«Cuentos de la guerra», de Aleš Šteger

Julia Sarachu

Aleš Šteger nació en Ptuj, en el norte de la ex Yugoslavia (actual Eslovenia), cerca de la frontera con Austria y Hungría, en 1973. Estudió literatura comparada, alemán y filosofía en la Universidad de Ljubljana. Es poeta, escritor, traductor y dirige la editorial Beletrina. En 1998 obtuvo el Premio Veronika al mejor libro de poesía, en 2007 el premio Rožanc al mejor libro de ensayos del año, en 2016 recibió el prestigioso premio Bienek a la poesía europea de la Academia de Artes de Bavaria, Alemania, y en 2022 el premio internacional Spycher (Leuk, Suiza) por su novela Neverend, entre otros. Fue cofundador del festival Días de poesía y vino y fundador del network Versopolis para el apoyo de los poetas europeos emergentes. También es miembro de la Academia de Artes de Berlín y uno de los autores eslovenos más traducidos y reconocidos en el mundo.

Desde 2001 ha visitado Argentina en numerosas oportunidades y, por su conocimiento del idioma español, ha establecido vínculos con el ámbito literario que lo llevaron a participar en eventos culturales como el Festival de Poesía de Rosario y el Festival de Poesía de Buenos Aires, ha realizado presentaciones en la Feria del Libro de Buenos Aires y en 2021 publicó el libro de poemas Testimonio por Editorial Ciudad Gótica de Rosario. También publicó en 2011 el libro de ensayos Berlín por la editorial española Pre-textos, y por la editorial Arlequín de México los poemarios Protuberancias (2005), El libro de las cosas y los cuerpos (2016) y la novela Carnaval brutal (2018). En 2018 fue publicada una selección de su poesía por la editorial mexicana Círculo de Poesía con el título Nunca, nadie en ningún lugar.

Entre 2012 y 2023, Šteger desarrolló el proyecto Escrito en el lugar, que consistió en una serie de 12 viajes en los cuales el escritor se situaba en determinados lugares específicos, marcados por conflictos, donde las guerras están en un segundo plano, latentes o apenas perceptibles, con el objetivo de informar de manera experimental literaria sobre lo que allí ocurría. De esta manera su escritura comenzó a explorar la temática de la guerra, pre anunciando los acontecimientos políticos y sociales de la actualidad europea. Alberto Manguel escribió en un ensayo sobre el proyecto Escrito en el lugar las siguientes palabras, que se corresponden profundamente con el libro recién publicado por Gog y Magog:

Este núcleo de Hamlet, del que Šteger es testigo, es muchas cosas a la vez: un fragmento del Aleph universal, un instante de ese «tiempo muerto» que Šteger ve en los relojes expuestos en el escaparate de una joyería de Bautzen. Por ejemplo, en Bautzen, el momento presente de Šteger hace que converjan todos los capítulos de la Historia: el Gelbes Elend (Miseria amarilla) de Stasidays, los Lisatian Budys de la minoría soraba casi olvidada, la Bautzen contemporánea que recientemente ha resucitado su pasado nazi. Sin embargo, el lugar elegido por Šteger no es ninguno de ellos y, sin embargo, los incluye a todos, formando capas imposiblemente finas de estratos geológicos. El ojo de Šteger transforma esta secuencia cronológica y esta meticulosa cartografía en un punto universal singular que está siempre presente. A los ojos de Šteger, Bautzen representa el universo perceptible, siempre dentro y siempre fuera del tiempo.[1]

