65+

Arina Óbuj (Sobre la autora)

Traducción: María del Mar Gámiz

—El dibujo es bueno, pero… Haga más soviético el hipopótamo —dice el editor—. Nuestro público es de 65+, vive en la nostalgia. Ahí están las caricaturas soviéticas, el osito Misha de las olimpiadas, el mundo de felpa, ¿comprende?

El editor respeta la añoranza ajena del pasado. Se vende bien.

Yo soy estudiante y freelancer. Ilustro portadas para libros de detectives. Sus lectores son personas de la tercera edad.

—Y además —continúa el editor— necesitamos una portada para el próximo libro. Estaría bien que tuviera un perro chihuahua con la cara de Nikulin.

Intento imaginarlo.

Sin éxito.

—Evidentemente no debe ser una reproducción exacta de su cara, sino que tenga el parecido suficiente como para que se adivine quién es. ¿Se acuerda de la escena final de “El brazo de diamantes”?

*

Es tarde, llevo ya muchas horas en el aula. Dibujo un chihuahua. Le enyeso una pata, le pongo una muleta y cuelgo al pobrecito de una grúa. Y el perro empieza inesperadamente a volar al ritmo de la música.

Es mi teléfono, que suena.

—Al teléfono.

—Hola, soy Dimon. Oye, necesito una chica hermosa. Una modelo. Como tú.

—¿Por qué yo? Toda nuestra academia es una continua chica hermosa.

—Tú eres escultural, tienes relieves, tus huesos se marcan bien.

Merci.

—No, no, si tú bien sabes que en escultura el porte cuenta. Es para mi trabajo de titulación.

—¿Y de qué va?

—De ciervos.

—¿¡!? Merci de nuevo.

—No, en serio, realmente te necesito, ayúdame. ¿Estás ahora en el instituto?

—Sí. Dibujo un perro con la cara de Nikulin.

El escultor no hizo ninguna pregunta sobre el perro. Porque todo es posible y es mejor no entrar en detalles. Incluso a veces es mejor no detallar ni aclarar nada en absoluto. No vaya a ser la de malas…

—Perfecto. Baja al taller, acá te veo.

El taller se encuentra en el sótano uno.

Entro: un ciervo de barro me respira directamente en la cara. Al lado hay otro. Ambos son muy realistas, parecen de verdad.

—¿Cómo los ves?

—Están muy bien. Pero, ¿yo aquí dónde entro?

—Es una figura con ciervos. Desnuda.

—¿¡Quién va por ahí desnuda y con ciervos!? Quizá la madre naturaleza. Y punto.

Lo miro de frente y con suspicacia: ¿será que de pronto este pastor de ciervos está ligando conmigo?

—No quiero ligar contigo. Tengo que titularme. Regístrate en la división del personal y la próxima semana empezamos a eternizarte.

*

Yo necesitaba llenar mi cartilla de trabajo del servicio social. Porque, como dice nuestra Margo: “Un poquito más y me jubilo”. Y mientras dura este “poquito” hay que lograr llenar la cartilla de trabajo. Porque este siempre es un problema de los artistas.

Me registré. Y en la cartilla apareció la inscripción: “Exhibidor de poses plásticas”

*

Estos “exhibidores de poses plásticas” son personas a las que otros dibujan y, mientras dura este proceso, ellas hablan… cuatro horas seguidas. Da la impresión de que, una vez montados en el podio de un aula atiborrada de caballetes, de repente se les aclarara todo lo relacionado con esta vida. Como si aquello no fuera un podio, sino cierto punto desde el que todo se ve.

Entonces, el trabajo es así: te paras en el podio, desnudo y sabio, y compartes con el mundo la revelación que te ha llegado. Como “un poquito más y me jubilo”.

Nadie los interrumpe. Muchos se ponen audífonos de inmediato.

En fin, que me tocaba ser exhibidora de poses plásticas. Como Margo.

*

—Margo, doble la rodilla. No la cadera, sino la rodilla, sí, así. Y enderece la espalda, por favor. Sí. Envuelva su cuello con una mano y la otra póngala en el muslo.

Una pose clásica, el contrapposto. Margo adopta con facilidad la pose de Venus y empieza a platicar de cuando trabajaba en una rueda de la fortuna de una pequeña ciudad.

—Las hojas de los árboles hacen ruido, el viento es cálido. Todo el tiempo hay un viento cálido. Y desde la rueda de la fortuna se veía toda la ciudad. El mar se fundía con el cielo. No ha habido nada mejor que eso.

Comprendido: sol y juventud. Mundo de felpa. Amor, komsomol y primavera. 65+.

Todos los estudiantes tienen puestos los audífonos.

Y en la pausa, cubriéndose con una bata de seda verde esmeralda, Margo se asoma a mirar nuestros bocetos.

—Dios mío, todos ustedes me pintan como si yo fuera una vieja. Ay, no, bórrame la papada; píntate tú una. Van a reprobarlos a todos.

*

Bien, ahora yo haré de Margo.

Por un lado, me gustaría ser libre y emancipada, pero por otro, me da vergüenza.

¿Y si el escultor me esculpe mal? Después de su examen todos me señalarán con el dedo.

¿Y si lo hace bien? También me señalarán con el dedo.

Con estos pensamientos hasta se me subió la temperatura. Ella me salvó de la deshonra. No, Dimon, no es necesario que me eternices. Dejemos que mi cuerpo perezca conmigo. Sin vergüenza de ningún tipo.

Quizá un día mis bisnietos desentierren mi cartilla de trabajo y lean el primer registro: “Exhibidor de poses plásticas”. No sé qué pensamientos les provocará esto.

Queridos bisnietos: ¡nunca posé de ninguna manera! Sólo me registraron en esa actividad unas horas (horas que se gastaron en el intento de persuasión) y punto. El escultor defendió su examen (con los dos ciervos) y a mí me dijo algo como: “¡De todas formas un día te pintaré y te esculpiré!”. Le dije alegremente que sí, pues sabía que eso nunca iba a pasar. Empezó la vida.

*

…El escultor llamará dentro de un año. Y a mí, gracias a Dios, me volverá a dar temperatura.

Volverá a llamar dentro de cinco años.

Y dentro de diez…

La vida irá girando. Unas veces dará vueltas vertiginosas, endemoniadas; otras, dará vueltas que permitan la contemplación.

Y finalmente pasará eso. Eso que advertía Margo. “Un poquito más y me jubilo.”

Y entonces de nuevo aparecerá Dimon.

—Oye, ¿por fin vas a posar para mí?

—¿Te volviste loco? ¿Sabes cuántos años tengo?

—¿Cuántos?

—No lo voy a decir.

—¡Pero si necesito una mujer vieja!

—Grosero.

—Oye, se trata de la madre Tierra. Y ella no es joven, ¿sabías? Y tú ya no tienes cara, sino destino. Y tu cuerpo es, de hecho, historia.

 —Pervertido.

En realidad hace tiempo que el juego ha sido así. Saludos desde mi juventud. Prueba de control: ¿está todo en orden? Si no, “un poquito más y…”

No, que llame.

*

Ya no dibujo la nostalgia ajena. Ahora dibujo la mía.

Se vende bien.