarlas. Tras una charla literaria en que el narrador cuenta algunos duelos de la materia de Bretaña,[10] gana, sin que se entienda bien por qué, el extranjero. La clave está en las palabras de este cuando explica por qué ganó Bolívar: “si uno se impuso fue por su mayor voluntad, no por juegos dialécticos. Como usted ve, no he olvidado a mi Schopenhauer” (233).
“El soborno” plasma otro duelo verbal en Austin, Texas, entre dos profesores de literatura nórdica antigua. Winthrop, que quiere ser justo, es manipulado, a través de un artículo que lo critica, por Eric Einarsson (islandés de nacimiento, estadounidense por adopción) para que Winthrop lo envíe a un congreso en Wisconsin. Su punto débil, manipulado por Einarsson, era la vanidad, que también los iguala.
¿Cómo leer esta recurrencia en el “Pierre Menard” de Šušulić? Es lícito pensarlo como un duelo: tiene la lucha del palimpsesto por el sentido, y la ambigüedad de su resultado. No hay ganadores finales: a ambos autores los une la pasión de los signos en un universo infinito. El lector puede buscar a Borges o a Šušulić, reconocerlos en una frase a uno, en la siguiente al otro, pensar (¿por qué no?) que Borges es al alter ego de Šušulić; incluso tentarse en un juicio final. También podemos tomarlos al pie de la letra y darnos cuenta de que no existen, de que la única realidad es Pierre Menard, con sus doce letras sobre la página, porque los autores son construcciones que surgen de nuestra lectura de los textos.
Algunas observaciones a modo de conclusión. En primer lugar, repetimos, el texto de Šušulić produce otro universo, que escapa al borgiano, e incluso al de la crítica de Steiner, Genette y Eco. La yuxtaposición de notas, como decíamos, elimina la jerarquía. Lo hace reemplazando los efectos de profundidad por los de superficie. El cuento de Šušulić es un mapa que conecta localidades (topoi). Las notas se limitan a señalar, sin interpretar lo señalado. El mundo en profundidad de Borges, con su estructura inaccesible a los hombres, desaparece cartográficamente. Ya no hay estructura profunda, sino libre flotación de los significantes. Tanto es así que incluso eliminando el contenido conceptual de las notas (lo referido), reducidas a pura función, el cuento mantendría su potencia y estallido.
En segundo lugar, si la crítica aparece como fuente de la literatura, convirtiéndose así ella misma en ficticia, lo hace sometida a las condiciones recién descriptas. Las nociones trascendentales de Steiner, la utopía de Genette y la abducción de Eco pierden su sentido junto con la profundidad. No hay una verdad que el crítico descubra, sino la superficie arbitraria del juego, donde cualquier verdad se diluye.
En tercer lugar, el contenido de las notas, tanto reales como ficticias, incluso el mero gesto de referirlas, parecieran reponer cierta profundidad: como si la verdad estuviera oculta en los textos que se refieren. Si no me equivoco, la yuxtaposición sin jerarquía destruye, como decía, esta interpretación. Lo que se señala, entonces, es el paradigma. La profundidad paradigmática nada tiene que ver con la Verdad. Solo otorga sentido por contraste al ítem que aparece en el sintagma. De algún modo, es la multiplicación de la superficie, pues nada impide volcar los paradigmas sobre un plano, como una constelación sobre el lienzo del firmamento. Se trata, en todo caso, de otra construcción de sentido, inorgánico, propio de las vanguardias, que nos obligan a comprender el gesto artístico a partir de elementos externos a la obra.[11] En este caso, parte del paradigma es la fecha de publicación, Ljubljana, el título del libro y el nombre del autor, Šušulić. Pero también los postulados del movimiento artístico al que pertenecen las características del cuento: el posmodernismo.
Por último, para Tomo Virk el cuento de Šušulić es una parodia. Sí, pero sin burla. La risa aquí es reemplazada por la sonrisa del jugador, por el placer mismo del juego. Al parodiarlo, Šušulić expone el relato de Borges a la visión extrañada de todos los jugadores (los lectores), desnuda los procedimientos, propios y ajenos, y nos deja el texto sobre la mesa, en la superficie.
