Indira Díaz
Cuando se habla de poesía rusa, el nombre que aparece inmediatamente es Aleksandr Pushkin. Por supuesto, Pushkin es una figura representativa, no se necesita ninguna introducción que nos explique quién es él, porque todos hemos leído a Pushkin cuando de poesía rusa se trata. Sabemos que Pushkin es el poeta nacional por antonomasia, aquel que alcanzó la exactitud de la expresión en combinación con un tono que nunca antes había sido experimentado, y sabemos que con él queda marcada toda una época, el Siglo de Oro de la poesía rusa. Al respecto, grandes han sido los esfuerzos de los traductores hispanoparlantes por darnos a conocer la obra del poeta.
El trabajo de traducción de Pushkin ha sido arduo, lo que ha propiciado que otras voces como la de Lermontov, Fet, Tyutchev o Polezhaev, por mencionar algunas, hayan quedado más o menos marginadas para el mundo hispanohablante en comparación con la lírica pushkiniana. Es interesante señalar que muchas de estas traducciones surgen a partir de los primeros ecos de la Revolución de Octubre, pues con ésta se reaviva el interés hacia toda expresión suscitada en Rusia, interés que se alimenta con la emigración de muchos rusos que llegan a España y propician el desarrollo de la traducción directa, que abre paso a un gran momento de intercambio entre hispanistas rusos y eslavistas de América Latina, especialmente con Cuba y México, donde fue bien recibida debido a las relaciones bilaterales entre estos países durante el periodo de la Unión Soviética.
Siempre que se cuenta una historia resulta imposible hablar de todos los personajes, razón por la que tendemos simplemente a representar. Esto sucede hacia el siglo XX con la obra artística del afamado Siglo de Plata, en el que las referencias estéticas son variadas y tienden a diferenciarse de manera grupal. Durante el periodo de vanguardia, desarrollado durante última década del siglo XIX y en los años treinta del siglo XX, emergen una serie de corrientes en el ámbito de la poesía, como el simbolismo del cual se rescatan autores como Innokienti Annieski, Zinaída Gippius, Konstantín Balmont y Alexandr Blok, por mencionar algunos; el acmeísmo, iniciado en 1912 por Gumiliov, con exponentes de la talla de Anna Ajmátova, Ósip Mandelshtam, y quizá en algún punto de contacto Borís Pasternak, quien como Esenin, llegó a la cumbre en este periodo. Por supuesto es necesario mencionar el futurismo, del que han llegado a nuestra lengua algunos manifiestos y particularmente la poesía de dos poetas, Vladímir Maiakovski y Velemir Jlébnikov. Sin duda este tiempo dio muchos poetas a Rusia, por lo que es oportuno rescatar algunos nombres de poetas que no son atribuidos a ninguna corriente, pero que son de gran importancia, por ejemplo, Vladislav Jodásevich y Marina Tsvietáieva, quien de cierta forma continuó la tradición de Anna Ajmátova.
Sin duda, cuando hablamos de poetas del Siglo de Plata nos resultan bastante familiares muchos de los nombres aquí congregados, algunos más que otros, como Vladimir Maiakovski, Serguei Esenin, Anna Ajmátova, Borís Pasternak, Ósip Mandelshtam o Marina Tsvietáieva, quienes destacaron entre las corrientes literarias de su época, convirtiéndose en figuras referenciales dentro de la historia de la poesía rusa para el ámbito internacional, razón por la que su obra ha sido traducida y estudiada con esmero. Gracias a eso, podemos encontrar distintas versiones en español de estos poetas, algunas provenientes directamente del ruso y algunas otras a partir de una lengua intermediaria, traducciones españolas y latinoamericanas. Aunque el mundo ruso se nos ha presentado muchas veces de difícil acceso debido a los problemas que supone su traducción (aún más si intentamos apegarnos a las exigencias de los modelos de la traductología rusa), las dificultades han sido bien sorteadas y como resultado contamos con una serie de traducciones de poesía del Siglo de Plata que no ha cesado de crecer hasta el día de hoy. Por más de veinte años, traductores hispanoamericanos han concentrado sus esfuerzos en la ardua tarea de recuperar voces pertenecientes a este periodo difícil para Rusia, especialmente las de Mandelshtam, Tsvietáieva y Ajmátova, para quienes ha sido primordial la labor de algunos traductores como la mexicana Selma Ancira y el colombiano Jorge Bustamante García.