Los relatos que integran Cuentos de la guerra forman parte de la novela Neverend, publicada en Eslovenia en 2017, que habla de la guerra de manera distópica e histórica. La novela se encuentra estructurada en tres niveles: el primero es una narración histórica sobre el viaje del naturalista Antonio Scopoli a través de la Europa del siglo XVIII, devastada por la guerra. El segundo nivel es el diario de un joven escritor en tiempos de crisis, cuando un líder populista toma el poder en Eslovenia, mientras Europa se desmorona y los personajes son testigos del deslizamiento del país hacia la guerra civil. Luego, en un tercer nivel, se incorpora la serie de los 33 cuentos que en la novela se atribuyen a tres prisioneros: un serbio, un croata y un bosnio, quienes, a través del relato, toman conciencia de la conexión entre sus historias de vida desde la época de las guerras yugoslavas. Esto, por supuesto, sitúa los relatos en el contexto de las guerras de los Balcanes, aunque, observados como libro independiente, pueden ser leídos desde una perspectiva ahistórica, alegórica y universal. Neverend explora la lógica de la guerra como principio constructivo del relato, no es un intento de describir los horrores de la guerra, de encontrar culpables y perpetradores, sino de utilizar los medios literarios para extraer los recursos creativos de una zona de devastación del lenguaje y la imaginación. En el contexto actual del estallido de una nueva guerra en Europa en el siglo XXI, la guerra de Ucrania, las historias de Neverend expresan la idea de que el conflicto representa una problemática intrínseca del ser humano, que emerge de manera cíclica y puede manifestarse en cualquier momento y en cualquier lugar.

Steger
Buenos Aires, Gog y Magog, 204 pp. ISBN 9789874857095

Cuentos de la guerra ofrece la serie de los 33 relatos de Neverend como una obra que puede ser leída y disfrutada de manera autónoma, y abre la perspectiva del lector a múltiples asociaciones. El autor construye un cronotopo que es un sin tiempo y sin espacio definido: hay referencias que podrían señalar que alude a la Primera o Segunda Guerra Mundial (por ejemplo en los cuentos «El cordero», «El laberinto», «Retrato de un comendante romano»), otras indican la Guerra de Bosnia («El lavarropas», «El ángel de la memoria»), algunos datos remiten a cualquier posible guerra en Oriente medio, donde podrían intervenir fuerzas internacionales («El camino hacia mí»), aparecen alusiones a la Cruz Roja o la OTAN («Milka»), pero también elementos que plantean la idea de la guerra en un futuro de ciencia ficción no muy lejano («La criatura», «Las papas»). Neverend significa algo que nunca termina, el concepto remite al miedo ancestral de que el conflicto se salga de control y precipite a la humanidad en una situación de lucha de todos contra todos que termine provocando la autodestrucción masiva. Según Thomas Hobbes en Leviatán, este miedo atávico se encuentra en el origen del Estado y es su condición de posibilidad. Los ciudadanos aceptan someterse a las leyes establecidas porque temen la libertad, tienen miedo de sí mismos, del animal que, oculto tras miles de años de represión de las costumbres, habita el inconsciente y siempre presiona y emerge de manera ocasional, para ser otra vez, y solo temporalmente, contenido. ¿Qué pasa entonces cuando el Estado, por exceso u omisión en la aplicación de los métodos de control y persuasión, deja de cumplir su función pacificadora? ¿Qué pasa cuando se suspenden las leyes, se establece el estado de excepción y diversos factores entran en lucha por el monopolio de la fuerza? ¿Qué ocurre cuando los individuos, desprotegidos ante la violencia, se ven obligados a valerse de sus propias fuerzas y sus propios recursos para defenderse y sobrevivir? En torno a este núcleo de duda y reflexión gira la constelación narrativa en Cuentos de la guerra.