Para cerrar, sería pertinente interpretar algún pasaje del texto, al modo borgiano, para ver sus sentidos diferenciales.
Hay que ver que la elección de un simbolista francés como protagonista del cuento es natural en Borges. El simbolismo, con sus correspondences y forêts de symboles, se aviene bien a las profundidades del universo borgiano, que divide las obras en “visibles” y “subterráneas”. Además, el tiempo en que transcurre la obra de Menard es apenas una generación anterior a la del argentino. Ahora, que Šušulić haya elegido un simbolista francés supone un esfuerzo hercúleo de reconstrucción histórica. Borges, “de un modo burdo”, juega todavía con el estilo barroco, levemente atenuado, de sus primeros ensayos. Šušulić lo imita sin caer en la tentación de darle cuerpo a ese narrador y situarlo en algún arrabal porteño. Al mismo tiempo, su texto se llena de insinuaciones poco borgianas. Por ejemplo, tomemos el siguiente pasaje:
«Noches pasadas, al hojear el capítulo XXVI –no ensayado nunca por él– reconocí el estilo de nuestro amigo y como su voz en esta frase excepcional: las ninfas de los ríos, la dolorosa y húmida Eco. Esa conjunción eficaz de un adjetivo moral y otro físico me trajo a la memoria un verso de Shakespeare, que discutimos una tarde: Where a malignant and a turbaned Turk… ¿Por qué precisamente el Quijote? dirá nuestro lector. Esa preferencia, en un español, no hubiera sido inexplicable; pero sin duda lo es en un simbolista de Nîmes».
Borges, cuya lengua es el español, usa el juego de los adjetivos para distanciar el Quijote, acercarnos a Shakespeare y resaltar la paradoja de la reescritura literal. Šušulić, cuya lengua es el esloveno, utiliza a Shakespeare para recordarnos que estamos en Ljubljana y que Eslovenia fue asediada e invadida repetidas veces por los turcos durante siglos. ¡Qué diferente suena la conjunción del adjetivo moral y el físico! No le iban a ir a Šušulić con yuxtaposiciones.
Un último ejemplo, el famoso pasaje sobre la verdad:
«La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió».
Borges no puede construir su mundo sin origen ni verdad, por más relativa que esta sea. Simplemente da vuelta los términos para poner el origen de la verdad en el discurso. En Šušulić, “la idea es asombrosa”. Su texto, cuyo autor honestamente nos revela que fue sacado de Steiner, va un paso más allá. La introducción del crítico francoamericano es un tercer término disruptivo. Se acabaron los opuestos. Ya no hay verdad histórica ni discursiva. La verdad ha estallado, las citas ya no se remontan a sus fuentes y los significantes deambulan sin centro que los ordene.
Querido lector, ha llegado el momento de las confesiones. Todo lo anterior presupone una interpretación šušulićeana. Pero desde la escritura de “Pierre Menard, avtor Kihota” ya han pasado casi cuarenta años cargados de eventos: la Caída del Muro, el fin y desmembramiento de la Yugoslavia socialista, la vuelta de los embates conservadores y neocolonialistas, la pandemia del coronavirus, la guerra de Ucrania, el discurso de la posverdad y el “fin” de las ideologías. Además, mi archivo mental no es el de Šušulić: hoy le pondría, sin dudarlo, otras notas al texto de Borges. No sería extraño que la lectura que acabo de desarrollar se base en ellas. Queden en suspenso, para que el lector reflexione sobre las suyas.
Las traducciones
La traducción de Šušulić no está firmada porque el texto se presenta como de su autoría; pero podemos inferir que es suya. Su detallado análisis de la traducción de Jože Udovič de “Funes el memorioso”, incluida en la primera antología de Borges en esloveno,[12] es prueba suficiente de su conocimiento del español.
