Aleksandr Sneguiriov
Traducción: Marina Berri
4.5.2022
A menudo me regodeo con las personas cultas. Me avergüenzo de ese sentimiento, me pone incómodo, pero no puedo deshacerme de él. Un grupo numeroso de iluminados que se adjudicaron durante muchos años el papel de educadores, de maestros, de pastores de la sociedad, ahora han huido. No todos, pero sí una parte sustancial. Hablaban, escribían, adoctrinaban sobre lo bueno y lo malo, pero al enfrentarse con la posibilidad real de ir a la cárcel, prefirieron emigrar. No soy quién para juzgarlos, yo mismo no soy ningún héroe, si fuera un activista político o un opositor sistemático al poder probablemente también me habría ido. Si estuvieran por reclutar a mi hijo durante una guerra como esta, yo también trataría de salvarlo. Pero si tú ya te consideras parte de la clase culta rusa, entonces no puedes huir solo porque tu país empezó una guerra estúpida y tienes que lidiar con dificultades.
Me parece que si asumiste la función de maestro no es posible abandonar a tus alumnos. La partida impide percibir la realidad rusa de manera integral. A juzgar por las opiniones, se nota que muchos emigrantes hiperbolizan los problemas rusos, los distorsionan, los profundizan aún más, inconscientemente se crean una imagen cómoda que les impide lamentar haberse ido. El emigrante necesita que se le confirme con regularidad que emigrar ha sido lo correcto, esto impide observar las cosas de manera objetiva.
Yo no me quiero ir, no quiero, Rusia es mi país.
La mayoría solo quiere que esto se termine cuanto antes. Que al menos se establezca algún tipo de paz, que surja cierta certidumbre. Las personas tratan de no hablar sobre la guerra. Estuve en un ciclo de lectura de estudiantes y una chica leyó un cuento suyo en el que decía “no me importa nada la guerra”. No la juzgo, cuando tenía dieciocho años tampoco me importaba nada de nada. Las personas piensan, claro, en sí mismas, temen una bomba nuclear, el hambre. Los alcances de los problemas económicos aún no están claros, aún no se entiende del todo hasta dónde llegarán. Ikea cerró, pero todavía casi nadie necesita un mueble con urgencia, ni ropa de cama, todavía usamos cosas viejas y no tomamos dimensión de todo lo que perdimos. Muchos emigrantes de la generación que ahora tiene veinte años se fueron, al parecer, precisamente por problemas vinculados al consumo, no se imaginan cómo vivir sin las numerosas mercancías extranjeras. La ironía radica en que en Georgia, en Armenia, en Israel y en Turquía los jóvenes emigrantes (en su mayoría habitantes de las grandes ciudades, sobre todo de Moscú) no van a conseguir el nivel de atención al cliente ni aquellos servicios y productos a los que están acostumbrados en Rusia. La Moscú actual es un Estado confortable y muy desarrollado dentro de otro Estado, que resulta muy difícil de reemplazar.
Los empresarios que conozco se van a Dubai, abren compañías y cuentas bancarias. Alguien viaja a Israel y a Turquía para hacer lo mismo.
Con frecuencia escuchas que todo terminará en el transcurso de un año. Dicen que Rusia se empantanará tan hondo que o bien quedará forzada a retroceder, o bien habrá un golpe de Estado.
Hay mucho humor negro. Salió un cómic gracioso: dos peces conversan, uno dice “mil dólares más la komunalka[1], el otro contesta “qué caro”, y el primero le responde “qué quiere, esto es Moscú”. En el dibujo se ve que los dos peces nadan entre los restos de un barco naufragado.
En el ensayo del desfile destaca un enorme camión remolcador, que arrastra el cohete Topol[2]. El conductor es tan pequeño en comparación con el camión remolcador y con el cohete, que parece un microchip en una enorme máquina de hierro. De la misma manera, Putin maneja una enorme máquina humana desde el centro de un estadio lleno de miles de personas. Putin apenas se distingue, pero la máquina le obedece.
Esta guerra entera es una gran decepción tanto para sus partidarios como para sus opositores. El mismo hecho de la guerra es una decepción, los fracasos militares de los primeros días son una decepción, la conducta salvaje de nuestros soldados es una decepción, la ausencia de victorias serias es una decepción, las numerosas víctimas entre la población civil y los militares son una decepción, las sanciones son una decepción, el hundimiento del buque de guerra Moscú es una decepción. No importa de qué lado usted se pare, no tiene muchos motivos para estar contento. Todos se sorprenden de la armada rusa porque esperaban más de ella. Con la ausencia de éxitos militares notables como telón de fondo, apareció el peligro de una guerra nuclear, pero hay esperanza de que nuestras armas nucleares no funcionen bien y de que una guerra nuclear, incluso si los nuestros quieren empezarla, simplemente no ocurra debido a la obsolescencia del armamento y a la corrupción.
Un pensamiento extraño y espantoso me vino a la mente. Nosotros, toda Rusia, estamos muy cansados de nosotros mismos, de nuestro duro destino, de nuestra dura historia, de las pérdidas, de la riqueza, nosotros estamos cansados de vivir y decidimos desatar una guerra para morir de manera impactante. No lenta y dolorosamente, sino rápida, brillante, escandalosamente. Igual que como vivimos.
5.5.2022
Abrí el correo, había un email: murió Mila, una conocida, una señora muy anciana, la mujer del famoso sacerdote Mijáil Árdov[3]. Éramos amigos, hace una semana hablamos por teléfono, queríamos vernos pronto.
Tengo una obsesión extraña —quiero una herencia. No soy pobre, tengo una vida muy buena. Ahora espero inconscientemente una herencia de cada anciano. Probablemente se deba a que mi abuelo no me dejó nada y a que en la familia hablábamos mucho sobre eso. Es vergonzoso. Dentro de poco yo mismo seré un anciano, es hora de pensar a favor de quién voy a redactar mi testamento.
Ayer miré instragram, había una selfie de una amiga con su novio. Se fue a la montaña por el fin de semana y decidió hacer pública su relación. Escribe que la pasó muy bien, que tuvo muchas experiencias nuevas, experiencias “que la pusieron en la dirección correcta”.
Miré la página de él: está arriba del capot de un jeep, de una moto, de un caballo. Un chico normal, en forma. También es pelado como yo, también tiene una barba al ras. En la selfie se ve que miden lo mismo. Mi amiga es una cabeza más baja que yo.
Recientemente me contó que se aficionó a la equitación. Y yo me aficioné al fiambre halal de caballo.
Después de mirar Instagram me fui a fumar afuera, en el cielo resonó un estruendo. Pensé que era un viejo bombardero soviético que sacaron del hangar por las sanciones. Resultó que eran algunos aviones de caza que volaban en orden de batalla. Un ensayo del desfile.
El amigo con el que esquiaba, el que se fue a Londres, me preguntó por qué no me voy, qué estoy esperando. Hay rumores de que se llevará a cabo una movilización militar el 9 de mayo. Le contesté que estoy atado a Moscú, que soy un escritor y que no tengo el derecho moral de irme. Además tengo dos perros, un padre viejo y una cita con el dentista agendada para el diez.
Hoy me di cuenta de que en todo el día de ayer no comí nada y tampoco bebí ni un trago de agua. Y ahora tampoco tengo muchas ganas. Las decepciones amorosas son la mejor manera de perder un par de kilos de más.
Me quedé parado en un rincón del patio de la dacha, cerca de la puertita de atrás, abrí grande la boca y grité en silencio. Como si gritara, pero sin gritar. No quería asustar a nadie, me daba vergüenza, pero necesitaba gritar.
Hablé con la escritora que estaba rehabilitándose del alcoholismo. Pasó tres días en la clínica, se siente bien, su estado de ánimo es estable. Escribe que decidió no preocuparse por nada: ni por las relaciones, ni por la plata, ni por el éxito, que sea lo que sea. Se quedó sentada con los chicos en el KFC, contemplaba a la gente que comía nuggets y era feliz. Tenía envidia de esa gente, y después se acordó de que ahora ella misma era así y se calmó.
Escribe que sigue hablando con su ex marido, lo entiende mejor. Sí, él le pegaba, pero soportaba su psicosis, su alcoholismo, la ayudaba en los momentos difíciles. La entiendo, yo tampoco puedo separarme de mi mujer, nos une demasiado. Además, mi mujer nunca me pegó.
También escribe que no puede separarse completamente de él.
Escribe que fue al lago en bicicleta, que nevó y que pasaron volando aviones de caza.
Escribe que cuando tenía veinticinco, su abu (ella siempre le dice a su abuela “abu”) le exigió que escribiera un testamento en favor suyo. No fuera cosa que muriera de golpe y heredara el departamento su madre, a la que la abu odiaba. Mi amiga tuvo que escribirlo. Por supuesto, su abu murió antes. Me acuerdo de que mi mamá también me exigía un testamento, por si de golpe yo me moría y mis propiedades le quedaban a mi esposa. Nos criaron mujeres extrañas, traumadas por la guerra y por el régimen soviético, no sorprende que todo el país a veces parezca un loquero.
Mi amiga también escribe que las tortugas que adoptó cuando estaba borracha necesitan muchos cuidados, pero que igual le gustan, una se sienta siempre sobre la otra.
La última novedad es que ahora tres veces por semana ella va a un encuentro de alcohólicos anónimos en una pequeña ciudad cercana. Todas personas muy decentes. Cuando hace poco colapsó, sintió toda su impotencia frente a la vida, su completo fracaso y rendición. Después de eso se despidió de todas sus ambiciones y las cosas se volvieron más fáciles.
Me mando mensajes con una amiga. Ella me pide perdón, y yo le pido perdón. Me dijo que con ella es siempre lo mismo: avanza y después junta los escombros. Esa es su manera de vivir.
Leí en las noticias que los aviones de caza volaron formando la letra Z, y yo pensé que volaban en orden militar.
6.5.2022
Mis conocidos deliberan acerca de si hoy en día es posible trabajar para el Estado. Por ejemplo, ser maestro, hacer programas de televisión para el canal Cultura. Yo soy docente en el Instituto de Literatura, hago reseñas literarias para Cultura. No me censuro, pero me paga el Estado. Me encanta ese trabajo.