Algo más personal acerca de Aleš Šteger y la escena literaria argentina

Cuando conocí al poeta argentino Daniel Durand y los 18 Whiskys, allá por el 2005, y le conté a Durand que estudiaba esloveno y viajaría a Eslovenia por primera vez ese mismo año, él me dijo que conocía a un escritor esloveno que lo había llevado Cucurto a su casa en la calle Rioja años atrás, buscó en su biblioteca y sacó una plaquette de hojas A4 abrochadas que contenía un poema largo de Šteger junto a una breve referencia biográfica. El poema contaba una historia de la infancia del autor: su padre era profesor de tenis y lo entrenaba con la esperanza de que se transformara en jugador profesional. Aleš hablaba de la sensación que sentía de haber decepcionado un poco a su padre porque no había logrado destacarse lo suficiente en el tenis y en cambio se había dedicado al arte y un oficio como el de escritor, menospreciado en la sociedad capitalista contemporánea. Leímos el poema juntos con Durand y recuerdo que nos gustó, y ahí quedó todo por el momento. Šteger había viajado por primera vez a la Argentina en pleno caos del 2001, y en ese momento se contactó con Cucurto, porque ambos eran conocidos de Timo Berger, un poeta alemán que a fines de los 90 estuvo viviendo un tiempo en Argentina, se hizo amigo del círculo de Durand y a través de ellos conoció el núcleo de la escena literaria porteña. Berger, director del festival de poesía Latinale (principal evento en Alemania de la poesía en español), llevó no solo a Cucurto a Alemania, sino también a otros muchos poetas argentinos.

 Luego Šteger visitó Argentina en varias oportunidades, nos conocimos, coincidimos en varios encuentros literarios y así la vida nos fue llevando por circuitos paralelos que cada tanto se rozaban, sin nunca entrecruzarse completamente. Se terminó volviendo un poco extraña la sensación de que hacía tanto tiempo que nos conocíamos, y sin embargo, a pesar de tener tanto en común, nunca nos encontrábamos. Aleš es uno de los pocos escritores eslovenos que habla español, uno de los principales editores y gestores culturales de Eslovenia, y yo me dedico a traducir, publicar, investigar y enseñar la poesía eslovena en Argentina hace ya muchos años.

Justo antes de viajar a Eslovenia por quinta vez en 2022, una tarde, mientras revolvía y buscaba objetos antiguos, que es mi segundo oficio después de la literatura, encontré en el fondo de un tacho un llavero de plata con forma de raqueta de tenis. Al verlo inmediatamente recordé a Aleš Šteger, (tenía el tema en mente por la cercanía del viaje): en ese momento pensé que si realmente pretendía alcanzar un conocimiento bastante completo de la literatura eslovena tenía que traducir alguna de sus obras. Hasta el momento la única escritora viva que había traducido era Svetlana Makarovič, que en la poesía eslovena ya es un clásico, pero nunca lo había intentado con otros autores contemporáneos. En realidad, la investigación me ha llevado a reconstruir procesos históricos y mi relación con Eslovenia siempre fue más ideal que carnal. Frecuentemente me cuesta bastante el encuentro con la situación cotidiana de una cultura que, desde niña, en los relatos de mi abuelo se me aparecía como una épica de gran belleza trágica y romántica. Y de eso se trata en gran medida la presente obra de Šteger que, publicada en 2017, se adelantó 5 años a la situación política que estalló en Europa con el conflicto Rusia-Ucrania.

La guerra en el inconsciente colectivo de los eslavos

Por su posición geopolítica entre Oriente y Occidente, la zona de Europa central y del este, en la cual se han establecido los pueblos eslavos, ha sido escenario permanente de luchas y conflictos políticos y religiosos. Los eslavos de la región de la actual Eslovenia se establecieron entre los siglos VI y VIII, y entre el siglo VIII y el siglo IX fueron cristianizados por medio de guerras e incorporados al Sacro Imperio Romano Germánico constituido en el año 962. Desde entonces permanecieron bajo dominación austríaca durante mil años: los señores feudales eran de origen germánico y los siervos, campesinos eslavos. A partir del siglo XIV la zona de los Balcanes sufrió el asedio permanente del Imperio otomano, que progresivamente logró expandir sus dominios hasta llegar con su ejército en el siglo XVI a combatir en las puertas de Viena. Los eslavos fueron utilizados como fuerza de choque para proteger a Europa del avance otomano y también combatieron en las filas de los turcos, que raptaban niños eslavos y luego los entrenaban para integrar el ejército de élite que utilizaban para invadir el territorio europeo. Los turcos fueron expulsados definitivamente del territorio europeo habitado por los eslavos del sur recién a comienzos del siglo XX.