En su artículo, Šušulić demuestra no solo conocer toda la obra de Borges, sino ser consciente de los problemas de traducción que esta conlleva. De su traducción, puede decirse lo que él dice de la de Udovič:
«Hay que reconocer que la traducción es bastante neutral, incolora, en el sentido de que Udovič no impone al original sus propios rasgos estilísticos. Por supuesto, esto es difícil de justificar objetivamente, ya que siempre está presente el “problema categorial del conocimiento, es decir, qué pertenece al poeta y qué al idioma mismo”, pues “cada idioma es una tradición, cada palabra es un símbolo común” y “cada idioma es una lista de símbolos que solo pueden utilizar interlocutores con un pasado compartido”» (Šušulić, 1988: 51).
Las frases entrecomilladas son de Borges. Pueden encontrare en “Las versiones homéricas”, en el prólogo de El oro de los tigres y en “El Aleph”. Por un lado, el afán de producir una traducción lo más literal posible es notable en “Pierre Menard, avtor Kihota”, afán que en este caso excede lo traductológico, porque Šušulić, suponemos, habrá querido reescribir su “Pierre Menard” como Pierre Menard el Quijote: literalmente. Por otro lado, su adhesión a las concepciones borgianas de la lengua le permite borronear, a él también, su figura de escritor.
Entre otras cosas, “Pierre Menard, autor del Quijote” es, como quiere Steiner en Después de Babel, un comentario sobre la traducción (70). La traducción de Šušulić le agrega capas de sentido al comentario. En el cuento de Borges, una nueva interpretación de los mismos signos implica ya una traducción a una nueva época o contexto. Es más, no existe la literalidad, porque esta siempre estará sometida a nuevas interpretaciones. No hay letra que respetar, el sentido se altera en la repetición de la letra. Pero Šušulić se ve obligado a traducir el texto para sus compatriotas. Menard habrá podido reescribir el Quijote para sí y para que lo aprecien los castellanoparlantes; Šušulić no puede darse ese lujo al incluir el cuento entre otros cuentos en esloveno. Obligado por la realidad comunicativa de su país en 1989, continúa la paradoja de Borges, pero dentro de los límites estrictos del intercambio lingüístico. Por supuesto, sus lectores olvidarán, inmersos en la naturalidad de su lengua y en una especie de “suspensión voluntaria del descreimiento” (según la fórmula de S. T. Coleridge), que están leyendo una traducción. Sin embargo, el hecho es insoslayable. Al terminar el cuento, se preguntarán: “esta traducción, por más literal que sea, ¿qué sentidos no cambiará por la sola razón de que nuestras palabras eslovenas no pertenecen al pasado compartido de los argentinos?”.
Notemos apenas una diferencia. En el cuento de Šušulić, como en el de Borges, circulan las lenguas; pero el de Borges, que abunda en francés (el idioma natural de Menard) e interfiere su español con un par de frases en latín e inglés, centra su reflexión en la paradoja de un francés escribiendo el Quijote en español. El cuento de Šušulić, por ser el francés y el latín más ajenos para un esloveno que para nosotros, traduce los títulos que aparecen en el cuento (si bien deja en inglés los versos de Shakespeare). Pareciera un achatamiento, pero no; las notas brindan igualmente sus títulos en inglés, francés, castellano, sueco, latín, serbocroata y esloveno. El Menard de Borges traduce su Quijote del español al español. Šušulić traduce su “Pierre Menard” al esloveno del español, pero también de todos los otros idiomas mencionados. En Šušulić, la lengua ya no es solo la tradición de un pasado compartido, sino la herencia histórica de un cocoliche universal. El achatamiento revela así su verdadera cara: la ficción naturalizada.
Para traducir nuevamente al español el cuento, me vi en problemas. No me podía despegar de Šušulić. El cuento es tan poco borgiano que me asombró que alguien pudiera siquiera pensar en la posibilidad de un plagio.