Mi padre me contó un sueño: le dicen que será castigado con la pena de muerte. Él pregunta si la pena es irrevocable. Le responden que sí. Mi padre espera la pena de muerte y se despierta.
Vi cómo cerca del Electroteatro Stanislavski los policías le pedían los documentos a un chico de short blanco.
Mi hermano leyó un fragmento de mi diario en Facebook y me contó que el cuatro de marzo estaba con su mujer en un restaurante por su casa y se sorprendió de cuánto comían las demás personas. Simplemente se engullían todo. Mi hermano dijo que esta escena quedaría bien en mi diario.
La escritora que dejó de tomar me contó que la abuela de una de sus amigas está senil y ahora les dice a todos que Pózner[4] es su amante. Anda por la casa, muestra sus pantuflas y dice que son las pantuflas de Pózner.
Ayer murió el conocido que tenía en Israel. Un tipo divertido, un masón que había nacido en Odesa. Hace exactamente ocho años tomábamos cerveza en Tel Aviv.
Hoy transmitieron el funeral en directo por su página de Facebook. En la tierra yace una placa de concreto con una especie de trampilla rectangular, y en este rectángulo se ve una fosa rojiza. Bajaron el ataúd a la fosa, un hombre vestido con una bata gris saltó a la fosa, cubrió el ataúd con pequeñas plaquitas rectangulares de piedra, salió a la superficie y empezó a tirar tierra roja en la fosa roja. El resto de las personas empezó a hacer lo mismo. Raspaban también la tierra de las placas del monumento vecino como se raspan de los platos los restos de una torta.
7.5.2022
Me levanté sobre la barra de ejercicios que hay en el patio: de la entrada del edificio salió la mujer ciega del sexto piso. Pensé que era una pena que no pudiera ver toda la belleza de la primavera. Enseguida se le acercaron tres personas, dos hombres de barba y una chica, y entonaron la oración de Pascua “la muerte se arreglará con la muerte”. Y le regalaron algo. Cuando se fueron, ella llevaba apretada en la mano izquierda una rama de plástico.
La chica de Zaporiyia que ahora es refugiada en Alemania me mandó mi horóscopo. Este año me compraré algo caro. Pensé cuán relativos son los precios. En una época normal, para mí algo caro puede ser un auto o una casa, pero en tiempos de guerra puede ser una botella de agua o una papa.
Cené con mis compañeros de clase, uno de ellos ahora es ministro, el otro es un abogado bancario. El ministro dijo que Rusia ni siquiera produce jeringas descartables, curitas ni tubos para análisis de sangre, y que la reserva de harina italiana para la pizza que comemos se terminará pronto y ya no habrá más pizzas de estas. Nos acordamos de que desde el comienzo de la guerra no sabemos nada sobre uno de nuestros compañeros, que es oficial del SFS[5]. Suponemos que está “de viaje de trabajo”.
Escuché la expresión “gente del año pasado”. Llamaban así a aquellos que usan barbijos contra los virus. Gente del año pasado es un buen nombre.
A la noche mi compañero de colegio y amigo me pidió otra vez ayuda con su correspondencia amorosa. La chica a la que corteja le escribió “¿cómo estás?” y yo, como si fuera él, le contesté “¿nos vemos?”. Ella me preguntó “¿cuándo”?, y yo le escribí “ahora”.
Mi amigo dijo que no se habría atrevido a escribirle algo tan audaz, y yo pensé que le escribí como si le escribiera a mi novia.
8.5.2022
Anduve en rollers con mi entrenadora de esquí. Un vértigo increíble, trabajan los músculos de todo el cuerpo. Patiné por primera vez en mi vida y no me caí. Los palos golpeaban contra el asfalto como el bastón de la mujer ciega del sexto piso.
Mi amigo y compañero de colegio finalmente acompañó a sus padres a Israel. Me dijo riéndose que los llevó al aeropuerto y se aseguró de que se fueran.
Le conté que el novio nuevo de mi amiga mide lo mismo que ella. Se rió a carcajadas y dijo que no pude contenerme y que a pesar de todo le encontré un defecto a mi competidor.
Las ranas salen del estanque y llegan hasta el camino que va a la dacha. Caen bajo las ruedas y sus cuerpos secos y muertos quedan tirados sobre el asfalto.
En la fila del supermercado, antes de mí estaba una mujer bien vestida que había comprado cuatro productos: albóndigas, ricota, crema agria, queso. En todos ellos había pegadas etiquetas amarillas: 20% de descuento.
Enterraron a Mila. Los cercos de las tumbas vecinas estaban cubiertos por un plástico, en el plástico había un montón de tierra roja. Parecía la escena de un crimen. Dos sepultureros con overoles grises y palas. El padre Mijaíl Árdov no está en sus cabales: desde hace unos años vive en un geriátrico, sufre demencia, por eso entonó las oraciones un sacerdote joven. Yo puse en el ataúd de Mila mi último libro, había prometido regalárselo. Se lo dediqué: “con amor y como recuerdo”.
Después del funeral pasé por la casa de mi padre, él se sorprendió de que todo hubiera sido tan rápido. Le dije que la vida dura mucho, pero que los funerales son rápidos.
En el patio familiar florece la magnolia resistente al frío y por la noche las ventanas del rascacielos soviético del Nuevo Arbat resplandecen formando la Z.
9.5.2022
La fotógrafa que hizo mis retratos en abril me invitó a mirar cómo desfilan los soldados.
Nos encontramos en el medio de la estación de metro Parque de la Cultura. La fotógrafa está muy linda: piernas desnudas, botas acordonadas de estilo grunge, abrigo negro, capucha negra, ojos grises. Llegamos a Taganka, bajamos hasta el rascacielos del malecón de Kotelnicheskaia. Filas de autobuses, soldados de la Guardia Nacional de Rusia, militares, policía. Pasamos debajo del Gran Puente Ústinski: las columnas se forman en el malecón.
Llegamos tarde, nos cruzamos con unos cosacos vestidos con chojas negras en las que hay bordadas enseñas rojas y celestes. Los cosacos gritaban “Por Berlín van nuestros cosacos”.
Nos cruzamos con los cadetes del Kremlin que tenían puestos guantes blancos y cinturones blancos. Adelante estaban los más altos, los seguían los más bajos. Si el cuadro de infantería se mira de costado, parece una grada. Los cadetes gritan algo acerca del compañero Rokossovski[6], no alcancé a distinguir otras palabras.
Entre los curiosos hay muchas personas que no son de aquí, se oyen conversaciones de otros lugares. Algunos llevan en el pecho un lazo de la cinta de la guardia[7]. La fotógrafa se detuvo a fotografiar a un militar que estaba parado a un costado de un stand con banderas. Tenía puesto un uniforme de combate, llevaba casco y mascarilla. Yo me quedé a cierta distancia y le saqué una foto a ella mientras fotografiaba al militar. Ella se me acercó y me dijo que le pidió permiso al militar para sacarle una foto y que él no dijo nada, solamente bajó los párpados para expresar que estaba de acuerdo. También me preguntó si su vestido traslucía. Le contesté que no le presté atención.
Fuimos a calentarnos a un café, a esperar que el ejército volviera del desfile. Pasamos adelante de los militares, de los policías, de los oficiales del MChC[8]. La fotógrafa dice que tiene la sensación de que si hubiera una emergencia toda esa gente no vendría a ayudar.
En el café me pedí dos huevos poché, huevos fritos, salmón, espinaca y dos cafés raf.[9] La chica me contó que hace unos días en un pueblo cerca de Ulán-Udé filmó el funeral de un soldado muerto en Ucrania. Se supone que filmar está prohibido, pero tampoco hay una ley clara, por eso a veces es posible. La procesión atravesaba lentamente todo el pueblo, la ceremonia de despedida se llevaba a cabo en el palacio deportivo local, los funcionarios pronunciaban unos discursos que causaban la impresión de que no hubiera muerto una persona, sino un rol, la maestra del fallecido hizo sonar en honor del muerto el timbre de la escuela, como si fuera el último timbre que suena en la ceremonia de graduación, un trino machacón y estridente, la madre del soldado permanecía sentada en silencio. Dos militares le pidieron la autorización para filmar, dijeron que hacía un rato había una persona que sacaba fotos y después las mandaba a Ucrania. Con esto último la cosa terminó. No hay una concepción clara del comportamiento, es como si no existiera la guerra, todo se resuelve sobre la marcha.
Yo pregunté si ella no estaba en contra de que pagara la cuenta, ella me dijo que no, pero que si nos veíamos otra vez, entonces pagaría ella.
Volvimos abajo del puente. Aumentó la cantidad de curiosos. Un joven miembro de la guardia rusa agarró a un borracho que se echó a correr por la calle. Los autobuses que llevaban a los veteranos dieron fácilmente la vuelta a lo largo de los carriles, el oficial de la guardia rusa les pidió cortésmente a los curiosos que se apartaran, un policía dijo que nosotros entendíamos ruso, que fuéramos hacia atrás. Miró a dos jóvenes de barba que estaban cerca de mí y con el rabillo del ojo me miró a mí. La multitud hacía como si se apartara, pero en realidad no se apartaba.
Cerca había una pelea. ¡Córtala con el silbato! ¡El silbato lo tienes tú en la boca! ¿Qué dijiste? ¡Ocúpate de ella! ¿De quién? ¡De tu esposa! ¿Cómo sabes que es mi esposa?
Cerca una mujer tararea bajito algo sobre Rusia, a lo lejos suena un disparo, un segundo disparo, un tercero. Los cuento, pero me distraigo con un mensaje: en el chat de perros de la plaza mandan muchos stickers.
La fotógrafa, que se había ido a buscar personajes interesantes, me escribe para preguntarme qué es ese ruido. Le contesto que artillería. Me dice que tiene miedo de los atentados terroristas.
Dos chicas miran en el teléfono el acto de Putin. Amenazas, nos han puesto a prueba, lealtad, patria, heroísmo, vencedores, gloria, por la victoria.
Cerca hay un tumulto. Una mujer defiende a otra —está embarazada, ¡no puede pararse lejos!