En 1848, fue en la zona eslava en torno a Viena donde se desarrolló el principal levantamiento popular contra el poder imperial, que se denominó la Primavera de las Naciones: en Ljubljana diez mil campesinos ingresaron a la ciudad, destruyeron los edificios públicos y quemaron los documentos símbolo de la dominación austríaca y la servidumbre. Engels describió ese momento histórico como la oportunidad que por fin se había presentado de realizar la revolución socialista, la cual fue desbaratada por la monarquía austríaca con ejércitos integrados por eslavos y la colaboración de los intelectuales nacionalistas eslavos que frenaron el levantamiento popular. Estos levantamientos populares del siglo XIX tuvieron como antecedente las revueltas campesinas del siglo XVI, cuando siervos eslovenos y croatas se unieron en torno al líder Matja Gubec contra los nobles austríacos, quienes los reprimieron duramente, provocando una terrible masacre.

En el siglo XX, el territorio de la actual Eslovenia fue escenario de algunas de las batallas más sangrientas durante la Primera Guerra Mundial entre el ejército italiano y el ejército austríaco, integrado entre otros por soldados eslovenos. Después de la Gran Guerra, el Imperio austrohúngaro fue desintegrado y el territorio de la actual Eslovenia fue dividido: una parte quedó bajo Italia, otra bajo Austria, y la porción este del territorio se unió al Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, formado en 1918. Los eslovenos sufrieron mucho la desintegración del territorio, y sobre todo los que quedaron bajo Italia vivieron un proceso muy duro de sometimiento económico y cultural.

Después vino la Segunda Guerra Mundial: el ejército italiano invadió el territorio hacia el este y el ejército nazi hacia el sur. Muchos eslovenos se negaron a integrar los ejércitos de ocupación o ser deportados a campos de concentración nazis, escaparon a las montañas y se unieron al Frente de Liberación Nacional dirigido por el Partido Comunista, que formó un ejército irregular, luchó contra la ocupación y finalmente logró vencer a los invasores, obligando al ejército italiano y a los nazis a replegarse. Los campesinos convertidos en guerrilleros defendieron sus aldeas hasta vencer a los nazis y expulsarlos del territorio: así nació la épica partisana.

Después de la Segunda Guerra Mundial se constituyó la República Federal Socialista de Yugoeslavia, que integró a los pueblos eslavos del sur y transformó un territorio en ruinas y un conjunto de naciones desarticuladas en un país moderno e industrializado con una población de clase media, con vivienda, salud y educación aseguradas, pero sin democracia ni libertad de opinión, entonces la sociedad comenzó a anhelar el consumo y los avances tecnológicos de Europa occidental. Solamente Tito, el líder de los partisanos que tuvo el poder y el carisma para construir un Estado donde antes no había nada, ensayando la idea socialista pudo mantener a las naciones eslavas del sur durante tanto tiempo unidas; pero después de su muerte en 1980 comenzaron las luchas de poder y las diferencias nacionales que, basadas en conflictos reales y alimentadas desde Occidente, terminaron por precipitar la desintegración. En 1991 Eslovenia se separó de Yugoeslavia, le siguió Croacia y luego vino la Guerra de Bosnia.

Ahora nuevamente aparecen conflictos en Europa del este con la guerra Rusia-Ucrania, siempre alimentados por la lucha de poder entre Oriente y Occidente. Podríamos decir que las guerras en los territorios eslavos siempre aparecen como síntoma  de un conflicto latente entre ambas regiones, que por momentos alcanza picos de tensión y luego se enfría, para resurgir posteriormente transformado, pero siempre irresuelto y renovado. Hasta la batalla innominada.

