Marcia Gasca
En febrero de 2020 la delegación que representó a la Federación Rusa en la Feria Internacional del Libro de la Habana incluyó entre sus miembros a un periodista y escritor de marcada relevancia en las letras rusas de la actualidad: Dmitri Lijanov.
En esa visita del escritor a la Habana tuve la suerte de conocerlo y entonces surgió la idea de un interesante proyecto: traducir una de sus más recientes obras y publicarla en una editorial colombiana, Poklonka Editores, que entre otros objetivos, tiene el de divulgar la literatura rusa en varios países de América Latina.
El libro seleccionado se titula Bianca, y nos cuenta sobre una hermosa perra de la raza laika, su destino, y también el de las personas que la rodean, pues cualquier obra acerca de un animal trata siempre de la historia del hombre.
Debo confesar que me encantan los animales y enseguida me entusiasmó la idea de traducir ese libro. Sin embargo, lejos estaba de imaginar lo difícil y tortuoso que resultaría este empeño.
Bianca resultó ser un relato desgarrador, donde resaltan todas las facetas imaginables que pueden ponerse de manifiesto en el carácter de los hombres: algunos con gran sentido de humanidad, otros extremadamente viles, unos bondadosos, otros ruines. Y con cada una de esas aristas le tocó enfrentarse a la perra. Su nacimiento y primera juventud estuvieron rodeados del amor y los cuidados que le prodigaron quienes la atendían en un centro de cría. Luego fue acogida por un dueño amoroso y comprensivo y en correspondencia con esto, así resultaron los primeros pasajes de su existencia. La traducción fluía tranquilamente, sin sobresaltos. Sin embargo, los avatares de la vida hicieron que cambiara el curso del destino de Bianca, y así lo empieza a relfejar el autor.
Las vicisitudes de la protagonista comienzan cuando su dueño se ve obligado a llevarla a una aldea del norte de Rusia y dejarla al cuidado de un amigo campesino, pues su novia le exigió deshacerse del animal. La crudeza del norte ruso, la aciaga vida de los campesinos en esos agrestes parajes se refleja en la existencia de Bianca. Cada vez más inconvenientes se interponen en la vida del animal, y cada vez más rudo y desgarrador se vuelve el lenguaje con que el autor narra el curso de aquella historia.
¿Cómo transmitir con toda la fuerza y la intensidad el momento en que la perra se da cuenta de que su amado dueño la ha abandonado en un lugar bien lejos del acogedor apartamento donde ella había conocido el calor y la ternura de su amo? ¿El momento en que ella comprende que ahora ha quedado a expensas de un hombre rudo, que trata a los animales como lo hacen a menudo la gente de campo, sin mimos ni caricias? ¿Cómo plasmar con palabras el dolor físico del animal mientras se desgarra las uñas y los dientes tratando de huir de su encierro para ir tras su dueño y dónde encontrar las frases exactas que describan su intenso dolor interior, la sensación de haber sido traicionada por aquel a quien ella había mostrado fidelidad? ¿Con qué palabras traducir a su vez el comportamiento de lealtad de Bianca, quien durante largo tiempo estuvo acudiendo a la parada del ómnibus en el que se había marchado su amo, con la esperanza de que este regresaría por ella?
Y en la medida en que avanza la trama no cesan las penurias de nuestra protagonista. Muy por el contrario, le ocurren desgracias insospechadas y repentinas: su nuevo dueño no le prodiga los cuidados que recibía del anterior, pierde a sus cachorros de manera brutal, y finalmente le ocurre un desgraciado accidente cuando cae bajo las cuchillas de una máquina segadora. Traducir esa sangrienta escena, tratar de transmitir el dolor físico de un animal atrapado por una máquina, sorprendido por algo desconocido e inesperado para él, comunicar la esencia de ese momento lacerante y sus implicaciones en la futura vida de la perra resultó para mí más que un reto, un profundo estremecimiento de todo mi ser. El autor, con la crudeza de su lenguaje, logra tocar y lastimar las fibras más profundas de la sensibilidad humana. Al menos eso fue lo que sentí yo al leer el original en ruso. Pero el verdadero reto resultó reponerme a aquel dolor que experimenté con la lectura de dicho pasaje y hallar la forma de provocar en el lector de la lengua española, al menos, algo parecido a lo que yo sentí: un sobrecogimiento en el pecho, la aceleración de los latidos de mi corazón, al punto de sentirme verdaderamente perturbada, y lograr penetrar con mi versión en lo profundo del alma humana sin traspasar el límite de lo sensiblero o exagerado.
Pocos pasajes de tal conmoción recuerdo haber leído alguna vez sobre este tema. El autor hace gala de un vasto conocimiento y dominio de la lengua rusa y la utiliza para dar a su relato una fuerza estremecedora, digna de las mejores tradiciones de la literatura clásica rusa.
Las abundantes y vistosas descripciones de la naturaleza y las costumbres del Norte ruso ponen de manifiesto el indiscutible amor que siente el autor por estos parajes; resulta relevante la forma en que recrea esas particularidades; y era necesario encontrar en nuestro español las palabras precisas o al menos las más cercanas a esas realidades tan diferentes de las de nuestros lares de habla hispana. Desgraciadamente, quizás no en todos los casos se logró el resultado deseado. Al menos espero haber logrado atrapar una parte de ese encanto que la rica lengua rusa y la maestría del autor imprimieron al relato.
En el final mismo del libro el autor recrea una corta escena, apenas unas palabras, donde se muestra toda la bondad y la gratitud que muchas veces caracteriza la relación del hombre para con los animales. Y de nuevo me sentí atrapada por esa carga emotiva que le imprimió el autor a su relato.
Al final experimenté una enorme complacencia por haberme enrolado en este proyecto, pues no resulta tan frecuente hallar en la literatura rusa en los tiempos que corren textos de tanta profundidad. Son pocos los que escriben de manera tan conmovedora sobre la vida en nuestros días.
Reciba el lector hispanoparlante este cálido y triste relato con la esperanza de que obtendrá una verdadera satisfacción y abrirá para sí un mundo nuevo.