Sobre mi cabeza siento un estruendo —por el puente pasa un tranvía. Hierro gris remachado, lo construyeron en los años treinta. Se amontonaron las nubes, empezó a hacer frío.
Acá van a seguir cantando todavía —pronuncia la voz de una anciana detrás mío. Lo pasan por televisión, es muy hermoso.
Una voz infantil canta sin errores: nos espera el fuego mortal.[10] La anciana dice que su nieto también sabe las canciones, estudia el himno, es un patriota. Me doy vuelta como quien no quiere la cosa –la vocecita infantil pertenece una nena chiquita del tipo sureño, dos trenzas con moños, un pequeño gorro de cuartel, una guerrera, un cinturón de adulto con una estrella de adulto en una hebilla de adulto. A juzgar solo por el aspecto, esta chica podría ser mi hija.
Un hombre que lleva un cochecito empuja a los curiosos, le gritan por la espalda —¿no puede pedir permiso de manera normal?
Y he aquí que vuelven los primeros. En la multitud hay gritos de entusiasmo. Al principio desfilan algunos de la escuela militar de Suvórov. Una mujer comenta detrás mío que los de Suvórov no son todos. Siguen a los de Suvórov once militares con uniformes azules y gorros verdes, detrás de ellos quince con boinas verdes. ¡Bravo!, grita la multitud.
Por el malecón del lado del Kremlin se mueve el cuadro de infantería, entre la multitud crece un estruendo como antes de la salida de una estrella de rock al estadio.
Delante de mí una chica con un gran oso de peluche se abre paso a los empujones.
Redoble intermitente de tambores. Me acordé del cuento “Después del baile”[11] cuando al compás de los redobles de tambor conducen al soldado a través de la formación.
Se acerca el cuadro de infantería, los cadetes. Braman algo, frente a mí el cuadro de infantería se da vuelta, los cadetes gritan “salió disparado el misil”. El cuadro de infantería se da vuelta tan fácilmente como los autobuses. Cerca van oficiales con megáfonos, como centuriones con silbatos.
Los cadetes del siguiente cuadro de infantería al girar gritan “la heroica ciudad de Smolensk”. La bandera de la época soviética y la bandera con el águila, bordadas en el espíritu del ejército ruso desde 1812. Los oficiales llevan un uniforme que recuerda al uniforme del desfile de la Victoria de 1945. Los cadetes usan el uniforme actual. Se impone la conclusión obvia, diríase inteligente, de que el pasado encabeza el presente.
Se ve a lo lejos cómo los marinos doblaron hacia los autobuses, están formados en el malecón de Moskvoretska. En el malecón se juntaron muchas tropas, todos suben ahí a los autobuses. En el patio trasero del desfile, me da la impresión de estar detrás de los bastidores de un enorme teatro. Aquí los actores se preparan para actuar, aquí se inquietan, aquí regresan.
El chat de los perros de la plaza se llena de felicitaciones, los cadetes se dispersan en la multitud, buscan a sus parientes, se sacan fotos, se abrazan. Las chicas corren de un lado a otro. Pasa otro cuadro de infantería. Cantan: cumpliremos cualquier orden, somos fieles al juramento sagrado, porque tú y yo somos soldados, porque somos soldados. Los militares con uniforme de combate, cascos y anteojos cubiertos acompañan al cuadro de infantería.
De nuevo los cosacos, de nuevo “Por Berlín van nuestros cosacos”.
Una mujer agita tres claveles rojos envueltos en polietileno, un repartidor con una mochila verde de Delivery Club saca fotos, una familia con una placa del Regimiento Inmortal[12] ronda por ahí, una parejita con peircing se besa.
A la distancia se ve que los restantes participantes del desfile ya se sentaron en los autobuses, pasa un patrullero Škoda, del megáfono sale una voz —nos vamos de la calle, ¿para qué Serguéi Semiónovich les hizo a ustedes veredas? Nos dispersamos, no esperen nada, no habrá nada más.
Nos vamos. En los rieles del tranvía chocó una pareja que iba en un monopatín eléctrico con un repartidor en bicicleta. El hombre está tirado sobre los rieles, ninguno de los policías, de los militares ni de los oficiales del MCh.C va a ayudarlo. El hombre se levanta, se frota la espalda, él y la chica suben al monopatín, se van.
No muy lejos, en la calle Solianka, me senté en un banco de madera que estaba caliente por el sol —el alféizar de un café, la fotógrafa estaba parada enfrente. Ahora sí veo que trasluce, le dije acerca de su vestido.
10.5.2022
Tarareo el estribillo de la canción que escuché en el desfile. “Cumpliremos cualquier orden, somos fieles al juramento sagrado…” Se me pegó.
Mi mujer me contó que tuvo invitados, un matrimonio. Ella vivió en el norte de Ucrania hasta que empezó el instituto, él es moscovita, pero emigró a Estados Unidos a mitad de los años noventa. Vivieron juntos en Estados Unidos alrededor de quince años, en los últimos años volvieron y no les gusta mucho Estados Unidos. Es gente interesante, muy apasionada por lo antroposofía. Aprueban la guerra, consideran que Ucrania es un país poco desarrollado, indigno de existir. Dicen que Putin y Biden no son personas, sino espíritus que influyen en la tierra. Dicen que a menudo sueñan con Putin: arregla un ascensor roto en el sueño, los bendice cuando pasean por los jardines de Aleksandr. Dicen que ahora muchos sueñan con Putin y que esto confirma su esencia sobrenatural, superior.
Mi mujer dijo que ella también una vez soñó con Putin, tenían sexo. Mi mujer se ríe y dice que si ella sueña con alguien, entonces seguro sueña con sexo.
Me enteré de la muerte del conocido periodista Igor Svinarenko. Nació en Mariúpol, cuando la ciudad se llamaba Zhdánov, y pasó toda su infancia y juventud en la región del Donetsk. Los últimos meses de su vida coincidieron con la destrucción de los lugares en los que creció. Por su edad podría haber sido mi padre y durante sus últimos años estuvo enfermo de cáncer. Nos hicimos un poco amigos. Me invitaba a la dacha, pero yo nunca llegué a ir. Por primera vez en mucho tiempo lloré.
11.5.2022
Estuve en el cumpleaños de un amigo y compañero de colegio, al final conocí a la chica a la que le escribo mensajes en nombre de mi amigo.
Un bar pequeño y cerrado, pocas personas. Un abogado, un ministro, un empresario, un ex empleado de la KGB bielorrusa, un ex oficial de los servicios especiales rusos. Todos tenemos entre cuarenta y cincuenta.
Yo hice un brindis, dije que el cumpleañero entiende de arte contemporáneo y colecciona pinturas. Quedaron sorprendidos, no sabían. Mostré fotos de algunos cuadros, dijeron que eso no era arte. Después discutieron sobre la función del arte — yo insistí en que el arte solo es necesario para tener una epifanía y ser libre. Comimos entremeses chinos, tomamos cócteles, los invitados recordaron historias divertidas de Courchevel. Después yo le leí las manos a la chica y de paso ofrecí recordar las manos de los muertos en Bucha, sus claras líneas de vida. Los invitados se ensombrecieron. Después alguien dijo que estaba sorprendido de que el cumpleañero fuera de Tauro. Después casi me comí una servilleta hecha un bollo, porque me la confundí con un plato chino. Después me pareció que los invitados hablaban coqueteando demasiado con la chica de mi amigo y tiré una copa contra la pared. Los invitados se asustaron un poco, mi amigo me agradeció. Cuando se fueron, nos quedamos un poco más con mi amigo y su novia en una placita con juegos cerca de la casa de ella. Pasamos a través de las rejas y tomamos oporto del año en que nació el cumpleañero, un regalo que ella le hizo.
Me trajo a casa un BMW negro deportivo, lo manejaba una rubia de traje negro, era un hermoso amanecer de mayo y yo trataba con todas mis fuerzas de no vomitar.
12.05.2022
La misa funeraria de Igor es en una vieja iglesia, en un barrio cercano a la casa del cumpleañero de ayer. Hay mucha gente, el ataúd está cubierto de flores de tal manera que, si entrecierras los ojos, parece que una mujer se hubiera sentado arriba del difunto. Estoy seguro de que a Igor le hubiera gustado esa comparación.
El zapato izquierdo se asoma debajo de la tela blanca que cubre el cuerpo.
Me rasco la oreja, me rasco la nariz, me rasco la coronilla e igual lloro. Por suerte tengo anteojos negros.
El sacerdote dijo “Cristo, sálvanos a todos”, y yo besé a Igor en la frente. El segundo beso en la frente de la semana.
14.5.2022
Bajé al sótano de un edificio cercano, ahí trabaja un buen técnico, puede arreglar todo. Le di un gran reloj de Ikea. Me pidió no hablar, estaba grabando un programa de radio. Me puse a escuchar: ideas occidentales, destruir a Rusia, reducir a polvo, su núcleo se ha corrompido, pero nuestro tronco no se ha podrido.
El técnico escribió en un papel “800 r., lunes” y me lo mostró. Asentí.
Las casas de cambio funcionan de nuevo, el dólar bajó al precio del año pasado.
De día estuve paseando con mi conocida psicóloga por el cementerio del monasterio de Donskói. Vi un antiguo monumento funerario —una mujer con un libro, pero sin cabeza. Perdió la cabeza con el paso de los siglos. Resulta muy simbólico: sin cabeza, pero con un libro. El mundo está lleno, llenísimo, de este tipo de exponentes pseudo-originales.
Pasamos por el mercado Danílovski a almorzar. Mi conocida quería una gran manzana roja, pero por alguna razón no encontramos. Compramos una bandejita de arándanos. Mi conocida dijo que, desde el punto de vista de la psicología, si hoy una persona teme que Rusia quede aislada y se cierren las fronteras, eso significa que en su infancia la encerraban, no le permitían algo, la rechazaban. Y si una persona apoya la guerra, eso no significa para nada que sea sanguinaria. Solamente tiene miedo, elige el lado que le parece fuerte, y en su tiempo libre puede salvar gatitos y ayudar a la gente que vive en la calle.