Por ejemplo, Borges escribe:
«Mi complaciente precursor no rehusó la colaboración del azar: iba componiendo la obra inmortal un poco à la diable, llevado por inercias del lenguaje y de la invención. Yo he contraído el misterioso deber de reconstruir literalmente su obra espontánea. Mi solitario juego está gobernado por dos leyes polares. La primera me permite ensayar variantes de tipo formal o psicológico; la segunda me obliga a sacrificarlas al texto ‘original’ y a razonar de un modo irrefutable esa aniquilación… A esas trabas artificiales hay que sumar otra, congénita».
Šušulić traduce:
«Mi amable predecesor no rechazaba la colaboración del azar: creaba una obra inmortal un poco à la diable –de manera irregular–, impulsado por la comodidad del lenguaje y la inventiva poética. Pero yo me he impuesto la misteriosa tarea de reconstruir literalmente su obra, surgida de su propio impulso. Mi solitario juego está guiado por dos leyes contradictorias. La primera me permite probar variantes de tipo formal o psicológico; la segunda me obliga a sacrificarlas en favor del “texto original” y a argumentar de manera irrefutable sobre esta aniquilación… A estos obstáculos artificiales hay que añadir aún otro, que surge de la propia naturaleza de las cosas.[13]
¡Qué distancia estilística! Por momentos, el cuento de Šušulić me parecía más aceptable. El esloveno había pulido el barroquismo del argentino, quizá recreando un narrador más auténtico, que no podía ser tan barroco si admiraba tanto a un simbolista. Asimismo, me simpatizaba su piedad para con el lector al explicarle la locución francesa. Sin embargo, el texto de Borges tiene también su elegancia: “su obra espontánea” es mucho mejor frase que “surgida de su propio impulso”. “Congénita”, si bien no es tal vez una palabra eufónica, provoca con su sintetismo la reflexión del lector, cosa que no sucede con “que surge de la propia naturaleza de las cosas”. Además, una frase como “amable predecesor” (que suena mucho mejor que “complaciente precursor”) aleja el cuento del universo borgiano, pues la frase borgiana nos remite de inmediato a “Kafka y sus precursores”.
¿Qué hacer? Tras mucho cavilar, finalmente me decidí. La tarea era ardua, pero no imposible. Me alentaban algunas perlas, como la feliz coincidencia, digamos “espontánea”, de palabras o frases como “aniquilación” o “la colaboración del azar”. Bastaba con llegar a Borges a través de Šušulić, sin dejar de ser quien soy: Eugenio López Arriazu. Tenía que retraducir literalmente el cuento de Šušulić para que coincidiera palabra por palabra con el de Borges, por más que ahora, al pasar la vista sobre sus palabras, solo leyera el de Šušulić. Como Menard, quemé los borradores de las etapas intermedias, pero lo logré. Vuelvo a referir al lector al cuento de Šušulić, que encontrará fielmente traducido en la sección literaria de este número.
Bilbiografía
Barthes, R. (1997). S/Z. Madrid: Siglo XXI.
Borges, J. L. (1984). Izmišljije. Ljubljana: Cankarjeva založba. Trad. de Joše Udovič. [Borges, J. L., Ficciones].
Borges, J. L. (1992-1993). Obras completas en cuatro tomos. Buenos Aires: Círculo de lectores.
Bürger, P. (1974). Teoría de la vanguardia. Barcelona: Península.
Burgin, R. (1974). Conversaciones con Jorge Luis Borges. Madrid: Taurus.
Eco, U. (1988). “La abducción en Uqbar”. En De los espejos y otros ensayos. Barcelona: Lumen.
Genette, G. (1966). Figures. París: Éditions de Seuil.
Kohan, M. (2022). “‘Guayaquil’, Borges y una mirada del escritor Martín Kohan”. En Presidencia de la nación, https://www.argentina.gob.ar/noticias/guayaquil-borges-y-una-mirada-del-escritor-martin-kohan-0
Steiner, G. (1975). Extraterritorial. Middlesex: Penguin Books Ltd, Hamondsworh.