Más tarde, resonarán los nombres de Iósif Brodsky, Evgueni Evtushenko y, en menor grado, Bela Ajmadulina, o Arseni Tarkovsky. Durante los años setenta se publicaron en traducción al español antologías que incluyen algunos poetas rusos y soviéticos, que circularon sobre todo en Cuba, sin olvidar mencionar la antología recopilada y traducida por el poeta chileno Nicanor Parra, con ayuda de su traductora al ruso, Margarita Aliguer, Poesía rusa contemporánea de 1971, en la que reunió la poesía de treinta poetas rusos entre los que se encuentran Maiakovski, Pasternak, Ajmátova, Blok, Tsvietáieva, Martinov, Simonov, Evtushenko y Ajmadulina, entre otros. Esta labor de traducción de poesía consigue que en 1984 aparezca la primera antología de autor dedicada a Anna Ajmátova, en traducción de José Raúl Arango, seguida de otras antologías como Dos siglos de poesía rusa (Ráduga, Moscú 1991) en traducción de José Vento Molina, siguiendo hasta la reciente Antología Bilingüe De La Mejor Poesía Rusa, en traducción de Joaquín Torquemada (Almuzara, 2022). Y si hablamos de traducción de poesía rusa en Latinoamérica, podemos decir que ésta seguía las mismas pautas, la atención estaba centrada en recuperar la grandiosa poesía que había estado oculta a nuestra lengua: Ajmátova, Mandelshtam y Tsvietáieva, principalmente y encontrando continuidad en otras antologías como Contrapunto a cuatro voces en los caminos del aire, en traducción de Tatiana Bubnova (UNAM, 1991) o El instante maravilloso. Poesía rusa del siglo XX, de Jorge Bustamante (UNAM 2005), por citar un par de ejemplos.
Avanzando hacia el presente, nos encontramos con el inicio de un nuevo siglo que trae con él la aparición de nuevas antologías que continúan rescatando la poesía de los grandes autores del Siglo de Plata, aunque también hay que mencionar que existen algunas traducciones de aquella poesía rusa que sólo había sido publicada en samizdat durante el periodo soviético, en este caso me refiero sobre todo a la poesía publicada durante los años 50´s,60’s y70’s, aunque este tipo de publicación haya existido desde finales del siglo XIX, que circulan tímidamente antologadas en cortos tirajes o publicadas en internet, dando apenasnoticia de algunos poetas de este periodo y que albergan una diversidad poética increíble , todavía desconocida para nosotros, tal es el caso de Poesía rusa no oficial de la segunda mitad del siglo XX de Liudmila Biriukova (2011).
Hasta aquí hemos esbozado los contornos generales de un breve recuento sobre el estado de la poesía rusa en el mundo hispanohablante, hemos mencionado una serie de tendencias y autores fundamentales que han llegado bien referenciados a nuestra lengua. Pero en este punto es necesaria una pausa, tenemos tres periodos representativos: el Siglo de Oro, el Siglo de Plata y la época soviética; y tenemos prácticamente solo dos escenarios: Moscú y San Petersburgo. Pero sabemos que la poesía rusa ya no puede ser representada sólo con estos periodos, sabemos que la poesía rusa está viva y que su horizonte es infinito y su geografía inmensa, que los modos de escritura han cambiado, que la experimentación es un arte continuo, que el verso libre se cultiva ahora con más libertad, que las lecturas poéticas continúan siendo de gran importancia, aunque ya no haya poetas que llenen estadios. Entonces surgen nuevas preguntas en el mundo hispanohablante: ¿Cuáles son estas nuevas voces? ¿De qué hablamos cuando decimos “poesía rusa actual”?
Con la publicación de la antología Puente y precipicio. Última poesía rusa (Círculo de poesía, 2018), una recopilación de cincuenta voces que contiene a poetas nacidos entre 1944 y 1996, ensayé una primera respuesta que sirve de apertura e invitación a los traductores para mirar hacia este nuevo horizonte. Y aquí, el trabajo continúa, con esta sección dedicada a la poesía escrita ruso con traducciones mías y de otros traductores que se animen a seguir esta propuesta, como Ingrid Ots en esta primera entrega.