Me parece que cualquier hombre está construido de manera paradójica, pero no hace falta complicarla: si apoyas el derramamiento de sangre por miedo, eso significa que eres cobarde y sanguinario. Puede ser que me sea fácil hablar porque yo todavía no tuve tiempo de asustarme.
Anduve de bares con un amigo que vino de Londres por un par de días. Me contó que en la aduana de Moscú le revisaron las medias: la gente empezó a llevar piedras preciosas en las medias.
En el primer bar (en ese bar en el que hace unos días rompí un vaso; la dueña me reconoció y me ordenó comportarme decentemente) mi amigo tomó cócteles de vermut, bíter, oporto y ron. Eso dijo el barman. Mi amigo elogió mucho los cócteles, bebía un poco y gritaba “sí”. El barman decía hum con aire jactancioso, yo tomaba agua.
De camino al segundo bar mi amigo me contó que la chica que trabaja en su casa de Londres (una estudiante polaca) es muy nerviosa y come todo el tiempo. Hace poco se comió todos los chocolates que había en la heladera, diez tabletas, se empezó a sentir mal, él tuvo que llamar a la emergencia. Después de eso, ella decidió ayudar a los refugiados ucranianos o al menos simplemente ser voluntaria en algún lado.
En el segundo bar estaba sentada una chica con un block de notas y un libro abierto. Anotaba algo en el block. Mi amigo dijo que ahora entre las prostitutas existe esa moda, un librito y un block de notas son atractivos, dan una razón para empezar a conversar.
También dijo que los cócteles del otro bar no le gustaron nada. Le pregunté por qué se había esforzado tanto en elogiarlos. Me respondió que quería alentar al barman, quería gustarle, ser uno de esos conocidos que van siempre, y bueno, tampoco sabía por qué.
En el segundo bar mi amigo tomó whisky.
A la salida del segundo bar conoció a dos chicas y las invitó a ir a un tercer bar.
En el tercer bar, el jazz estaba a todo volumen, mi amigo fue a la barra, yo me quedé con las chicas. No soy muy conversador, por eso una de las dos chicas contó que hace un par de semanas tuvo que sacrificar a su gato. Tenía quince años, estaba enfermo y ya no podía curarse. El gato se llamaba Spielberg, lo adoptó cuando era un pequeño gatito abandonado. Él siempre la calmaba, especialmente cuando ella tenía un marido violento. Ella todavía no cierra la puerta del baño, así el gato puede moverse libremente al cajón de arena, y hoy a la mañana le sirvió agua. Cuando nos despedimos me regaló una gran manzana roja. Yo le mandé la foto de la manzana a mi conocida, la que de día soñaba justo con una así, y solamente después de que la mandé me di cuenta de que mi conocida y la chica que me regaló la manzana se llaman igual: Dasha.
15.5.2022
Compré un cuarto árbol para la dacha: tres árboles de la vida y un cerezo. Todo el cerezo está cubierto de flores blancas, y en el tronco hay cinta scotch roja y azul: un signo distintivo del vivero que lo proveyó.
En la casa aparecieron hormigas, construyeron un auténtico camino hasta el plato con dátiles que hay sobre la mesa: algunas se dirigen hacia el plato, otras a la grieta en la pared. Es muy triste que haya tenido que destruir este camino de dátiles con insecticida.
Busqué a mi padre, miré en su habitación. Mi padre dormía. Miro y no entiendo si duerme o si está muerto. Tapado con la colcha, mi papá parece pequeño.
Participé en la lectura de una obra de teatro sobre un manicomio. El argumento es el siguiente: un hombre de cuarenta y dos años huye de la mujer y de su hijo discapacitado, dice que perdió la memoria y aparece en el manicomio. Cuando su mujer lo encuentra, él no quiere volver.
Soñé que iba por la calle llevando una jaula con un pájaro carbonero. Me preocupa mucho que se asustara con el ruido de la calle. De repente el fondo de la jaula se desprendía y yo tenía miedo de que el carbonero saliera volando. Se moriría si quedaba libre, estaba acostumbrado a vivir en cautiverio. Lo agarré, lo tomé entre las manos y sentí cómo latía su pequeño corazón.[13]
Cené con mi amigo y compañero de colegio en un café turco. Le envió a su novia un ramo de flores y me pedía consejos para acompañar la jugada de manera elegante. Al ver la foto del ramo, le dije que ella necesitaba otras flores, esas eran demasiado blancas, y le escribí a ella, en nombre de él, un mensaje en el que coqueteaba diciendo que las flores blancas simbolizan la pureza de sus intenciones. A la chica le gustó mucho. Mi amigo relató un encuentro apasionado que tuvo con otra, respecto de la cual no siente nada más que un deseo primitivo.
Dijo que al pasar frente al mercado de Usachovski, en el que hay muchos restaurantes, vio a mi ex. Y ella le sonrió. Ellos no se conocen, ella solamente le sonrió a un chico simpático que iba en un buen auto. Él dijo que si le hubiera pedido el teléfono, ella se lo habría dado.
Yo hubiera podido tirar toda la vajilla contra la pared. La tetera, los platos, los vasos turcos. Me habría encantado. Si ahora yo apareciera en Ucrania, les dispararía a las vidrieras y a las ventanas, entraría a las casas abandonadas y rompería la vajilla, los vidrios, los espejos, las botellas y los jarrones. Querría que volaran pedazos hacia todos lados, que volara para todos lados la mayor cantidad posible de pedazos.
Me fui de la dacha por la carretera de Kiev y de repente me sentí libre. Puede ser que la compra del árbol en flor influyera para que me sintiera así, o puede ser que hayan sido los antidepresivos.
17.5.2022
Fui al sótano del técnico a buscar el reloj. Entro y hay tres personas sentadas, escuchan radio. Saludo, me dicen que me calle. El que sostiene el teléfono por el que suena la radio se lleva el dedo a los labios. Una voz comunica: Brzezinski[14] dijo que Ucrania es un torpedo que puede hundir a Rusia, y Soros[15], su discípulo, un vejestorio que todavía está vivo, dijo que iban a luchar hasta el último ucraniano.
El técnico me ve, agarra mi reloj de la estantería y se lo pone a arreglar. Sus invitados son un empleado de los servicios públicos en un overol de uniforme y un jubilado de bigotes y zapatos grises lustrados. Precisamente el jubilado sostiene el teléfono.
La transmisión termina, intercambian opiniones: Zelenski es un bufón, el ejército ucraniano está “puesto”, los “jojli”[16] tienen poco cerebro, si no para qué nos atacarían a nosotros, sus hermanos. Los hombres se saludan con la cabeza y se van. El de bigotes me desea lo mejor al despedirse y me da la mano para que se la estreche, yo no saco la mía del bolsillo.
Mientras el técnico cambiaba el mecanismo y acomodaba las agujas, me contó que era de Moldavia, que Stalin le entregó injustamente la ciudad de Chernivtsí, una ciudad moldava, a Ucrania, que él mismo es partidario de la monarquía y del restablecimiento del imperio ruso.
Yo escuchaba sentado en un viejo sillón, mirando los estantes llenos de viejos zapatos, de valijas, carteras, cierres, despertadores, baterías, íconos y retratos de Nicolás II con su familia.
Al alcanzarme el reloj arreglado, el técnico me dijo: felicitaciones, Ikea vuelve.[17]
Cené con mi amigo y compañero de colegio, recordamos a nuestra compañera, la chica más linda de la clase, de la cual yo estaba muy enamorado. Mi amigo propuso que le escribiéramos y yo escribí: vayamos a dar una vuelta por el barrio ahora mismo.
Ella vive con los padres en un viejo departamento, no cambió nada, solamente la habitación en la que antes estaba la abuela le pertenece ahora a su hija de dieciséis años. Mi amiga salió con una botella que era de té frío y ahora tenía vino blanco. Fuimos al café del supermercado que está abierto veinticuatro horas. Me dijo que hace dos meses que no habla con sus padres, miran televisión todo el tiempo, elogian a Putin y es imposible estar en el mismo lugar que ellos. El padre le preguntó por qué no respetaba a los héroes de la Segunda Guerra Mundial. Ella le respondió que los respeta, pero que la guerra actual no tiene nada que ver con aquellos héroes, es una manipulación. Le dije que no tenía que vivir con los padres, mi amigo se rió: ¡si ahora yo estaba viviendo con mi papá! Yo también me reí, es por un tiempo.
Mi amiga preguntó por qué él, nuestro amigo y compañero, la miraba así. Él respondió que no la miraba de ninguna manera especial, y ella dijo que sabía por qué la miraba así: porque había engordado mucho.
Se veía increíble, tenía unos hermosos ojos grises azulados. Ella dijo que los ojos eran lo único que le quedaba. Pero le crecieron las tetas, su mamá ahora le usa los corpiños. Ella le dice, mamá, te volviste loca, y la mamá le dice mírate a ti misma. Mi amigo dijo que lamentablemente cuando engorda le crece solamente la panza. Mi amiga me miró y dijo que yo estoy escuchando y que después voy a escribir algo desagradable sobre ellos, los describiré en un cuento.
Su hija no quiere ir a la casa de una compañera porque la compañera apoya a Putin y siempre dice cosas fascistas, sus padres llaman a Putin “querido padre”. La hija y su compañera de colegio son fanáticas de la banda Maneskin, están muy tristes porque el grupo ahora no va a ir a Rusia, incluso la chica-nazi está triste, aunque el cantante, el líder del grupo, dijo que Putin era algo así como un forro. Aunque ella respeta a Putin, al líder de Maneskin le puede perdonar un insulto así.
El nueve de mayo ella y la hija fueron a la Universidad Estatal de Moscú y al Teatro musical infantil para ver los fuegos artificiales. Los fuegos artificiales estuvieron muy lindos, había lucecitas rojas, azules, y ella se puso muy triste. No puede vivir en Moscú, sueña con irse y vivir en algún lugar cerca del mar, lo que pasa es que no tiene la posibilidad. Mi amigo dijo que él puede irse y vivir cerca del mar, pero no se va. Mi amiga preguntó por qué. No quiero rendirme ante los imbéciles, no quiero que cualquier imbécil ocupe mi lugar, contestó.