Algunas asociaciones libres en relación con la temática de los relatos

El concepto de la guerra como la amenaza latente de una destrucción general definitiva se instala en el imaginario de la humanidad con la noción de Apocalipsis; en el caso de Cuentos de la guerra, esta idea emerge a la manera de la escritura automática que expresa un sentimiento ancestral y termina anticipando el devenir histórico. El mismo mensaje había recibido yo de mi abuelo en forma de relatos orales acerca de las experiencias vividas por su familia y la gente de su pueblo natal en Eslovenia, cerca de la frontera con Italia, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial; anécdotas que luego transformé en el libro de poemas Las bellezas del lobo, publicado por Gog y Magog en 2007. Recuerdo que cuando publiqué el libro, algunos escritores argentinos conocidos me dijeron que era un poema cruel y sangriento que no tenía nada que ver con nuestra realidad. Es cierto, la intuición no surgía directamente de nuestra experiencia cotidiana local, estaba inspirada por el espíritu eslavo que persiste en algún lugar de mi ADN, pero sí tenía que ver con nosotros como crisol de razas, movimiento interno de la humanidad e intuición del futuro.

La leyenda eslava de la guerra que trae el fin de la humanidad y del mundo detecta un conflicto histórico irresuelto que se deriva de la tecnificación, la separación de la naturaleza y la pérdida del sentido del trabajo que unía a los humanos en comunidad con el entorno. El ser humano anda como guacho, sin saber qué hacer, como Fierro cuando se escapa del fortín, porque ya no hay trabajo concreto de las manos que luchan con el material para modelar la naturaleza y adaptarla al propio consumo. Esa pérdida del sentido de la existencia se resuelve en violencia y cosificación de las personas, se vuelve un impulso autodestructivo. Yo creo que los eslavos sienten con mayor fuerza ese síntoma porque son pueblos campesinos que se han emancipado hace relativamente poco tiempo, y todavía persiste en ellos el registro de la conexión real con la tierra y el trabajo manual sobre el suelo. Así, en la guerra universal del libro Cuentos de la guerra el suelo no sostiene, los personajes se hunden en el piso, la tierra es un abismo sin fondo, una metáfora del vacío existencial. Hay como una desconfianza y rebeldía de los eslavos contra la modernidad que primero detectaron Marx y Engels, y por eso los acusaron de ser la principal fuerza de la reacción. Luego, en el siglo XX, ese mismo rechazo de la modernidad los precipitó en el experimento socialista, que podríamos entender como la búsqueda de una alternativa al liberalismo e individualismo dentro del paradigma de la modernidad. Ahora, en el siglo XXI, esa exploración crítica adquiere nuevas formas y busca nuevamente el equilibrio porque detecta una desarmonía de base en el sistema.

Quisiera agregar algunas asociaciones imaginarias que creo que podrían iluminar la interpretación de los relatos. En varios cuentos del libro aparecen descriptas comunidades que, si bien no están identificadas como naciones históricas reales, sin embargo, la forma en que aparecen caracterizadas refiere al imaginario colectivo de la identidad eslava. Por ejemplo, en el cuento «El laberinto», al pueblo de Sala se lo describe como una comunidad terca y obstinada, que preserva su idioma y su cultura al margen de la dominación política histórica en la región. El narrador señala que, ya sea en tiempos del imperio o bajo la influencia del partido, los habitantes del pueblo se mantuvieron aislados dentro de los límites de su muralla, construida durante el período otomano. La secuencia de los acontecimientos referidos remite a la historia de los pueblos eslavos del sur y la extraña paradoja que se manifiesta en el hecho de que, desde su asentamiento en la región, fueron dominados políticamente por otros pueblos, y a pesar de no tener nobleza ni ejército propio, por ejemplo los eslovenos, lograron preservar su idioma y su cultura durante mil años. Cuando ingresa al pueblo de Sala, el ejército del nuevo Estado confederado cae en una especie de trampa sin salida, porque  la población no presenta resistencia, pero tampoco se entrega, y esta dialéctica aparece representada mediante la resolución fantástica o mágica de una situación que en el comienzo del cuento se relata con realismo. Este recurso atraviesa el libro: varios relatos se plantean al principio bajo circunstancias realistas y progresan hacia un desenlace surrealista, recordando a los lectores argentinos la técnica narrativa del escritor César Aira.