Steiner, G. (1992). After Babel. Oxford: OUP.
Šušulić, A. (1988). “Odmiki v prevodu figur: Borgesov ‘Funes z dobrim spominom’”. En: Res, Literarna Revija, 1. Ljubljana: Literarni club Grosuplje. [Šušulić, A. “Desvíos en la traducción de figuras: ‘Funes el memorioso’ de Borges”. En: Res, Revista literaria].
Šušulić, A. (1989). “Pierre Menard, avtor Kihota”. En Kdo mori bajke in druge zgodbe. Ljubljana: Aleph. [Šušulić, A., “Pierre Menard, autor del Quijote”. En Quién mata los cuentos de hadas y otras historias].
Virk, T. (1994) Bela dama v laberintu: idejni svet J. L. Borgesa. Ljubljana: Literarno-umetniško društvo Literatura. [Virk, T., La dama blanca en el laberinto: el mundo conceptual de J. L. Borges].
Notas
[1] Mi traducción de todas las citas cuya fuente se indica en idioma extranjero.
[2] Naslov zapisa sem povzel po Ecovem stavku: “Ce n’est qu’’à ces conditions que Pierre Menard peut réécrire ‘le même’ Don Quichotte. U. Eco: “L’abduction en Uqbar”. V: Poetique 67/86, str. 267. Naj pripomnim, da v spisu niti ena sama beseda ni moja: vsakič, ko se pasus konča z opombo, pomeni, da gre jemati tekst v celoti (tj. od prejšnje opombe do nove) za citat. Odkod, pove opomba.
[3] Por suerte para Šušulić, en este cuento, a diferencia de otros de Borges, el narrador no se llama Borges.
[4] La cita de Genette está en francés. Repongo el texto según la versión española de Borges, fiel a la versión francesa.
[5] En latín, “El orden y conexión de las cosas es el mismo que el orden y conexión de las ideas”.
[6] Uno de los dos libros que componen Ficciones, junto con Artificios.
[7] O, para decirlo borgianamente, podemos ver la influencia de Schopenhauer ya en el Medioevo.
[8] Nótese, de paso, que quien habla es el mismo Moon. Tuvimos ocasión de observar la misma modestia aparente en el propio Borges cuando vimos su “Séptima noche” sobre la ceguera, a propósito de un cuento de G. Gospodínov (Eslavia nº 13).
[9] Para el uso de esta parábola persa sufí de Farid Al Din Attar, a la que Borges también recurre en “El Aleph” y en los Ensayos dantescos, cf. López Arriazu, E. (2019) “Dante y sus secuaces: T. S. Eliot, Ó. Mandelshtam y J. L. Borges”. En Ensayos Eslavos. Buenos Aires: Dedalus Editores.
[10] En uno de ellos, tomado de los Mabinogion, dos reyes dirimen jugando al ajedrez en lo alto de un cerro la batalla que sus soldados libran en el llano: “La batalla de hombres era el reflejo de la batalla del tablero” (233). Pierre Menard, a juzgar por su obra visible, también era aficionado al ajedrez.
[11] Cf. P. Bürger, Teoría de la vanguardia.
[12] Borges, J. L. (1984). Izmišljije (Ficciones). Ljubljana: Cankarjeva založba.
[13] Moj prijazni predhodnik ni zavračal sodelovanja naključja: ustvarjal je nesmrtno delo nekoliko à la diable –neredno–, gnala ga je lagodnost jezika in pesniške domiselnosti. Jaz pa sem si zadal skrivnostno nalogo, da bom dobesedno obnovil njegovo delo, nastalo iz lastnega nagiba. Mojo samotno igro vodita dva nasprotujoča si zakona. Prvi mi dovoljuje preskusiti variante oblikovne ali psihološke vrste; drugi me obvezuje žrtvovati jih »izvirnemu besedilu« in razpravljati. na neizpodbiten način o tem izničenju… Tem umetnim oviram je treba dodati še eno, ki izhaja iz narave stvari (Šušulić, 1989: 38).