Se terminó el vino y mi amiga pidió que la acercáramos hasta el local en que de noche se puede comprar alcohol de manera ilegal. Cuando se puso el abrigo, no consiguió meter enseguida el brazo en la manga. De nosotros tres solo tomó ella.
Ella elogió el auto del amigo, dijo que alguna vez tuvo un pretendiente, un futbolista ucraniano, que también tenía un auto de esa marca. Dijo que hace ya cinco meses que está arreglando el departamento de su ex-marido, que murió hace cinco meses. Dijo que el obrero trabaja muy despacio y siempre está fumando en el departamento. Ella le explicó que hace el arreglo especialmente para librarse del olor a cigarrillo, el departamento tenía todas las paredes amarillas por el humo, y él le dice que fuma cigarrillos que no dejan mal olor, lo único que hace unos días fumó por primera vez uno que olía mal. Y además, cuando cambió el alfombrado, encontró una mancha grande de sangre. Después de ir al local, mi amigo dijo que ya era la una, y que mañana tenía que trabajar. Yo dije que a la mañana temprano tenía un seminario con estudiantes, pero mi amiga dijo que quería fumar conmigo y me quedé.
Mi amigo se fue, empezó a llover, nos paramos bajo el alero de la entrada de su casa. Ella siguió tomando vino y me preguntó por qué me separé de mi mujer. Yo le contesté que me había enamorado de otra chica, que ahora me había dejado. Ella me preguntó si nos habíamos besado antes. Le contesté que no. Nos conocemos hace seis años y no nos besamos nunca. Ella me dijo que se tiñe pelo porque tiene muchas canas. Antes era pelirroja, ahora tiene el pelo oxidado. Ella dijo que primero iba a mascar un chicle. Sacó el chicle, lo peló y me dio el envoltorio para que lo leyera.
“Camina y camina y no se desanima, avanza y avanza y no se cansa…»
Me preguntó qué era.
Le contesté que no sabía.
El reloj –dijo-, dalo vuelta.
Si das vuelta el envoltorio, se puede leer una la solución escrita en minúscula al revés.
Pasó un patrullero. Viene por mí, dijo.
La besé.
Cerraste los ojos, te vi, me dijo. Y agregó que un beso enseguida pone todo en su lugar, enseguida todo queda claro. Me preguntó si no me molestaba que oliera a pucho.
Olía bien.
Nos besamos otra vez.
Me preguntó cuándo nos íbamos a ver. Le dije que me iba a Mongolia. Me dijo que sus padres se conocieron en Mongolia.
Llamé a un taxi. Cuando llegó, atravesé el patio hasta él. Un típico patio moscovita de mi infancia: un llantén, bardanas, una solitaria barra para hacer ejercicio en el pasto, la cabeza de Lenin sobre una alta columna de piedra. Lenin no es típico, pero todo lo otro es muy típico. Sorprende que se haya conservado esa atmósfera.
En el taxi pensé que estuvo bien no haber tomado nada.
19.5.2022
Segundo día en Mongolia, en Ulán Bator. Vine a la feria internacional del libro. Ahora no hay vuelos directos entre Moscú y Ulán Bator por las sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos, volamos a Ulán-Udé, y después continuamos el viaje en dos mini vans: una hasta la frontera, otro hasta Ulán Bator. Podría haber ido en tren, pero no era tan interesante.
Una conocida me preguntó dónde estaba. Le contesté que en Mongolia. Me escribe pidiéndome que deje de burlarme. Le contesté que de verdad estaba en Mongolia. Su reacción resume todo lo que piensa sobre Mongolia.
En el estacionamiento del aeropuerto de Ulán-Udé hace calor, un fortachón de baja estatura, vestido con ropa de camuflaje gris, se acercó a la pick up que tenía una Z en el vidrio del costado, abrió el baúl, le dio unas palmaditas al perro pastor que estaba sentado y preguntó si adentro no estaba sofocante.
De camino a Ulán Bator pasamos por el famoso monasterio Ivolginsky Datsan, en el que se conserva el cuerpo del lama Dashí Dorzhí Itigílov. En el estacionamiento no había un solo auto, solo bosta de vaca y caballo. Según la leyenda, en 1927 el lama Itigílov se sumió en la meditación y nunca salió de ese estado. Algunos consideran que está vivo, pero al mirar su cuerpo, congelado en la pose de loto y exhibido en el templo, entiendes que si está vivo, entonces se ve como una momia.
El lugar no es muy colorido, todo alrededor es entre marrón claro y grisáceo: los caballos, las vacas, los perros, las colinas, las llanuras, las casas, los techos. El follaje acaba de renacer. Las hojas recién se ponen verdes, alrededor hay montañas bajas en las que a veces crecen pinos. Las esporádicas manchas brillantes son cintas amarillas y azules que están atadas a los tótems de postes. Hay trapos blancos atados a las ramas de algunos árboles, que recuerdan a los brazos de los muertos en Bucha. Antes de salir a la ruta el conductor tiró arroz en el camino — una ofrenda a los dioses.
Pasamos por un museo de la pequeña ciudad de Kiajta. Oleg Shishkin, un escritor de nuestro grupo, lo llamó un museo ready made, cosa que ni los empleados del museo sospechan. De las piezas expuestas se me quedó grabada una ampolla de laboratorio con una lombriz solitaria encontrada, según la descripción, “en el intestino del cadáver de una mujer cosaca, Pelaguéia Gerasimova, muerta el 22.08.1894. La lombriz solitaria mide 572 cm.” La lombriz solitaria es un regalo que un tal Talko-Grintsevich le hizo al museo.
Me impresionaron las frambuesas y las grosellas artificiales de tamaño natural, abajo de las cuales estaban escritos los correspondientes nombres “frambuesa” y “grosella”, un erizo disecado (y muchos otros animales disecados), la mandíbula de un tiburón que un coleccionista local concedió en préstamo para la exposición, y un póster de la época de la Segunda Guerra Mundial, dedicado a la hazaña del subteniente Mijáilov, que mató a veintiún fascistas con una ametralladora y a cuatro más con sus puños. El póster muestra al mismo subteniente Mijáilov asestándole a un fascista un golpe mortal. Mis colegas hacen chistes, adentro de las vitrinas podría estar tranquilamente el mismo puño del subteniente.
En los portones verdes de las casas que hay frente a la iglesia dibujaron las letras Z y V. Recuerdan a las fotografías de los portones ucranianos en los que estaban escritas las palabras “personas” y “niños”. Por un rato vamos atrás de un viejo tractor con una Z, dibujada en el polvo que se acumuló en la cabina.
En el puesto de control, nuestro oficial de frontera vio que yo llevaba en el bolso un par de números de la revista literaria La amistad de los pueblos, de la que soy jefe de redacción, y me preguntó si no tenía textos prohibidos. Le contesté que estos textos por ahora estaban permitidos, pero que la lista se actualiza con regularidad.
A un costado está parada una oficial muy vistosa que juega con un espejito redondo colocado sobre un mango largo. Esta cosa para inspeccionar la parte de abajo de los automóviles recuerda a un instrumento de un dentista gigante.
Del lado mongol unas mujeres cambian rublos a tugriks justo al lado del puesto fronterizo. Le di a una cinco mil rublos, pero apareció un oficial de frontera y la echó. Cuando pasamos la barrera, la mujer se acercó al auto y me dio lo que me faltaba.
La mitad del camino desde la frontera hasta Ulán Bator es de tierra, son más de doscientos kilómetros. El camino estaba asfaltado, pero lo empezaron a arreglar. El arreglo concluyó en una eliminación total del asfalto y se detuvo ahí. Nunca vi algo así: autos japoneses usados con volante a la derecha, camiones rusos y chinos, autobuses, todoterrenos, híbridos que andan y hacen eses por la estepa formando varias filas. Bajo las ruedas hay piedras, entre las nubes de polvo iluminadas por los faros miran caballos, viajas como si fueras por los canales de ríos secos que se juntan y se separan. Nos dormimos a cada rato: la diferencia con Moscú es de cinco horas. Una vez yo me desperté porque me golpeé la cabeza contra el techo del auto. Por primera vez en la vida fotografié el atardecer: las nubes de polvo lo volvían muy hermoso.
A veces nos cruzamos con señales de tráfico.
El colega que viajó en tren contó que en la frontera le hicieron preguntas detalladas acerca de la visa estadounidense que tiene en su pasaporte. Dos oficiales del FSB querían saber para qué necesitaba una visa de Estados Unidos y qué hacía en Estados Unidos. El colega dice que tuvo la sensación de que ellos mismos no entendían para qué preguntaban todo eso.
Mongolia es todavía más marrón claro-grisáceo que Buriatia. Pasto seco, montañas rojizas, por todos lados pastan seres peludos de color marrón claro-grisáceo: ya caballos, ya yaks, ya vacas, ya perros. Los techos de las casas son rojos, amarillos, grises. En algunas partes, unas empalizadas delimitan cuadrados en la estepa. Adentro del cuadrado hay una iurta,[18] una carretilla, una leñera. Las iurtas son blancas y están atadas con tres cuerdas. Acá se entiende que cada pueblo está moldeado por su región: los italianos construyen con mármol, los rusos con madera, los mongoles con lana.
La poeta de Buriatia Anna Banaieva dijo que aquí es costumbre comerse la flor de la campanilla de invierno. Hay que ponerse en cuatro patas y arrancarla del tallo con los dientes. Eso ayuda a dejar de ser una persona y sentirse un carnero por un momento. Le dije que frecuentemente me siento tonto como un carnero, pero me puse en cuatro patas y arranqué la flor con los dientes. Anna dijo que era una broma y que la flor es venenosa. Yo dije que confío en las circunstancias, que a lo mejor busco la muerte. Después de masticar un poco, agregué: busco la muerte, pero encuentro problemas estomacales. Mi amigo, el crítico literario Konstantín Milchin dijo que eso suele pasar.
Estuvimos en la reserva, cerca de los peñascos Cherepaja. Todos se dispersaron y después volvieron. Contaron que dos escritores llegaron hasta la mitad de los peñascos, y que el crítico literario Milchin ascendió casi hasta la mitad. Me preguntaron qué hice yo mientras tanto. Dije que fumé un cigarrillo. Cuando terminé de fumar, fui a buscar un tacho de basura para tirar la colilla. No encontré ninguno, pero encontré una casita pequeña, tan llena de basura que se salía por las ventanas.