El relato «La roca» evoca, nuevamente, la situación de dominación mediante la imagen de la excavación sin fin que tiene que llevar adelante un pueblo al que sus señores obligan a triturar los símbolos culturales y elementos arqueológicos de otros pueblos: objetos de culto católicos, ortodoxos, judíos, musulmanes. El pueblo del cuento es utilizado en la lucha de poder para destruir otras culturas. Esta metáfora introduce la representación que de sí mismos tienen los pueblos eslavos, por el hecho de haber sido forzados a integrar los ejércitos de los imperios a los cuales estuvieron sometidos históricamente, encarnada en la figura del jenízaro. Los jenízaros eran un cuerpo de élite del ejército otomano integrado por eslavos, que, como dijimos anteriormente, estaba integrado por hombres que habían sido capturados siendo niños durante los asedios a las poblaciones eslavas de los Balcanes. Los entrenaban, los incorporaban a su cultura y al islam, y luego los enviaban a combatir en los territorios de los cuales habían sido raptados. En la historia de la literatura eslovena, y de los pueblos eslavos del sur en general, se ha elaborado el motivo de las contradicciones y crisis de conciencia de los jenízaros, conflictos que, en muchos casos, se resolvían narrativamente mediante el suicidio. Como se mencionó antes, Engels en su obra cuestiona a los eslavos y los caracteriza como pueblos reaccionarios por haber integrado el ejército austríaco contra los levantamientos populares en sus propios territorios.

Por otro lado, en el cuento «El árbol» se refiere la importancia de los bosques en la lucha partisana que llevaron adelante los eslavos del sur contra la ocupación nazi-fascista. Una de las características fundamentales que define la lucha partisana, según Carl Schmitt en su famosa Teoría del partisano (1962), es su telurismo: a pesar de que los guerrilleros yugoslavos durante la Segunda Guerra Mundial combatieron en inferioridad de condiciones numéricas y técnicas contra algunas de las fuerzas armadas estatales mejor organizadas de Europa (el ejército nazi y el fascista italiano), lograron contrarrestar la ocupación y hacerlas replegar porque conocían a la perfección el territorio, ya que peleaban por la defensa de sus aldeas, se escondían en los bosques y atacaban inesperadamente. El elemento sorpresa que daba el conocimiento del territorio, sumado a la autenticidad del sentimiento de autodefensa que legitimaba la lucha, les otorgó ventaja sobre los ejércitos regulares a los que combatían, lo cual les permitió llevar adelante una contraofensiva exitosa.

El cuento «La máquina excavadora» relata la situación de los fusilamientos extraoficiales y el ocultamiento posterior de los cuerpos, enterrados en fosas comunes. Estos actos criminales que ocurren por el terrorismo de Estado o durante o inmediatamente después de las guerras, en el imaginario colectivo de los argentinos se relacionan con los hechos ocurridos durante la última dictadura militar que se desarrolló entre 1976 y 1983, mientras que en la historia de Yugoslavia se asocian a los fusilamientos masivos de colaboracionistas llevados a cabo por orden de Tito al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En el caso yugoslavo, los cadáveres fueron arrojados a las grutas del Carso y hasta el día de hoy se investigan las fosas comunes y se realizan tareas de identificación de restos óseos por reclamo de los familiares de las víctimas. La acción de los arqueólogos, que revuelven los pedazos de la muerte para reconstruir la identidad y la historia, aparece representada en el cuento «Las piezas de Lego», donde se compara la tarea de los científicos con el juego infantil, observando la dimensión cínica de los procesos históricos y el comportamiento humano. En este cuento, por otro lado, la cosificación humana que provoca la guerra, el hecho de que las personas son tratadas con indiferencia, se manipulan y eliminan cuando no sirven o molestan, se contrapone con la carga afectiva desproporcionada que se deposita en los objetos que se animizan o se fusionan con los humanos. Esto lo vemos en todos los relatos del libro, por ejemplo en «El hotel», «El cordero», «El búnker», «El edificio», «El traje negro», «Milka», «El muro», «El piso», «Retrato de un comandante romano», «Odradek», «Neverend».