Cerca del camino vimos un águila atada a un poste, los turistas se fotografiaban con ella. El escritor Alekséi Varlámov contempló largamente al águila y dijo que le daba pena, que sería bueno liberarla. Le dije que era una idea excelente y le preguntamos al dueño cuánto costaba liberar el águila. El dueño dijo: un millón y medio de tugrik. Dijimos: es caro, quinientos mil. El dueño vio que se le había escapado el caballo y se puso a perseguirlo en una moto. Le ofrecimos a su mujer ochocientos mil, la mujer dijo que había que esperar al dueño. La guía de nuestro grupo dijo que teníamos que irnos, el conductor estaba apurado. Le dije que esperara por favor cinco minutos y empecé a pedirles plata prestada a todos, se las devolvería en el hotel, Varlámov y yo decidimos pagar el águila entre los dos, si el dueño estaba de acuerdo en que pagáramos ochocientos mil. El valor del rublo había aumentado en Mongolia los últimos días.
Mis colegas me dijeron: el águila no se irá lejos, la van a agarrar igual, me dijeron que no se le podía dar tanta plata a una persona que nunca tuvo ese dinero, me dijeron que yo era el abogado del diablo, me dijeron que el conductor no podía esperar.
Dije que probablemente tenían razón, pero que quería darle al águila una opción. Mi opción y la de Varlámov era arriesgar dinero, la opción del águila era irse volando o quedarse.
El dueño aún no volvía, nos tuvimos que sentar en el autobús, pero entonces el dueño volvió y nosotros nos bajamos. Yo estaba sentado atrás, les tuve que pedir a los que se sentaban más adelante que me dejaran pasar.
El dueño liberó el águila, mientras yo contaba la plata. El águila voló con la larga correa atada en la pata y aterrizó cerca de doscientos metros más lejos. Nosotros dijimos que no habíamos acordado eso, que había que soltar al águila del todo, sin correa y para que la viéramos.
El dueño fue a buscar al águila en la moto y la agarró de la correa con facilidad. Era evidente que el águila no trataba de ir a ningún lado. O no podía. Probablemente ella y el amo eran amigos o incluso cómplices. Pagamos cuarenta mil por la molestia y nos fuimos.
Todos tuvimos una sensación de alivio, el poeta buriato Amarsana dijo que así son las personas: las liberan, se alejan volando un poquito y esperan que las atrapen de nuevo.
20.5.2022
Hay polvo por todos lados, cuando vuelvo al hotel me lavo las manos y el agua tiene un color negro-verdoso.
La escritura mongola está fundada sobre el alfabeto cirílico, por eso provoca una sensación extraña: las letras te resultan conocidas, pero no puedes entender ni una sola palabra. Es como si el cerebro hubiera perdido la capacidad de unir las letras en palabras y las letras se desgranaran, se resbalaran de los marcos de las estructuras lógicas conocidas.
Estuvimos en un mercado enorme: se vendían iurtas enrolladas como fardos, ventanitas para las partes superiores de las iurtas (armazones metálicos cubiertos de un plástico transparente), aparejos para caballos.
Comimos en un café sencillo, yo pedí el plato más caro, cuyo nombre no puedo recordar para nada. Me trajeron unas salchichas asadas y ensalada olivié.[19]
Hablé con un vigilador nocturno del hotel. En el año 1990 terminó la academia jurídico militar en Moscú, trabajó en Mongolia tres años como procurador militar, después sobrevinieron los cambios políticos, cerraron la procuraduría militar, lo despidieron y ahora es jubilado, completa su sueldo con el trabajo de vigilador.
Hubo un gran encuentro con traductores que traducen del ruso. Son personas de más de cincuenta años, todos conocen muy bien el ruso y causan la impresión de un pelotón de fuerzas especiales que hubieran abandonado en un país lejano y del que se hubieran olvidado. Estudiaron en la Unión Soviética, amaron y comprendieron la cultura soviética/rusa, pero en los últimos treinta años se quedaron sin trabajo.
Conocí a mi traductor. Completa su sueldo trabajando con el carbón, las traducciones del ruso no le alcanzan para vivir. Estudió en el Instituto de Periodistas Militares de Leópolis. Los habitantes de las ex repúblicas de la Unión Soviética y de los países de la zona de influencia soviética se desenvolvieron durante décadas en un determinado paradigma y hasta hoy experimentan su desaparición con mucho dolor. Era un mundo claro de grandes ideas. El ajetreo pequeño burgués del mercado da paso a los grandes planes quinquenales y a las construcciones de gran escala. Alguno se lamenta, otro se alegra, pero todos están vinculados a eso. Durante su infancia, Zelenski vivió algunos años en Mongolia, aquí trabajó su padre, fue un profesional soviético. Mi amiga me mostró una foto: está ella, una nena pequeña con un vestidito, en brazos del abuelo, lo fue a visitar a su casa de Mongolia.
Un viejo traductor dijo que al mercado hay que ir a escoger el fiambre de caballo con una mujer vieja. Una mujer vieja: en ruso suena grosero. Pienso de dónde puedo sacar “una mujer vieja”. Él ya compartió la receta para preparar una marmota: rellenas la marmota con piedras calientes y la cocinas con un soplete.
No pude pagar con tarjeta en el supermercado: los bancos rusos están sancionados. Tuve que hacer otra fila, en la caja en la que estaba solo aceptaban pagos con tarjeta.
Una conocida ucraniana, con la cual flirteaba, se mudó de Chipre a París. Espera que le den una vivienda social, empezó a estudiar francés. Escribe que su departamento de la ciudad de Krasnoarmeisk (que ahora pasó a llamarse Pokrovsk) de la región del Don fue saqueado y usurpado por desconocidos, y que ahora militares ocupan el departamento que alquilaba en Kiev. Un conocido de ella entró para buscar sus cosas, y en el departamento había extraños.
Discutimos acerca de política con el escritor Shishkin. Él dice que Rusia echó a perder Mongolia. Quiere decir que, después de casi cincuenta años de apoyo, Moscú le dio la espalda, y Estados Unidos ocupó su lugar. Shishkin dijo que aquí, en Mongolia, nos encontramos en la primera línea de la batalla de Rusia con Estados Unidos. Le contesté que seguramente por esa razón muchas veredas en Ulán Bator están rotas, es como si por ella hubieran pasado muchas veces tanques.
En una presentación de la feria del libro, uno de los invitados preguntó qué pensaba yo de la guerra. Usaba barbijo y hacía preguntas insistentemente, incluso de una forma en exceso insistente. Le dije que hay muchas razones para esta guerra, pero que en general considero que la guerra es un error y una estupidez. Cerca del pabellón estaba parado un ciclista que me filmó con una cámara adosada al casco, y también con el teléfono.
21.5.2022
En una de mis presentaciones en el pabellón de la plaza, por el espacio que quedaba entre los espectadores y yo pasó un hombre de aspecto europeo con un cochecito. Dijo fuerte: gloria a los héroes de Ucrania, mi traductor le contestó: y gloria a los héroes de Rusia. Se me acercó un borracho que repetía cada una de mis palabras y un vendedor de cuadros hechos sobre cuero que me ofreció comprar sus productos. Todos eran muy pacíficos.
En la comida con el tercer presidente de Mongolia Nambarin Enjabair, un graduado del Instituto de Literatura Gorki[20], le preguntaron acerca de Putin, pues se había reunido con él en varias ocasiones. El presidente dijo que Putin antes dividía a sus adversarios con habilidad y trataba de no enredarse en empresas dudosas, pero que ahora era todo al revés.
El ex presidente me sorprendió: resulta que Mongolia le compra a Rusia leche en polvo para producir leche, su propia producción no le alcanza.
Respecto de la guerra de Rusia con Ucrania la sociedad mongola quedó dividida. Muchos temen que Rusia pueda convertir a Mongolia en una segunda Bielorrusia, formar aquí un terreno de operaciones. En Mongolia existen la sociedad de “los graduados de Novorrossia”[21]. Son los estudiantes mongoles de las universidades de Mariúpol, Donetsk, Odesa, Mykolaiv, Zaporiyia y Járkov que apoyan la política de Moscú.
En el escenario principal, en el que constantemente hay presentaciones, aparecieron dos hombres en impactantes trajes de guerreros de Gengis Kan. Me dispuse a ver danzas cautivadoras, me preparé para disfrutar de una clase de coreografía acrobática. Sin embargo, no hubo danzas, solamente algunos movimientos que imitaban ya a fieras que se desplazaban sigilosamente, ya a cazadores, y fuertes gritos al micrófono. Lo que más llamó mi atención fue el fondo frente al que actuaban los artistas: una gran pantalla con una imagen. No lo noté enseguida, y cuando lo noté me quedé pensando en que el cuadro representaba la toma de Kiev por el ejército del kan Batú, el nieto de Gengis Kan.
Reconocí el cuadro, es una conocida ilustración de los libros de historia. Unos muros altos, un templo blanco como la nieve, una horda de guerreros que se dirige al ataque, en primer plano, la iurta del kan sobre un carro tirado por toros. La bandera de los mongoles son tres lobos negros en un campo amarillo. Es posible que haya sido la imaginación del artista, pero esos mismos colores se utilizaron en el estandarte de los Románov, después en la cinta de San Jorge, ahora se utilizan en la cinta de la Guardia.
Parado en la plaza de Suje-Bator abrasada por el sol, de espaldas al monumento de Gengis Kan y mirando el show sin pretensiones que se desarrollaba frente a mí, que celebraba las hazañas sanguinarias ocurridas ochocientos años atrás, pensé que la historia se repite de una forma muy extraña. En la época de Gengis Kan los mongoles y los buriatos eran un solo pueblo, ahora son incluso muy cercanos. Gengis Kan nació en una zona que actualmente pertenece a Rusia. Hoy en Ucrania luchan muchos buriatos, los guerreros de Gengis eran diestros arqueros, entre los actuales oriundos de Buriatia no hay pocos francotiradores, las ceremonias en las que se despiden a los habitantes de la región que murieron en Ucrania a menudo tienen lugar en los clubes de tiro con arco, el único edificio con capacidad suficiente de una pequeña ciudad. Pensándolo bien, al haber iniciado la creación de un gran Estado, Gengis Kan se convirtió en un antepasado indirecto del Imperio Ruso, de la Unión Soviética y de la actual Rusia. Sus descendientes construyeron una única formación estatal, en parte heredada, en parte conquistada por los zares moscovitas, gobernada por los emperadores rusos, por los líderes soviéticos y por Putin. En la antigua Rus había muchas ciudades y, si no hubiera sido por Gengis Kan, en el territorio que hoy se extiende desde Polonia hasta los Urales, es posible que hubiera habido algunos reinos medianos con sus propias culturas y tradiciones. Sin embargo, todo se dispuso de otra manera y los lejanos descendientes de aquellos nómadas asaltan Kiev de nuevo.
Mi mujer me manda un mensaje: hoy se cumple un año exacto desde que me dejaste.
22.5.2022
En el palacio del kan Bogd Octavo sorprende la gran cantidad de animales disecados. Se sabe que al último gobernante teocrático de Mongolia le gustaban las curiosidades. Dicen que coleccionaba postales pornográficas y animales disecados. Hubiera sido mejor que estuvieran expuestas las postales. La colección de animales, que ocupa todo el primer piso, luce extraña, especialmente los pingüinos.
El palacio, un conjunto de edificios compactos de madera con murales desvaídos que está cubierto de pasto seco, es modesto y hermoso. El edificio residencial parece un ser decrépito.
Es el segundo museo con animales disecados que visito en una semana, una extraña peculiaridad regional. En el estandarte amarillo de Batú Kan perfectamente podrían haberse representado tres pingüinos negros.
Esperábamos para cruzar la calle con el escritor Shishkin. El semáforo estaba en rojo, cerca esperaban también dos mormones estadounidenses vestidos con prolijos trajes. Dos hijos de mamá. El sol azotaba, nos cansamos y cruzamos en rojo, los mormones se quedaron en el lugar. Pensamos que sería posible dar a los mormones una patada en el trasero y burlarse de ellos desde la calzada —son tan obedientes de las leyes que no se animarían a perseguirnos con el semáforo en rojo.
Un colega escritor que trabaja como conductor en la televisión dice que últimamente los anunciantes piden mantenerse al margen de cualquier tema vinculado con la temática militar. Él hace un programa histórico, de investigación, en el que no hay noticias e igual los espectadores no quieren mirar nada que tenga que ver con la temática militar.
En general no es fácil comunicarse con los escritores todo el día: uno habla siempre en el estilo de su programa de televisión, otro cuenta historias interminables sobre sus conocidos famosos, todos citan sus propios libros.
23.5.2022
Salimos de Ulán Bator a las 4.20 de la mañana. En lugar del conductor con el que habíamos acordado viajar, viene su mujer.
El conductor llamó, nos preguntó si estaba todo en orden, si nos parecía bien la manera de manejar de su esposa.
Me acordé del breve recibimiento en la iurta de la plaza. Los guardias de seguridad y los protokolshik[22] nos acompañaron y nos acomodaron en unas sillas, esperábamos a un invitado muy especial. Vino un hombre pequeño, un orador del parlamento, se sentó en el centro y empezó a pronunciar despacio las consabidas frases. Hacia la entrada pululaban periodistas con cámaras y, justo frente al orador, se puso en cuclillas la directora de la feria, una chica muy linda. Con la mano enfundada en un guante de encaje sostenía el “bucle”[23] que registraba las palabras apenas audibles del orador. Ella se movía por la iurta también en cuclillas.
En los restaurantes a las mujeres les entregan el menú en último lugar.
La conductora tardaba y mientras esperábamos, de nuevo empezamos a hablar con el guardia nocturno, el ex procurador militar. Preguntó si era fácil encontrar en Moscú a una persona por el nombre y el apellido. Le dijimos que era factible. Dijo que buscaba a Marina Iuríevna Zúbova. Le preguntamos cuántos años aproximadamente tiene ella. Dijo que sesenta. Le dije que podía buscar su nombre en la base de datos cuando volviera y enviarle la información, si me dejaba su correo electrónico. Vaciló, llegó nuestra conductora, nos despedimos.
Las rojizas montañas mongolas empezaron a tomar un color verde. Sobre el pasto había calaveras de vacas, las propias vacas pastaban cerca. En Rusia hay ante cada casa un jardín, un huerto, un invernadero. Ante las iurtas mongolas hay solo pasto silvestre.
En Buriatia, en las laderas de las montañas, hay a veces inscripciones hechas con enormes piedras. En una montaña se puede ver el mantra budista “Om mani padme hum”. El budismo es una religión pacífica, lo que no impide que los buriatos rusos combatan.
En Ulán-Udé hay árboles altos, chicos en monopatín, un tránsito ordenado, una fuente lujosa iluminada desde abajo y música, edificios estalinistas pomposos parecidos a los vestíbulos palaciegos del metro de Moscú construidos en esa época, y templos mediterráneos. En la plaza principal hay una enorme cabeza de Lenin.
24.5.2022
La fotógrafa quiso saber si no se había olvidado su teléfono en mi habitación del hotel. Cuando llegó a Ulán-Udé para fotografiar el funeral de los militares muertos en Ucrania, se quedó en el mismo hotel que yo. Le pregunté al conserje, pero el teléfono no apareció.
Cenamos en un restaurante espléndido. Sirven sudugái,[24] stroganina[25] de caballo y pescado, sopas y carne en discos de madera o en piedras de hielo, espolvoreados de arándanos, rodeados de ramas de pino. Sirven el hielo con nitrógeno líquido, sobre la mesa se eleva un vapor blanco.
Me llevo del restaurante el pan que no comimos. Lo envuelvo en una servilleta y me lo llevo. Mi abuela, que sobrevivió a la guerra civil, a la hambruna en Ucrania y a la Segunda Guerra Mundial, me quemaba la cabeza con ese pan.
Cerca mío en el avión viaja un oficial. Un chico joven y muy flaco. Delgado. Sin querer recuerdo a los difuntos, que siempre se ven muy pequeños. No anda el lavamanos del baño del avión, el cambio del dólar y el euro respecto del rublo bajó hasta el valor del año 2018.
Leo los posts de la fotógrafa en Facebook. Empiezan con las palabras “querido”. Escribe sobre la obsesión, sobre el camino, sobre la finitud del tiempo. Hoy subió un videoclip. Canta su propia canción en una mezcla de lenguas. Figuran las palabras «Natasha – magnifique amie from Russia». En el videoclip ella está parada en la escalera mecánica del metro de Moscú y se rapa su pelo espeso y rubio con una máquina.
Le escribí a la fotógrafa, le pregunté: tus posts, tu canción, tus fotos, ¿todo eso está dirigido a alguien en concreto, a alguien que amas? Ella respondió que sí.
Vuelvo en un avión verde intenso por el claro cielo azul y pienso que todo en el mundo se dirige a alguien en concreto. Los poemas, los posts, los souvenires populares, los restos de los misiles de alta precisión. Vuelo en el avión verde intenso, miro el cielo azul claro y pienso en qué se dirige concretamente a mí. Dentro de poco lo averiguaré.
25.5.2022
Ayer a la noche después del vuelo di un seminario on-line, me quedé dormido un segundo. Daba el seminario desde el teléfono, abrí el texto en la computadora y bum, me desconecté. Nastia, una de las estudiantes, preguntó si no me había dormido, y yo dije, no, no, solamente me distraje con el texto de Olesia. El texto de Olesia, por cierto, es muy genial.
Desarmo la valija, no me hizo efecto ninguno de los muchos remedios que tengo para el dolor de panza.
Subo una selfie que me saco con la cabeza de Lenin en Ulan-Udé. Una conocida de Zaporiyia que ahora vive en Alemania escribe que cuando era joven le gustaba pasar el rato cerca de Lenin en la estación eléctrica del Dniéper. La noche anterior a que lo derrumbaran fue a pasear ahí, se pintó los labios. La plaza estaba vacía, por el cielo volaba un dron.
26.5.2022
Me encontré con una conocida, fuimos al restaurante Ázbuka. Ella llegó con su hijo pequeño, un nene mimado de ojos grandes y pelo largo que tiene cinco años. Se disculpó por haberlo traído, dijo que él quería estar con ella, tuvo que traerlo. Ahí él empezó a pedir gaseosas. Les dije que los invitaba y ella le dijo al nene que pidiera lo que quisiera, que yo pagaba. Él pidió una liebre de chocolate y mermelada. Expresé mis dudas en relación con lo saludable de un almuerzo semejante, pero mi conocida dijo que eso es lo único que su hijo come. A este ritmo, cuando cumpla veinte estará hecho un almohadón fofo. Y bueno, una belleza menos.
Nos sentamos a una mesita, él se sentó con la liebre de chocolate en la mesa de al lado. Hablamos de la vida, más exactamente nos empezamos a quejar de los golpes del destino, y mientras tanto el nene se comía con entusiasmo la cabeza de la liebre. Mi conocida se quejó de que la guerra la privaba de cualquier posibilidad de trabajar en París: pasó una entrevista y entonces chau, gracias. Yo me quejé de mi vida y le mostré la foto de una amiga. Mi conocida dijo que no me preocupara, que mi amiga seguiría chupándome la sangre.
Llegó su hija, una adolescente con pelo largo y ojos grandes. El pelo y los ojos grandes de los hijos de mi conocida son independientes de sus padres. Tuvo a su hija con un escritor, al hijo lo tuvo con algún cabeza hueca. Aunque para ser justos, el escritor también es un cabeza hueca. Sin embargo, el hijo tiene el mismo nombre que un escritor con el cual ella tuvo un romance cien años atrás. Se conocieron en Moscú, cuando ella le había hecho una entrevista, después se escribieron. Él le mandaba hermosas cartas románticas. Una celebridad europea, un tipo de verdad genial. Las cartas por momentos eran triviales, pero igual eran encantadoras. Ella voló a Bruselas para verlo, él se alojaba ahí en un hotel.