Hay dos cuentos que recrean la figura del líder, que podría ser cualquier líder político o dictador, pero en el contexto de Yugoslavia la referencia ineludible es Josip Broz, Tito. En el relato «Retrato de un general romano», el líder de los partisanos encarga un retrato de sí mismo después de la victoria; en el cuento «El traje negro», un personaje secundario imagina el instante inminente de la muerte del líder enfermo desde su propia perspectiva.

El cuento «El cordero» me llamó la atención especialmente porque los elementos fantásticos no están dados por los hechos ni los personajes que plantea el argumento, sino por la intensidad del vínculo que se desarrolla entre el soldado que narra la historia y el animal. El relato se presenta con realismo, y la aprensión excesiva del hombre por el cordero se explica por el estrés y el trauma constante a los que se encuentra sometido en la situación de guerra. La obsesión por protegerlo aumenta, mientras sus fuerzas se debilitan por el hambre y la falta de sueño; esto sume al narrador en un estado de semiconsciencia en el cual se confunden los tiempos. El pasado, el presente y el futuro forman una constelación de acontecimientos y sensaciones físico-afectivas que persiste en la memoria del narrador y se proyecta como la estructura de sentimiento, la definición de la vivencia o experiencia colectiva que el libro busca transmitir: se quiebra la lógica causal y ya no hay un antes o después, lo que queda es la impresión de un espectáculo de destrucción y dolor que el sujeto ve en perspectiva y al mismo tiempo lo involucra. Este sin tiempo, que aparece planteado en el título del libro original que contiene los 33 relatos, involucra el significado de todos los cuentos. Así, por ejemplo, el relato «Milka» podría aludir a la situación de asistencia alimentaria que se vivió en Eslovenia después de la Segunda Guerra Mundial, pero la referencia a la vaca de plástico con la marca de chocolates señala que los hechos estarían ocurriendo en el presente o en un futuro no muy lejano. «El ángel de la memoria» es otro caso en el que se presenta cierta paradoja temporal: los hechos se vinculan a la guerra de Bosnia, pero aparece un anuncio publicitario de un objeto tecnológico actual; de este modo, resulta difícil relacionar los hechos con un acontecimiento bélico determinado.

En el final del libro, en los cuentos «Neverend» y  «La quinta fe», aparece una oposición entre el sentimiento de la fe que, más allá de la cultura y la religión a la que cada uno pertenezca, y a pesar de los conflictos y las guerras, mantiene unida a la humanidad  y la sostiene, mientras, por otro lado, los políticos y capitalistas, los corruptos y los criminales que gobiernan el mundo, comulgan en una asociación demoníaca bizarra en la que se entremezclan elementos religiosos y cultos paganos con la dinámica de las celebraciones seculares y los eventos contemporáneos de los ricos y famosos. Sin embargo, «El fin del mundo» se presenta en el último relato de manera nostálgica y subjetiva, como el ocaso de una época y bajo una perspectiva más personal.

 Agradezco especialmente a Aleš Šteger por haberme confiado la traducción del libro y a mi querida amiga Vanina Colagiovanni, quien siempre apoya mis impulsos creativos y hemos colaborado en tantos proyectos desde hace tanto tiempo.

Bibliografía

Luthar, Oto y otros (2008). The land between. A history of Slovenia. Frankfurt: Peter Lang.

Marx, Karl y Engels, Friedrich (1980). La cuestión nacional y la formación de los estados.

México: Cuadernos de Pasado y Presente Nº 69.

Sarachu, J. (2007). Las bellezas del lobo. Buenos Aires: Gog y Magog 2007.

Sarachu, J. (2021). Interpretación de la historia de la poesía eslovena a la luz de los procesos políticos, sociales y culturales que incidieron en la constitución de Eslovenia como estado nacional independiente. Colección Constelaciones, FILODIGITAL, FILO:UBA.

Schmitt, Karl (1984). Teoría del partisano. Buenos Aires: Gandhi S.A.

Šteger, A. (2016). Logbuch der Gengenwart – Tumbling. Prólogo de A. Manguel. Editorial Haymon.

Notas 

[1]     Šteger, A. (2016). Logbuch der Gengenwart – Tumbling. Prólogo de A. Manguel. Editorial Haymon.