Ella no se entregó la primera noche. Él se paseaba por la habitación con una vulgar bata de seda azul. Esas batas son las que usan los playboys en las películas. Sobre la mesa estaba la cafetera de émbolo, en el baño los pomos de crema para la soriasis y las máscaras faciales Nivea. Él siempre se untaba en la cara estas máscaras. En las piernas tenía úlceras, su aspecto no era muy lindo, pero la hacía reír. Ella siempre se reía con él, aunque no se entendía cómo se comunicaban: ella no es muy buena para las lenguas, él habla solo francés.
No se acuerda del sexo. Uno no se acuerda del mal sexo. Estaba sentada desnuda frente a la tele con el control remoto en la mano colocada entre las piernas y lo maldecía en ruso. Sos un forro, te odio, para qué mierda vine a verte. Y él se paseaba en su bata vulgar y decía: yo soy más pornográfico que vos. Tenía el pulgar y el índice amarillos por la nicotina, se alimentaba solo de medicamentos. Ella le preguntó si no tenía sida, él respondió que no importaba de qué muriera uno. Ella no le permitió lamerla porque rara vez le permitía a alguien hacerlo. Ella muchas veces acaba con squirt, por eso rara vez deja que le hagan cunnilingus. Ella se la chupó solo para que él dejara de molestar.
Él tenía que ir a Frankfurt y la invitó. Pero no le compró el pasaje. El pasaje se lo compró ella misma, aunque no tenía dinero. Antes del viaje fueron a un negocio, él se compró una valija cara, y ella se eligió unas pantuflas Falke, guantes y una bufanda. Él hizo una mueca, pero pagó. Al ver su costosa remera Versace, él refunfuñó que una remera no puede costar sesenta y cinco euros. Le dio su vieja valija Delsey, ella después la perdió en alguna parte. Puede ser que esté todavía en el entrepiso.
En Frankfurt la sorprendieron los carteles en los baños del estudio de cine: XX y XY y el jamón con croissants, que resultaron mejores que en París. Cuando volvió a Moscú, la esperaba un correo de él: espero que no seas una de esas mujeres vulgares que chantajean a sus amantes con fotografías íntimas. Ella pensó que él era una basura, que la tomaba sabe diablos por quién, y revisó la cantidad de vistos del video en el que él tocaba borracho la guitarra vestido con su bata azul. Subió el video mientras esperaba el avión a Moscú; el video ya alcanzó las tres mil reproducciones.
En el avión a Frankfurt él no pudo sacar la revista del bolsillo del asiento de adelante. Los dedos no podían agarrar el lomo acerado. Ella agarró la revista y la sacó enseguida. Él se rió y ella se rió. Era gracioso. Ella se reía y no podía parar. Se reía y se reía. Se pellizcó, se pinchó con lapicera, igual se seguía riendo. Se rió por mucho tiempo, tal vez incluso durante diez minutos.
A veces nosotros tomamos café en el restaurante Ázbuka, yo a veces no voy a su casa, le digo que no voy de visita a la casa de nadie. Es casi verdad. Ella contó que no le alcanza para el dentista, no le alcanza para viajar. Me pidió disculpas por cargarme con problemas materiales. Yo le dije que no era nada. Vino el manager del banco Tinkoff, le sacó una foto a ella, le hizo firmar unos papeles. El manager pidió una tarjeta para su hija. Tinkoff-junior.
La vida es una mierda, todo sube de precio, ella le quiso comprar al hijo un Mercedes-Benz Clase G de juguete, pero aumentó un cincuenta por ciento. Bajaba con la hija en el ascensor después de hacerse las cejas (la hija pagó por las cejas 3100 rublos) y la hija dijo que no estaba conforme con su nariz y que iba a hacerse una rinoplastia. Mi conocida le dijo que le haría una rinoaplastia ahí mismo en el ascensor.
Rompió servilletas, metió los restos en una botella de gaseosa y dijo que había estado por última vez en Londres en el 2014. Después de lo de Crimea el rublo cayó, y los viajes pasaron a serle inaccesibles. Tengo dos hijos y no siempre puedo permitirme ir al salón de belleza, Sash. Tengo dos hijos y hace ocho años que no viajo a ningún lado. Tengo cuarenta y cinco y hace ocho años que no me saco fotos, es la primera foto en ocho años. Si me preguntas dónde estuve los últimos ocho años: estuve acá, Sash. Todo el tiempo, la puta, estuve acá.
Soñé que volvía a usar otra vez el anillo de compromiso.
28.5.22
Viajamos con mi mujer a una aldea de la región de Vladímir, alojamos a los fumistas en la casa en construcción. Mi mujer dijo que a uno de ellos se le había muerto un hijo hacía unos días. Un chico joven, en forma. El fumista no contó los detalles. Solo pronunció la siguiente frase: “Dijeron que fue el corazón”. Su segundo hijo está en el ejército, pelea en Ucrania.
29.5.22
Me pidieron que me presentara en el festival “Días de escritura eslava” en la Biblioteca de Lenguas Extranjeras. A la salida del metro me crucé con una abuelita nerviosa que quería saber cómo llegar a la biblioteca. Le indiqué. La abuelita además preguntó acerca del autobús, acerca de si llegaba a ir caminando, y por algo más que no tenía relación con el camino a la biblioteca y para lo que no esperaba respuestas. Me fui sin apurarme, la abuelita iba rápido adelante. En el cruce peatonal nos volvimos a encontrar y la abuela preguntó qué hacía yo acá. Le contesté que iba a la biblioteca. Pero su aspecto no es muy eslavo, dijo la abuelita. Mi aspecto no es muy eslavo, pero igual voy, le contesté. Ay, nos dividieron – suspiró la abuelita. Ahora en la biblioteca van a venir y nos van a juntar, le dije yo.
Di unas vueltas con Dasha, la chica que me regaló la manzana en el bar ruidoso. Estuvimos en el parque Zariade y en la plaza del Manège. En la plaza del Manège hay una fiesta del pescado, multitudes comen pescado.
En el boulevard, bajo las ventanas, plantaron todo un bosquecito de lilas. Una decena de arbustos. Ojalá sobrevivan.
Subí un post acerca de los trofeos del abuelo. En los comentarios se desató la histeria: aquellos que se dicen patriotas culpan de difamación y traición, los enemigos de Rusia escriben que los soldados siempre fueron saqueadores y siempre lo serán.
Notas
[1] La kommunalka son los gastos derivados de vivir en un lugar común. El pago de la electricidad, de la calefacción, del gas, etc. (N. del. A.)
[2] Tópol significa ‘álamo’ (N. de la T.)
[3]Mijáil Árdov fue sacerdote de la iglesia ortodoxa autónoma rusa, fue también escritor. Conoció a Anna Ajmátova desde la infancia; su padre, el escritor Víctor Árdov, era amigo de ella. (N. del A.)
[4] Vladímir Pózner es uno de los periodistas de televisión más famosos en Rusia. Nació en Francia, en 1934. (N. del A.)
[5] El SFS es el Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa. (N. de la T.)
[6] Mariscal de la Unión Soviética, héroe de la Segunda Guerra Mundial, jefe militar soviético más importante después de Georgi Zhúkov. (N. del A.)
[7] La cinta de la guardia es una cinta de la orden militar de color naranja con tres franjas negras. Se utiliza desde el año 1942, sucede a la cinta de San Jorge (amarilla y negra), la cinta de la orden de los tiempos del imperio. En la Rusia actual, la cinta de la guardia es un símbolo popular de la fiesta del Día de la Victoria. (N. del A.)
[8] MCh.C: Ministerio de situaciones de emergencia. (N. del A.)
[9] Café típico ruso que se prepara agregándole a un shot de espresso crema y vainilla. (N. de la T.)
[10] Fragmento de la famosa canción de la película La estación de Bielorrusia, compuesta por Bulat Akudzhava. (N. del A.)
[11] Cuento de Lev Tolstói que trata acerca del castigo corporal, en el que un soldado es condenado a pasar entre filas de soldados y cada uno lo golpea con una baqueta (vara metálica que se usaba para limpiar las armas). (N. del A.)
[12] El Regimiento Inmortal es un evento masivo en el que los manifestantes llevan retratos de sus antepasados veteranos de la Segunda Guerra Mundial. (N. del A.)
[13] Hay un dicho ruso: Mejor un pájaro carbonero en la mano, que una cigüeña en el cielo, significa que es más importante lo accesible que lo inalcanzable. (N. del A.)
[14] Zbigniew Brzezinski, politólogo americano, asesor de James Carter, trigésimo noveno presidente de Estados Unidos (N. del. A.).
[15] George Soros, financista americano (de origen húngaro-estadounidense) que participó activamente en proyectos culturales y políticos en Rusia durante los años noventa.
[16] Término coloquial y usualmente despectivo para referirse a los ucranianos. (N. de la T.)
[17] Se refiere a que los negocios de la cadena IKEA dejaron de trabajar después de que comenzó la guerra. (N. del A.)
[18] Vivienda típica de los nómadas de Asia Central, similar a una carpa redonda, que resulta fácil de transportar. (N. de la T.)
[19] Las salchichas con olivié son una combinación típica de la cocina soviética. La olivié es la ensalada más popular de la Unión Soviética y de la Rusia contemporánea, es un plato que no falta en la mesa de Año Nuevo, en Francia se la conoce como “ensalada rusa”. (N. del A.)
[20] El Intituto de Moscú fue fundado en 1933. Es la única universidad del mundo dedicada por completo a la formación de escritores, traductores y críticos. (N. del A.)
[21] Novorrossia es el antiguo nombre de la región sur de Ucrania. Es el nombre que emplean los partidarios de la reunificación (el regreso) de estas regiones bajo el control ruso. (N. del A.)
[22] Empleados del servicio de protocolo. (N. del A.)
[23] Dispositivo que graba el sonido de manera sincronizada con una cámara. (N. del A.)
[24] Plato que se prepara con pescado crudo, típico de los pueblos del norte de Rusia. (N. de la T.)
[25] Plato tradicional de la cocina del norte de Rusia que consiste en finas y largas tiras de pescado crudo. (N. de la T.)